Al principio no podía creer lo que nos sucedió a mi vecino y a mí.
No podía creer, que eso que, para mí en otros momentos de mi vida, me pareciera un acto, tan denigrante en un hombre, yo lo estuviera disfrutando tanto en esos momentos. .
Al principio no podía creer lo que nos sucedió a mi vecino y a mí.
Me encontraba solo en casa, aburrido como una ostra, ya que ese fin de semana, mi esposa e hijas habían salido de viaje, a visitar a los padres de ella.
Quizás por la falta de costumbre de estar solo, me sentía mal, por lo que decidí salir a caminar por la urbanización, y como no tengo costumbre de beber, no pensé en ir a ningún bar.
Ya llevaba un buen rato caminando, cuando en la pequeña plaza de la urbanización me topé con un vecino que conocía más bien de vista, aunque en una ocasión coincidimos, en las oficinas de administración por tener un problema en común.
Ya que la casa que estaba entre su propiedad y la mía, se encontraba abandonada, sus patios y jardines eran una selva de monte, en el que fácilmente se podía esconder algún malhechor.
Quizás tanto él como yo exageramos un poco, pero de no ser así, de seguro no hubieran limpiado.
Mi vecino y yo nos pusimos a charlar, y continuamos caminando, cuando de momento se desató una fuerte lluvia, justo cuando pasábamos frente a su casa.
Los dos corrimos a guarecernos bajo su portal, y ya estando ahí me invitó a pasar, en realidad, lo conocía tan poco, que cuando entré a su casa, le pregunté por su esposa, y me comentó que era divorciado.
Luego le comenté que yo era casado, y que me esposa se encontraba visitando a mis suegros al sur del país..
La fuerte tormenta continuaba arreciando, y en el poco tiempo que tardamos en llegar a su casa, nos empapamos completamente.
Le pedí que me prestase un paraguas para continuar su camino a casa, pero me indicó que el único paragua que tenía se encontraba en su auto.
Que a su vez se encontraba estacionado frente a la casa, que ir a buscarlo y continuar a su casa hubiera obtenido el mismo resultado, terminaría completamente empapado de pies a cabeza.
Fue en ese momento que me propuso que esperase a que escampara, y que mientras tanto, podíamos seguir conversando.
Lo cierto es que acepté su invitación, de inmediato entró a una de las habitaciones y al salir de ella trajo un par de toallas, me entregó una mientras me dijo que me quitase la camiseta, no fuera a ser que atrapase un resfrío por quedarme mojado.
Su propuesta me pareció de lo más razonable, por lo que finalmente me quedé con mis pantalones cortos y mis zapatillas de correr únicamente.
Por un buen rato solo hablamos de tonterías, política, y cosas así por el estilo, cuando se levantó de su silla, y me preguntó que deseaba tomar.
Le dije que lo mismo que él, pensando en una cerveza o quizás una copa de vino, pero lo que trajo fue agua ardiente.
A medida que seguíamos charlando, me volvió a servir otro trago de agua ardiente, que me tomé de la misma forma que lo hacía él, de un solo trago.
Del tema de la política pasamos a charlar sobre otros temas y desde luego que seguimos bebiendo, después de un buen rato, a pesar de la fuerte lluvia, y del frío que por lo general hace cuando llueve de esa manera, él me dijo que se sentía algo acalorado.
A pesar de nada más estar en pantalones cortos, y levantándose del sillón, se dirigió al ventanal que da al patio trasero y lo abrió de par en par.
El espectáculo es único la lluvia continuaba cayendo con fuerza, y en el patio trasero tiene una piscina, en la que se podía ver claramente como las gotas de lluvia golpeaban una y otra vez la superficie del agua.
Mientras yo observaba eso, él me volvió a servir otro trago, y al dármelo me comentó. “¿Te provocaría darte un baño bajo la lluvia?”
Lo cierto es que le comenté que estaba pensando en ese instante, como llovía con fuerza, pero sin que hubiera truenos ni relámpagos, la verdad que provocaba meterse al agua aún bajo la lluvia.
Me dijo en ese instante. “Si gustas por mí no te detengas, que bastantes veces que lo he hecho.”
Al terminar de decirme eso, después de quitarme las zapatillas de correr que usaba en esos momentos, al igual que yo se encontraba con pantalones cortos, así que de golpe salió de la casa y se dio tremendo chapuzón.
Por unos instantes me le quedé viendo, no lo pensé más, al igual que él también me quité mis zapatillas y siguiendo su ejemplo me tiré al agua.
Creo que los dos nos sentíamos como unos adolescentes, con toda esa lluvia cayendo sobre nosotros, mientras disfrutábamos de la piscina.
En cierto momento salió del agua, y fue cuando por primera vez me fijé en su cuerpo, digo lo había estado viendo durante el tiempo que ambos compartimos caminando y charlando luego en casa, pero no de la manera en que en esos momentos lo estaba mirando.
No es que fuera un fisiculturista, pero se veía bastante bien, quizás un poco más robusto que yo, pero proporcionado.
Yo lo observaba, cuando aun lloviendo y sentado al borde de su piscina, me comentó. “Lo mejor de esta casa es que nadie ve lo que sucede en este patio.” y al decir eso se despojó de su pantalón corto, quedando completamente desnudo.
Yo me di cuenta de que realmente lo que él decía era cierto, su propiedad quedaba en lo alto de una loma, y una alta tapia separaba su casa del siguiente vecino, que de paso era la casa que estaba abandonada.
Así todo desnudo, volvió a entrar a la casa y regresó con la botella que contenía la candela liquida, y tras darse un buen trago a pico de botella, entró nuevamente al agua y me entregó la botella.
Al igual que él también me di un buen trago, mientras que él se dedicó a nadar de espaldas hasta la otra orilla.
Yo al tiempo que me di ese otro trago, no pude despegar mis ojos de sus nalgas, fue cuando caí en cuenta de lo que yo estaba haciendo, y me reprendí a mí mismo, por fijar mi vista en las nalgas de otro hombre.
Pero a los pocos segundos, después de tapar y dejar la botella en el borde de la piscina, me provocó quitarme también mi pantalón corto e interiores, los que dejé sobre una tumbona al lado de la piscina.
Me sentía de lo mejor, libre, bañándome completamente desnudo en mitad de la noche bajo la lluvia.
Después de lo cual le di alcancé a él, que se encontraba en la parte menos honda de la alberca, sentado con sus piernas bien abiertas, en cierta forma como exponiendo su miembro ante mí.
Yo me senté a su lado en la misma posición, disfrutando del baño que me daba la lluvia, fue cuando de manera quizás inocente me volví a fijar en su miembro.
El que, a simple vista, era uno mucho más desarrollado que el mío, no es que tenga la costumbre de estar comparándome con otros tipos, pero en ese instante lo hice.
Y lo cierto es que me sentí algo avergonzado, no por estar mirándolo, sino por las pequeñas dimensiones del mío, en comparación con el miembro de él.
Pero para no seguir sintiéndome así, decidí tirarme al agua nuevamente, nadé lentamente de pecho, hasta la otra orilla, donde se encontraba la botella.
La tomé y regresé donde s, a quien después de que me di un buen trago, se la ofrecí, pero sin dejar de seguir admirando su miembro.
Fue cuando lo escuché decirme. “Espero que no tomes a mal lo que te voy a decir, pero veo que tienes un lindo cuerpo.” Yo al escucharlo, me quedé sin saber que responder, y dije lo primero que se me vino a la cabeza.
Diciéndole. “Tú también tienes un buen cuerpo, y una verga espectacular.” Al terminar de decir esas palabras, pensé que no debí haber dicho eso, me pregunté a mí mismo. “¿Qué iba a pensar mi vecino de mí?”
Agarrando su miembro entre una de sus manos, mientras jugueteaba con él, se me quedó viendo, y sin vergüenza alguna me preguntó directamente. “¿Te agradaría tocarlo?”
Pienso que en ese mismo instante me debí salir del agua, pero en lugar de eso, me coloqué frente a mi vecino, y al tiempo que lo hacía, dirigí mi mano derecha directamente sobre su miembro.
Y aun bajo mi propio asombro, comencé a masturbarlo lentamente, en cosa de segundos su verga se puso bien dura y erecta entre mis nerviosos dedos.
Él permanecía sentado en la orilla de la piscina, con una cara de satisfacción me observaba, permanecía con sus piernas bien abiertas, mientras que yo temerosa pero suavemente lo masturbaba.
Él se volvió a dar otro trago, y de inmediato me pasó la botella diciendo. “Daté otro antes de que entremos a casa.”
Yo me encontraba bien confundido, en mi vida había hecho eso, ni tan siquiera pensado en estar con otro hombre, en esos momentos no sé qué me pasaba, estaba como subyugado por su cuerpo, por lo llamativo de su miembro, y por su manera de hablarme.
Por lo que cuando lo escuché decirme. “Me gustaría que le dieras una corta mamada.” Yo como si estuviera hipnotizado sin voluntad propia, lo vi a los ojos, y de inmediato llevé mi boca a su colorado glande.
Aun lentamente mi boca fue arropando la totalidad de su cabeza, la que lentamente comencé a chupar, al principio nada más me concentré en su rojo capullo, pero poco a poco como que fui ganando confianza, y gran parte de su tallo desaparecía dentro de mi boca.
Para mí era algo inaudito lo que yo estaba haciendo, no salía de mi propio asombro, y a medida que yo seguía cabeceando sobre su verga, mi anfitrión disfrutaba plenamente de lo que yo le hacía.
Hasta que en un tono seductor me dijo. “Detente, sal del agua para que subamos a mi dormitorio.”
Sin voluntad ninguna, solamente le obedecí, él me ayudó a salir del agua, y al estar frente a frente a él me tomó entre sus brazos y me ha estampado un tremendo beso con lengua y todo dentro de mi boca.
Por unos instantes, me quedé paralizado, sin la menor idea de que hacer, con un sinfín de imágenes que bullían en mi mente, sentí sus brazos abrazándome y acariciando todo mi cuerpo, su miembro contra el mío.
Hasta que mientras él me abrazaba y acariciaba sabrosamente, colocó una de sus manos sobre mis desnudas nalgas, fue cuando mis brazos rodearon su cuerpo y mi boca respondió salvajemente a sus besos.
Todo eso sucedía, mientras la lluvia seguía cayendo de manera torrencial sobre nosotros dos.
No sé cuánto tiempo los dos permanecimos así, de pie frente a la piscina, besándonos y acariciándonos mutuamente.
Hasta que él dándome una pequeña nalgada me dijo, en un zalamero tono. “Amor vamos a la cama.”
A medida que ya íbamos subiendo la escalera dentro de la casa, sus manos no dejaron de tocar y acariciar mis nalgas, sin que yo pudiera o quisiera detener.
Ya en su habitación nos volvimos a besar intensamente, y a los pocos segundos, me fue recostando sobre su cama.
Yo estaba que como me pusiera, así me quedaba, era tal mi condición, que ni pensé en lo que estaba a punto de dejar que me hiciera, me recostó boca abajo y tras sacar algo de su mesa de noche, se dedicó a masajear todo mi mojado cuerpo, centrándose completamente en mis nalgas.
Sus manos me las apretaban de manera cariñosa, sus dedos lentamente fueron explorando mi esfínter, y posteriormente separando mis nalgas.
Yo esperaba algo tenso ser penetrado, fue cuando con su melosa, pero varonil voz, lo escuché decirme. “Relájate, no te pongas tenso, que yo no deseo hacerte daño alguno amor.”
Al mismo tiempo sus dedos lenta y sabrosamente se movían dentro de mi cuerpo. A los pocos segundos comencé a sentir algo raro, eran sus labios y lengua que me los estaba pasando por entre mis nalgas, deliciosamente besando y lamiendo mi culo.
Cosa que me relajó más todavía, de momentos por un corto instante, pensé en que diría mi mujer, si se enterase de lo que yo estaba a punto de dejar que me hiciera nuestro vecino.
Pero la sabrosa sensación que en esos momentos disfrutaba, borró de mi mente, cualquier pensamiento inoportuno, unicamente deseaba llegar a sentir eso dentro de mí cuerpo.
En todo momento mi anfitrión se mantuvo hablándome, de manera suave y seductora, me dijo que mis blancas nalgas eran todo un regalo para él, y comenzó a pasar su glande lentamente sobre mi esfínter, mientras que yo deseoso de que siguiera, comencé a abrir y cerrarlo como invitándolo a que me penetrase.
En ese momento, procuré mantenerme lo más relajado posible, y mi vecino comenzó a enterrar la cabeza de su miembro dentro de mí.
Aunque ciertamente sentí algo de dolor, quizás su saliva o el aceite que después me di cuenta que me había puesto, evitaron que me doliera mucho más.
Con mucha calma, bien despacio, poco a poco fui sintiendo como mi vecino y en esos momentos mi amante, mi macho, me iba penetrando, hasta que su pecho y mi espalda, su vientre y mis nalgas entraron en total contacto.
No podía creer, que eso que, para mí en otros momentos de mi vida, me pareciera un acto, tan denigrante en un hombre, yo lo estuviera disfrutando tanto en esos momentos.
No bien nuestros cuerpos entraron en total contacto, yo voluntariamente comencé a mover mis caderas, como si en ello me fuera la vida.
Por su parte, mi amante se dio a la tarea de ir metiendo y sacando casi totalmente toda su verga de mi culo, lo que yo disfrutaba placenteramente.
Era una cosa que no sé cómo describirla, sentir sus fuertes brazos alrededor de mi cuerpo, o agarrándome por la cintura, mientras me enterraba una y otra vez su verga, por todo el centro de mi ojete, para mí era la gloria.
Cuando comenzó a besarme por el cuello y mordisquear mis orejas, sentía que me derretía.
Una fuerte sensación de seguridad invadió todo mi ser, mi cuerpo se quebraba bajo el suyo, a cada sabrosa embestida que recibía.
Yo buscando sentir un mayor placer, había levantado mis nalgas, y la restregaba con fuerza contra su verga.
En esos momentos, realmente deseaba que nunca se detuviera, que siguiéramos así de por vida.
Era algo increíble, me encontraba como endrogado, en un éxtasis tal, que pensé que si alguien entrase a esa habitación en esos momentos poco me importaría a mí, lo que llegase a pensar esa persona.
En cierto momento él deslizó una de sus manos bajo mi cuerpo, agarrando mi verga, la que se encontraba contraída y en total estado de reposo, pero no hizo nada más que medio tocarla que se me puso erecta y bien dura.
Y a medida que él me continuó clavando y dando verga comenzó a manosear la mía, hasta que llegó el punto en que sin esfuerzo alguno me vine, entre sus dedos.
Los que llevó a mi boca, y se los chupé uno a uno, hasta dejarlos sin rastro de mi propio semen.
Por un buen rato, sentí toda su humanidad sobre la mía, hasta que comenzó a acelerar sus movimientos pélvicos, y yo a mover con mayor furor mi cuerpo.
Sus brazos me apretaban divinamente contra su velludo pecho, mientras que yo gemía y deliraba de placer.
Quizás fue idea mía, pero les juro que sentí ese primer chorro de semen dentro de mí, no sé qué me pasó, yo me visualizaba a mí mismo, viéndome en mi imaginación desde diferentes ángulos.
Cuando tanto él como yo finalmente nos detuvimos, nos quedamos acostados en su cama, hasta que la luz del siguiente día, nos despertó.
Cuando eso sucedió, me sentí aterrado, me preguntaba a mí mismo como pude haber hecho eso, que diría mi mujer, si se enterase, que haría ahora mi vecino, como actuaría conmigo.
Fue cuando sentí una deliciosa nalgada, y su acaramelada vos que me dijo. “Despiértate amor, que ya amaneció.”
No sabía qué hacer, ni cómo actuar, me acordaba de todo claramente, y sé que nada de eso hubiera sucedido de no haber sido que yo mismo lo permití.
Cuando aún acostado al abrir mis ojos, lo primero que me encontré fue su mástil, parado prácticamente frente a mi boca.
Pensé en pedirle una explicación de lo sucedido, pero al verlo a los ojos, supe instantáneamente cuál era su deseo, por lo que sin teatro alguno, tomé su verga entre mis dedos y me dediqué a mamársela completamente.
Por un buen rato se puede decir que disfruté del placer de tenerla en mi boca, hasta que largó su buen chorro de leche, la que sin escrúpulo alguno a medida que seguía chupando, la iba tragando.
Al terminar, mi amante me dio un fuerte beso, y me dijo. “Lo de anoche y ahora es algo que siempre he deseado hacer contigo desde que te conocí en la oficinas del administrador de la urbanización.”
Antes de que yo pudiera decir nada, mi amante continuó hablando. “Sé que fue tu primera vez, y espero que conmigo no sea la última, los dos tenemos una química única entre nosotros, no sé qué tú opines, pero me encantaría seguir viéndonos, siempre y cuando tú así lo quieras, no me tienes que decir nada ahora, piénsalo y después hablamos, o sencillamente no nos volvemos a ver, como tú quieras.”
Lo cierto es que nos hemos seguido viendo con cierta regularidad, yo siempre me he quedado en mi papel de pasivo, ya que entiendo que es el que mejor me va.
Aunque no dudo que, si en algún momento decido actuar como activo, él lo acepte, pero en cuanto a mi mujer y mis hijas, entiendo que no tienen por qué enterarse, de lo sucede entre mi vecino y yo.
UFFFF… EXCELENTE!!!!