Francisco
Sabina 1.ª vez .
Estaba nervioso, algo ansioso. Sabina y Eduardo llegarían en cualquier momento.
Abrí la puerta y salí a ver si venían. Nada. Subí al segundo piso a revisar que todo estuviera bien.
Toda la mañana me había dedicado a hacer aseo en los dormitorios y el baño lo había dejado impecable.
Iba a encender el computador cuando sonó el timbre. Me asomé por la ventana y eran ellos.
Bajé corriendo la escala y fui a la cocina a abrir la puerta.
En la cocina ha una pantalla donde se ve quien llama y un botón para abrir la puerta. Presioné el botón y caminé a la puerta de calle y la abrí.
La primera en entrar fue Sabina, me abrazó y me besó. Después entró Eduardo, que sólo me abrazó porque mi mamá estaba detrás mío.
– Mamá, ella es Sabina, mi novia – le dije a mi mamá enseñando a Sabina.
– Que niña más linda – dijo dándole un beso a la mejilla a Sabina a lo que ella respondió el beso.
– Y él es su hermano, Eduardo –
– Que guapo, mucho gusto – le dijo dándole la mano.
– Mucho gusto – dijo el.
– Pasen, tomen asiento -dijo mi mamá.
– Mamá, podemos ir arriba un rato? – le pregunté.
– Si, claro, vayan. Cuando esté listo los llamo.
Subimos al segundo piso, Sabina traía puesto un vestido blanco, amplio y cortito. Por lo que vi todas sus piernas mientras subíamos.
– Éste es una especie de Hall. Estés es mi escritorio y mi computador, aquí hago mis tareas – les indiqué.
– Éste es mi dormitorio, aquí está el baño y el otro dormitorio. Es para visitas, pero casi nunca viene nadie –
– Si vengo de visita, dormiría aquí? – me pregunto Sabina con una sonrisa de coqueteo.
– No, dormirías en el otro dormitorio – le dije seriamente.
– Y tú? – preguntó.
– Dormiría contigo – le dije .
Se fue a mi cama y se acostó, dobló las rodillas y me senté a su lado. Ahora no sólo veía sus piernas, también su ropa interior blanca. Acaricié sus piernas suaves, y fui bajando mi mano lentamente. Nos mirábamos a los ojos. Llegué al fondo y la acaricié por encima de su ropa interior.
Ella comenzó a rozar mi bulto con dos dedos. Después me dio unos apretones.
– ¡ NIÑOS ! Está listo, bajen – Gritó mi mamá del pie de la escala.
– Ya vamos – le respondí.
Eduardo había estado jugando con el computador. Nos fuimos al baño con Sabina a mojarnos la cara, me peiné y me arreglé el bulto. Después bajamos los tres. Yo primero para recibirla a ella de la mano.
En la mesa había de todo, mi mamá se esmeró en ella. Todo estuvo bien, hasta el interrogatorio de mi mamá. Ella es linda y simpática, sólo lo hizo por conocer un poco más a mis pocos amigos y ellos eran los únicos que les he presentado.
Después de comer lo suficiente, mi mamá dijo que podíamos subir mientras ella retiraba la mesa. Sabina le preguntó si quería que la ayudara. Ella le dijo que no, que subiera con nosotros.
Mientras Eduardo jugaba con un juego nuevo que tenía y le había enseñado, me fui al dormitorio en donde estaba acostada Sabina en mi cama. Se veía preciosa.
Me acosté a su lado y la besé. Le acaricié la mejilla, su cuello y sus pechos. Ella, que tenía la mano abajo, acarició mi bulto. Bajé mi mano y la toqué por encima de vestido. Nos mirábamos en silencio y nos besabamos. Mi mano subió por debajo de la falda y acaricié su pubis.
– Sácate los pantalones – me dijo quedamente. Me saqué los pantalones y los slip y me acosté a su lado. Su mano recorría todo lo ancho y lo largo suavemente dándome apretoncitos.
– Sácate los calzones – le susurré al oído.
– Sácamelos tú – me pidió.
Ella levantó las caderas y retiré sus calzones sacándolos completamente y dejándolos caer sobre la alfombra.
Nos abrazamos de lado, mientras ella jugaba con mi erección pasándola por todos lados.
– Quieres que te lo meta ? – le pregunté despacito entre besos en el cuello y la oreja.
– No, quiero jugar un ratito – me dijo.
Ella se movía y retorcía dando pequeños quejidos como suspiros.
Me empujó y quedé de espaldas. Ella se puso de rodillas encima mío. Comenzó a pasarlo por su vulva suavemente, me daba cosquillas pero me aguantaba. Sus ojos muy abiertos me miraban profundamente, como queriendo saber qué estaba sintiendo yo.
En un momento se sentó pero mi miembro resbaló. Lo tomó y lo puso nuevamente a la entrada de su vagina e hizo presión sentándose lentamente. Pasaba su lengua por sus labios.
De pronto sentí que me abría paso, ella abrió la boca y los ojos como si fuera a gritar. Sólo escuché un pequeño quejido largo hasta quedar sentada sobre mí.
Acaricie sus muslos mientras ella ponía sus manos sobre mí pecho y se inclinaba hacia mí.
– Toca mis pechos – mientras me besaba suavemente.
Los toqué por encima de la blusa, firmes, tungentes y duros pezones.
– Quítame la blusa –
Comencé a desabotonarla, se echó hacia atrás y me ayudó. Tiró la blusa al piso y haciéndose hacia adelante me dijo que se los chupara.
Comenzó a levantarse y sentarse, una y otra vez. Doblé mis rodillas y me acomodé de manera que entrara todo.
– Mira hasta dónde me llega – dijo poniendo mi mano sobre su pelvis. Le llegaba casi al ombligo. No es que mi miembro fuera muy grande, 14 centímetros, que en la posición que estábamos, que ella era delgada y más pequeña que yo, era comprensible que se sintiera » ensartada » como me dijo.
Poco su movimiento se hizo más largo, lo que en un principio era un movimiento de cadera, cada vez alcanzaba a ver más centímetros afuera, al punto que por momentos se salía y ella lo tomaba y se lo volvía a meter todo.
De pronto veo a Eduardo en la puerta sin pantalones y masturbándose. Ella estaba de espaldas a él de manera que no lo vio. Él comenzó a acercarse hasta llegar al lado de ella. Lo miré como adivinando lo que quería hacer.
Sabina siguió mi mirada y vio a su hermano masturbándose a su lado.
– Por favor – le dijo.
Ella me miró y yo me encogí de hombros.
Entonces tomó el miembro de su hermano y comenzó a masturbarlo al mismo tiempo que ella subía y bajaba.
Él le acariciaba la espalda hasta llegar a sus nalgas.
– Puedo? – le preguntó mientras la acariciaba por atrás.
– Puede? – me pregunto a mí.
– Si tu quieres… – le respondí.
– Bueno – le dijo a Eduardo. Éste se puso detrás de ella, ella se inclinó y me besó.
– Oh! – dijo en una suave exclamación en mi boca. Sentí en pene de Eduardo rozando con el mío.
De ahí en adelante fue un torbellino de amor y sexo. La sentí estremecerse dos veces, había tenido dos orgasmos.
Se recostó en mi pecho y Eduardo sobre ella.
– Estas bien? – le pregunté.
– Siiii… – en un si largo, relajándose
– Quieres que te lo saquemos? –
– No, quédense así, no se muevan –
No se si se quedó dormida, 5 minutos después se enderezó, me hizo cariño en la cara y los labios, luego me besó suavemente.
Eduardo que estaba atrás le dio un beso en la mejilla, ella volvió la cara y lo besó en la boca. Se besaron mutuamente, me pareció que era la primera vez que se besaban, por las ganas con que lo hacían.
Eso hizo que rápidamente alcanzara una erección total. A Eduardo le paso lo mismo, no se si fue por el beso o porque sintió mi erección.
Poco a poco los movimientos fueron alcanzando velocidad junto con los gemidos de Sabina hasta que no pude más y exploté dentro de ella, una y otra vez, llegaba a fondo y me descargaba, Eduardo hacía lo mismo, lo sentía en su respiración, en sus gruñidos cada vez que tocaba fondo. Finalmente la paz y el silencio lo cubrió todo.
Comencé a escuchar la tele de mis padres viendo una película de guerra por los disparos y las bombas que se escuchaban.
No sabía que hora era en ese momento pero estaba de noche.
Sentí a Sabina quejarse en mi oído.
– Estás bien ? – le pregunté haciéndole cariño en sus mejillas.
Eduardo seguía dentro de ella, podía sentirlo.
– Sácalo – dijo ella
– Pero no puedo – le respondí.
– No tú, Eduardo – y volviéndose hacia atrás le dijo a su hermano que lo sacara.
Este le preguntó si estaba bien, le dio un beso en la boca y la dijo:
– Te amo hermanita –
– Yo también te amo hermanito – le respondió ella.
Se recostó sobre mí pecho mientras Eduardo sacaba lentamente de miembro del año de su hermana.
Un suspiro escapó de sus labios cuando su hermano terminó de sacarla y de nuevo tenía una erección.
Ella se acomodó encima mío.
Le hice cariño y tomando su barbilla la besé suavemente en los labios, beso que me respondió de igual manera. Mi miembro seguía dentro de ella y a tope.
– Que rico se siente. Podría quedarme así por siempre –
– Te quedarías a dormir conmigo? – le pregunté.
– Si, no quiero moverme de aquí –
– Quieres que yo me mueva – dije dándole un empujón con mi pelvis.
– No, que estoy llena, estoy que me resbalo. Llévame al baño –
Le dije que pasara las piernas por detrás y me abrazara por el cuello.
La tomé de las nalgas y con los pie me giré hasta quedar sentado al borde de la cama. Me levanté sin soltar sus nalgas y así caminé hasta el baño. Entré a la ducha con ella y ahí la bajé. Ella apretada contra mí.
– No quiero que lo saques – dijo pegando su cara contra mí pecho.
Nos quedamos un rato así. Eduardo se había vestido y estaba jugando en el computador.
– Están bien? – dijo corriendo la cortina.
– Si, estamos bien – dijo ella sin intenciones de separarse.
– Ya es tarse y tenemos que irnos – dijo él.
– Ella me tomó de cuello, se empinó y me besó.
Se hizo hacia atrás y mi miembro comenzó a salir lentamente.
Mi semen goteaba de su vagina mientras su mano subía y bajaba por mi miembro bañado es jugos.
– Dame una mano – dijo agachándose y comenzando a orinar. Eduardo la sostenía de la otra mano.
Cuando se paró abrí la ducha caliente y comenzamos a bañarnos.
– Te duele? – pregunté mientras lavaba su ano.
– Si, un poco, pero después se me pasa –
Terminamos de ducharnos y de sacarnos, nos fuimos de la mano a mi pieza. Se sentó en la cama y comenzó a chupármelo.
– Ya Sabina, que tenemos que irnos – dijo Eduardo y recogiendo los calzones comenzó a ponérselos. La tomé de los brazos y la paré para que Eduardo terminara de ponerle los calzones. Después la vestimos entre los dos. Salieron de la pieza mientras yo me vestía. Ella abrazada de su hermano como si estuviera ebria.
Bajamos la escala y los acompañe hasta la puerta del antejardin donde nos besamos por última vez.
Él la llevaba abrazada por los hombros y ella de la cintura.
Me fui a mi pieza y me acosté sobre la cama. Sentía un cosquilleo por todo el cuerpo.
Me ha pasado muchas veces con Francisco, pero era distinto no menos rico pero agradablemente diferente.
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