Abogado y clienta
Mi primer relato publicado aquí, espero que les guste. Relaciones laborales que se tocan en algo más siniestro.
Houda dejó el bolso en la mesilla de la entrada, junto a las llaves. Venía cansada pero contenta. La reunión con la editorial había ido muy bien, mejor de lo que había esperado. Querían que les escribiese otro libro y le iban a pagar muy bien por ese tercer libro. Nunca se imaginó que pudiese ganar dinero por escribir, pero no solo lo hacía, sino que podía vivir solo de lo que le pagaban por los libros que ya había escrito.
Se quitó las deportivas y se dejo caer en el sofá de su apartamento. De un tirón se sacó el coletero y se agito el cabello rizado, que le cayó alrededor de su cara en un mar de rizos oscuros. Solía llevarlo recogido siempre que salía, pero en casa se liberaba de sus ataduras. Se quedó un momento mirando al frente, al televisor apagado, en el que podiaver su reflejo. Se sentía bien por el libro, pero no se sentía satisfecha con su vida del todo. Había tenido que luchar mucho para llegar a donde estaba y esa lucha le había dejado algunas cicatrices en el corazón.
Le entró la nostalgia. La añoranza por su casa familiar y por su madre. Con un bufido, se levantó casi de un salto del sofá. No iba a dejar que la nostalgia le chafase un día que había sido bueno. Se dirigió al baño mientras se quitaba los calcetines saltando a la pata coja. Abrió la ducha para que cogiese temperatura y se desvistió tirando la ropa a un rincón del baño. Con un suspiro de satisfacción se metió debajo del chorro de agua caliente y dejó que la recorriera de la cabeza a los pies, disfrutando de la caricia del agua caliente sobre su piel, sus senos, notando como el agua le acariciaba la espalda hasta las nalgas. Media hora más tarde, con la piel de las manos arrugada y el cuerpo relajado, envuelta en un albornoz grueso, salió del baño dejando que el vapor se extendiera por el pasillo. Fue a la cocina y se preparó una pizza congelada. Se sentía demasiado cansada para cocinar. Con ella en un plato en una mano y un vaso de agua en la otra se dirigió al sofá, donde se sentó con las piernas recogidas debajo del cuerpo, dentro del albornoz, sintiendo su propia piel y disfrutando se su momento…
Se despertó sobresaltada por el timbre del móvil. La luz del sol ya entraba por la ventana. Se había quedado dormida viendo la tele y, lo peor, con el pelo mojado. Ya notaba cómo le dolía el cuello. Con un gesto de dolor cogió el teléfono que estaba sobre la mesita y descolgó sin mirar.
-Si, diga?- acertó a decir
– Houda, soy Arnaud, donde andas?
La voz la despertó de golpe. Tenía una cita de trabajo a las nueve, ¿que hora era?. Maldición, las nueve y diez!
-Perdoname, Arnaud, me he quedado dormida- dijo Houda con un hilo de voz. Al otro lado de la línea se hizo un silencio, corto pero significativo.
-Va, ponte las pilas y ven para el despacho. Puedo esperar hasta las diez, pero luego tengo que salir.
-Vale, vale. Me pongo algo de ropa y voy- dijo sin pensarlo
-Y aún estás por vestir? Va, date prisa que se va a acabar el día- la voz sonó más jovial ahora.
Corriendo se puso lo primero que encontró, unas braguitas blancas, un top deportivo, una falda cableada hasta las rodillas y una camiseta sin mangas. Se calzó las deportivas y salió cogiendo las llaves y el bolso. A la carrera se metió en la estación de metro y paso el abono por el torneo, que le abrió camino a la luz eléctrica y el ambiente cargado de sudor y humo del subterráneo. La estación, a pesar de no ser ya hora punta, estaba llena de gente: madres volviendo de dejar alos niños en el cole, trabajadores, repartidores, oficinistas… Demasiadas personas en un espacio demasiado estrecho. A Houda no le gustaba, se sentía indefensa entre tanta gente. A la desazón por la reunión, que no le apetecía para nada, se juntaban las malas experiencias que de tanto en tanto ocurrían en esos lugares atestados.
Llegó el tren y se montó en un vagón saturado. Inmediatamente se arrepintió. El tipo que estaba detrás de ella se repegó contra sus nalgas en el primer momento, haciéndole sentir su paquete contra los glúteos. Estaba a punto de soltar un suspiro de alivio al notar que de retiraba, pensando que solo había sido fruto del empujón para entrar en el vagón, cuando notó que una mano le rozaba otra vez el culo. Se quedó quieta, callada. Una vida bajo un padre despótico y una madre tiránica la habían hecho así. Se sentía sobrepasada si tenía que defenderse. No reaccionaba como debería. El tipo que la estaba tocando siguió tanteandola. Al ver que no reaccionaba su mano se volvió más osada, posandose completamente en la nalga derecha y apretando la carne dura. Houda, con la mirada clavada al frente, tragó saliva, pero no se movió. Su acosador, envalentonado, empezó a magrear todo el culo de Houda, alternando ambas nalgas y metiendo la mano entre ellas, tirando del borde de la falda por detrás, levantandolo poco a poco. Al cabo sintió la mano en sus muslo, en sus nalgas a través de la tela de sus bragas. Quería gritar, quería apartar esa mano intrusa, pero toda una vida de miedos la mantenían quieta, con la respiración acelerada por el miedo. El tipo a su espalda siguió con sus avances, metiendo un par de dedos por el elástico o de la ropa I trio de Houda, acariciando directamente la piel del culo, metiéndose en la raya de ella, explorando tentativamente el agujero del ano…
El metro llegó a su parada y saltó fuerza del vagón sin irar atrás, empujando a la gente a su paso mientras salía roja de vergüenza de la estación, al aire libre de la plaza en la que esta estaba. Se apoyó contra un árbol de la plaza, recuperando el aliento y el ritmo cardíaco.
Estuvo varios minutos apoyada en el árbol. Quería cancelar la reunión, pero no podía. Lo había aplazado demasiadas veces por culpa de su inseguridad. No quería enfrentarse a Arnaud y al hecho de que no iba a seguir siendo su abogado. Pero tenía que hacerlo si quería seguir adelante con sus proyectos. Respiró profundamente para acabar de calmarse y con discreción se colocó la braga que el sujeto del metro le había dejado metida en la raja del culo. Armándose de valor se dirigió al despacho de Arnaud, en un edificio antiguo, con portero y un ascensor en jaula. Al subir los escalones que la que separaban la entrada del rellano del ascensor pudo sentir la mirada apreciativa del viejo conserje que la observaba desde su cubículo. Definitivamente no tenía que haberse puesto esa falda, pensó para si. Apretó el piso deseado y mientras subía se acabó de colocar la ropa interior.
El rellano olía a una mezcla de viejo y lejía, un poco punzante. Tocó el timbre y antes de que acabase de sonar Arnaud ya le estaba abriendo la puerta. Seguramente el portero le había avisado de su llegada.
-Hola, Arnaud.
-Hola, Houda, guapa. Pasa, vamos a mi despacho- le contestó Arnaud, impecablemente vestido con un traje de tres piezas, un poco pasado ce moda pero muy elegante que se adaptaba perfectamente a la complexión alta y delgada de su abogado.
Houda notó en seguida que no estaba María, la secretaria de Arnaud. Le preguntó por ella, pero la respuesta sonó a excusa, algo referente a unos asuntos médicos. A Houda no le gustaba la idea de firmar los papeles ahí sola con Arnaud. Siempre había sido un caballero con ella y no habían tenido ningún tipo de relación más allá de la profesional que ahita iban a romper, pero aún así no estaba tranquila.
Llegaron al despacho y Arnaud le cedió galantemente el paso a Houda. Al entrar en la habitación y sin mediar palabra, Arnaud la zancadilleó al tiempo que la empujaba por la nuca, haciendo que cayese de cara contra el escritorio, golpeándose la frente contra el tablero y los muslos contra el borde de la mesa. Aturdida por el golpe sólo pudo gemir un momento hasta que notó el peso de Arnaud sobre ella, aplastandola.
-Zorra, creías que te ibas a ir así como así? ¿Que no me ibas a pagar todo lo que me debes? Eres lo que eres gracias a mí, puta. Yo te presenté a toda la gente, no me puedes dejar tirado así, tan fácilmente. La voz destilaba una rabia intimidatoria, feroz, casi animal. El peso y la presión que Arnaud ejercían sobre la chica le estaba quitando el aliento.
–
-Q… qué? Por qué? ¿Por qué me haces esto? ¿Que quieres de mí? Sollozando casi, Houda empezó a forcejear débilmente contra Arnaud, sin demasiado éxito, ya que el golpe en la cabeza la había dejado sin fuerzas y Arnaud era más fuerte de lo que a simple vista parecía.
-Todas las mujeres sois iguales. Os aprovechais de mi, de mi trabajo, de mis conocimientos, y luego ,e dais la patada cuando ya no podéis sacarme nada más. Pues tú me vas a pagar todo lo que me debéis, zorra imbecil.
Con pánico, Houda notó como Arnaud se incorporaba, sin soltar su nuca ni dejar de presionar su cara contra la madera de la mesa. El alivio de sus pulmones no evitó que el terror la atenazase cuando Arnaud le levantó la falda.
-No, por favor, no me hagas nada. – lloriqueo la chica. Arnaud contestó volviendo a golpear con fuerza la cabeza de Houda contra la mesa, haciendo que su vista se nublara momentáneamente, notando como Arnaud le bajaba las bragas con una mano mientras con la otra la sujetaba contra la mesa. Oyó el sonido de una cremallera bajando. Muerta de miedo, por el rabillo del ojo,vio como Arnaud se chupaba un dedo. Y notó como ese dedo le entraba en su sexo, haciéndola gemir de dolor y vergüenza.
-No, no, por favoAAAAGh- el grito de Houda mientras era penetrada por la polla de Aranud quedó mitigado el bufido de su violador mientras le metía todo su falo hasta los huevos. La pobre chica boqueó buscando aire, rezando interiormente para que se parase, para que no siguiese torturandola. Arnaud acercó su rostro al oído de Houda.
-Ahora vas a pagarme.
Sacó casi todo su pene de la vagina de Houda y lo hundió violentamente haciendo chocar su cuerpo contra las nalgas de la chica, que soltó otro grito de dolor. Arnaud la sujetó firmemente de la nuca y apoyó la otra mano en la parte baja de la espalda para tenerla bien controlada y empezó a f violarla con todas sus fuerzas. Entraba hasta que sus huevos chocaban contra el sexo de la chica y salía con furia solo para volver a meterla hasta el fondo. Gruñia co o un animal mientras la follaba, oyendo los sollozos y gemidos de dolor. Ese sonido lo encendía, le hacía sentirse más y más excitado. Soltó la nuca de la chica y se agarró con las dos manos a sus caderas. Así sujeto siguió destrozando a la pobre chica que solo lloraba y sollozaba, sin poder hilar un pensamiento coherente ante el dolor de su vagina. Arnaud siguió bombeandola con fuerza durante diez minutos y, con un mugido digno de un toro, le clavó una última vez la polla a Houda en su coño destrozado, notando como su semen salía a en dos, tres, cuatro potentes chorros, dejando la vagina de Houda inundada de su leche. Se dejó caer sobre Houda, recuperando el aliento y aplastandola con su peso. Se quedó allí unos momentos, disfrutando de la sensación de su polla dentro de la vagina de la joven. La sacó, arrancando otro gemido de dolor de Houda, y se separó unos pasos. Se dejó caer en una de las sillas y miró lo que acababa de hacer.
Houda llevaba las bragas por las rodillas, con la falda levantada. Sus piernas, un poco delgadas para el gusto de Arnaud, se remataban en un culo atractivo pero que ahora estaba enrojecido por los golpes de cadera. Del coño de la chica caía un hilo de semen y sangre, posiblemente la había desgarrado. Su vista se posó en el ano que se le ofrecía, totalmente descubierto. Nunca había sodomizado a nadie. Su pene volvió a la vida casi como un resorte y se levantó, avanzando con una sonrisa maníaca en los labios.
-Basta, por favor- sollozo Houda- para, no diré nada a nadie,pero no me hagas más daño, por favor.
Arnaud se cogió el pene por la base y lo hundió otra vez en la vagina haciendo que Houda gritara de dolor otra vez. Sacó el pene de la vagina y cogió con dos dedos parte del mejunje que se escurría por las piernas de la chica. Lo embarró en el ano y apoyó el glande en ese esfínter, empezando a apretar como un animal. Houda gritaba. Demasiado para su gusto, así que volvió a golpearla contra la mesa, dos veces. Eso hizo que los gritos cesasen, dejando solo un sollozo que a Arnaud que resultaba muy excitante. Volvió a la tarea y empujó con fuerza, bufando y resoplando. Con un último empujón logró vencer la resistencia de la chica, que sólo pudo llorar más fuerte, pero ya sin fuerzas para gritar. Houda prácticamente tenía la garganta en carne viva después de tanto llorar y gritar. Arnaud se quedó quieto un momento, disfrutando de la estrechez de ese agujero que no conocía. Empezó a moverse lentamente. La sequedad no le ayudaba a hacerlo suave. Pero ese dolor en el pene, debido a lo apretado del canal, lo enardeció haciendo que empezase a moverse cada vez más rápido. Houda solo podía bloquear por el dolor, las lágrimas la cegaban, no podía tejer un pensamiento coherente. Solo quería que parase. Arnaud oía los hipidoa y sollozos de la chica y su pene ganaba fuerza. Siguió pistonenado, follandose ese culo en el que nunca se había fijado, pero que ahora era el culo de todas las mujeres que el creía que le debían algo. Se lo folló con fuerza, empujando y saliendo como un animal, disfrutando del golpeteo de sus caderas contra las nalgas y de sus huevos contra el coño por el que chorreaba su semen. Se sentía poderoso. Agarró a Houda con fuerza para levantarla mientras se follaba ese ano virgen hacía un momento.
-Me lo debéis, puta, y tu me lo vas a pagar.
Siguió empujando contra las caderas de la joven, sintiendo como su propio sexo se hundía cada vez más en los intestinos de su víctima. Apretaba como loco, dejándose dominar por una furia animal y un ansia de dominación y destrucción cegadora. Golpeó de nuevo la cabeza de Houda contra el tablero de la mesa, apretando la cabeza de la chica contra el escritorio y siguió entrando y saliendo de su culo. La sacaba casi hasta medio glande y la volvía a ensartar haciendo que sus huevos golpeasen el coño de la chica. Después del primer orgasmo ahorzestaba disfrutando más de su poder. Siguió perforando el culo de Houda durante otros diez minutos y con un grito de triunfo descargó todo el semen y toda su locura en el interior de la chica…
Los ojos de Houda miraban hacia el techo. Miraban pero no veían. El cuerpo estaba tirado en medio de la habitación, donde había caído después de que Arnaud acabase de correrse enel culo de la chica y le sacase la polla ensangrentada. El cuerpo se deslizó hasta el suelo. Casi sin ruido. Con el cuello amoratado ahí donde Arnaud había ejercido demasiada presión. El abogado estaba sentado en su butaca, con la polla flácida fuera del pantalón, manchado de los jugos de ambos. Había sido una experiencia interesante, pensó para si. Liberadora.
Debería repetirla…
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