Hetero en su jugo
En este relato les voy a contar la primera experiencia que tuve con Mauricio, el ayudante académico del profesor de botánica de la universidad. .
Hola, mi nombre es Luis, tengo 21 años de edad y actualmente soy estudiante de la carrera de Biología General en la universidad. Soy un hombre bisexual varonil de altura por encima del promedio (1.83 cm) y de tez blanca. Para que me imaginen, tengo los ojos color miel, las cejas pobladas y el cabello ondulado. Siempre he sido delgado, pero desde que empecé a practicar deporte hace ya algunos años, mi cuerpo se ha ido tonificando poco a poco. No tengo los músculos totalmente marcados pero sí definidos, sobre todo el culo, que lo tengo firme y redondo. Me considero medianamente atractivo y simpático. Serio, pero simpático.
En este momento me encuentro estudiando el quinto semestre de la carrera de Biología General y gracias a mi dedicación e inteligencia, he podido mantener un promedio elevado. Como todos saben, la situación del confinamiento ha ocasionado que desde el primer trimestre del año 2020 las clases sean impartidas en una nueva modalidad: en línea. Sin embargo, con el avance y la eficacia de las campañas de vacunación, en algunos estados (como el mío), las clases presenciales o mixtas ya son una realidad. En mi universidad y específicamente para mi carrera, las clases teóricas continúan en línea y únicamente podemos asistir al campus a laboratorios o para asistir a las prácticas de campo.
A inicio de este semestre y de manera individual, a mis compañeros y a mi se nos informó acerca de la entrega de un proyecto final para una materia, el cual, valía más de la calificación final y era sumamente importante. Al principio pensé que sería un tremendo infierno, pero conforme vayan leyendo entenderán cuánto me está gustando hacerlo. Pocos días después del anuncio del trabajo, el profesor que encargó el proyecto nos anunció que tenía preparados los temas para cada proyecto y que estos serían asignados al azar. Para no hacer el cuento largo me tocó el herbario – para los que no saben que es un herbario, a manera de resumen, consiste en la herborización de plantas terrestres para su preservación-, y quizá como muchos de ustedes, tampoco tenía idea de qué era o de cómo hacerlo.
Pasaron los días y con ellos las semanas, las demás materias nos llenaron de tareas y proyectos y el herbario se fue quedando en el olvido, hasta hace unas semanas, que es cuando decido comenzar a hacerlo. Sinceramente no sabía cómo empezar a armarlo o qué iba a necesitar, así que decidí ver un tutorial en YouTube e intentar copiar el procedimiento, cosa que salió mal. Fui un completo fracaso y hasta la fecha no se qué salió mal pero lo que yo había hecho no se parecía en nada al resultado final de la chica del tutorial que había visto.
Frustrado y enojado hablé con el maestro acerca del trabajo y me aconsejó contactar al Dr. encargado del laboratorio de botánica, lo cual hice. Él y yo intercambiamos un par de correos en donde le explicaba el proyecto, mi fracaso y le imploraba una sesión virtual en donde él pudiera guiarme con el proceso de herborización. Apenado me contestó que entre semana no podía agendarme puesto que en su horario laboral cubría tanto el turno matutino como el vespertino y los fines de semana los dedicaba a su trabajo como investigador, a las prácticas de campo que tenía programadas y a su familia.
Desanimado le respondí que el proyecto se había convertido en algo importante para mi, pues de verdad quería aprender a herborizar y el tema me llamaba la atención, así que en su siguiente correo, que me llegó un jueves por la mañana, me proponía acompañarlo a su siguiente práctica de campo, que era una salida de dos días al monte (el próximo sábado y domingo de esa misma semana). En su redacción escribió que podía acompañarlos a él, a su ayudante académico y a siete alumnos de su clase a la salida y me aseguró que mientras ellos se dedicaban a observar bichos y aves, yo podía colectar muestras de hojas frescas que viera por ahí e iniciar una parte de la herborización por allá con sus instrucciones.
Al principio dudé en aceptar porque no quería exponerme ni a mi ni a mis viejos que ya están viejos al virus, pero después de tomar en cuenta que ya había pasado tiempo desde mi segunda dosis de la vacuna y que a lo largo de todo el viaje se seguiría un protocolo especial de seguridad sanitaria decidí ir. Además del cubrebocas y el gel, cada quién debía llevar su propia comida, trastes y casa de campaña, pues todos debíamos dormir individualmente y evitar compartir cosas.
Llegó el sábado y arribé al punto de encuentro dentro del campus un poco antes de la hora acordada. Con forme fue pasando el tiempo los alumnos fueron llegando y justo a tiempo lo hizo el Dr. en compañía de su ayudante académico, Mauricio.
Mauricio es un hombre alto, un poco más que yo, quizá mida 1.85 cm. Es de tez blanca, con unos ojos y una sonrisa de comercial. Su cuerpo es atlético y tiene unos brazos tonificados. Gracias a que es una de las estrellas del deporte de la universidad, a su participación activa como miembro de la mesa directiva estudiantil (como yo) y a su atractivo rostro, en algún momento fue la imagen publicitaria de la universidad. Lo había visto en algunas ocasiones en las juntas de la mesa (a las que yo casi no entraba) y reconocía que era guapo, pero siempre me fue indiferente su existencia, no era como que me muriera por él, como la docena y media de chicas que según los chismes de la escuela, ya se había comido. Tenía esa fama, de andar de tanga en tanga sin buscar estabilidad.
Saludé al Dr. y me presentó con su clase, anunciando que como Mauricio, los acompañaría en su práctica. Todos me saludaron menos Mau, que únicamente cruzó miraditas conmigo y no le di importancia. «Vaya que sí es pesado» confirmé lo que en algún momento escuché decir de él. Al final no le di importancia, pues estaba más preocupado por un material que había olvidado para la herborización que por la falta de saludo de Mauricio.
Al cabo de un rato llegó el bus que nos llevaría a un pueblito a las afueras de la ciudad y a partir de ahí tendríamos que caminar a nuestro destino. Subimos al bus de manera ordenada y cada quién tomo su respectivo asiento cuidando la sana distancia. Me tocó sentarme en la parte media del camión y colindante al pasillo. En los asientos frente a mi, pero pegado a la ventana le tocó a él, que por lo que pude ver se la pasó todo el viaje escuchando música y teniendo sexting con alguna chica que tenía guardada como «5».
Finalmente llegamos a lo que parecía ser una explanada y descargamos las cosas del camión. Dejamos todo junto formando una bola de triques en el suelo y el Dr. nos explicó que a partir de ahora comenzaría lo bueno, pues nos esperaba una caminata de al menos tres horas. Cada quién cargó sus cosas. Yo me puse mi mochila, me metí lo que pude al pantalón, cargué mi casa de campaña, según yo y empecé a caminar. «Al mal paso darle prisa», me dije.
Seguí caminado observando la naturaleza. Era un lugar precioso y como era temprano, las sombra del cerro nos cubría el sendero que había que recorrer y nos proporcionaba frescura, aunque si hacía calor.
_ ¡Hey! – escuché a alguien gritar detrás de mi pero no giré-.
Seguí caminando.
_ ¿Cambiamos? – finalmente escuché decir justo detrás mío y me viré-. Era Mauricio.
_ La tuya está más pesada que la mía. – añadió y con eso entendí a qué se refería. Yo había tomado su casa de campaña y él había tenido que cargar con la mía. Su tienda era para dos personas y la mía para seis, por lo cual la de él pesaba menos.
_ Perdona, no me fijé jajaja. – me reí y cambiamos-. Definitivamente sentí el cambio de peso y supe por qué yo iba tan agusto jaja.
Al termino del cambio seguí caminando, él me alcanzó y se puso a un lado mío. Unos pasos más tarde me preguntó algunas cosas de la universidad, intercambiamos ideas y hablamos del deporte. Me di cuenta que en realidad era agradable, amable y simpático. Hasta teníamos unas cosas en común. Así nos fuimos todo el camino hasta llegar al lugar de acampado. Sinceramente yo me entretuve tanto hablando con él que perdí la noción del tiempo; el camino se me hizo corto.
Al llegar al lugar y luego de descansar un poco y de hidratarnos, el Dr. dio la indicación de buscar un lugar no muy alejado del círculo de la fogata delimitado y comenzar con la instalación de las tiendas. A excepción mía, nadie tuvo problema. Y es que conforme fui levantando la casa me di cuenta que las varillas estaban rotas y que el techo tenía un hoyo gigantesco. Tenía mucho sin usar esa tienda, sinceramente.
Le expliqué al Dr. la situación y me dijo que claramente no podía dormir ahí, por lo que tenía que buscar a alguna persona que me dejara pasar la noche en su tienda. La única condición y muy discretamente fue que debía de ser un chico, pues no quería escándalos. «Si supiera que bateo pa’ los dos lados» me dije a mi mismo.
_ Está bien, no se preocupe. – le dije-.
Había pensado en pedirle el favor a Alejandro, que era el más simpático de todos, pero no fue necesario. Cuando estaba recogiendo mi inservible casa de campaña se acercó Mau y me confesó que el Dr. le había comentado de mi asunto, así que me ofreció quedarme con él.
_ Claro, si no te molesta. – me dijo-.
Le di las gracias y me ayudó a levantar mi desastre. Al fin y al cabo ya lo conocía un poco mejor y habíamos entablado buena conversación en el camino. Terminando de instalarnos merendamos lo que pudimos y el Dr., Mau y su clase se fueron a observar bichos mientras yo me quedé a colectar algunas hojas, con las especificaciones que me había dado el Dr. antes de irse.
Así se pasó el resto de la mañana y buena parte de la tarde hasta que finalmente volvieron, venían cansados y por las manchas de sudor de algunos, pude inferir en que habían ido lejos. Fue ahí cuando vi a Mau de manera distinta. Qué guapo hombre, sus manchas de sudor le quedaban sexys y eso me prendía.
_Hagan lo que tengan que hacer y en cinco minutos nos vemos en la fogata para comer juntos. – dijo el Dr.
Cada quién se fue a su respectiva casa, incluyendo a Mau. Yo me quedé otro rato más con lo de las hojas, pues supuse que Mau se cambiaría y que necesitaría espacio. Pasó el tiempo y ya estaban todos en la fogata. Fui y me senté, quedando a unos metros y de espaldas a la casa de Mau. él llegó después y se sentó justo al lado mío, pero no tardó mucho en irse y supe por qué. El cabrón había sudado tanto que apestaba a axila. Se paró y volvió a su casa, pero en su lugar dejo todo ese aroma, a macho. Y a mi me encantaba, me prendía, me excitaba.
Si hay algo que me pone al full en los machos es su aroma, debo confesar que soy fetichista de las axilas y de los pies de los hombres y eso me enloquece. Con las hembras no me pasa igual, ahí me prende ser dominante y la lencería, sobre todo las tangas de hilo.
Estaba tan concentrado en absorber lo más que pudiera del hedor que Mau había dejado que me crecía la verga sino hasta que escuché que gritaron mi nombre. Era Mau. Me levanté y me dirigí a su tienda, abrí el cierre de la puerta, entré de espaldas y cerré por dentro. Cuando me giré lo vi. Ahí estaba el cabrón, en cunclillas sin camisa. La tienda completa apestaba a axila, era un olor tremendo y rico.
_ Olvidé mi desodorante, ¿me prestas? – me dijo-.
_ No traigo. – le mentí-. No quería que inhibiera su rico aroma con desodorante.
_ ¿Seguro? – preguntó-.
Fingí buscar en mi mochila para cerciórame y le contesté:
_ No lo traigo-. Volví a mentirle, aunque sí lo había sentido.
_ Que va, está bien. Huelo a bestia. – me dijo mientras levantaba su brazo izquierdo y se olisqueaba la axila. Puedo jurar que vi las gotas de sudor escurriendo por sus pelos. Mi verga quería explotar.
_ ¿No huele feo? – me preguntó-.
_ Apenas y me percaté del olor. – le mentí por tercera vez-. Sentí que mi verga babeaba gotas de precum y tuve que sentarme, dejar de estar en cunclillas.
_ ¿Eso crees?
_ Si, que no huele. – le aseguré-. Todos sudamos, es normal. – añadí-.
Asintió y buscó otra camisa suya entre sus pertenencias. Se la puso y salió de la tienda. Yo me quedé un rato más a esperar a que mi verga volviera a su estado normal y salí en dirección a la fogata. Me senté a un lado de él esperando oler su aroma, pero fue en vano. El humo de la fogata que la clase había preparado cubría su hedor y no pude disfrutarlo. Estuvimos un rato más en la fogata, asamos bombones, hablamos acerca de los bichos que habían observado, cantamos algunas canciones y contamos historias hasta que se nos hizo de madrugada.
_ A las ocho salimos de nuevo, quiero mostrarles el lago que queda cerca y con suerte podremos ver algunos anfibios. – dijo el Dr.
Apagamos la fogata que habían prendido y todo quedó en completa oscuridad. En el suelo solamente se divisaban los restos de los troncos quemados y en el cielo las estrellas. Todos se fueron a sus respectivas casas con la ayuda de sus linternas y así lo hizo Mau. Yo me quedé un rato más ahí sentado embobado con los troncos hasta que escuché:
_ ¿Qué no vas a venir o qué? – era Mau desde la tienda.
Me levanté, me sacudí las cenizas del culo y me encaminé hacia la tienda con la ayuda de mi lámpara. Al llegar me me percaté que Mau se había quitado las botas y las calcetas y las había dejado fuera de la tienda, hice lo mismo, pero me dejé las calcetas. A pesar de que hacía bastante calor, tenía frío en los pies. Entré a la tienda igual que la última vez, de espaldas y cerrando por dentro. Cuando me giré vi que Mauricio había escogido el lado izquierdo de la tienda para dormir y que sus pies quedaban en dirección a la puerta. La tienda ya no solo olía a axila sudada, ahora también olía a patas apestosas. Mi verga me delataba, estaba durísimo. Agradecí que estaba oscuro.
_ ¿Te importa si duermo en bóxer? – me preguntó-.
_ Para nada, hay confianza. Además está completamente oscuro jajaja. – le dije y reí-.
_ ¿Cómo duermes tú?
_ A veces con short y camiseta, a veces en puro short o en puro bóxer y a veces encuerado. – le dije-.
_ Jajajaja qué cabrón. – me dijo mientras escuchaba que se quitaba el pantalón.
Hice lo mismo, me quité el pantalón y también la playera que traía y me acosté, mis pies quedaron cerca de la cara de Manu y los suyos cerca de la mía. No utilicé el sleeping que llevaba, hacía un calor infernal y por lo que pude intuir, Mau tampoco se había metido en el suyo. Los dos estábamos arriba de ellos, como si fueran colchones. Al poco rato me dice:
_ Qué calor cabrón, no paro de sudar.
Sentí que se reincorporó, se sentó y se quitó la camiseta que llevaba puesta. Efectivamente hacía mucho calor, y su olor a macho lo confirmaba. Intenté dormir un poco pero fue en vano. El olor de Manu me tenía como loco y me verga estaba erecta bajo mi bóxer. Quería salir y aventar toda la leche. Aún así fingí que lo hacía mientras intentaba envolver mi nariz de su hedor. Al rededor de una hora después, cuando ya casi era víctima del sueño, sentí la nariz de Manu en mis pies. Había acercado su cabeza y me estaba olisqueando las calcetas, que traía un poco húmedas del sudor. Me hacía cosquillas pero al mismo tiempo me excitaba. Estaba confundido, no sabía si estaba dormido o si conscientemente me estaba oliendo las patas.
Minutos más tarde sentí su lengua. No estaba dormido, ahora me estaba lamiendo los dedos por encima de las calcetas. Hacia movimientos circulares y yo intentaba no moverme, aunque mi verga saltaba por debajo de mi bóxer. Cuando terminó de satisfacer su lengua comenzó a quitarme una calceta, era muy cauteloso y se movía lentamente. No quería despertarme pero él no sabía que yo no estaba durmiendo. Finalmente logró quitarme la calceta y se acomodó, pasó de estar de costado a estar boca arriba. Intuí que se había llevado mi calceta a la nariz por su respiración, que ahora era profunda y ruidosa. Se estaba llenado las fosas nasales con mi aroma.
Nunca había lubricado tanto mi verga. En ese momento sentía gotas grandes salir de mi pene y mojar mi bóxer. No aguanté mucho tiempo, me senté, agarré el pantalón que había tomado como almohada, lo aventé hacia enfrente y me giré. Me había acostado en mi costado derecho y podía ver la silueta de Manu. Ahora estábamos cara a cara, pies con pies y verga con verga. Efectivamente mi calceta cubría toda su nariz y parte de la boca, por lo poco que pude ver, así que me acerqué un poco a él y le dije:
_ ¿Te gusta mi aroma, cabrón?
No me contestó, pero yo sabía que estaba despierto, así que insistí, ahora susurrándole directamente al oído:
_ ¿Te gusta mi olor a macho, putito?
Se giró y me besó con intensidad. Colocó mi cuerpo boca arriba y sin dejar de besarme subió su cuerpo al mío. Abdomen con abdomen, lengua con lengua. Podía sentir nuestra vergas duras rozándose y con ello un increíble placer. Me besaba el cuello y el pecho mientras sus manos jugueteaban con mi verga y las mías con sus nalgas. Seguíamos besándonos, como animales, como machos. La casa de campaña olía a axilas y patas.
Separó sus labios de los míos haciendo una pausa para quitarnos las playeras y volvió a comerme la boca. Su lengua chocaba con la mía y nos mordisqueábamos los labios. Siguió besándome el cuello y bajó hasta mis pezones, los lamía con experiencia y hacía mi verga palpitar. Acto seguido tomó mis manos con fuerza y las colocó detrás de mi nuca, dejando expuestas mis axilas velludas y sudadas. Pasó unas cuantas veces su nariz oliendo mi hedor y finalmente comenzó a comerlas. Sentía que me iba a correr, quería gemir de placer. Me estaba volviendo loco. Lo único que pude hacer fue ahogar mis gritos y cerrar mis ojos con fuerza. Era todo un perro y mis axilas eran el pasto en donde se revolcaba. Siguió hundiendo su cara un poco más y se detuvo. Coloco su rostro frente a mi rostro, no podía verlo pero podía sentirlo. Me tenía atado con mis propias manos y no me besaba, simplemente respiraba y su nariz hacia contacto con la mía. Él quería que yo lo oliera, quería que supiera que se había bañado en mi sudor y que mi aroma era parte de él. Y así olía, a axila de macho.
Le lamí la nariz y lo giré del cuerpo. Ahora él quedaba acostado boca arriba en la posición de abajo y yo a un costado de él, muy junto. Comenzamos a besarnos y yo pajeaba su verga, que se sentía grande y gruesa. Su bóxer estaba empapado en sudor y eso me prendía aún más. Tenía al hetero más guapo en su jugo.
_ Me voy a correr. – me dijo aún besándome-.
_ Saca toda la leche. – le contesté mientras lo masajeaba más rápido-.
_ Estoy a punto, ya no aguanto.
En ese momento le alcé su brazo izquierdo y comencé a comerle la axila. Estaba mojada y sus pelos se sentían pegajosos. Olía riquísimo y el sabor era delirante. Le di dos lengüetazos y sentí cómo mojó el bóxer, se estaba corriendo y varios chorros de leche caliente bañaron la tela y mi mano. Se estaba convulsionando e inmediatamente con la mano que su leche había mojado le tapé la boca con fuerza para evitar que hiciera ruido y me modió la palma intentando ahogar sus gemidos. El «hetero» guapo y atlético se había corrido y lo había disfrutado como nunca antes, acababa de tocar el cielo y había sido yo quien lo había llevado hasta allá.
Cuando finalmente se controló un poco, bajé, le quité el bóxer y lo olfateé, olía a semen y a sudor, riquísimo. Se lo puse en la nariz para que se deleitara con sus jugos y me metí su verga a la boca. Era larga y gruesa, sentía sus venas palpitar y tenía el vello recortado. Su glande estaba sensible y podía notar cómo su estómago se contraía cada vez que le pasaba la lengua por ahí. Su verga sabía a semen y olía a sudor, a sudor de hombre, de bestia. Escuchaba como profundizaba su respiración mientras olía su propio hedor y eso me encantaba. Lo tenía en la gloria. Seguí mamando y lamiendo, pasando desde la punta de su pene hasta sus huevos, que eran grandes, suaves y estaban fríos. No paré de atragantarme con ellos hasta que los dejé calientes. Tomé sus piernas y las coloqué en mis hombros, avisando que iría tras su culo.
Entendió perfectamente mi notificación y se agarró los talones con las manos, alzando sus piernas y dejando su hoyo a suposición mía. Me lo había entregado. Comencé a morderle las nalgas mientras mis manos jugaban con sus pezones, poco a poco fui metiéndome más, recorrí cada parte de sus paredes hasta llegar al centro. Cuando finalmente estuve ahí mi lengua se entregó en cuerpo y alma, no paraba de lamerle el hoyo y sabía que le gustaba, podía escuchar cómo mordía su bóxer para no gemir de placer. Mi verga babeaba cada vez gotas de precum más grandes.
Aún con mi lengua en su culo, comencé a masajear su glande únicamente con los dedos de mi mano derecha, formando una especie de «U». Estaba lubricando de nuevo y lo gozaba. Aumenté la velocidad hasta que su respiración se agitó y supe que estaba por correrse. Bajé un poco su cuerpo y me metí lo más que pude su verga en la boca y cuando la sentí bien adentro se corrió de nuevo, su leche, dulce y espesa me llenaba la boca.
_ No te la tragues. – me dijo en voz baja y tratando de respirar-.
Obedecí y me jaló hacia él en busca de mis labios. Nos besamos y le compartí su leche, que ahora estaba en medio de nuestras lenguas.
_ Puta cabrón, qué delicia. – le dije en el oído mientras descansaba un poco.
_ Voltéate, quiero probar tu leche. – me ordenó.
Tomé su posición y él tomó la mía. Yo seguía con el bóxer puesto y a él no le importó. Comenzó a restregar su cara en mi verga y lamió el precum que tenía humedecido mi bóxer. Me llevé un dedo a la boca y lo mordí esperando no hacer algún otro ruido. Bajó un poco mi bóxer y dejó mi mástil al descubierto. Mi glande estaba lleno de precum y lo sentía sensible. Su lengua se paseó por mis huevos y regresó a mi punta. Tomé lo que parecía ser la playera que se había quitado y como pude busqué la parte de la axilas y me la restregué en la nariz. Definitivamente era de él, olía a él, a su sudor. Siguió atendiéndome la verga con su lengua hasta que le dije en voz baja:
_ Me vengo, me vengo.
Se metió mi trozo hasta la garganta y expulsé tres chorros abundantes de leche que se tragó. No dejó ni una gota. Intenté cerrar mis piernas pero fue inútil, no podía con el placer que estaba sintiendo y tampoco podía gritar. Mauricio se incorporó y se acostó a un lado mío, los dos boca arriba, satisfechos. La tienda seguía oliendo a axila, a patas y ahora olía a semen de macho. Descansamos un rato y no sabía qué pensar, acababa de vivir en la gloria y quería besar a Mauricio, pero tampoco quería incomodar. Cada quién se puso el bóxer que encontró y supe que yo no traía el mío, el que me había puesto estaba completamente empapado en semen.
_ ¿Te quedas con mis bóxer y me quedo con los tuyos? – me pregunto-.
Le di un beso largo y finalicé mordiéndole el labio como respuesta.
Buscó su celular entre sus cosas y se quedó despierto un rato más, yo estaba tan cansado y satisfecho que no aguanté y caí rendido. A la mañana siguiente desperté antes que él y vi la escena que habíamos montado. Lo vi acostado descansando, traía mi bóxer puesto rodeándonos estaba nuestra ropa. Como pude me vestí, me puse el mismo pantalón, las mismas calcetas y entre mis cosas busqué una playera nueva. Al parecer hice mucho ruido, pues Mau se levantó y me dio los buenos días. Nos quedamos un rato sin decir nada y con iniciativa se sentó y se acercó a mis labios sin besarme, solamente los puso ahí y nos quedamos así, labio a labio.
_ ¿Ya me prestas desodorante? No quieras que salga así a observar bichos. – me dijo-.
_ Vamos, ya se que sí traes, lo vi ayer. – me confesó.-
_ Qué cabrón ajajaja. – le dije y me reí apenado.
Le estiré es desodorante y antes de inhibir su aroma alzó el brazo, se olisqueó ambas axilas y me dijo en voz baja:
_ ¿Les pasas la lengua una vez más?
Accedí y le limpié las axilas lomas que pude, se bañó en desodorante y se cambió completamente. Antes de salir me dio un beso en la mejilla y me dijo: «Te veo en un rato». Y así fue. Él, el Dr. y la clase se fueron por el camino que habían tomado ayer en su observación y yo me quedé a terminar mi herbario. Al terminar la mañana llegaron al campamento, desayunamos, guardamos las tiendas, dejamos el lugar como lo encontramos y partimos de regreso. Mau caminó al lado mío durante el camino y charlamos acerca de la televisión y me pidió mi número. Finalmente llegamos a la explanada en donde nos había dejado el bus el día anterior, subimos las cosas y después nos subimos nosotros. Tenía bastante sueño y quería descansar, pero al momento de entrar a la carretera y tener un poco de señal me timbró el celular. Entre todas las notificaciones que tenía acumuladas se encontraba un mensaje de Manu:
«No puedo dejar de pensar en lo de ayer»
Continuará…
Como les comenté, esta es la primer experiencia que tuve con Mau y fue hace algunas semanas, desde entonces han sucedido más y más cosas que quiero contarles. Es la primera vez que escribo y se que el relato quedó un poco largo pero quería revivir todo aquello con Mau. Si les gustó no olviden valorar y comentar, les dejo un correo por si quieren escribir por ahí sus opiniones: [email protected]
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!