Abusando al hijo de mi hermana
Un tío se queda cuidando a su sobrino todas las noches, después de meses de hacerlo gratis decide cobrarselo a su hermanita, usando al pequeño como forma de pago..
Estaba sentado en el sillón de la sala mientras mi sobrino de 7 años estaba recostado frente a mí en el suelo viendo la televisión. Vestía unos pantalones de pijama tan ajustados que podía apreciar su pequeño culito de una manera increíble.
Mi verga de 19 cm estaba a reventar debajo de los shorts que llevaba puestos, y mi glande lleno de precum se asomaba un poco por debajo.
Había estado esperando ese momento por meses, desde que mi hermana me lo dejaba aquí todas las noches antes de irse a su «nuevo trabajo». Ella es muy descuidada, hay días en los que ni siquiera viene a recogerlo. Ni siquiera estoy seguro de si va a la escuela o algo.
Mis pelotas estaban a punto de reventar de jugoso y rico semen que no podía esperar para chorrearse todo en el pequeño y virgen ano de mi sobrino.
Él estaba ahí, acostado, y a cada carcajada que soltaba sus nalgas se menean de una forma que cosquillea mi virilidad.
No podía más.
Me acerqué a él y lo levanté de una, me lo eché al hombro y me lo llevé a mi habitación. Él se reía, pensaba que estabamos jugando un juego.
Una vez solos en el cuarto y con la puerta debidamente cerrada me quité el short, dejando salir a mi verga. Él no se espantó por eso, me ha visto desnudo un montón de veces, cuando nos bañamos juntos.
Lo que si lo confundió fue mi mano arrancandole las prendas inferiores con un movimiento brusco, revelando así dos grandes y redondas nalgas del tamaño de un melón, blancas y suaves, bien torneadas.
—¿Qué haces? —preguntó.
Pero yo no le hice caso, le quite la camisa, solo le dejé las calcetas blancas que le llegaban a las rodillas. Y lo aventé con fuerza a la cama, dejándolo boca abajo.
Tenía las nalgas apretadas cuando se las agarré. Estaba asustado, encogido, así que cada músculo de su cuerpo estaba tenso por el miedo. Apretaba más fuerte. Me di cuenta de que por fin iba a cogerme su culito virginal.
Lo tomé por los muslos y lo levanté para que se pusiera a cuatro patas, con el ano al aire. Me incliné hacia delante y le metí la lengua en la raja del culo. El chilló y dio un gran tirón, apartándose de mí. Tenía un culito precioso y limpio. Estrecho y dulce. Lo abrí para poder verlo mientras lo lamía, la carne blanca y los huevos sin pelos que cuelgan debajo. Le lamo los huevos y el culo, y él solo se retuerce y gime.
—No… por favor… por favor… —me suplicó que parara.
Sabía lo que estaba haciendo. Lo entiende. No estaba tan verde como creí. Pasé mis manos hambrientas por todo su cuerpo, saboreando la suavidad, la pequeñez de la caja torácica debajo de mí. Me ensalivé el pulgar y se lo metí en el culo para probarlo y comprobar lo apretado que está.
Él emitió un sonido estridente y pataleó. Me miró por encima del hombro, frenético y con grandes ojos de miedo. Mi pulgar le hizo daño. Estaba increíblemente tenso. Le tomé los huevos con los dedos y se los amasé mientras me lo violaba con el pulgar.
No tenía duda, estaba limpio, era virgen. Normalmente nunca me cojo a alguien sin usar condón, pero con este chico no importaría si lo hacía o no. La idea de violarlo a pelo me ponía más cachondo que nunca.
Lo solté cuando saqué el pulgar y él levantó la cabeza y los hombros de la cama intentando arrastrarse. Lo arrastré hacia atrás y lo obligué a ponerse en posición otra vez, con los muslos abiertos y la punta de mi verga contra su pequeño agujero. Era tan pequeño que no sabía cómo iba a introducirla. Cuando empujé no cedió. Empujó todo su cuerpo hacia delante.
Le apoyé la cabeza y los hombros contra la pared de la cabecera de la cama. Así pude mantenerlo firme. Su respiración era agónica y agitada. Su culo finalmente cedió. Sentí cómo mi verga se deslizaba centímetro a centímetro. No usé lubricante. Se la iba a meter en seco. Chilló. Sus brazos y piernas se agitaron mientras se retorcía de dolor.
—¡No! ¡No! ¡Ahhhhh! ¡Ya! —me suplicó. Entonces empecé a empujar y volvió a chillar.
Su suave espalda estaba contra mi vientre. Me abrí la camisa para poder sentirlo. Podía respirar en su nuca y lo hice. Agarré con fuerza al niño que jadeaba estremecido debajo de mí y lo martilleé. Emitió gemidos lastimeros.
—¡Ohhhh! ¡No! ¡Me duele! Por favor, ya.
Entonces empecé a besarle y chuparle el cuello y la mejilla, donde podía alcanzarlo. Apartó la cara de mi boca. Dejó de suplicar clemencia en cuanto se dio cuenta de que yo no tendría piedad. Se la metí una y otra vez. Ahora gruñía por el esfuerzo. Empezaba a sentirse más húmedo. Poco a poco su culo se aflojó a medida que el músculo se debilitaba y cedía bajo los brutales golpes que le daba. Incluso dilatado su agujerito seguía estando apretado.
Lo saqué de la cama. Me lo cogí de pie. Se estaba cayendo porque ya no tenía fuerza en las piernas pero lo obligué a ponerse de pie, tirando de él con rabia hasta colocarle en posición, haciéndole apoyar los brazos en la cama para que se quedara doblado. Dejó de forcejear y me obedeció, temblando y gimiendo de dolor. Bajé las manos y tome su pequeña y suave verga y jugué con ella. Apreté. Fui brusco, amasando y luego tirando, tirando del órgano sensible. Agarré también sus huevos y los apreté. Vibraba de dolor debajo de mí. Estaba indefenso. Ni siquiera podía cerrar las piernas e intentar proteger sus pequeños genitales de mis manos invasoras.
Cuando estaba a punto de venirme, di un paso atrás y le levanté los muslos. Lo levanté así, tirando su cara sobre la cama. Le di la vuelta y le penetré cada vez con más fuerza. Volvió a gritar, con la cara en el colchón. Me vine a chorros. Salió con fuerza de mí, entrando profundamente en su culo.
Cuando terminé, lo arrojé sobre la cama. Bajó las dos manos y se agarró las nalgas. Sus ojos brillaban con miedo, relucientes de lágrimas. Cuando vio mi verga, que sobresalía aún rampante y roja, volvió a subir las manos y se las miró. Contempló horrorizado la sangre donde se la había desgarrado. Me quedé sonriendo, con la cara dolorida por la sonrisa, con ganas de vomitar, sin saber si quería repetirlo o dejarlo ir. Me quedé mirando al chico completamente jodido. Soltó un sollozo. Se había dado cuenta de que yacía ensangrentado, embadurnado de sangre que le salía constante por el culo, estaba horrorizado y asqueado.
Lentamente volví a avanzar. Se encogió contra la pared. Me arrastré sobre él y le aparté las manos y le abrí las piernas. Le toqué el agujero con los dedos, hurgando y mirando. Seguía abierto, pero se estaba cerrando. El rojo remendaba sus muslos.
Empezó a mostrarse ansioso de nuevo, pero se repuso.
—Siéntate en el borde de la cama —le ordené.
Él lo hizo lentamente, adolorido, se sentó con las rodillas apretadas y los puños apretados sobre las rodillas. Me coloqué frente a él y me golpeé la verga con las manos.
Tragó saliva, congelado.
—Mírala —le dije—. ¿Verdad que está grande? Tócala.
No la tocó. Quizá porque estaba llena de semen y sangre.
—Vamos. Puedes usar la mano o los labios.
Él me miró apresuradamente para ver si realmente le había sugerido que usara la boca, así que usó la mano. Tocó la cabeza de mi verga con la punta de un dedo.
—Agarralo bien, con toda tu mano.
Lo tomó y enroscó su mano alrededor de él.
—Esto cuenta como abuso sexual —le dije—. Yo haciendo que pongas tu mano en mi verga. ¿Qué se siente?
—No lo sé —dijo mi sobrino.
—Voy a hacer que me la chupes.
—No quiero —le temblaba la voz.
—Lo sé, pero es eso o que te la meta por el culo otra vez.
—Lo haré —se apresuró a decir.
Y así hizo, le violé la boca un par de veces más antes de volver a visitar su ano, a pesar de sus súplicas y lloriqueos me lo cogí una y otra vez.
Cuando ya era más tarde, casi las 3 de la mañana, decidí invitar a unos amigos a casa.
Unos amigos que eran justo como yo.
Como sigue?
Me encanta… necesito mas…
Quiero mas de esta historia, como sigue?
Como sigue?
Como sigue esta historia? me ha puesto tan caliente que me he corrido.
Como sigue?