MI EXPERIENCIA CON UN DOMI
Siempre fui un poco cándida y me gustaba la sensación de tener un pene caliente dentro, pero nunca me imaginé que ser sometida podría ser tan excitante..
Me casé con el primer tipo que me habló bonito y me dio un poquito de cariño. Con él todo era común y predictivo, siempre me volteaba, metía su pequeño pene, daba tres embestidas y acababa; aburrido. Terminé por acostumbrarme a la poca atención y falta de orgasmos.
En algún momento me encontré una pequeña y tímida sex-shop donde conseguí una pequeña bala vibradora y un lubricante, jamás me imaginé que podría brindarme a mi misma tanto placer. Después de ese hallazgo, mantuve mis ansias a raya por algún tiempo.
Entré a trabajar a una empresa que estaba empezando operaciones en mi ciudad, fui contratada al momento, como ya tenía experiencia previa, fui ascendida rápidamente, hasta las oficinas administrativas. ¿Quién iba a pensar que ahí encontraría a un loco tan perverso?
Comenzó por que tenía que hacer algunos reportes y presentárselos a ese personaje, que era jefe de mi jefe. Me ponía nerviosa, no por que me gustara, sino por que era un superior. Él notó el nerviosismo y comenzó a acercarse más y más cada vez que tocaba darle reporte, se burlaba de mi y me cuestionaba para aumentar mis nervios e incomodidad. Al hablarme, miraba fijamente a mis ojos y sonreía retorcidamente mientras me mostraba sus feos dientes que en ese momento me parecían desagradables. De verdad detestaba a ese señor. Después comenzó a tocarme, no de forma inapropiada, pero si me pellizcaba o arañaba, jalaba mi cabello o picaba con sus dedos mis costillas; también comenzó a saludarme de beso por que sabía que me molestaba. Cuando yo salía a comer, llegaba al comedor y ya se encontraba ahí, esperándome, hacía señas para que lo acompañara.
Llegó al punto en que yo buscaba su presencia, ansiaba que me tocara y me excitaba que lo hiciera, furtivamente sin que nadie lo notara, pasó de tocar mi brazo a pellizcarme un seno, sobre la ropa o meterme la mano bajo la falda. En una ocasión, me tomó de los hombros, a manera de masaje, tuve un orgasmo tan intenso, que me sorprendió que nadie de la oficina lo notara.
En otra ocasión, cuando todos ya se habían ido todos y solo quedábamos los dos, me sentó en su silla, se acomodó en el escritorio y sacó su miembro, frente a mi y dijo «Ahora si, vas a cumplir tu sueño» y me fui sobre él, como desesperada, metiéndolo hasta el fondo, sin respirar, escurriendo saliva, gimiendo, estremecida de placer. Me detuvo de golpe, se acomodó y se fue. Solo me quedó su sabor y aroma para recordar el resto de la noche.
Pasaron varios años sin saber de él.
El día en que nos volvimos a ver, me invitó a su casa, «a comer», me acorralo contra la pared, comenzó a morderme por todos lados, especialmente los senos, con fuerza, que provocaba dolor, pero me hizo mojar con intensidad, yo gemía y me tapó la boca, no quería ruidos. arrancó mi ropa y me tomó con fuerza para ponerme de rodillas, metió su pene en mi boca y lo empujo con fuerza hacia mi garganta sin dejarme respirar, jalaba mi cabello y goleaba un poco mi rostro mientras me decía que era una perra y que debía ser tratada de esa manera. Después de una buen rato, me jalo a la cama y me aventó, comenzó a masturbarme con fuerzas, dolía un poco, ya que es una parte sensible para mi, pero era ese dolor lo que me hacía venir una y otra vez, cuando el orgasmo mayor estaba por venir, se acostó y me empujo para que yo siguiera mamando duro, me enseñó cómo le gustaba y qué cosas hacerle. Me puso en cuatro metió sus dedos en mi vagina, primero dos, luego tres y llegó hasta cuatro; yo ya no podía con tanto placer y luego me embistió con su grueso y duro pene, era tan profundo y fuerte que yo ya no sabía qué estaba pasando, todo era placer mezclado con dolor y humedad.
Me volteó de golpe, se coloco sobre mi y metió su verga en mi boca, follándola sin piedad.
Al final se coloco sobre mi, al estilo misionero, con mis piernas en sus hombros. Me tomó del cuello y comenzó a asfixiarme, no pude más y sentí como salía de mi cuerpo un chorro de liquido, que pensé que era orina, mientras mis pezones se estremecían y mi vagina se contraía fuertemente. Él acabó dentro de mi, dejándome llena de su leche caliente y dulce. Me quedé dormida.
Unas horas después, me despertó y me dijo que las putas, cogen y se van.
Que riko como te viniste, y como te lleno de lechita caliente ufff, me hubiera encantado chupar esos pezones cuando te vinieras, que delicia
Ser puta y además ser sometida es un placer morboso que mezcla la excitación con la humillación: ser sometido en el acto sexual y obligado a realizar aberraciones produce un placer que supera a toda imaginación.
Sé de eso porque fui abusado en sexo humillante por un cura al que llegué a…amar, si eso es amor.