Aventuras y Calenturas de Niño Traviesos. Capítulo 2: Diversión con el Sensei
Seguimos con las aventuras de algunos niños..
De niño iba a clases de Karate para aprender a defenderme. Iba al mismo dojo que mi amigo Nachito, un niño menor que yo por un año. En ese entonces teníamos 8 y 7 años, respectivamente.
Él siempre se quedaba después de las sesiones, pues su mamá trabajaba hasta tarde y el sensei era amigo de la señora.
Un día, cerca de una hora de haber finalizado la clase de karate, pasé frente al dojo, que estaba a cinco minutos de mi casa, y vi que estaba cerrado, pero escuché un ruido extraño proveniente del segundo piso. Entonces me dio curiosidad y fui a la parte trasera y para mi suerte se encontraba la puerta sin pasador. Pasé sin hacer ruido y subí para descubrir algo que me paralizó: Nachito se encontraba acostado en la cama desnudo con sus piernas al hombro y sobre él estaba el sensei, también desnudo pero metiéndole su verga a gran velocidad y muy profundo.
PLAF PLAF PLAF, se escuchaba en el lugar junto con gemiditos de mi amigo.
– ¡Aah, aah, aah! ¡Sensei! – gemía mi amiguito.
– Uuff, delicioso tu culito como siempre, perrita.
PLAF PLAF PLAF.
– Di que eres mi perrita. ¡Dilo! Uff…
– ¡Soy su perrita! ¡Soy su perrita! ¡Aaah, aaah, aaah!
– Ya viene… Te voy a preñar, perrita. Vas a tener a mis hijos y los voy a coger también… Uuuff. – decía el hombre lleno de lujuria.
– ¡Aaah, aaah, aaah! ¡Sííí! ¡Preñame!
– Ahí viee… neee… UUUFFF ¡GOOAAAGGH!
Bufó el sensei mientras terminaba dentro del culito de mi amigo.
PLAF PLAF PLAF, siguió embistiendo hasta que se cansó. Entonces se levantó y sacó su verga de unos 20 centímetros de largo y muy gruesa, llena de semen y algo de eses, mientras que el culito de mi amigo estaba super abierto. Increíblemente aquel animalote había penetrado la cuevita de un niño de 7 años.
En eso comencé a retroceder para irme, pero me topé con el hermano del sensei, que se dedicaba a lo mismo.
– ¿A dónde crees que vas putita?
– Yo… yo… – intentaba decirle algo, pero el miedo me había paralizado.
– No piensas perderte la diversión ¿Verdad?
Puso sus enormes manos en mis hombros y comenzó a guiarme hasta donde estaban el Sensei y Nachito. Al estar cerca de ellos, pude apreciar mejor cómo la cuevita de mi amiguito estaba super abierta y en el se notaba la leche del sensei.
– Es mi turno. – dijo el hermano del sensei el cual no había notado que se encontraba completamente desnudo y con su vergota parada por completo.
El hombre escupió sobre su mano y untó su herramienta con su saliva, la alineó con el anito de Nachito y sin esperar ni decir palabra alguna, se la dejó ir hasta el fondo.
– ¡AAY! – gritó mi amiguito debido a la brusquedad del hombre.
– ¡UUUFF! Lo tienes tan rico que no me cansaré nunca de cogerte.
PLAF, PLAF, PLAF, ese ruido comenzó nuevamente cuando el hombre penetraba como animal en celo a mi amigo. Sentía que el sonido inundaba mi ser y de alguna manera me estaba haciendo sentir extraño. Pero eso no era lo único que comenzó a alterar mis sentidos, pues sentí un olor desconocido para mi.
– ¡Aah, aah, aah! – gemía Nachito.
PLAF, PLAF, PLAF. En ese preciso momento observé la cara de mi amiguito y por su expresión se notaba que le encantaba. No sé que me hizo dirigir mi vista hacia la cara del hombre y cuando lo vi directo a los ojos, me sonrió y guiñó su ojo izquierdo. Lo que no me di cuenta es que el sensei me había bajado mis shorts y trusita hasta que sentí como su mano derecha manipulaba mi pajarito, mientraa que con la izquierda sobaba mi culito.
– Estás delicioso, Román. – me dijo el Sensei al oido haciendo que mi ser se estremeciera. – Pronto sentirás lo mismo que tu amiguito.
El sensei me dio un beso en la mejilla, algo que no me agradó en esa ocasión, y siguió pajeándome y agarrando mis blancas nalguitas.
– ¡Aaah, aaah, aaah! – mientras tanto Nachito gozaba de la verga del hermano del sensei.
PLAF, PLAF, PLAF. Ese sonido, los gemidos de mi amigo, los bufidos de aquel macho que lo cogía, el olor, el calor de la habitación y los manoseos del sensei a mis partes íntimas, hicieron que mi cuerpo se empezara a sentir caliente y mi respiración a agitarse.
– ¿Te gusta, bebé? – Me preguntaba el sensei. – estás muy rico, Romancito. Siempre había querido estar en esta situación contigo. Eres un niño hermoso y estás nalguitas son lo mejor.
Aunque comenzaba a gustarme, el miedo que sentía era intenso, pues me tenía paralizado. Nunca en mi vida imaginé esto.
De la nada, el sensei me volteó y sin más me cargó y me acostó boca arriba en un sofá algo viejo. Ese fue el momento en el que mi placer aumentó y mi cuerpo se aflojó, pues el sensei se metió mi pajarito en su boca, haciéndome una rica felación. Perdí la noción del tiempo y espacio, mientras el placer que sentía iba en aumento.
Sentía que todo a mi alrededor daba vueltas, que flotaba y caía a un vacío profundo. Mis manos automáticamente agarraron al sensei de sus cabellos, tratando de que no se fuera a apartar de ahí.
Luego sentí cómo alzó mis piernitas y cadera, para segundos después sentir algo húmedo en mi colita, algo que parecía estar con vida. Levanté mi carita para ver y no lo podía creer: el sensei estaba chupando mi colita como si no hubiera mañana. Las sensaciones en mi cuerpo eran indescriptibles, haciéndome desear que ese momento no terminara jamás.
Estuvo un parde minutos así y luego de un solo movimiento me volteó boca abajo, luego puso un cojin bajo mi hombligo y mi colita quedó algo suspendida en el aire. Me dejó ahí unis segundos y al volver sentí algo como viscoso en mi colita.
– ¿Qué hace sensei? – Pregunté, saliendo de mi trance.
– Te pongo aceitito, bebé. Lo necesitarás.
En ese momento unos chillidos y bufidos me distrajeron. PLAF, PLAF, PLAF, PLAF, PLAF. El hermano del sensei había aumentado la velocidad de las embestidas y estaba dando a mi amiguito una cogida de campeonato.
– ¡GOOAAGHH! ¡TOMA MI LECHE, PUTOOO! – Bufó el macho mientras taladraba a Nachito con violencia.
– ¡AAAAAAHHH! – gimió mi amiguito de manera tan aguda que parecía que era niña.
PLAF, PLAF, PLAF. Repentinamente la intensidad disminuyó y el hombre se dejó caer sobre mi amiguito, permaneció pegado a él y soltó un suspiro lleno de satisfacción.
En eso sentí que algo invadía mi colita, haciéndome gritar un «AY». Se trataba del dedo medio de la mano derecha del sensei, quien denotaba ansiedad y lujuria en su rostro.
– Se-sen-sei… Du-duele. – dije con dolor.
– Tranquilo, bebé. Pronto te acostumbrarás.
Estuvo unos cinco minutos haciendo eso, hasta que…
– Hermano, pásame el frasquito especial.
El otro hombre sin pensarlo dos veces se levantó, saco de una cajonera un frasco pequeño y se lo lanzó al sensei. Éste lo destapó y me lo puso bajo mi naricita.
– Aspira profundo, bebé. – me dijo.
Así lo hice y santísimo cielo, mi cabeza dio vueltas si control, sentí que mi cuerpo se relajó y las sensaciones aumentaron. Entonces sentí algo grueso punteando mi colita, mientras el sensei se acercó a mi oído.
– Es hora de que tu culito sienta lo que es tener una verga como la mía adentro. Hoy te convertiré en mi hembra.
Habiendo dicho esto comenzó a empujar lentamente para que mi colita se fuera abriendo.
Sentí su gran verga separando mis nalguitas y avanzando hacia dentro de mi colita. No voy a mentirles, de verdad me dolía, pero el aspirar lo que había en el frasco hizo que mi cuerpo se relajara un poco.
– Sensei… Duele mucho. – dije suplicando.
– Tranquilo, bebé. Mira, aspira nuevamente esto.
Entonces así lo hice, aspiré profundo, pero en esta ocasión no lo retiró y me dijo que aspirara profundamente dos veces más. Yo obediente lo hice y en ese momento sentí que mi cuerpo se ponía flojito, flojito. Sentía como si estuviera durmiendo pero a la vez despierto y todo me daba vueltas. Ahí fue cuando mi Sensei aprovechó y empujó con fuerza, logrando que su glande entrara en mi colita.
– Aaaahh. – gemí al sentir la invasión de aquella verga.
– ¡Uff! Que apretadito se siente tu culito. – dijo a mi oído.
El sensei comenzó a besar mi espaldita, mis hombros, mis mejillas y acariciaba mi cuerpito. Luego me tomó de la carita y la levantó y jaló hacia atrás para plantarme un beso en la boquita, mi primer beso y era a lo Spiderman (jeje), al revés.
Primero junto sus labios con los míos, para proceder a morder suavemente. Imité lo que estaba haciendo mi sensei y cuando pensé que eso era todo, su lengua invadió mi boquita. Sentí la calidez, la humedad y el sabor a hierba buena de su boca.
El sensei volvió a aprovechar el momento y comenzó a empujar y a meter su verga en mi culito, ahogando con su boca mis quejidos por el poco dolor que sentía. En es momento deseaba que se detuviera un poco, porque quería que parara el dolor. Pero no lo hizo y poco a poco avanzó hasta que su pelvis chocó con mis nalguitas. Sus besos ahogaban mi voz, estaba devorando como animal mi boquita, hasta saciar su hambre.
– ¡Uuff! ¡Por fin! Eres mío, muñequito. Desde que te inscribiste en mi dojo quise enterrarte mi verga. Y por fin te tengo así. Eres mi hembrita. – dijo con un tono feliz pero perverso.
– Se-sensei. Por favor, sáquelo. – dije volviendo a pedir clemencia.
En vez de eso, puso unas gomitas en mi boca y el frasco en mi nariz.
– Mastica y aspira. Sentirás muy rico, bebé.
Una vez más, como el borreguito que era, obedecí. Esperamos un parde minutos y…
– ¡Aaah, aaah, aaah! – reaccioné intempestivamente, desatando toda la lujuria acumulada.
– Eso, goza perrita. ¡GOZA!
¡PLAF, PLAF, PLAF, PLAF, PLAF! El sensei empezó a tratarme como si de verdad fuera un putito experimentado. No tuvo piedad ni paciencia. Como animal en celo se dispuso a gozar mi colita.
¡PLAF, PLAF, PLAF, PLAF, PLAF! Se escuchaba en todo el lugar. Yo gemía y gemía, mi respiración estaba agitada y mi cuerpito descontrolado. Sentía que mi colita palpitaba solita, como si tratara de masticar la verga de mi sensei.
PLAF, PLAF, PLAF.
– ¡Aaah, aaah, aaah! ¡Sensei! Deme más quiero más.
Después de que dije eso, sacó su verga de mi colita, me puso boca arriba, levantó mis piernitas y me dejó ir nuevamente su verga, para así cogerme de frente y con violencia.
– ¡Eres mía, putita! ¡Mía, mía, mía! Te preñaré todos los días hasta quedar seco. Tu culito será deposito de mi leche. ¡OOHH!
PLAF, PLAF, PLAF, PLAF.
– ¡Senseeeei! ¡Aaah, aaah, aaah!
– ¡Toma, toma, toma! Mi verga de macho pertenece aquí. Esta colita es mía. ¡Uuuff!
Así estuvo cogiéndome por largos minutos hasta que llenó mi culito con su leche de macho.
– ¡GOAAH! ¡UUUFF!
– ¡AAAH, AAAH, AAAH! Siento caliente en mi colita. ¡AAAHH!
PLAF, PLAF, PLAF. Estuvo bombeando hasta que se cansó. Sacó su verga y su leche comenzó a brotar, poniendo orgulloso al primer macho de mi vida.
– Estuvo rico, sensei. Quiero volver a repetirlo.
– Cuando quieras, bebé. Cuando quieras.



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