Asesora de Hogar 2
Invadiendo el culo de Islande.
Al principio puso algo de resistencia cuando la llevaba al dormitorio. Sin embargo, no le solté la mano y seguí caminando con ella. Al llegar junto a la cama, me di la vuelta y la miré a los ojos nuevamente. Su cara seguía llena de lágrimas, las cuales sequé con un pañuelo. Luego de ello, comencé a besarla. Su frente, sus ojos, salados con sus lágrimas, sus mejillas y finalmente sus labios. Ella se dejaba hacer. No protestaba, pero tampoco cooperaba.
Me senté en la cama y acerqué mi boca a su seno izquierdo el cual comencé a succionar mientras mi mano cubría su seno derecho. Chupaba sus pezones con avidez y hacía círculos con la lengua. Mi otra mano apretaba su seno y pellizcaba suavemente su pezón ya erecto. Así estuve un rato, intercambiando de seno y saciándome de las ganas de tocar y mamar de esos pechos suaves y turgentes.
Tras dejar sus senos, la miré hacia arriba y la vi con los ojos cerrados. Sus brazos seguían a sus lados y no había participado de ninguna forma. Tampoco la había escuchado quejarse ni gemir.
Al sentir que había dejado sus senos, ella abrió lo ojos y me miró. Yo puse las manos en sus hombros e hice presión hacia abajo. Ella se agachó pensando que quería besarla, pero yo continué con la presión hasta que estuvo de rodillas frente a mí. La expresión de sus ojos delató que ya sabía lo que yo quería. Bajó su mirada a mi pantalón y vio el bulto que rogaba por salir. Me miró a los ojos y luego nuevamente a mi pantalón.
Tomé sus manos y las puse sobre mis piernas y eché hacia atrás mi cuerpo, apoyándolo en mis codos, de manera de poder verla. Ella no hizo nada, sólo se quedó ahí, con la mirada baja, sin moverse ni decir nada.
Tomé nuevamente sus manos y la puse directamente sobre mi pene y abrí el pantalón. Ella procedió a sacar mi pene y tomarlo, moviéndolo lentamente de arriba abajo, sin muchas ganas.
Viendo que esto no avanzaba como yo quería, tomé con mi derecha el pene y con la izquierda su cabeza y acerqué mi pene a su boca. Ella no la abría, por lo que restregué el glande por sus labios, nariz y ojos. Luego, presioné nuevamente en su boca y ella los labios, pero aún si abrir la boca. Sólo rodeaba la cabeza con los labios.
Ante la negativa, golpeé su cara con mi pene, lo que la sorprendió. Nada fuerte, pero al segundo o tercer golpe y tras poner nuevamente mi pene en sus labios, abrió la boca.
Era muy excitante ver mi pene en su boca mientras mi miraba a los ojos. Sus hermosos ojos me miraban con una mezcla de temor y odio. Pero me provocó aún más deseos, por lo que la tomé de la nuca y comencé a hacer presión. La mitad de mi pene desapareció en la boca y la invasión le provocó una arcada. Pero no bajé el ritmo y seguí penetrándola y violando su boca. Comenzó poco a poco a acostumbrarse ya que, con cada embestida, algo más de mi pene entraba en su boca hasta que luego de 4 o 5 estocadas, el glande llegó a su garganta cuando entró completamente. Apreté su nuca y mantuve el pene dentro de su boca. Ella tira mi cuerpo hacia atrás y tosió y botó mucha saliva. Sus ojos estaban con lágrimas. La dejé descansar sólo unos segundos, tras los cuales mi pepe volvió a entrar en su boca. Esta vez bastaron sólo 3 embestidas para que mi pene volviera a estar completamente en su boca. Pero ella ya lo esperaba. Lo mantuvo ahí mientras movía la lengua y acariciaba la base. Era extremadamente excitante. La presión en el glande producto de la estrechez de su garganta y el masaje de su lengua me tenía a tope.
Saqué el pene de su boca y la tomé de las axilas para levantarla. Luego la subí a la cama y la hice ponerse en cuatro, con sus nalgas al borde. La tomé de las caderas y, ubicando mi pene en la entrada de su vagina, presioné. La penetración fue rápida, casi violenta. Un quejido salió de sus labios, pero eso sólo lograba enardecerme más. Seguí bombeando mientras la nalgueaba. Primero en una, luego en la otra. Sus gemidos no se hicieron esperar y, tras unos segundos, bajó la parte alta de su cuerpo, dejándome sus caderas levantadas en una posición que no podía ser más bella y erótica. Cualquiera que haya estado en esta situación sabrá que no hay nada más erótico y excitante que una mujer en cuatro, con la parte superior de su cuerpo pegada a la cama. Se forma un corazón invertido que además deja ver todo su sexo y su ano. Este último me llamó la atención. Se veía muy apretado, por lo que, tras ponerme saliva en el pulgar, comencé a masajearlo. La primera vez ella se echó hacia adelante evitando el contacto, pero con mi otra mano la tomé fuerte de la cadera y la atraje hacia mí.
No paré de embestirla ni de masajear su ano. De a poco, su esfínter fue cediendo y logré meter la primera falange. Escupí en sus nalgas y con el dedo volví a lubricar su ano, hasta que todo el pulgar estuvo dentro.
A esta altura, sus gemidos eran fuertes. Ya no se reprimía para gritar. Sin embargo, su cuerpo no cooperaba. Sólo se dejaba hacer.
Sacando mi pene de su vagina, restregué la cabeza en su ano. – No, por favor- Me dijo. Pero yo no le hice caso, y seguí restregando y comenzando a hacer presión. – No, por favor señor. – Repitió y se tendió en la cama, alejándose de mí. Mi primera reacción fue sólo mirarla. Luego, sin decir ninguna palabra, me fui al baño y cuando entraba en él, miré hacia atrás, donde estaba ella aún recostada y le dije: – Vístete. Toma tus cosas y en cuanto salga del baño, te pago lo adeudado. Estás despedida- Seguido a eso, me metí a la ducha y comencé a enjabonarme el miembro, aún muy erecto.
Tras uno o dos minutos en la ducha, veo que entra al baño. Estaba completamente desnuda. Abrí la puerta de la ducha y la dejé entrar. Una vez adentro y sin mediar palabras, la di vuelta y la apoyé contra el muro. El agua caía por su cuerpo. Presionando con mi izquierda en su espalda para que la bajara, tomé con la derecha mi pene, que estaba lleno de jabón y volví a ponerle entre sus nalgas, haciendo presión en su ano. No lograba meterlo, por lo que tomé un poco de jabón líquido y lo puse en mis dedos. Luego, los introduje para lubricar. Nuevamente presioné con el glande y esta vez logré meter la punta. Un quejido salió de sus labios, pero contuvo los siguientes.
Poco a poco comencé con el vaivén que fue logrando que mi pene entrara un poco más con cada movimiento. Cuando ya tenía la mitad dentro, lo saqué casi completamente y lo volví a meter. No todo, sólo la mitad. Un gemido largo salió de su garganta. Su respiración estaba agitada. Volví a sacarlo casi completo y volví a meterlo. Nuevamente la mitad. Ella volvió a gemir. A la tercera vez de sacarlo, cuando estaba metiéndolo, ella impulsó su cadera hacia atrás de manera que todo el pene se perdió en su culo. Dio un grito de dolor, pero que escondía algo de placer. Me quedé ahí, sin moverme sólo acariciando sus hermosas nalgas. Dos fuertes nalgadas fueron lo necesario para que ella misma comenzara a moverse, sacando y metiendo nuevamente mi pene hasta la base.
Si sacar mi pene de su interior, bajé mis manos y comencé a acariciar sus senos, en donde me esperaban un par de pezones duros. Los apreté con los dedos y la vez que con mis manos hacía presión sobre ellos. Atraje su cuerpo hacia mí, levantándola, pero sin salir de su interior. Seguí embistiendo mientras masajeaba y apretaba sus senos y pellizcaba sus pezones. Luego de esto, sólo fueron necesarias un par de embestidas para que sintiera que me iba a venir.
Ella lo notó y volteó su cara para besarme, metiendo toda su lengua en mi boca mientras con sus propias manos tomaba las mías para apretar aún más sus senos. Los lechazos les llegaron directamente a sus intestinos. Seguía embistiendo mientras mis piernas comenzaban a flaquear.
Luego de unos segundos, ella apartó su cuerpo de mí, se dio vuelta y me miró a los ojos. Su cara había cambiado. Ya no había temor y odio. Era la cara de una mujer complacida y caliente. Sin decirle nada, se arrodilló, tomó jabón y comenzó a lavar mi pene. Luego, lo metió en su boca y se puso a juguetear con su lengua y mientras lo ordeñaba, succionando los últimos restos de semen.
Al terminar, se paró nuevamente, me miró a los ojos y abrió su boca, en donde había restos de mi corrida. Seguido a esto lo tragó para luego salir de la ducha y comenzar a secarse. Su cuerpo era una poesía. Todas en ella era perfección. Sus senos turgentes, con pezones que resaltaban al estar excitada. Unas caderas anchas, sin ser gorda, acompañada de una cintura de avispa.
Cuando terminó de secarse, se dirigió a la puerta. Antes de salir le hablé: – Desde ahora en adelante, eres mía. Cada vez que te lo diga harás lo que te pida. ¿Estamos de acuerdo? –
– Sí señor – Me dijo bajando la mirada. Sin embargo, pude notar que, al salir del baño, una sonrisa se dibujó en su rostro.
Seguí en la ducha unos minutos pensando. Se veía un futuro prometedor con esta nueva contratación.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!