MI HISTORIA CON DOMINGO
Un relato entrañable con un amigo de la adolescencia.
MI HISTORIA CON DOMINGO, (Los comienzos)
Domingo era un muchacho que trabajaba en nuestra pequeña empresa familiar. El tenía unos 17 ó 18 años, (tres o cuatro años más que yo), y aunque no era un chico guapo, ni tenía un cuerpo muy cuidado y proporcionado, su mejor atractivo lo tenía muy oculto bajo su bragueta. En cierta ocasión le observé desnudo, mientras nos bañábamos en la acequia del pueblo y me parecía un muchacho digno de competir en los certámenes de Mister Universo… Además de esto, Domingo tenía mucho sex-appeal, lo que le confería un encanto especial sin ser guapo.
Muchas veces nos habíamos masturbado juntos. Yo siempre procuraba sacar la conversación sobre tías buenas, con el fin de excitar a Domingo, porque siempre que hablábamos de estos temas, yo conseguía calentarlo mucho. Y, por encima de su pantalón, a un lado de su bragueta, podía observar claramente, como aquella zona comenzaba a hincharse. Esto me gustaba mucho, pero sobre todo, me encantaba cuando él se sacaba aquel enorme falo y comenzaba a tocarse y a masturbarse al tiempo que lo hacía yo…
El caso es que, siempre que teníamos ocasión de quedarnos solos, yo procuraba tocar el tema de las chicas… Mi obsesión era excitarlo, porque sabía que después de esto él siempre acababa masturbándose conmigo. Y yo disfrutaba mucho pajeándome mientras le observaba cómo manejaba aquel enorme “pepino” de carne, y cómo botaba enormes chorros de leche.
Un día, encontrándonos solos, como de costumbre, yo me inventé una historia para que el se excitase. Le había dicho que la noche anterior había tenido un sueño en el que había conocido a una chica que estaba buenísima y que habíamos acabado en la cama. El me escuchaba muy atento y con una sonrisa muy picarona, mientras yo no dejaba de mirar hacia esa zona de su pantalón, observando cómo aquello crecía por momentos. Domingo era también muy morboso y se extasiaba escuchando estas historias. Y, aunque yo pienso que él no se las creía, le gustaba cómo yo se las relataba, dándoles un aire como de realidad. El caso es que el escuchaba muy atento.
De vez en cuando él me interrumpía para preguntar algo muy concreto; por ejemplo: si ella me había chupado la polla, o si lo habíamos hecho con condón, o si ella jadeaba y gritaba cuando se corría. Yo disfrutaba mucho apreciando su interés, pero yo creo que, en el fondo, Domingo lo que deseaba también era masturbarse delante de mi. Debo aclarar que este muchacho para nada era gay. Al menos eso pensaba yo y él siempre se comportó con mucha prudencia. Tal vez disfrutaba para sus adentros, pero él nunca lo reconoció.
Cuando ya le tenía completamente excitado, yo le proponía hacernos unas pajas, porque me encantaba ver aquel falo descomunal; grande y duro. Entonces, estando él en ese estado de excitación, yo le tocaba la polla y él me decía: «esto no está bien». Pero yo seguía tocando, mientras observaba cómo por la punta de su capullo comenzaba a brotar ese líquido pastoso pre-seminal que a mi tanto me excita…
A mi me ocurría lo mismo y, entonces, yo acercaba mi capullo y lo frotaba contra el suyo, ambos completamente lubricados… Ambos sentíamos un inmenso placer con estos tocamientos, pero él quería hacerme creer que no le gustaba, aunque yo podía ver claramente que él disfrutaba tanto como yo.
Estos tocamientos nunca traspasaron esa frontera, aunque a mi me hubiese encantado haber estado con el en la cama. Pero, estamos hablando de una época en la que estas cosas estaban muy ocultas y era muy poco habitual poder hablar de esto incluso con los amigos más cercanos. Cuando acabábamos corriéndonos, el siempre me decía: «Esto que hemos hecho no está bien y no debe volver a repetirse…» Pero al cabo de algunos días, cuando teníamos ocasión de hacerlo, siempre volvíamos a lo mismo
Con el tiempo, este muchacho se casó con una prima mía, tuvieron seis hijos y fueron muy felices. Nunca, nadie supo nada de estos encuentros, pero yo he pensado en él muchas veces y me he masturbado pensando en aquellos momentos. Yo lo he deseado a él con todas mis fuerzas, porque, además de lo bueno que estaba, es que Domingo era una persona extraordinaria. De esas personas buenas que hay por la vida, incapaces de hacer daño a nadie. Y ese era su principal atractivo.
Otra de las cosas que me gustaba de Domingo es que era un semental;. Cuando se corría, su néctar blanco salía a borbotones del sonrosado fresón que era su capullo. Aquello no parecía normal, pues era casi imposible que dentro de aquellos huevos descomunales, (porque eran muy grandes), hubiese tanta leche acumulada. Si esto hubiese sucedido hoy, seguro que hubiese probado aquel semen maravilloso. Pero entonces, yo todavía era un crío y estas cosas me daban cierto «repelús». Pero actualmente, uno ha superado muchos tabúes y está de vuelta de todo. Si estos encuentros se hubiesen producido en estos tiempos, hubiese mantenido con Domingo otro tipo de relación. Un contacto mucho más intimo, y seguro que nos habríamos acostado juntos en más de una ocasión. De esto han pasado ya muchos años, ambos somos ya dos personas maduras y hace muchos, muchísimos años que no he vuelto a saber nada de él.
Algunos años después…
Estos tocamientos nunca traspasaron esa frontera, aunque a mi me hubiese encantado haber estado con él en la cama. Pero, estamos hablando de una época en la que estas cosas estaban muy ocultas y era muy poco habitual poder hablar de esto incluso con los amigos más cercanos. Cuando en nuestra juventud hacíamos aquellos juegos y acabábamos corriéndonos, el siempre me decía: «Esto que hemos hecho no está bien y no debe volver a repetirse…» Pero al cabo de algunos días, cuando teníamos ocasión de hacerlo, siempre volvíamos a lo mismo
Con el tiempo, este muchacho se casó con una prima mía, tuvieron seis hijos y fueron muy felices. Nunca, nadie supo nada de estos encuentros, pero yo he pensado en él muchas veces y me he masturbado pensando en aquellos momentos. Yo lo he deseado a él con todas mis fuerzas, porque, además de lo bueno que estaba, es que Domingo era una persona extraordinaria. De esas personas buenas que hay por la vida, incapaces de hacer daño a nadie. Y ese era su principal atractivo.
Otra de las cosas que me gustaba de Domingo es que era un semental; Cuando se corría, su leche salía a borbotones por su capullo. Aquello no parecía normal, pues era casi imposible que dentro de aquellos huevos descomunales, (porque eran muy grandes), hubiese tanta leche acumulada. Si esto hubiese sucedido hoy, seguro que hubiese probado aquel semen maravilloso. Pero entonces, yo todavía era un crío y estas cosas me daban cierto «repelús». Pero actualmente, uno ha superado muchos tabúes y está de vuelta de todo. Si estos encuentros se hubiesen producido en estos tiempos, hubiese mantenido con Domingo otro tipo de relación. Un contacto mucho más intimo, y seguro que nos habríamos acostado juntos en más de una ocasión. De esto han pasado ya muchos años, ambos somos ya dos personas maduras y hace muchos, muchísimos años que no he vuelto a saber nada de él.
Pero aunque de esto hace ya muchos años, no puedo resistir la tentación de narrarlo en estas páginas, porque fue algo muy bonito que sólo ocurrió unas cuantas veces y ya jamás volverá a repetirse.
Pasó algún tiempo y un día Domingo y yo coincidimos en una concurrida galería de la ciudad. Nos dimos un abrazo y hablamos de la familia. Él ya tenía sus 6 hijos y yo mis 4 chavales.
Comenzamos a hablar del pasado, sin mencionar aquellos encuentros sexuales (que nunca llegaron a nada). Yo había tenido conocimiento de que por el pueblo circulaba el rumor de que Domingo era asiduo a los clubes de alterne y casitas de carretera con luces de colores. Se comentaba que todas las semanas venía a la ciudad a “desahogarse” y aquello era un “secreto a voces” que nunca se confirmó ni se desmintió.
Yo sabía cómo excitar a Domingo; así lo había hecho en la adolescencia y aquel encuentro me estaba dando la oportunidad de intentar algo con él. Muy sutilmente, (Domingo era un hombre muy bonachón e inocente), le dije, medio en broma y medio en serio:
-¿Qué se te ha perdido a ti en la capital?
-Pues he venido a hacer unas gestiones, y enseguida regreso al pueblo.
El pueblo estaba a sólo unos 15 kilómetros de la ciudad y había muy buenas comunicaciones, de tal modo que si los rumores eran ciertos, le daba tiempo perfectamente de echar un “kiki” y volverse a su casa.
Directamente le espeté:
-¿Unas gestiones con “la polla”?
Él echó una carcajada y no supo qué decir. Luego comentó:
-Bueno, ¿qué te puedo contar a ti que tú no sepas de mí?. Nunca he tenido secretos contigo…
-Ya lo se, Domingo. Por eso me he atrevido a hablarte tan claro..
-¿Y tu?, me dijeron que te casaste…
-Si; ya tengo 4 machos, el menor de 15 años.
-¿Y, cómo te va?
-Bueno; ahí vamos… No puedo quejarme. Pero no me importaría echar una cana al aire… ¿Dónde sueles ir tu?
-Je, je, je… ¡que cotilla eres, Manuel!
-¡Joder!; a lo mejor hasta te acompaño…
-¿De veras?. No te creo; seguro que tú aquí en la ciudad te hinchas a follar…
-¿Yo? ¡Que va!. No me como un “rosco” desde…; Dime la verdad: ¿Dónde te desfogas?
-Pues voy a un local que está aquí cerca, y siempre solicito la misma tía. Una colombiana que está “de infarto”.
-¡Hostia, Domingo!. Cómo me gustaría acompañarte, e incluso si la tía quisiera, haría un trío con ella y contigo…
-¿Un trío?. Nunca he hecho un trío, ¡Jamás!. Sólo he estado con tías…
Mi polla empezó a ponerse dura con sólo imaginar que pudiera estar en una misma cama con Domingo. Aunque hubiese una tía, (también follaría con ella), pero estar con mi “primo” desnudos en una cama… Aquello debía ser la hostia… Tenía unas ganas de verlo desnudo, y ver de nuevo aquella polla tan grande que tanto me excitaba en la juventud… Aquello debía ser “de antología…”
Por el gesto que hacía Domingo, me daba la impresión de que no hacía “ascos” a mi propuesta, de que no descartaba totalmente la idea de “hacerlo” con la puta y conmigo; las cosas habían cambiado mucho en todos aquellos años, y creo que él veía las relaciones entre hombres con otra mentalidad menos estricta que en el pasado.
Hacía un par de semanas que a mí me había tocado un pequeño premio en la Lotería Nacional, y yo no había dicho nada en casa. Se me ocurrió “invitar” a Domingo a disfrutar de aquella orgía. Así que le propuse:
-Mira Domingo; tengo un dinerito “fresco” y yo corro con todos los gastos. Me han dicho que hay una casa donde se organizan este tipo de orgías -con sauna y jacuzzi incluidos- para disfrutar de lo lindo. Creo que es un poco caro, pero ¡¡YO INVITO!!.
Él se hacía el remolón, aunque cada vez ponía menos resistencia.
-No se, tío… No se… ¿Y si se entera alguien de pueblo? ¿Y si nos encontramos con algún paisano?. Tío…, me da mucha vergüenza…
-Pero mira que eres “miedica”. ¡Macho!; la vida son dos días. ¡Disfrútala!. Y no te preocupes por el dinero: ¡Invita la casa!.
El me hizo la siguiente confesión:
-Realmente, alguna vez he tenido la fantasía de hacer un trío con dos días. Y una vez incluso lo pensé con otro tío y una tía, pero nunca me atreví…
-Pues ha llegado el momento, “primo”. Y si no te gusta, con no volverlo a hacer, ¡listos!. ¿Te parece?
Domingo estaba en el “bote”. Por fin iba a poder disfrutar de él, aunque fuese a través de una puta. Pero yo lo deseaba tanto… Él ya no tenía aquel atractivo de la juventud, aquella ingenuidad e inocencia que le había caracterizado, pero conservaba un cierto sex-appeal que lo hacía muy deseable… Realmente, este hombre era una persona extraordinaria que siempre iba haciendo el bien por donde quiera que iba. A decir verdad, era incapaz de negar un favor. ¡Y qué favor…!
Fuimos juntos a buscar mi coche que estaba aparcado en un subterráneo cercano y nos dirigimos rápidamente al club del que le había hablado. Era un discreto chalet ubicado a las afueras de la capital, con aparcamiento propio. Dejamos el coche y llamamos a la puerta.
Nos recibió una señora de mediana edad, que supuse sería la “madame”. Yo, sin cortarme un pelo le dije a la mujer:
-Nos gustaría ver a las chicas…
-Pasen por favor a esa sala, y ahora mismo se presentarán ante ustedes.
-Pero…, es que buscamos algo especial; Queremos a una muchacha que esté bien buena para hacer un trío los tres; ella y nosotros.
-Bueno, eso les costará 500 euros, por una hora, incluida la sauna, el jacuzzi, las toallas y las copas. Y cada hora adicional son 100 euros…
-Señora; yo no he preguntado el precio; Sólo he dicho que quiero la mejor chica que tenga este local.
Pasamos a la habitación que la madame nos había indicado, y a los pocos minutos empezaron a desfilar, una por una y muy ligeritas de ropa, todas las chicas que había en el chalet.
-Hola, soy Desiré…
Domingo, o yo, preguntábamos cualquier tontería, la chica salía y entraba otra:
-Hola, soy Paula…
-Hola, soy Andrea…
Obviamente, todos aquellos nombres eran ficticios, pero a nosotros nos importaba un carajo cómo se llamaran. Lo único que queríamos era comparar unas con otras y quedarnos con la mejor. A mi me pareció humillante todo aquello, pero lo único que yo pretendía era estar en la cama con Domingo. La chica me importaba poco, porque para mi lo primordial es que él estuviese contento y me dejase participar.
Finalmente Domingo se decidió por una que dijo llamarse Lola; así de simple. Y seguramente aquel sería su verdadero nombre. De modo que cuando hubieron desfilado todas ante nosotros, volvió a entrar la señora y nos preguntó:
-¿Qué les ha parecido?
Domingo contestó:
-Todas están muy buenas, pero nos quedamos con Lola.
Lola era una muchacha bellísima, que aún no tendría 23 ó 24 años, con unos pechos preciosos, ni grandes ni pequeños, ojos azules y profundos y un cuerpo propio de una “top model”. Un 10 de mujer, vamos.
Inmediatamente apareció Lola, y tras los saludos nos pasó a otra sala. Los tres nos desnudamos y nos metimos en el jacuzzi.
Mi primo estaba bastante cambiado a como yo le recordaba en nuestra juventud. El tiempo no había pasado en balde para ninguno de nosotros, Él no era propiamente un modelo de galán, tenía un cuerpo bastante desgarbado y había envejecido, pero aún así conservaba un atractivo muy especial que a mi “me ponía” mucho; una mirada dulce y un gesto bonachón e inocente que le hacía parecer una persona noble y encantadora.
Al ver desnudo a Domingo, me empalmé como un adolescente. Era maravilloso volver a ver aquel falo descomunal de mi primo… Él tenía un poco más de barriga, pero su polla y sus huevos parecía que habían haber crecido. Y aquellos huevos eran descomunales, en consonancia con los chorros de leche que yo le había visto derramar…
Ella se puso entre los dos, al principio de pie, cruzando nuestras piernas entre sus muslos. Al sentir cómo el capullo de Domingo rozaba el mío, casi me corro de gusto… Era una sensación que siempre había soñado tener con él. Realmente creo que yo le amaba, pues por encima del sexo -que para mi era muy importante- yo tenía unos sentimientos muy profundos por este hombre, Y, vuelvo a repetirlo, él era un hombre muy noble y complaciente. Lo que se dice, una excelente persona.
Yo extendí mis brazos hasta llegar a alcanzar el cuerpo de Domingo, y él comenzó a tocarle los pechos a ella, al tiempo que yo notaba cómo su verga iba creciendo. Era una sensación maravillosa que nunca había experimentado. Seguimos jugando, mientras ella nos besaba a uno y a otro. En algún momento alcancé a tocarle los huevos a Domingo, sin que él hiciera el más mínimo gesto por apartar mi mano… Yo no cabía en mí de gusto. ¡Qué maravilla!. Ni buscándolo a propósito podía haber salido tan bien. Sabía que aquella “fiesta” me iba a costar al menos 500 ó 600 euros, pero aquello bien valía la pena. Como dicen los franceses; “París, bien vale una misa…”
Luego la muchacha se arrodilló y comenzó a comernos la polla; ahora uno, luego al otro… y a veces intentaba juntarlas para meterlas las dos en su boca, pero ambas vergas eran demasiado gruesas y juntas no cabían en la boca de la muchacha… Ésta se volvía loca, chupándonos alternativamente al uno y al otro… Disfrutamos así un buen rato, mientras una música muy sensual, amenizaba aquel momento tan sublime.
Luego de disfrutar los tres, nos secamos y pasamos al cuarto contiguo, donde había una enorme cama redonda; absolutamente redonda. Yo no me explico de dónde obtendrían ropa para aquellas camas, pero tampoco eso importaba demasiado, porque quienes iban a hacer uso de ella, poco tendrían que taparse, pensaba yo…
Una vez en la cama la muchacha se tumbó primero, y mi primo me miró para ver quien follaría primero. Yo le dije:
-Anda…, tú primero.
Yo quería gozar de aquel momento, viendo -en vivo y en directo- como se las gastaba el tío. Me senté a un lado y ella agarró mi polla y comenzó a darle masajes. Mientras Domingo se había echado encima de ella, colocando su polla a la altura de sus pechos. Ella encerró entre sus tetas aquella enorme verga y comenzó a frotarlas en una maravillosa masturbación pectoral. Calculo que a Domingo le mediría el pene más de 23 centímetros, porque yo se la medí con mi mano y medía como un palmo y dos dedos. Luego, en mi casa, hice la comprobación poniendo mi mano extendida sobre una regla y agregándole mis dos dedos y eran exactamente 23 cm. lo que medía aquella verga. Con el tiempo he visto películas de Nacho Vidal y mi primo nada tiene que envidiar al actor porno.
La muchacha me pidió que me colocase sobre ella mirando a Domingo, de manera que mi culo y mis huevos le quedasen a ella a la altura de su cara. Después yo agarré la polla de él y la coloqué a la entrada de su vagina, al tiempo que frotaba su vulva con su verga. Luego él la penetró, mientras yo acariciaba el vello de su torso. Lo mismo hacía con el clítoris de la chica y a cada embestida de Domingo, yo frotaba insistentemente su clítoris para darle más placer a ella. Pero con él yo actuaba con cautela, pues no quería que él me hiciese un desprecio. Sin embargo, conociéndole como yo le conocía, sabía que él sería incapaz de decirme algo inconveniente. Era pues el momento de aprovecharme de tenerlo allí, desnudo, follando como un loco, pero a mi merced.
Domingo era un verdadero maestro en el arte de follar. Luego se puso de rodillas delante de ella, subiéndole las piernas para una mejor penetración. De vez en cuando la sacaba de la vagina, frotando su capullo contra el clítoris de ella, que no paraba de jadear y de gemir. Mientras Lola me chupaba los huevos y pasaba su lengua por mi culo. Yo quería que Domingo me agarrase la polla, pero él se resistía… Mi verga le apuntaba mientras la muchacha seguía chupándome los huevos. El tío no dejaba de mirar mi falo, como queriendo cogerlo sin atreverse. Yo le acariciaba los pechos, mientras él seguía follando con Lola y yo le lanzaba miradas insinuantes como diciéndole:
-¿Es que no ves mi polla? ¿No te atreves a cogerla?
Finalmente sentí la ruda mano de Domingo acariciar mi verga. El era un trabajador del campo y su piel estaba extremadamente curtida por el sol. Yo tuve una sensación un poco extraña, pues no tenía un tacto suave, Pero incluso esto me excitaba. Me agarró la verga y comenzó a masturbarme. Lo hacía suavemente, despacio, como disfrutando de aquel momento. De vez en cuando pasaba su dedo gordo por la punta de mi capullo que no dejaba de babear. Tal vez él no había tocado nunca un falo de otro hombre, y sólo conocía el tacto del suyo propio. Pero la sensación que yo tenía era muy agradable, especialmente porque era la mano de Domingo el que me estaba acariciando la polla. Aquello era todo un reto para mi, y yo lo había logrado.
Intenté besarlo, pero él se apartó disimuladamente. Creo que aquello ya sería excesivo para una primera vez. No me importó y comprendí que el hombre rehusara besarme. Sin embargo si que me dejó mordisquear sus pezones, suavemente, entre mis dientes y mis labios… El gemía de placer, al tiempo que le hacía profundas embestidas a la chica. Al rato ella le insinuó a Domingo:
-¿Vamos a cambiar?; ahora tú te acuestas boca arriba y yo me tiendo sobre ti, y él, (dirigiéndose a mi), que me folle por el culo…
Aquello no me gustó para nada; yo propuse que la chica se colocase de espaldas a Domingo, dándome a mi la cara, para poder follarla como había hecho él. Y si ella consentía y mi primo quería, que él la penetrase por su culito.
A Domingo no le importó y a la muchacha tampoco, pues decía que quería tener las dos pollas dentro. Entonces me tumbé en la cama boca arriba, apuntando con mi polla hacia el techo, y la muchacha se colocó de rodillas sobre mí, introduciéndosela en aquella posición. Mi primo la penetró por detrás, y teniéndola a ella frente a mí con la polla de Domingo dentro, sentí un enorme placer, al tiempo que Lola gemía y gritaba… A pesar de que muchas profesionales del amor fingen sus orgasmos y sus placeres, yo estaba convencido de que la chica estaba gozando intensamente de aquel momento…
Así los tres, hacíamos un perfecto “sándwich” humano, y lo que yo quería conseguir en cada una de mis embestidas dentro de Lola, era rozar los huevos de Domingo con los míos. Lo intentaba una y otra vez, pero no llegué a conseguirlo. Lo que si pude hacer fue tocarlos y sobarlos a mi antojo. Coger la base de su falo descomunal y disfrutar del mismo a voluntad.
Pero lo que yo quería a toda costa era poder abrazar a mi primo, sentir el tacto de su piel sobre mi piel, incluso quería besarlo, abrazarlo… Sin embargo parecía que el se resistía a ello. Estuvimos así un buen rato, mete-saca, mete-saca, en tanto que Lola se corrió tres o cuatro veces. Y si no era así, debía de ser una gran actriz, aparte de que su vulva no cesaba de lubricar.
Domingo no cesaba de decir:
-No puedo más, no puedo mas…; estoy a punto de correrme…
-Y yo también, ¡joder! (dije yo)
La chica dijo:
-Quiero que os corráis con vuestras pollas dentro de mí.
Y así lo hicimos en una explosión de placer. Aquello fue inenarrable; no hay palabras para describir aquel momento. Los tres gritando como bestias y yo sentía como la verga de Domingo descargaba dentro de la muchacha, y supongo que él también sentiría mis descargas. Creo que jamás había eyaculado de este modo, ni había sentido aquella sensación de éxtasis total.
Habrían pasado como unos 50 minutos desde que nos metimos en el jacuzzi, pero Domingo quería más, y yo me negaba a irme de allí sin sentir su polla dentro de mi boca. Recordé que tenía en el bolsillo un par de pastillas de “Cialís” y pensé que había llegado el momento de utilizarlas. Le dije a Domingo:
-¿Porqué no tomamos unas copas en el jacuzzi, nos relajamos un poquito y seguimos dentro de un rato?
-¿Dentro de un rato? Es que no quiero llegar muy tarde a casa…
-No te preocupes, tío; yo te llevo y no tienes que esperar al autobús. Además, tengo en el pantalón dos pastillas de “Cialís”
-¿Cialís? ¿Qué es Cialís?
Yo no pude evitar soltar una carcajada;
-¡Ja, ja, ja…! ¿No sabes que es Cialís?
-No tío, no; nunca había escuchado eso… ¿Qué es?, ¿alguna droga?
-Bueno, macho..; ¿y si te digo Viagra?
-Ah, la Viagra si; esa pastilla que es para ponerla dura… ¿No?
-Exacto; sólo que Cialís es más reciente que la Viagra. Yo no se tú, pero a mi me vendría bien para ponernos más a tono. ¿Qué me dices?
-Y…, ¿no tiene contraindicaciones? ¿A ver si me va a dar algo?
-Pues hombre, no creo. ¿Tienes algún problema de corazón?
-No, ninguno, yo estoy sano como una manzana Golden, ja ja ja.
Domingo era de ese tipo de hombres con mucho encanto; bonachón, sin malicia, complaciente al máximo, y sobre todo, era un hombre muy ardiente. Se comentaba por el pueblo que era un semental que echaba varios polvos al día con su mujer, y los que fuera necesario con cualquier tía buena que se le presentase. Yo que le conocía desde nuestra juventud sabía que, a la más mínima se excitaba y tenía que follar o masturbarse constantemente. Estaba muy complacido con aquella experiencia y le vi dispuesto a seguir; nunca había participado en este tipo de juergas, y parecía haber descubierto un mundo nuevo.
-Bueno, vamos a quedarnos un poco más y luego nos vamos.
La muchacha preparó unas copas que dejó junto al jacuzzi y luego ellos se metieron dentro. Yo busqué en mis bolsillos las dos pastillas de Cialís, le ofrecí una a Domingo y yo me tragué la otra con un poco del cóctel que había preparado la chica. Mi primo hizo lo mismo y nos dispusimos a disfrutar del tiempo que todavía nos quedaba aquella mañana.
En el jacuzzi siguieron los juegos eróticos, los tocamientos, las caricias y los besos. Yo lo que quería era estar al lado de Domingo y no desperdiciaba la ocasión para rozarme con él. Varias veces agarré su polla que, aún estando “morcillona” estaba adquiriendo unas considerables dimensiones y en una de aquellas ocasiones la engullí en mi boca aprovechando que él estaba besando a la chica, y ya no la solté. Metía mi lengua en el hoyito de su capullo que había comenzado a babear… Lo chupaba, me la tragaba hasta la garganta, y estuve disfrutando de aquella verga como yo nunca había llegado a imaginar. Aquello se ponía duro por segundos y yo pensé que él eyacularía en cualquier momento.
Pero el tío era muy resistente, y aguantaba estoicamente mis succiones. Estaba totalmente empalmado, y yo aproveché para tocarle bien los huevos a placer, e incluso pasarle un dedito por el culo. Yo sentía cómo él estaba complacido, y su pene palpitaba y palpitaba, casi a punto de soltar su rica leche.
Pasamos así un buen rato, y luego de secarnos volvimos a la cama. Aquella cama redonda, (nunca mejor dicho), de grandes dimensiones. Nuevamente me tumbé yo primero mirando al techo. La chica se puso encima de mí mientras mi primo contemplaba la escena tremendamente excitado y sin parar de masajear su falo. En un momento determinado, él agarró mi polla y la enfiló hacia la rajita de la muchacha. En aquel momento yo tuve una sensación especial; era él quien me estaba agarrando la polla, para introducirla dentro de ella, y yo no sabía qué me producía mas placer; si el contacto con la mano tosca de Domingo, o el sentir en la punta de mi pene el contacto con el clítoris de ella, que mi primo se esforzaba por frotar con mi capullo. Sea como fuera, la sensación de gozar era inmensa; yo no quería que él soltase mi verga, pero tampoco quería dejar de rozar la vulva de la muchacha. ¡Joder, que delicia!.
La muchacha comenzó a moverse, tratando de colocar mi pene en su vagina, con suaves embestidas cada vez más profundas, hasta que mi polla quedó acomodada en su interior. Luego Domingo le dijo a ella que esperase un poco para penetrarla por detrás. Se enfundó nuevamente un condón y comenzó a lubricar el ano de la muchacha para facilitar la penetración. Yo sentía de nuevo cómo la verga de él inundaba parte de mi espacio, esa era la sensación que yo tenía cuando mi primo la volvió a penetrar por el culo.
Yo quería rozarme con los huevos de él a toda costa, pero la posición era muy complicada. Lo que si hice fue tocárselos insistentemente, mientras el blandía aquel falo descomunal en las entrañas de la muchacha. Incluso, lo agarré varias veces con mi mano, mientras él practicaba un suave vaivén dentro de la chica. Domingo se daba cuenta pero no oponía ninguna resistencia; parecía cómo que le iba gustando aquello. ¡Hummm…! (pensaba yo), ¡Que delicia!, Con las ganas que yo tenía sobarle aquella polla de la que hubiese querido disfrutar en mi juventud… Ahora lo tenía ahí, y él lo estaba aceptando. Yo ya imaginaba una segunda oportunidad, una segunda ocasión en la que poder jugar con aquel enorme bate de béisbol. Yo hubiese querido volver a chupársela, pero pensaba que cuando la sacase del culito de Lola, a pesar del preservativo, no me gustaría demasiado, aquello ya no me apetecía chuparlo…
Seguimos así un buen rato, Lola gemía y casi gritaba, Domingo estaba exhausto y yo tampoco podía más. Intentamos corrernos los tres a la vez, aunque a mí quien me importaba que disfrutase al máximo era él, pues quería volver a hacerlo y pensaba que si acababa satisfecho, tal vez otro día le apetecería repetir aquella experiencia. Mi primo me lanzó una mirada de complicidad, como diciéndome: ¿Ahora?; ¿Nos corremos juntos? Esa fue la impresión que me dio el tío, y yo asentí con la cabeza y con gemidos de placer:
-¡Si… Si… Siiiiiii! ¡Me corro, me corro…! (exclamé yo)
-¡Joder…!, ¡joder…!. ¡Me corroooo! ¡Me corroooo!. (Casi al mismo tiempo)
En esta posición, sin sacarla ninguno de los dos nos mantuvimos unos minutos. Pero los juntos dos pesaban demasiado encima de mí para soportarlo por más tiempo. Así que les dije:
-Muchachos: yo no puedo más…
-Ha sido la hostia, (dijo él).
Luego nos vestimos y nos fuimos. Por el camino de regreso Domingo no decía nada, y cuando yo le preguntaba algo, él me respondía con monosílabos.
-¿Te ha gustado, tío?
-Si…
-Parece que no lo dices muy convencido…
-Si…, si…
Yo no quería forzarle a que hablara, pero necesitaba saber si él tenía intención de volver otro día.
-Pero, ¿te ha gustado tanto como para repetir…?
-No se, macho; es que todo esto me parece tan raro…
-¿Hay algo que no te haya gustado?
-Es que me sentí extraño cuando me cogiste la polla y los huevos…
-Domingo; (dije yo), la sexualidad es muy compleja y, según algunos estudios muy fiables de sexólogos y expertos, todos los seres humanos tenemos una parte de nosotros que se inclina hacia el propio sexo. En mayor o menor medida “casi” todo el mundo tiene esos instintos. Eso no quiere decir que por eso seas homosexual, pero hay un amplio abanico de gustos e inclinaciones en el ser humano, que determinan esas conductas. Casi todas las personas sienten una cierta atracción hacia el propio sexo en un momento determinado, lo que pasa es que, muchas veces por la educación recibida y por la sociedad que nos rodea, nos negamos a aceptar esa realidad. Así que vete tranquilo porque no has hecho nada malo. Quiero decir que no has hecho nada malo por acostarte con una tía y con un tío. En todo caso existe un problema de infidelidad hacia tu mujer, pero para el hecho es lo mismo haberte acostado con una tía que con un tío. Afortunadamente hoy en día, la sociedad es cada vez más permisiva y progresista. Dentro de muy poco se legalizará el matrimonio gay (o la unión entre personas del mismo sexo), y muchas personas que estaban reprimidas por “el que dirán”, saldrán del “armario” y lo veremos con total normalidad. Aunque para eso todavía falta un trecho…
Yo trataba de tranquilizar al amigo, porque estaba seguro de que él pensaba que habíamos cometido casi un crimen, al haberme permitido que le tocase la polla y los huevos. Y lo que era aún peor; él había disfrutado con eso y seguramente no se lo perdonaba…
Tal como yo le había prometido, le llevé de vuelta a su casa. Se nos había hecho un poco tarde y pensé que debía entrar a saludar a su esposa, mi prima a la sazón, y justificar nuestra tardanza. Ella quería que yo me quedase a comer con ellos, pero yo me excusé y me marché de regreso a mi casa.
Por el camino de regreso yo seguía pensando en aquella maravillosa experiencia; aquello que tanto deseé en mi juventud, y que sin esperarlo ni imaginarlo, lo había conseguido bastantes años después.
Hubiese querido tener otro encuentro con Domingo, pero pasaron unos cuantos años y supe que le había dado un infarto de miocardio y que estaba muy delicado reponiéndose en su casa. Tristemente le repitió el ataque al corazón y el suyo no lo pudo superar. De esto hace ya más de cinco años. Al poco tiempo murió mi prima, su esposa, y yo mantengo una excelente relación con todos sus hijos. Todos son muy guapos, pero ninguno de ellos tiene el encanto y sex-appeal que tenía su padre.
Esta historia es absoluta y rigurosamente real, con ciertos toques de fantasía añadida. Pero el hecho en si, (el encuentro sexual con este hombre y con la prostituta), realmente se produjo en circunstancias muy similares a como yo las cuento.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!