Ámbar, La Nínfula
Qué otra cosa ansiar o desear, si no es el cuidado, la ternura y la compasión por personitas especialmente, hermosas y genuinas para nosotros. .
Ámbar, La Nínfula
Capítulo I
Sé que no soy el primero, ni el último, pero de algo estoy seguro: te sentirás identificado y no, no es una historia o relato más.
Tarde de verano, hace unas semanas que iniciaron las vacaciones en general, tanto para profesionales y estudiantes. El calor que empieza a sentirse encima del cabello, los brazos con el rozar del tufo y el tráfico caótico con bocinazos y discusiones poco afables, lo rutinario de la estación.
Me dirigo al baño para asear, refrescar y despertarme totalmente con una ducha fría de 15 minutos, doy pasos largos, ya que mis extremidades me lo permiten y en 5 zancadas, estoy en el cubículo.
Cierro la puerta tras mío sin voltear, me despojo de la prenda superior con rapidez y la inferior, con más calma, el short negro de seda con una protuberancia en medio, deslizo hasta los pies, dejando que la gravedad haga todo el trabajo, y levanto nuevamente con los dedos del pie. Mi bóxer negro, con pliegues en la zona de la ingle que ajustan la ropa al contorno del centro realza el tamaño visual de mi pene. Me despojo sutilmente y la presión contenida, hace que mi miembro quede de manera horizontal.
Me dispongo debajo de la ducha y giro el grifo azulado, el agua empieza a correr por la tubería y, segundos después, siento un chorro de agua fría sobre mi cabello, que lentamente se vuelve más lacio a la cabeza medida que el líquido se escurre entre ellos. Cierro los ojos y disfruto de ése placer de todos los días, como un ritual.
Niños correteando y gritando, con voces angelicales trazando sus formas de juego y quién haría qué.
Ella se distingue del resto, no por su cuerpo ni por sus rasgos. Veo más allá, esa mirada dulce, pasiva, tierna y que todo hombre querría proteger. Sus movimientos a la hora de correr, son espontáneos, en milésimas de segundos, tiene gran ventaja sobre el niño que le está persiguiendo, que luego de dos segundos se ha precipitado a seguirla. Sonríe, cerrando levemente los párpados, y esbozando una sonrisa color marfil, con los labios más rosados que he visto en mis 20 años de conciencia. Es ágil corriendo, pero no tanto con los reflejos y en instantes, es atrapada por su semejante. Reviso mi muñeca y dos manecillas me indican las 6:27
Vuelvo del trance, cierro la corriente, agarro el shampoo y activo en las manos, llevando a mi cabello, masajeo por inercia durante 3 o 4 minutos. Me enjuago las manos y cojo el jabón, que se me resbala, pero agarro con firmeza y empiezo a acicalarme el rostro, la zona del cuello que coincide muscularmente con el resto de la cabeza, mis hombros medianos gracias al gimnasio y una dieta alta en proteínas. Desciendo, hasta llegar a los pectorales, definidos, pero no grandes, y los abdominales, de igual manera. Mi entrepierna que aún sigue con el vigor, o tal vez más, es rodeada por mi mano y comienzo con un vaivén, que me estremece y tensa los músculos de la pierna.
Regresa ella a mis pensamientos, esta vez, con su cabello rubio castaño, sus ojos color miel que dirige mi mirada hacia ella, siguiendo por su nariz respingona, redondeada y sus pómulos sobresalientes, con cachetes y hoyuelos que dejan en ella una simetría espectacular. Y esos labios finos, el inferior levemente más grande, que brillan por la humedad de su saliva que dan un toque infantil y dulzón a la vista.
Mi pelvis se tensa aún más, mi respiración agitada, que termina en jadeos, y mi pene, aún más grande, libera esa carga en 4 chorros, a gran velocidad y escurriendo por el tronco y mis dedos.
El agua diluye todo fluido y espuma de mi cuerpo, cierro abruptamente el grifo, agarro la toalla, la envuelvo a mi cintura y salgo.
El aire acondicionado que empieza a esforzarse menos después del calor intenso del mediodía, me encamino hacia una puerta ligeramente entreabierta, el haz de luz divide la habitación en oscuridad a ambos lados, y en el costado izquierdo, la divisó.
La nínfula, durmiendo, a espaldas, con una colcha ligera, rosada sobre ella, cubriendo y contorneado la posición fetal, la envuelven cálidamente.
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