A mano cambiada
Sé que no soy única en estas actividades de intercambios de marido, ni en la de tener relaciones lésbicas en el intercambio y también sin la presencia de las parejas. Aquí relato cómo conseguimos las esposas que los maridos se las chuparan y se la jalaran uno al otro dándonos show..
El ejemplo que tuve fue el de Mar1803, quien, además, logró que los maridos hicieran un 69 y se la jalaran mutuamente frente a ellas. También Tita, caliente con el relato de la experiencia de Mar, puso a su marido y uno de sus amantes a hacer el 69 frente a ella y a jalársela uno al otro en la ducha, no juntos, pero seguramente, según aseguró, lograría después que se hicieran una chaqueta simultáneamente (o quizá ya lo hizo). Otro relato similar es de Ber_el con su amigo Cornelio, siendo azuzados por Teya, la exesposa de este último
Somos dos matrimonios Laura y Mario, y, Miguel y yo. Laura es esposa de mi amante, y amante de mi esposo. En mis relatos cuento cómo inició todo. Primero Mario y yo nos hicimos amantes, y luego, a petición de mi marido, nos juntamos los cuatro. Ya avanzados, descubrimos que Laura y yo éramos lesbianas y lo mostramos a nuestros maridos. Ahora, después de leer a Mar, le propuse a Laura que calentáramos lo suficiente a los esposos para verlos haciendo un 69 exprimiéndose lo que quedara en sus troncos después de habernos surtido la leche en las panochas; y conseguir en un momento posterior de esa sesión que se hicieran una paja mutua. Ese era el plan general… ¡Qué pervertidas…!
Es claro que los machos hacen lo que nosotras queremos, solas o acompañadas. Por unas chiches o unas nalgas son capaces de todo, y a nosotras que nos encanta que nos quieran… ¡No les dejamos opción! Eso lo saben todas las lectoras y que seguramente manipulan a sus machos y a sus cornudos.
Con eso en mente, y aprovechando que había fin de semana largo, es decir, ese lunes se dio como feriado, nos los encamamos desde el sábado en la mañana hasta el lunes en la tarde. Hubo espacio para todo. Desde las once de la mañana nos pusimos a diseñar qué hacer de comer cada día. Así, mientras nuestros consortes fueron a surtir la lista que les dimos para preparar la riquísima comida, nosotras, después de darnos un poco de amor, de mujer a mujer, también amasamos un pastel y preparamos agua fresca de varios sabores, con la fruta que había comprado un día antes. La más rica la hicimos de pera con uva, añadiéndole vino Asti (compré el six que mencionó Mar en un relato).
Cuando los señores llegaron acalorados tomaron bastante de esa bebida mientras se encueraban (nosotras lo habíamos hecho una a la otra desde que ellos se fueron) y pasaban la lengua por nuestras panochas mojadas por las caricias que nos dimos, en tijeritas y con dildo. Habíamos hecho unas tapas para picar mientras trabajábamos en la preparación de los platillos. “Ésta va con salsa” les dije al pasarles un canapé de caviar al cual frente a ellos me metí el dedo en la vagina y lo sequé en la orilla del pan en cada pieza que les di. También, en otro par de bocadillos, les jalé el pene para colocar una gota de presemen. Mordí con coquetería el alimento frente a ellos y le llevé a Laura una pieza preparada de la misma manera. Les advertí que después de comer, queríamos tomar café exprés con leche de burro, lo cual les causó risa.
Durante la preparación de los alimentos y en la ingesta de comida, menudeaban los besos, las caricias y las chupadas. Cuando sacamos la vajilla para acomodarla en la mesa, se nos lanzaron a chupar. A mí, Mario, mi amante, me tomó el pecho y se puso a mamar, mientras me apretaba suavemente las tetas a dos manos. Por su parte, Miguel, mi marido, se hincó atrás de Laura, esposa de mi amante y también amante mía, y le lamió las piernas, subiendo hasta llegar a las deliciosas nalgas, mientras le acariciaba el pelambre de la panocha. ¡Era tan delicioso sentir las caricias de los amantes! ¡Al igual, ver la putez que mostraba el marido deleitándose con el cuerpo de otra!
En breve tiempo ya teníamos remojando en la vagina a los glandes de los putos. “Sin venirse ahorita, eso lo queremos con el café”, dijo Laura quien ya tenía toda la verga de Miguel entrando y saliendo de su vagina. “Cierto, pondrán algo de leche en nuestro café”. Limpie cada quien la pepa de su esposa, y acomodemos los platos”, dije apartándome de Mario y fui con Miguel para que me limpiara los residuos del calentamiento.
Una vez acomodados los trastos y cubiertos en la mesa, llevamos las viandas y nos sentamos a comer, cada quien con su pareja, dando y recibiendo sus caricias. Al terminar de comer, Laura se levantó y fue por las tazas para el café y prendió la cafetera para que se fuera calentando.
–Mientras se calienta la cafetera, vamos a ordeñarlos –dijo y tomó la mano de mi marido para llevarlo a sentar en la sala–. Cada quien le pone a su taza –me ordenó para que la imitara.
Les chupamos rico el pene y les agitamos el tronco en movimiento de sube y baja. Debido al calentamiento previo a la comida, y masajes de huevos durante ésta, se vinieron pronto. Lo chusco fue capturar en la taza los chorros que soltaron. Limpiamos la verga con la lengua y nos fuimos a la cocina para preparar el café. Regresamos con las dos tazas espumeando y se notaban pequeños grumos de semen cocido con el vapor.
–Yo también quiero café… –reclamó mi marido.
–Cada una le va a compartir a su consorte –le dije sentándome a su lado.
Entre besos y caricias, cada matrimonio nos tomamos el café con la leche del amante hasta que se acabó.
–¿Te gustó el café con la leche de mi burro? –le pregunté a Miguel al dejar la taza vacía en la mesa de centro.
–Sí, estaba rica. También me gusta comerme a la amante de tu burro –dijo mi marido. Me dio un beso y me acostó en el sofá montándose sobre mí para penetrarme.
–¡Mira ese burro tan caliente, parece que tiene tres patas y con una se coge a la vaca! –exclamó Laura, llamando la atención de su marido– ¡Y eso que lo ordeñé para darle sabor a nuestro café!
Mario tomó el último trago al café, dejó la taza en la mesita y sentó a su mujer en el regazo, penetrándola limpiamente, besándole la espalda y lamiéndole el cuello. Laura lanzó un gemido de placer y, sin que se saliera de ella completamente la tranca de su marido se volteó, quedando cara a cara gritó “¡Aquí también hay un burro!”.
–Sí, un burro que gusta de su yegua nalgona –contestó Mario besando a su esposa, quien comenzó a cabalgar ruidosamente al golpear con sus nalgas las piernas, el pubis y los huevos de mi amante.
Miguel y yo, quienes habíamos volteado a verlos desde que Mario bufó y Laura gimió cuando su esposo le enterró la verga, disfrutábamos de la escena tan cachonda. Mientras trataba de asignarle a alguno de los dos machos la etiqueta del pene más grande, sentí en mi interior el crecimiento del de mi marido. Al parecer, ver el suceso obligó al sistema circulatorio a bombear más sangre al tejido esponjoso de mi marido, pero tuve que abandonar mis pensamientos comparativos para dejarme llevar por el frenesí con el que mi esposo me taladraba. Sí, los acabábamos de ordeñar para preparar el café con crema, pero seguramente con lo que nos estaban soltando se habrían llenado las tazas.
En ese momento vi la oportunidad de que mi marido le mamara la verga a mi amante y lo jalé, llevándolo a gatas y casi a rastras, porque aún estaba en el nirvana que da el coito satisfecho, a donde estaban nuestros amantes culminando la inyección de semen. Le hice señas a Laura de que se levantara y, apenas lo hizo, me fui con la lengua a limpiarle los huevos a Mario.
–¡Ayúdame, tú en el palo! –le dije a Miguel, quien automáticamente se puso a mamar.
Laura empujó a su marido a la alfombra y yo le ayudé jalándolo de un brazo. Mario quedó en una posición que tenía enfrente el pene de mi marido y nosotros seguimos chupándole. Mi amante tenía los ojos en blanco de tanto placer y Laura aprovechó para decirle al oído, “limpiémoslo nosotros” y también, de manera automática abrió la boca para que Laura le pusiera el caramelo recubierto de lefa.
Los dejamos en pleno 69 y nosotras, muy calientes al ver ese espectáculo, aprovechamos para degustar panocha muy usada haciendo nuestro particular 69. ¡Habíamos cumplido uno de los dos objetivos propuestos! Los maridos siguieron mamando verga y huevos, pero el combustible éramos nosotras con las mamadas en las panochas y los gemidos que lanzábamos durante nuestra revolcada, sus ojos estaban en el serpenteo de nuestras lenguas y la manera en que abríamos y cerrábamos las piernas alrededor de la cabeza de la otra. Ellos veían y mamaban extasiados.
Al término de nuestros orgasmos quedamos exhaustas, acostadas y despatarradas, respirando aceleradamente con un sube y baja del esternón (con las tetas bailando notoriamente) y de la panza.
Ellos, más descansados, quizá no tanto de la boca y de las manos por mamar tanto la verga del otro, se arrastraron hacia nosotras para besarnos el cuerpo, los labios recorrían sin selectividad, desde la cabeza hasta los pies, ¡lo que saliera y fuera de quien fuera! Cada uno tomó a su mujer y lentamente nos llevaron a la cama. Los cuatro dormimos extenuados, cuando aún eran las ocho de la noche…
Escuché los trinos de las aves, abrí los ojos y vi a los demás completamente dormidos. Acerqué mi cara a la pepa de Laura y volví a dormir con ese aroma en mi mente. Como a las ocho de la mañana, al abrir los ojos, lo primero que miré fue la verga de mi marido tratando de entrar entre las piernas de Laura. Ella se volteó bocabajo y dijo “Por acá…”. Me pareció que el pene le creció más a Miguel, pero lo que aumentó fue su temple, poniéndose más vertical, como si fuera el de un chico de veinte años. ¡Y es que las nalgas de Laura lo vuelven loco! Más ahora que ella le ofreció el culo para que la penetrara.
Laura gimió y gritó acompañada de las fuertes trepidaciones con las que mi marido movía el colchón. Yo seguía con los ojos abiertos, a unos pocos centímetros de distancia, escuchando el chacualeo de los sexos y los golpes del pubis de mi marido en las nalgas de nuestra amante. Mario, por su parte, al despertarse con el jaleo, se acercó para acariciar y besar la cara de su esposa, y así se mantuvo hasta que se tensó Miguel y, después de eyacular en el recto de Laura, se dejó caer sobre su cuerpo.
Me hipnotizó la visión del abotonamiento, donde no salió el miembro de mi marido por estar aprisionado entre las nalgas aceradas de Laura. Metí la mano entre los dos cuerpos y me quedé asombrada al sentir que la turgencia de mi marido se mantenía; Laura apretaba intermitentemente las nalgas queriendo exprimir esa dura tranca, mientras ella recibía unas lamidas, como lengüetazos de perro, en los labios por parte de su esposo.
Aproveché el momento y me hinqué para ofrecerle una teta al puto de mi marido, quien la tomó al vuelo y se despegó de Laura para tumbarme en el colchón encimándose en mi cuerpo. Sentí en mis piernas el líquido del semen que les sirvió de lubricante en el coito anal. Todos volvimos a dormir cada quien con su consorte.
Nos bañamos, cada pareja junta. Nosotros en la regadera, y a ellos los dejamos en el yacusi, mientras nosotros preparamos el desayuno para todos. Al rato, los llamamos a desayunar y desnudos departimos sin hablar de lo que había pasado ayer entre nosotros, más bien platicamos de la situación mundial y nacional, los aranceles y de algunos otros chismes. Tomamos el café en la sala, pero antes de los tragos, Mario y yo pusimos música para bailar mientras mi marido y Laura lavaban los trastos. Al terminar, Miguel sirvió dos copas de coñac y me dio una diciendo “Se la compartes de tu boca o en las chiches, putita…”, llevando la otra a Laura que ya se había sentado y le compartió un trago en un beso. Ellos terminaron su copa a puros besos, nosotros también, pero con algunas lamidas de pezones y glande previamente humedecidos con el licor. Seguimos con el baile y frecuentemente intercambiábamos de pareja, A veces el intercambio iniciaba cargando a la mujer y le verga resbalaba suavemente hasta donde topaba. Nos daban unas mamadas en el pecho y volvíamos a la danza pegándonos el pene mojado en el ombligo, el cual, en breve tiempo, chupábamos para saborear la mezcla de presemen y flujo.
“¿Cómo se siente mi puta chichona?”, me preguntó mi marido cuando las parejas descansábamos juntas sentadas, con la cara frente a frente, y sobre las pijas de nuestro respectivo marido. “En el Paraíso”, contesté antes de besarlo. Los besos y los brinquitos sobre los huevos menudeaban. En un momento, cuando coincidimos Laura y yo en la mirada al querer observar a la otra pareja, no hubo más que juntar nuestras cabezas para iniciar un beso muy salivón y soltarnos del cuello de nuestro consorte para aprisionar las tetas de la otra. Los machos sonreían mientras nosotras nos amábamos apretando la vagina para estimularles el miembro que manteníamos en la vagina… ¡Qué delicia la de sentir el amor simultáneo de dos géneros!
Tuvimos que suspender el abrazo, pues nuestros maridos nos cargaron y nos llevaron a la cama, depositándonos en ella con las piernas abiertas y cambiaron de lugar para penetrar a la respectiva amante y nos sacaron muchos orgasmos, pero ellos no se vinieron, al parecer se habían puesto de acuerdo, pues sacaron sus penes de nuestro cuerpo, para volverlo a introducir en la boca, ¡pero de la respectiva esposa! Por si fuera poco, se colocaron en posición de 69 y lamieron nuestras venidas aderezadas con el sabor del presemen del amante. A una señal de mi marido, ambos sacaron el tronco de nuestra boca y colocaron los huevos para que los lamiéramos y chupáramos a discreción. Era obvio que, por el momento, no querían eyacular. Buena acción a nuestro favor para cumplir lo que aún faltaba en nuestro plan, sólo era encontrar la razón perfecta…
–Tráete el dildo de dos puntas –le pedí a Laura en voz baja–. Está en el cajón inferior del peinador –Ahí lo guardé la última vez que ella lo trajo cuando vino a amarme.
–No sé por qué no se vinieron, pero si necesitan un estímulo, nosotras los ayudamos – dije, yéndome a acariciar una verga en cada mano–. Una chaquetita estaría muy bien para ver brotar la sabrosísima leche de burro… –señalé comenzando a jalárselas.
–Claro, si además de las jaladas quieren ver un show lésbico, lo haremos en la alfombra para que lo miren bien –complementó Laura y yo los senté a la orilla de la cama.
Laura y yo comenzamos besarnos y a masturbarlos a ellos. Sentadas hicimos unas tijeritas deteniéndonos con una mano y seguimos acariciando el pene de arriba abajo con la otra.
–Ayúdame le dije a Mario tomando su mano y llevándola a la verga de Miguel. Se la apreté para que quedara en contacto con la verga de mi marido y lo guie en el movimiento.
Laura entendió y tomó la mano de mi marido haciendo lo mismo que hice yo. Seguimos un rato así, besándonos y acompañando el movimiento de mano de nuestros putos.
–No se suelten, que el show va a comenzar… –dijo Laura sacando el dildo y me lo metió después de chuparlo.
Laura se introdujo la otra punta y nos acostamos para entrelazar nuestras manos e iniciar el chaca-chaca. Nuestros maridos miraban atentamente y de les salían los ojos que mostraban lascivia extrema y jalaban la verga de su amigo con más velocidad., que reforzaba la recepción de un trato igual. Nuestros gemidos aceleraron más el movimiento de sus manos y pronto estaban gimiendo a la par nuestra y ¡saltaron los chorros de semen al mismo tiempo que uno de ellos gritó “¡Putas…!” y el otro le siguió con “Putísimas…!
Salpicaron sus pechos y sus piernas, además de escurrírseles la lefa en la mano. Laura y yo nos arrodillamos para lamer al macho más cercano. El semen de la mano sabía ligeramente diferente del de la piel, pero ambos son ¡riquísimos! Cuando sólo nos faltaba limpiar el pene, los tiramos a la alfombra y los obligamos a que ellos se limpiaran uno al otro en un 69, ¡ni protestaron!, señal de que les gustó el 69 que hicieron el día anterior. Mientras ellos se daban lengua, Laura y yo los estimulábamos lamiéndoles el culo. Quedamos dormidos en la alfombra. Ellos durmieron como bebés con mamila, Laura y yo nos acurrucamos para dormir con la cara en el pubis de la otra. Claro, debí quitarle antes el dildo porque ella no se lo quitó cuando nos separamos a tomar la leche.
Ya era de noche cuando despertamos. Para cenar, metí al horno un par de charolas para calentar lo que debía haber sido la comida. Laura, quien me siguió un poco después comenzó a poner los platos y cubiertos. Al rato, ya bañados, llegaron nuestros amores, por cierto, con el palo muy escurrido, ni por casualidad se podrían usar así. Ellos al ver lo que servimos, eligieron los vinos y los descorcharon. La comida estuvo muy rica, más con el hambre que todos teníamos. Aunque comíamos desnudos, no hubo mayores provocaciones que unas pequeñas caricias de los machos para nosotras; pero Laura y yo sí nos calentamos y entre nosotras hubo caricias más atrevidas y besos.
–¿Van a querer leche en su café de hoy? –dijo Mario revoloteando su pene semierguido–. Miguel también está preparado –dijo jalándole la verga a mi marido hasta dejársela tiesa, pero también la de Mario ganó dureza al dar esos jalones, mostrando una verga en cada mano.
–¡Claro que lo queremos con leche! Ayer la sacamos nosotras ordeñándolos manualmente y motivándolos con mamadas entre jalón y jalón –precisó Laura–. Pero hoy nos gustaría que ustedes la ordeñaran, uno al otro, mientras nos pajeamos viéndolos –concluyó Laura prendiendo la cafetera para que se calentara.
Mario y Miguel se vieron a la cara, sonriendo interrogantes y asintieron con la cabeza yéndose a la sala tomándose de la verga uno al otro. Los acompañé, acomodándolos en la alfombra para un 69, acostados enfrentados y colocamos una taza junto al ombligo de cada uno. Comenzaron las mamadas y jalones. En el rostro se les notaba el gozo de mamar y ser mamados. ¡Qué putos salieron! Laura y yo, de rodillas, colocadas a la altura de la cara de Mario comenzamos a darnos paja una a otra, caricias de tetas y panochas que rápidamente se mojaron… Comenzaron los jadeos de los cuatro hasta que salió la leche. Ellos colocaron la taza cuando sintieron el primer chorro en la boca y exprimieron la verga para que el resto de la leche fuera a ella.
–Yaa… –dijo Miguel al escurrir el último jalón donde pasó el glande por el filo de la taza para escurrirlo y me dio la taza yéndose a lamer la flácida verga de Mario para limpiarla.
Laura y yo nos fuimos cada una con su taza a ponerle el café. Ellos siguieron mamándose y, sonriendo, los mirábamos mientras hacíamos nuestro café. Dejamos las tazas y nos abrazamos restregándonos el cuerpo, enredando nuestras breñas y apretándonos el pecho mientras nuestras lenguas se enredaban…
Con un apretón intermitente de nalgas la insté a que lleváramos el café a la sala, donde los machos ya estaban sentados esperándonos. ¡Seguían acariciándose los aparatos uno al otro! Sonrientes, se jalaban el escroto, viéndose a la cara para evaluar en los gestos quién lo jalaba más.
–¡Ya suéltense, parecen putos! –les ordené–, pero así es como los amamos –concluí y Laura lo aprobó con una sonrisa y asentimiento con la cabeza.
Ahora entendíamos porqué se calentaban cuando nos miraban amándonos a Laura y a mí. ¡Es muy caliente mirarlos mamándose el pito y acariciándose los huevos uno al otro!
Seguimos cogiendo hasta que nos cansamos, ellos volvieron a mamarse para limpiar se la verga llena de atole, nosotras también tomamos en 69 el atole que hicimos con ellos. Al día siguiente continuamos, cogiendo desde que despertamos, en el baño, en el desayuno y donde fuera. Laura y Mario se fueron muy agotados el lunes, y nos hablaron cuando llegaron a su casa.
¡Objetivo cumplido con creces!
Pues es verdad lo que dice Ber: «Caliente es caliente». El sexo los vuelve putos. Así como tú dices «En el rostro se les notaba el gozo de mamar y ser mamados. ¡Qué putos salieron!» También me pasó en el trío que hice con mi marido y mi amante, cuando éste se la peló a Saúl y se la chupó, expresé “¡Qué puto me salió el amante!”.
Pues sí, se calientan rico y se dan cariños en el pene, ¡son muy putos!
Confieso que la calentura aviva las ganas de mamar, sea panocha o verga. Esta relación entre Mario y Miguel, disponiendo de sus mujeres, es similar a la que tengo yo con mi amigo Cornelio, siempre con Stella enmedio. Por ello entiendo que no fue difícil que Laura y tú lograran su propósito.
Pues no sé si esta relación de Mario y Miguel sea como la tuya con Cornelio. Hasta ahora, ellos no se la jalan y maman mutuamente sin nosotras presentes…
¡Qué caliente me puso lo del café!: tomarlo el matrimonio, juntos, con la leche del amante. ¡Es una maravilla que muestra la putez de las mujeres y el sometimiento de los cornudos consentidores. Me imaginé poniendo la leche en la taza de mi amante para que se la fuera a tomar gustosa con el cornudo.
Bueno, si algún día mi esposa me invita a tomar un café cortado, espero qué me diga de quién es la leche…
¡Ja, ja, ja! Tal vez ya te lo dio con café o con vino y ti lo bebiste rico mientras ella te miraba contemplando tu ornamenta de cuernos, ¡ja, ja, ja!
Bueno, ya quedó claro que calientes, nuestros cornudos hacen lo que nosotras queramos: un 69 para deleitarnos la pupila, o una chaqueta mutua para acercarnos a probar leche de distintos sabores, y otras cosas…
Lo que me encantó fue el café. Eso de hacerlos que ellos preparen la taza para echarle el expreso y tomarlo en sorbos, cada una con su marido sabiendo que tiene la leche del amante está de pelos. ¡Rico, rico! Me gustaría que mi marido ordeñara a mis amantes para que toda la leche, en una taza, me sirviera como café con leche a sorbos de la boca de mi marido, ¡Qué cornudo tan romántico…!
Pues lo tomamos juntos y sentí que mi marido me amaba más. Él aceptaba que yo usara a otros hombres, as, puta como soy, me ama.
¡Estos relatos me prenden! Mi esposo… ¡ni pensarlo! Pero sí tengo otros machos con quienes preparar dos tazas de café cortado, o una sola taza para los tres… A ver si puedo juntarlos, sí, son muy putos y ¡será un buen trío!
¡Tú puedes, amiga, y tienes con qué convencerlos!
A mí se me hace que Mario y Miguel ya se cogieron cariño. No niego que es caliente mirarlos acariciándose, chaqueteándose y mamándose entre ellos, pero cogerse (que es el paso siguiente) no lo concibo fácilmente, al menos en el caso de Saúl con alguno de mis amantes.
A ver, Gloria y Mar, contesten: ¿les gustaría ver a su marido siendo penetrado por alguno de sus amantes y viceversa?
La verdad, a mí no me gustaría que mi marido cogiera o se dejara coger por un hombre. Pero si él quiere, no se lo puedo recriminar.
Lo bueno es que amas a tus amantes y podrás disfrutar el romanticismo de tomar café cortado en la misma taza.