El Panadero
Introducción al sexo gay .
Con licencia de secundaria, no entré a la universidad por diferentes motivos.
Después de las vacaciones decidí trabajar ese año para pagar la universidad del siguiente año.
Después de mucho buscar y no encontrar nada, con hambre entré a una panadería a comprar algo de comer.
Había un letrero que decía » vacante «. Le pregunté a la señorita que atendía si el puesto estaba vacante aún.
Me dijo que iba a llamar al dueño. Salió un señor y me dijo las condiciones y el sueldo.
Era un turno de media noche hasta las 6 de la mañana. El sueldo no era mucho peor tampoco estaba mal. Le dije que no conocía el rubro y me dijo que el maestro panadero necesitaba un ayudante y el me iba a enseñar.
Esa misma noche comencé a trabajar.
– Hola – le dije.
– Hola, así que tú eres el nuevo – mirándome de arriba a bajo.
– Si – dije tímidamente
– Has hecho pan alguna vez ? –
– No – respondí
– No es difícil, sólo tienes que seguir mis indicaciones –
– Trajiste ropa de trabajo ?
– No, nadie me dijo –
– Pero cómo? Vienes a trabajar y no traes ropa adecuada?
Me encogí de hombros.
– Ven – me dijo y lo seguí hasta unos lockers.
– Este es tuyo para que guardes tus cosas –
– Toma esto – y me pasó un gorro blanco.
– Vas a usar la misma polera?
Otra encogida de hombros.
– Mañana tienes que traer una polera blanca para trabajar. Quítate los pantalones –
Me saqué los pantalones y quedé en slip.
– Toma esto – pasándome un paño blanco que anteriormente había sido un saco para harina.
Se sacó el paño y quedó en slip blanco. En seguida me enseñó a ponerme el paño como si fuese una toalla. Tenía que dejar la abertura para la pierna. Después entendí porqué era éso.
Finalmente vestido para trabajar comenzó a enseñarme practicando cada cosa que hacía.
A pesar de no estar acostumbrado a trabajar de noche, a que el trabajo es intenso y agotador, la noche se pasó rápido.
– Vamos a ducharnos – me dijo después de dejar todo listo. Después venía el otro turno que horneada todo.
Eran dos las duchas, una al lado de la otra. El se sacó el gorro, la » falda «, la polera y el slip, quedando completamente desnudo.
Era un poco más alto que yo, bien marcado y bien parecido debajo de la cama de harina.
No pude evitar mirar su miembro que aunque le colgaba era el doble del mío, que me dió vergüenza.
Después de la ducha me puse los slip, los pantalones y la polera bien sacudida y la harina voló por todas partes.
Llegué a mi casa a bañarme nuevamente porque tenía harina por todos lados, la polera, los slip y los calcetines y zapatillas pasadas a harina. De manera que a la noche siguiente llevé ropa de trabajo, que consistía en una polera blanca, unos slip blancos y unas chalas tipo playeras.
Después de la jornada de nuevo en la ducha caliente y miraba su miembro disimuladamente.
El me quedó mirando pero no me dijo nada.
Porqué me llama la atención si eso nunca me pasó en las duchas del colegio con mis compañeros.
En la ducha encontré que lo tenía más grande.
– Te gusta? – me pregunto tomándolo con la mano y mostrándome.
Sentí un calor en mi cara y no tuve voz para responder. Algo que nunca me había pasado.
Me sentía cohibido. Y para peor…tenia una erección.
– Tómalo – me dijo acercándose a mí.
Él estaba teniendo una erección también y éso me subió la adrenalina, mi corazón comenzó a latir más rápido y se me hizo un nudo en la garganta.
Lo miré a los ojos suplicando que no me lo pidiera nuevamente.
Tomó mi mano y la puso en su erección de 20 centímetros, dura, caliente y suave.
Mi miembro dió un respingo y él lo notó.
Tomó mi erección y comenzó a masturbarme, yo hice lo mismo con él.
Las piernas me temblaban, mi mano subía y bajaba por su miembro.
Sin decir nada me tomó de la cintura y me dió vuelta, presentí lo que iba a hacer, pero no tenía la fuerza para resistirme, y lentamente me entregué a lo que él quisiera.
Sentí su glande caliente y suave, un cosquilleo agradable invadió mi ano y su dureza comenzó a abrirse camino.
Un dolor agudo me hizo tratar de escapar, pero su mano izquierda en mi estómago me contuvo, mientras su mano derecha me masturbaba. Sentía su aliento en mi cuello y sus gruñidos en mis oídos, la penetración continuaba a pesar de mi dolor.
Sólo se escuchaba como un aplauso en chocar de su pelvis contra mis nalgas, el gruñido de su fuerza y mi quejido de placer y de dolor.
Mi esperma comenzó a salir a borbotones, le saqué la mano para que no siguiera masturbándome, los chorros siguieron a los borbotones y finalmente mi semen goteaba a la punta de mi miembro.
Él continuaba, cada vez más rápido y más fuerte. Apoyaba mis manos contra la pared ante las embestidas que me daba y el dolor se me había pasado. Sentí como me llenaba con sus abundantes chorros y muy profundos.
Después todo fue calma y silencio. El término de ducharse y yo me quedé bajo la ducha, apoyando mis manos y mi frente en la pared mientras sus jugos corrían por mis piernas arrastrados por el agua.
Cuando salí de la ducha él no estaba, me sequé, me vestí y me fui.
Sentado en el bus sentía un escozor y una picazón en mi ano. No podía entender cómo había dejado que me cojiera. Le daba vueltas a todo lo que pasó en la ducha. Todo fue en silencio, ni siquiera hubo un saludo de despedida. Qué vergüenza sentía. Al llegar a casa me desvesti y me acosté. Pensé en la cojida, me toqué mi ano, lo sentía delicado pero no me dolía, me pregunté si me había gustado y me confesé que si, me acomodé y me dormí profundamente.
como sigue
Sentías vergüenza pero… que bien quedaste, sabes muy bien que vas a repetir, te ha gustado y lo necesitas, necesitas que vuelva a estar dentro tuya y te vuelva a preñar, ya eres suyo.