Anita
Trabajando en la hacienda .
De nuevo en la universidad. La ventaja que yo tenía con respecto a los otros estudiantes, es que yo tenía algo de conocimiento del manejo del campo y lo que iba aprendiendo lo iba aplicando, mentalmente en la hacienda y cada año lo conversaba con el abuelo. Él, hombre viejo, acostumbrado al campo y a sus viejas rutinas, no le gustaba mucho la idea de introducir cambios sin tener la seguridad de que iba a funcionar.
Entonces mi laboratorio fue el huerto familiar. También apliqué técnicas nuevas en los frutales. Y con el abuelo hacíamos recorridos largos por la hacienda a caballo.
Estaba feliz de que a mi me interesara lo que el hacía y mi interés por mejorar los procesos productivos.
Vacaciones
Lo primero me sorprendió ese año, que al llegar a la hacienda, estaba Anita ayudando en las tareas del hogar a la abuela. Lo segundo fue ver a Jessy, más grande y más linda. También estaba el abuelo, que calculado la hora que íbamos a llegar, nos estaba esperando.
Luego de los saludos, los abrazos y los besos, entramos a la casa donde la mesa estaba preparada para almorzar.
Después de almuerzo y en un momento de relajo pude hablar con Anita.
– No sabes el gusto que me dio verte al llegar, que bueno que estés aquí – le dije tomándole una mano.
– Bueno, como tú dijiste, comencé a venir a ayudarle a la abuela después de que mandaba a la Jessy al colegio – dijo
– Que bueno. No tuviste ningún problema con ella? –
– Al principio sí, a ella le gusta hacer ella las cosas y a su manera. Yo la entiendo porque mi mamá es igual –
– Pero ella me fue enseñado y apoyándose cada vez más en mí –
– Trabajas medio día? –
Después de que llega la Jessy, almorzamos, dejo todo limpio y me voy –
– Y tú mamá como está? –
– Bien y féliz, porque como Francisco está trabajando, la niña en el colegio y yo aquí, está sola,más tranquila, más tiempo para sus cosas y para la casa –
– Además de que el patrón me paga todos los meses, entonces son dos sueldos que llegan a la casa –
Con los días ajetreados antes de navidad, poco tiempo tuvimos para conversar. Fui a ver al caballo. Me reconoció cuando lo saludé. Le hice cariño y lo cepillé un poco y lo saqué a caminar.
– Que lindo el caballito –
Me volví a mirar y era Jessy. Ella se convirtió en mi compañera habitual ese verano.
– Te gusta? Se llama Rayo – le dije
Ella se acercó al caballo y este resopló. Jessy se asustó un poco, escondiéndose detrás mío.
– No te asustes. El es un poco nervioso y como no te conoce, entonces hace así –
– Vamos a dar una vuelta – le dije tomándola de la mano para que Rayo viera que ella no era ningún peligro para él. Mientras que con Jessy caminábamos y conversábamos de la mano, Rayo que estaba suelto, nos seguía atrás a todos lados.
Por ésos días, previo a la navidad y el año nuevo, Anita se quedaba todo el día, había mucho que hacer con tanta gente en la cada.
Mi tía Paulina llegó al día siguiente con Ariel, su esposo, con su hijo Cristián de 3 años y su hija Pamela de dos meses o algo así.
Después de pasadas las fiestas, las hermanas se quedaron una semana más y finalmente se fueron todos.
Durante ésos días iba a dejar a Anita y Jessy en las tardes. Trabajaba casi todo el día la pobre.
– Muy cansada? – le pregunté una tarde que la iba a dejar.
– Si, pero estoy feliz, me gusta lo que hago, me gusta la casa y me gusta que estés tú – me dijo.
– Para mí también es un gusto verte todos los días, lo bien que le hace a ella y lo empoderada que te veo en la casa –
Por ésos días el abuelo le pagó el doble de lo que ganaba, se lo merecía, se sacaba la mugre atendiendo tanta gente. Así se lo hice saber al abuelo y lo entendió.
Pero como además se preocupaba por él, lo atendía y él le tomó cariño, sin que yo se lo propusiera le aumentó el sueldo.
Con Jessy rondando a mi lado, era difícil tener tiempo a solas con Anita. Después de que se fueron todos, en las mañanas acompañaba al abuelo y en las tardes me quedaba en la casa.
Salía a caminar con Rayo y Jessy, poco a poco Rayo le permitió tocarlo y una tarde la tomé y la monté arriba de Rayo.
Una tarde de mucho calor le dije a Anita que podríamos ir a la laguna para que Jessy se bañará. Me dijo que fuera yo con Jessy porque tenia cosas que hacer.
– Como me voy a bañar desnudo con ella? ‘- le dije.
– Pero tú no te bañas. No podrías hacerlo? –
– Si, podría, pero ella se sentirá bien que la vea desnuda? –
– No sé, pero mañana dejo todo listo antes y vamos a la laguna los tres –
– Me parece genial –
Al otro día lo hicimos de esa manera, fuimos los cuatro. Como había dejado suelto a Rayo, él nos siguió.
Al llegar a la laguna, Jessy dio un grito de alegría y corrió al agua a meter los pies. Se levantó el vestido dejando sus piernas al aire y sus calzones blancos.
Nos sentamos con Anita en el pasto, divertidos con la reacción de Jessy.
Ella iba y venía con las piernas mojadas y el vestido levantado. Yo me había dado cuenta antes de que ella no tenía pudor conmigo. Cuando con el viento se le levantaba el vestido, cuando ala subía o bajaba del caballo o cuando se subia a los árboles.
– Mamá, me puedo meter al agua? – pidió con el vestido levantado. Yo estaba semi acostado apoyado en un codo.
– Si, pero te tienes que sacar el vestido – le dijo Anita.
– No te importa que Erick te vea desnuda? – le preguntó.
Jessy me miró y me sonrió. Se sacó la polera, tenia unos limoncitos algo desarrollados. Se quitó la falda y se quedó con calzones. Enseguida se fue corriendo a la laguna y se tiró al agua. Chapoteaba feliz.
Después salió y nos dijo que nos meteríamos. Le dije a Anita que se metiera ella.
– No, estoy muy fea – dijo ella.
Jessy insistió y yo comencé a desnudarla, Jessy ayudaba hasta que quedó en calzones.
Tenia algo de sobrepeso, seguramente le quedó del embarazo y nunca más pudo bajarlo.
Después Jessy comenzó a ayudarme a quitarme la ropa. Ma ayudó con la polera y después con los shorts. Me senté en el pasto y ella terminó de sacármelos. Ella se quedó mirando mi paquete, me tomó de la mano y nos metimos al agua. El el agua jugamos y chapoteamos, ella estaba feliz. Nunca había ido a una laguna, un lago o un rio, no los conocía.
Después cuando comenzó a caer la tarde nos preguntamos para volver a casa. Les dije que mi iba a sacar los slip mojados y me iba a poner los shorts, que se dieran vuelta.
Me saqué los slip mojados y los colgué de una rama, Antes de ponerme los shorts Jessy dio vuelta la cara y me miró.
Me subí los shorts, metí mis cosas adentro y me subí el cierre.
Jessy se sacó los calzones quedando desnuda sin ningún problema. Me paso los calzones mojados para que los colgara, luego se puso la polera y la falda
Anita hizo lo mismo, dejamos la ropa interior colgada de una rama y nos fuimos caminando.
– Me siento rara caminando sin calzones – dijo Anita riendo.
– Yo no, me gusta – dijo Jessy.
– A mí no me molesta, sólo tengo que tener cuidado con el cierre – dije.
Anita se puso a reír y Jessy dijo que no entendía. Anita le explico al oído y ella se río.
Rayo que andaba por ahí, nos siguió.
Como quedaron piezas desocupadas, le dije que se quedaran a dormir y tendríamos más tiempo para conversar.
Jessy estuvo de acuerdo pero Anita dijo que tenía que avisarle a su mamá, lo que entendí perfectamente.
Al día siguiente llegaron temprano, yo me estaba preguntando para ir a ver al abuelo.
Anya preparó el desayuno, y tomamos los cuatro con la abuela.
Después me fui a preparar a Rayo. Antes de montar Jessy me preguntó si iba a volver luego. Dijo que se aburría en la casa. Le pregunté si quería ir conmigo y dijo que sí.
– Vamos a pedirle permiso a tu mamá – le dije.
Obviamente que Anita me dijo que sí. La subí al caballo y la senté delante mío.
– Estas bien? – le pregunté.
Dijo que sí y fuimos al tranco del caballo mostrándole la hacienda.
– Todo esto es tuyo – me preguntó.
– Del abuelo – le respondí.
Con el tranco del caballo su trasero iba de un lado a otro. Tenia una erección y me apretaba los testículos.
– Quieres descansar un rato ? – le pregunté.
Me dijo que si, busqué una sombra, me bajé y la bajé.
Me acosté el pasto y me acomodé mis presas.
– Te duele mucho? – preguntó.
– Un poco dije sobándome los testículos.
– Te aplastaba mucho? –
– No, sólo un poco, lo que pasa que con el tranco de caballo, tu trasero va y viene aplastándome .
– Pobrecito – dijo reemplazando mi mano por la suya y acariciándome los testículos
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