Abusado desde la infancia 3
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Abusado (3)
Internamente me sentía avergonzado cuando mis amigos contaban como despreciaban a los homosexuales pasivos, menos mal que ellos ignoraban mi pasado, por que si algo le debía a Lorenzo, el hombre que me poseyó durante cinco años, es que era reservado en este aspecto.
Trataba de olvidar el pasado entregándome de lleno al estudio y al deporte, así pasaban los años y mi imagen mejoraba, tanto así que las jóvenes me coqueteaban abiertamente; sin embargo por la costumbre de haber sentido y porque negarlo, disfrutado ser penetrado con asiduidad, tenía momentos en que añoraba sentir un pene en mi trasero, eran secuelas lógicas que me predisponían a volverme homosexual, luchaba intensamente por vencer estos deseos y me fortalecía la aceptación que recibía de parte de las mujeres.
Sin embargo cuando se está predestinado, llega el momento en que no hay esfuerzos que valgan para torcer el desarrollo de los acontecimientos, en mi caso se dio cuando ingresé al cuartel para cumplir el servicio militar obligatorio, nomás al empezar cuando nos sometían a la revisión física y como ingresábamos desnudos, al observar tantos penes me sentía fuertemente excitado.
Me destinaron a una unidad rural que cumplía tareas agrícolas y ganaderas; en ese entonces estaban formando un puesto ganadero como a 60 kilómetros de la base, como no existía camino carretero se llegaba a caballo, cada 45 días mediante sorteo eran destinados dos hombres con la consigna de cuidar el ganado vacuno, caballar, caprino, aves de corral, y todo lo que existiera; al ser zona desértica boscosa se debería tener especial cuidado de los animales salvajes que a veces inclusive llegaban hasta el pequeño fortín, edificación cercada que contaba con tres piezas, dos abajo y una encima, la planta baja se utilizaba como comedor, depósito de víveres y herramientas, la de arriba como dormitorio, depósito de las armas, municiones y los artículos de sanidad.
En el segundo turno salí sorteado junto a un muchacho llamado Simón, éste era un joven sumamente reservado, de baja estatura, un rostro aniñado simpático, bastante moreno, delgado posiblemente unos 65 kilos de peso, manos grandes y rugosas; nos instruyeron partir en dos días tiempo que tardaríamos de preparar la carga a llevar, en la fecha prevista emprendimos viaje llevando víveres, municiones, abundante sal, semillas y algunas medicinas, todo lo acomodamos en dos mulas de carga y nosotros montados en sendos caballos. Después de dos días bien andados llegamos al lugar, salieron a recibirnos los dos camaradas a ser relevados y luego de un momento de descanso procedimos a recibir bajo inventario todo lo de rigor, al tercer día muy temprano los relevados partieron llevando de vuelta los mulos cargados con queso, charque, huevos de gallinas y otro.
Nosotros procedimos a acomodar nuestros enseres, luego nos dedicamos a los trabajos urgentes, reparamos cercas, potreros, gallineros, abrevaderos, etc. tarea que nos llevó tres días agotadores; luego nos dedicamos a observar y catalogar los lugares donde el ganado solía pastar, el segundo día que realizábamos este trabajo y cuando regresábamos se largó a llover copiosamente, en un santiamén quedamos chorreando agua, nuestros uniformes de un kaki liviano quedaron completamente sopados transparentando nuestros cuerpos, en esta situación inexplicablemente mi compañero trataba de esquivarme lo que me extrañó sobre manera habida cuenta que durante el viaje y luego realizando los trabajos rutinarios se había intensificado nuestra amistad, por ello le hice conocer mi extrañeza por su proceder, le pregunté si ya no me consideraba su amigo y cual el motivo para esquivarme, tardó bastante en contestar cuando lo hizo dijo que me explicaría el porqué cuando lleguemos al fortín.
Llegamos y procedimos a cambiarnos ropa, ahí fue que abiertamente Simón se mostró desnudo dejándome asombrado, de entre sus piernas pendía un falo de proporciones inusuales que le colgaba hasta medio muslo; con profunda tristeza me contó que el tamaño de su pene le atrajo en el pasado muchas desgracias; comenzó con una de sus tías, mujer casada que al conocer los atributos que Simón se mandaba, quiso experimentarlo y cuando lo consiguió terminó con una hemorragia que la mandó al hospital, el marido al enterarse y al conocer el motivo castigó a Simón que tuvo que huir de su hogar.
Después de cocinar y comer la pitanza nocturna siguió contándome otros episodios, como cuando bebido asistió con amigos a un lenocinio y al tratar de montarse a una meretriz esta le armó un escándalo luego de observar y probar el tamaño y grosor, con lágrimas en los ojos contó que los guardias del local lo golpearon, pero lo que mas le dolió fue que lo dejaron desnudo y tuvo que correr por las calles para escapar de los que se mofaban; se consideraba un desgraciado y por ese motivo prefería aislarse, se conformaba con masturbarse, yo era el primero al que se confesaba porque me consideraba el único amigo que podía entenderlo.
En verdad que su historia me enterneció y en gesto recíproco le dije que no solo él era desgraciado y le conté de los variados abusos sexuales que desde mi niñez y por años había recibido, le dije que si ahora aparentaba ser un joven normal, interna y ocasionalmente sentía unos deseos tremendos de ser nuevamente penetrado; al parecer Simón pensó que me estaba ofreciendo e inocentemente se excusó porque consideraba seguro que me lastimaría; pero inexplicablemente algo me sucedió, yo fui quien le propuso hacerlo solo que en forma gradual hasta lograr una total penetración, con este mi proceder en un momento se fue al diablo mi decisión de cambio, adiós cordura, se impuso el deseo insano.
Simón aparentemente fortalecido por mi decisión aceptó a regañadientes, es así que procedimos a preparar el escenario y para tener mas comodidad bajamos nuestros colchones al piso de madera, una vez desvestidos observé que su falo estaba duro pero casi erecto (aquellos de penes mayores no pueden mantenerlos completamente erectos, el peso los vence hacia abajo) inclusive derramaba pequeñas gotas de líquido seminal, procedió a embadurnar su arma con la espuma ya aguada que usamos para afeitarnos, procedió igual con mi trasero, le pedí que primeramente me metiera un dedo y luego otro hasta que pude resistirlos, logrado esto puse dos cabeceras juntas debajo de mis nalgas y mis piernas en sus hombros, él acomodado de rodillas en medio de mis piernas nuevamente remojó su pene apuntó, sentí la cabezota que me tapaba todo el orificio y comenzó a empujar, al comienzo el falo no entraba y resbalaba abajo, a la izquierda a la derecha o se doblaba, lo ayudé abriéndome las nalgas con mis manos. (Recuerdo que la posición que me encontraba era la preferida de Lorenzo quien decía que el peso del cuerpo ayuda a la penetración).
Lo ultimo que recuerdo es que en el empujón inicial logró ingresar la mitad de la cabeza lo que me produjo un dolor intenso y cuando le pedía que lo retire éste daba nuevamente un nuevo y tremendo empujón introduciendo la mitad de su falo; el grito que lancé lo paralizó y no empujó mas, yo seguía quejándome y posiblemente por eso se mantuvo quieto, pasado otro momento sentí que mis intestinos se llenaban con su semen, la larga abstinencia a la que estaba sometido mas lo estrecho de mi intestino ocasionó que termine en la posición que se encontraba, los cabeceos de su pene aparte de causarme mas dolor así lo indicaban, al reaccionar sentí mi cuerpo bañado en sudor, le pedí que la sacara porque aparte del dolor no aguantaba las ganas de defecar, cuando trataba de cerrar mi ano sentía que los músculos del esfinter no me respondían; lo retiró y a pedos corrí al pequeño retrete donde solo expulsé semen y sangre.
Pasado el susto Simón me aseó y revisó el daño que tenía, descubrió que la parte inferior del anillo tenía una pequeña rajadura de donde manaba una que otra gota de sangre, daño doloroso pero mas que nada aparatoso, yo también lo comprobé con la ayuda del espejo; con medicamentos del botiquín desinfecto la pequeña herida la cubrió con una crema cicatrizante y un adhesivo. Ya descansando y al notarlo apesadumbrado le dije que no se afligiera que el hecho no revestía gravedad y en poco tiempo quedaría bien, en tono jocoso le comenté que en rigor de verdad su pene tenía el orgullo de ser quien rompiera mi ano y además defecar.
Durante tres días no probé alimento sólido, solamente leche de vaca para no defecar sólido y lastimar la herida, un cambio que noté es que no podía retener los gases que salidos festejábamos con risas.
Al tercer día retiramos el apósito y con satisfacción comprobamos que solo quedaba una cicatriz, no sentía dolor así que pude comer carne y en lo posterior defecar sólido; decidimos festejarlo haciendo un nuevo intento pero procediendo con mayor calma, es así que nuevamente me acomodo nos untamos con agua y jabón apoya la cabezota gruesa y dura y comienza a empujar con calma pero firmemente, lo ayudo pujando para abrir mas mi ano, con las manos separo mis nalgas y siento que entierra toda la cabeza, solo experimento un leve dolor, Simón parece que sintió lo mismo porque comenzó a empujar con mayor fuerza y cuando en la tercer envestida incrustó la tercera parte de su grueso y duro pene nuevamente eyaculó prematuramente; sentí su semen caliente y un alivio cuando comenzó a ablandarse, sin sacarlo descansamos un tiempo y cuando volvió a endurarse recomenzó su empuje y su pene entraba y entraba hasta que sentí que el hueso de su pelvis se acoplaba a mis nalgas, me sentía completamente lleno pero feliz por la satisfacción que sentía mi amigo quien me culeaba febrilmente, después de 20 minutos sentí que comenzó a eyacular
Las pulsaciones típicas del pene cuando termina lo confirmaban y cuando expulsó la ultima gota de semen comenzó a sacarlo, poco a poco fue saliendo junto al abundante semen que se había acumulado, cuando estuvo afuera pude observar la tranca que aguanté colgaba flácida entre sus piernas, Simón nuevamente me revisó y quedamos tranquilos porque no tenía daños solo que el diámetro de mi traste se encontraba super dilatado.
Nos dormimos tranquilos y satisfechos pero al amanecer nuevamente se la tuve que aguantar, esta vez yo también experimente placer tanto así que termine, no obstante el proseguía su culeo que duró casi 30 minutos, cuando la sacaba yo sin poderlo remediar soltaba gases mezclados con semen.
Simón demostró ser bastante ardiente, cada día mínimo me penetraba 4 veces, no contabilizo cogidas extras como cuando nos bañamos en la lagunita del lado sur que burbujeaba al largar mis gases él dijo tener la solución y dentro del agua que no es profunda y en parados me culeó por 35 minutos, o aquella otra vez subidos en un árbol me sacó los pantalones doblándome hacia delante y con saliva me penetró.
Para cerrar mi culo y aguantar las ventosidades comencé a practicar los músculos del esfínter algo que en 15 días surtió efecto, logré que ni un pelo ingresara cuando apretaba y de este modo también lo exprimía cuando terminaba.
La última noche y antes que lleguen los relevos tuvimos una noche escandalosa, me enculó tanto que de su pene ya no salía semen, no recuerdo cuantas veces lo hicimos pensando que en el cuartel general no tendríamos mas oportunidades."
Presi
Fin tercera parte
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