Asesora de Hogar
Contraté a una extrajera de 19 años para hacer las labores del hogar.
Asesora de Hogar.
A los 40 años y después de la muerte de mi esposa a muy temprana edad, debí hacerme cargo sólo de mis 3 hijos pequeños. A pesar de sus edades 5, 7 y 11 años, ellos eran bastante independientes. Se bañaban solos, hacían sus camas, la ropa la dejan en la lavadora, etc. Cosas pequeñas, pero que, en suma, ayudan mucho.
Desde mucho antes de la muerte de mi esposa, habíamos contratado una señora de unos 50 años que se encargaba de las tareas del hogar. Por ello, cuando ella falleció, las labores de la casa siguieron realizándose sin cambios.
El problema surgió cuando ella me avisó que iba a dejar de trabajar, ya que había conversado con su ex marido y había acordado vivir juntos nuevamente, para cuidarse mutuamente. Así, compartirían gastos y no sería necesario que ella trabajara más. Se iría al final del mes. Me alegré mucho por ella, pero esto me trajo un gran problema. Debía buscar una nueva persona para que se hiciera cargo de la casa. Buscar alguien de confianza, que tuviera experiencia y fuera honrada me puso en un aprieto.
Primero pregunté a conocidos si sabían de alguien que me pudieran recomendar, pero nadie me pudo ayudar. Por ello, tuve que poner un aviso en un sitio web en donde se hacen compras y ventas de artículos y además se ofrecen y piden personas para trabajar.
A penas subí el anuncio, comenzaron a llegarme mensajes y llamadas ofreciéndose, por lo que hice una agenda para recibir a las postulantes, en los horarios que estuviera en casa. En mi país, Chile, hace ya varios años que llega mucha gente extrajera a buscar mejores condiciones de vida. Por ello, más de la mitad de las llamadas eran de extranjeras. Una de esas llamadas me llamó la atención, y que fue de un hombre. De nacionalidad haitiana, me preguntaba por el trabajo. Le comenté que necesitaba una “asesora de hogar”. Él entendió de inmediato y me dijo que llamaba por el puesto, pero para su hermana.
Cuando realicé las entrevistas y tocó la de Islande, que era la chica haitiana, me volvió a sorprender, ya que llegó con su hermano Javier. El mismo con el que había hablado por teléfono. Los hice entrar y les comencé a explicar en que consistía el trabajo, pero era sólo él quien hablaba. Le pregunté el motivo y me contó que su hermana llevaba recién un mes en Chile y que aún no conocía bien el idioma. Podía entender bastante, pero casi no hablaba español. Obviamente le dije que ese sería un problema serio ya que necesitaba poder comunicarme con ella, sino como le podría decir que hacer y como hacerlo. Él me dijo que, frente a cualquier situación, ella o yo podíamos llamarlo a él. Pidió que le diera la oportunidad ya que él estaba trabajando, pero no le alcanzaba el dinero para mantener a ambos.
Tenía serias dudas, pero debo reconocer que lo que definió mi decisión fue la apariencia de ella. Era una morena de 19 años en ese momento. Su cara era muy bonita y su piel tersa. Pero lo que llamaba la atención era su cuerpo. Debía medir 1,7 m, tenía un par de senos de tamaño mediano, que apuntaban al cielo, desafiando la gravedad. Una cintura muy pronunciada y un culo, como se dice en mi país, “hecho a mano”. Sus piernas largas, eran bellísimas y se movían con gracias. Verla caminar era un deleite, sobre todo cuando estada de espalda y balanceaba su hermoso trasero, redondo y respingado.
Acordamos probar por un mes y ver como andábamos. El lunes siguiente, pedí en mi oficina poder hacer teletrabajo para poder indicar a Islande donde estaban las cosas del aseo y poder supervisarla.
Mis hijos estaban en el colegio, con jornada escolar completa (clases en la mañana y la tarde), por lo que el almuerzo debía estar listo a las 13:30 hr, ya que debían volver a las 14:30 hr al colegio. Yo siempre los he ido a buscar al colegio a medio día y los llevo a almorzar a nuestra casa.
El comienzo fue algo complicado ya que ella, si bien entendía gran parte de lo que le decía, no lográbamos comunicarnos ya que ella casi no hablaba español y no sabía cómo pedirme las cosas. Fueron varias llamadas a Javier para que hiciera de intérprete. Una vez que la dejé con todo a mano, me fui a mi dormitorio, en donde tengo un escritorio y podía trabajar de manera remota.
A eso de las 12:45 hrs, fui a la cocina para ver cómo iba con el almuerzo y la encontré muy complicada. Yo le había escrito la receta de como hacer el plato que debía preparar, pero al no conocer bien los nombres de todos los ingredientes, se había tardado mucho y casi no tenía ningún avance. Tuve que ponerme a armar la comida rápidamente y dejar cocinando, mientras iba a buscar a mis hijos. Islande se quedó detrás mío durante todo el tiempo que estuve cocinando.
Traje a los niños a almorzar y luego volví a ir a dejarlos al colegio. De vuelta hacia la casa, tenía pensado conversar con Islande para decirle que debía apurarse más con la comida, ya que, si no mis hijos se podían quedar sin almorzar. Al llegar a casa, mi fui directo a la cocina, ya que escuché que estaba lavando los platos.
Al entrar y verla frente al lavaplatos, nuevamente mis ojos se fueron a sus nalgas. Todo lo que venía pensando se borró de mi cabeza y sólo me quedé ahí disfrutando de la vista. Estaba con un vestido corto que le llegaba a la mitad del muslo, por lo que dejaba a la vista una gran porción de sus largas y bellas piernas. Las ganas de acercarme y agarrar ese culo con ambas manos eran enormes.
Pero me calmé y, tras aclararme la garganta, le hablé.
– Islande. Necesito que te preocupes más del almuerzo. No puedes atrasarte, ya que mis hijos deben almorzar a las 13:30. Le dije de manera calmada, pero seria.
Ella, sin darse vuelta, bajó la cabeza y sólo dijo: – Disculpe señor.
El tono de su voz me dejó ver que estaba llorando. Me acerqué a ella, hasta estar a sólo unos centímetros y le dije que se calmara.
– Tranquila. No es para que te pongas así. Sólo debes tratar de organizarte mejor con los tiempos. – Le dije.
Ella se dio vuelta y se acercó hasta apoyar su cabeza y sus brazos en mi pecho, con su mirada hacia abajo. Me quedé sorprendido, ya que no pensé que ella se acercaría de esa forma. No nos conocíamos ni teníamos la confianza para hacerlo. Al no saber que hacer, la rodeé con mis brazos por su espalda y le dije que se tranquilizara.
Sin embargo, ella no se apartó de inmediato, lo que hizo que tomara conciencia de la situación. La cercanía de su cuerpo y la vista de su trasero hace apenas unos segundos atrás, hicieron que sintiera algo en mi entrepierna. Me vinieron las ganas de abrazarla y apretarla contra mi cuerpo. Quería sacarle ese vestido y poder disfrutar de ese cuerpo que se notaba apretado y suave. Sin pensarlo mucho, la abracé suavemente, poniendo mis manos en su espalda. Una a la altura de su cuello y la otra en su cintura. La sensación fue muy placentera y mi pene comenzó a reaccionar. Bastó solo un momento para que estuviera duro, pidiendo salir del boxer.
Al estar concentrado disfrutando del momento, su voz me sorprendió.
– Por favor señor. Necesito este trabajo. – Dijo mientras levantaba la mirada y me veía directo a los ojos. Su cara preciosa con ojos llenos de lágrimas me hizo enternecer, pero a la vez me enardecieron más. Fue más bien instinto que otra cosa, pero con la mano que estaba en su cintura la atraje hacia mí, restregando un poco me pene en su vientre. Noté que se puso rígida, pero no dijo nada ni se alejó. Esto me dio la valentía de seguir, por lo que mi siguiente paso fue bajar un poco la mano y ponerla al final de su espalda, casi comenzando sus nalgas y comencé a sobajearla. A esta altura, la apretaba contra mi cuerpo con ambos brazos. Ella al tener sus brazos en mi pecho intentaba alejarme, pero sin mucho entusiasmo. Creo que tenía miedo de mi reacción si me rechazaba.
Sintiéndome dueño de la situación y con la calentura ya desatada, bajé la mirada e intenté besarla, pero ella corrió la cara. Lo intenté nuevamente, y ella nuevamente me evitó. Esto me enojó, lo que me llevó a hacer algo de lo que aún siento vergüenza. La tomé de los hombros y le dije: -Si vas a trabajar acá, harás lo que yo te diga. Si no estás de acuerdo con eso, toma tus cosas y vete. Te doy el pago por el día de trabajo y te puedes ir a buscar trabajo en otro lado.
Ella seguía llorando y temblaba y me suplicó que no la echara. – Por favor. Con el dinero de mi hermano no nos alcanza para vivir los dos. Necesito trabajar. Le suplico que no me eche. Haré lo que me diga.
Era lo que estaba esperando. Como aún la tenía tomada de los hombros, la di vuelta para que quedara de espaldas a mí. La tomé con mi mano izquierda de la parte posterior del cuello y la hice reclinar el cuerpo hacia adelante, apoyando sus manos en el lavaplatos. Con la derecha levanté su vestido y comencé a acariciar sus nalgas. Este culo me tenía loco de calentura y al tacto, su suavidad y firmeza confirmaron las apariencias.
-No, por favor. – Me suplicó.
Pero eso me enardeció aún más. Ya estaba fuera mí. La lujuria me controlaba.
-Tranquila. Esto te va a gustar. – Le dije.
Con mi mano arranqué su ropa interior y, tras ponerme un poco de saliva en los dedos, comencé a abrir y lubricar sus labios vaginales. Primero uno y luego dos dedos fueron introduciéndose en ella, para comenzar con un meta y saca que sacaron un par de gritos no muy fuertes de parte de ella. Saqué mi mano de entre sus piernas y me llevé los dedos a la boca. Quería saborear sus jugos. Eran deliciosos.
Me arrodillé tras ella y comencé a saborear sus jugos. Pasaba mi lengua con avidez por sus labios. Mis manos abrían sus nalgas para poder introducir la lengua lo más profundo que pudiera en su vagina. Continué saboreándola, mientras con mi derecha rodeé sus caderas y fui en busca de su clítoris. Una vez lo encontré, comencé con caricias circulares sobre él. Tras unos segundos, pude escuchar su primer gemido. Estaba comenzando a disfrutar.
Escucharla fue la señal que necesitaba. Me puse de pie y saqué rápidamente mi pene, el cual puse en la entrada de su vagina. Sin esperar la penetré de un solo impulso, lo que provocó un nuevo gemido de Islande. Ella continuaba sollozando, pero cada vez eran más frecuentes sus gemidos.
Puse una mano en su cadera y con la otra presioné su espalda para que la bajara más, de manera que su culo quedara levantado, en esa posición que es tan bella en una mujer que está en cuatro.
Ella ya estaba entregada. Bajó la espalda lo más que pudo mientras sus manos seguían apoyadas en el lavaplatos. Yo, ya con ambas manos en sus caderas, comencé con movimientos fuertes.
-Oooh. Qué rica que estás- Le susurré.
Mi vientre golpeaba ese culo levantado. La sensación era extraordinaria. Su vagina, ya muy lubricada, me apretaba tanto, que me tenía al borde del orgasmo. Era muy estrecha, casi perecía virgen. Bastaron un par de embestidas más para que me derramara. Antes de hacerlo, saqué la verga y la puse entre sus nalgas. Varios lechazos saltaron a su espalda y mancharon su vestido, los últimos quedaron entre sus nalgas. Yo seguía moviéndome, disfrutando del roce de su piel. Solté sus caderas y mis manos fueron a su vestido, al cual le abrí el cierre de la espalda para bajárselo hasta la cintura. Mis manos fueron a apoderarse de sus senos. Duros y suaves. Con pezones parados y pequeños al tacto. Los apreté y acaricié hasta que la última gota de semen salió de mí.
Estaba exhausto, mis piernas temblaban y mi respiración estaba agitada. Lentamente me fui retirando hacia atrás hasta que mi verga salió de ella. Luego, sin decirle nada me fui al baño a lavarme. Ella se quedó en la cocina.
Una vez en el baño, me metí a la ducha. Mi cabeza daba vueltas, pensando en lo que había hecho. ¿Qué pasaba si me denunciaba? Temí que, al salir del baño, no la encontrara y que su hubiera ido a la policía.
Me duché rápidamente y salí en dirección a la cocina. Allí estaba ella. Con el vestido puesto nuevamente, lavando la loza que aún quedaba sucia del almuerzo. ¿Qué hacer? ¿Pedir disculpas? ¿Continuar con el papel de macho dominante? Me acerqué a ella por detrás y tomé la decisión más acertada. Le di una nalgada y luego, tomándola del pelo, di vuelta su cara y la besé. Mi lengua se metió dentro de su boca, la cual encontré dulce. Ella se quedó quieta y dejó caer sus brazos a los lados. Mi beso se hizo más profundo. Mis manos fueron nuevamente a su espalda y abrí nuevamente su vestido, descubriendo sus senos. Mi boca se apoderó de uno de sus pezones y comencé a succionarlo. Ella gimió. Una mano amasaba su otro seno mientras la otra iba nuevamente en busca de su sexo.
Mis dedos la penetraron sin problemas, ya que los jugos de su vagina aún chorreaban por sus muslos. Tras un par unos minutos de chuparla y penetrarla con mis dedos, sentí su mano en mi nuca, entrelazando los dedos en mis cabellos y presionando para que le succionara más fuerte.
Esta negrita estaba comenzando a disfrutar y, por ende, a cooperar. Me levanté, la tomé de la mano y la llevé a mi dormitorio. Lo que le hice en la cama, lo dejaremos para el siguiente relato.
Haceme niñera, se la chupo a los mas chicos y me cojo al de 11 que lo veo a punto caramelo ☺🤤🫣
Las negras así son para meterle un dildo anal y darle por el grande.