Baile con la más fea… Pero que rico la pase.*
Se dice que las feas no son buena opción… Difiero grandemente. .
El título de la presente no es para denigrar a nadie. Sólo que no se me ocurrió otro tema acorde.
Ella es Carla. Tiene 35 años, flaca, tez morena, tirándole a prieta. Pechos pequeños, cadera mediana y nalgas pequeñas, cacariza de cara y un poco amargada en cuanto a personalidad.
Yo no soy un adonis o modelo, pero creo tener lo mio. Delgado, 1,70, tez trigueña, cabello chino y tengo 27 años.
Carla es mi vecina. Por lo que no nos era raro encontrarnos en la parada del bus.
Un día. Me llamo la atención verla con un vestido negro, que le llegaba a los muslos, nada de escote y entallado.
Confieso que me llamó mucho la atención, no se. Pero así fue.
Por mi mente paso el pensamiento de ¿Que tan cachonda sería o que tanto sabría dar placer? En fin. Eso pensé solo con verla así vestida, ya que no era muy común. Siempre usaba pantalones holgados, con su respectiva chamarra.
Por cuestiones familiares vivo solo y es aquí donde, ahora si comienzo.
Se había propuesto una kermes en la unidad donde vivo. Cosa que no era tan raro; pues, varios vecinos buscaban cualquier pretexto para emborracharse y yo no era la excepción.
Pasada la media noche. Ya me encontraba muy embrutecido por el alcohol. Cosa que me hacía ir de impertinente con algunas vecinas.
Entre tanto esfuerzo. Ahí estaba Carla. Con el vestido con el que la había visto hace una semana y su típica chamarra blanca.
Por lo desinhibido que estaba, me atreví a sacarla a bailar. No me quedaba de otra.
Luego de convencerla y créanme que me costo trabajo.
Al ritmo de algunas canciones, me animaba a repegar mi carne erecta o en su defecto mi mano rosando partes de su cuerpo.
Ella se hacía a un lado y yo comencé a decirle cosas agradables.
«No juegues con fuego porque te vas a quemar». Me dijo.
«A ver». Fue mi respuesta y seguí con mi estrategia.
Ahora le di un tímido beso en el cuello, pegando bien su cuerpo con el mío.
Fingía estar más ebrio y así le pedí me acompañase a mi departamento.
– Se lo que pretendes… Mira. Seré fea, pero no estúpida. ¿Así que eso es lo que quieres, verdad?
Armado de valor, me acerque, la tome de la cintura, diciendo ¿según tu que es lo que quiero?
A lo que ella respondió súbitamente con un beso apasionado en mi boca.
Su lengua invadía la estancia de la mía, por lo que correspondía de la misma manera.
La palma de su mano cubría el bulto de bajo de mi pantalón, sobando en círculos.
Luego hizo que tocara sus diminutos pechos, pasando por sus nalgas, su vagina la toque por iniciativa, esta ya estaba húmeda.
Y todo esto sin dejar de besarnos.
Nos quitamos nuestras chamarras, ella se hinco, sacando mi ardiente y dura verga y… ¡No, no, no!
¡Que rico me la chupaba!
Ahora. Terminó de quitarme el pantalón. Se alzó el vestido, se quito un cachetero rosa, empotrandose al aire, se clavo así. Estando yo contra la pared.
En esa posición le quite su vestido y me aferre a su cintura, dándole con todo.
Ahora me llevo al cuarto, acostandome en la cama, poniendo su vagina en mi cara.
Que delicioso era aquello en mi cara. Su aroma, su sabor, lo cachonda que se movía.
Luego, se volteo, para dejar su trasero en mi cara, exclamando. «Chupame bien perro».
Su ritmo marcaban mis chupadas, entre su recto y su vagina.
Ya no sabia si gemir o ¿que? Pues sus mamadas en mi falo me hacían perder la concentración en ese 69 tan rico.
Ahora nos acomodamos de cucharita. Carla se metió mi pedazo en el culo.
Mis manos acariciaban su flaco cuerpo, pero con una piel firme y suave.
Luego decidió montarme aún clavando mi verga en su culo.
Esos pechos parecidos a dos limoncitos, se contoneaban de abajo hacia arriba.
Ahora se la enterró en su vagina, la cual pareciera que había tenido su descarga, porque se sentía muy mojada y goteaba.
¿Te gusta? Preguntó. Al decir que si, volvió a besarme.
Dejame mintarte. Dije.
Hoy no niño. Fue su respuesta.
Otra vez de cucharita, pero esta vez frente a frente, me acomodo entre sus piernas y seguir con el trabajo.
No podía desaprovechar el mamar esas dos uvas que tiene por chichis.
No se si había hecho bien, pero mi vecina comenzaba a gemir. Por aquello o por la penetrada.
Mi boca dejó sus pezones para ir a su cuello y de ahí a su boca.
Para luego de eso ¡puf! Un sabroso orgasmo le vino a ella y luego a mi.
– Estuviste muy bien como para estar muy borracho ¿eh?
– Si. Gracias ¿Te quedaras?
– Nunca acostumbro amanecer en cama de mis amantes.
Al vestirse simplemente se fue.
Opté por no hablarle; por lo que solo la saludaba con señas cuando la veía en la para del bus, pero ella ni siquiera devolvía el gesto.
Aún así ¡Que bien la pase!
Vladimir escritor.
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