Bien los has dicho, tú no eras maricón, pero cuando termine contigo, lo serás.
Un excursionista que se bañaba desnudo en una posa, se encuentra en la montaña con un hombre, que lo secuestra y sodomiza, cosa por lo cual el excursionista lo sigue visitando..
Bien los has dicho, tú no eras maricón, pero cuando termine contigo, lo serás.
Por lo menos una vez al mes, desde que entré a la Universidad, yo tenía la costumbre de un día no ir a clases.
Sobre todo, cuando sabía que mis padres no estaban en casa, por lo general era viernes bien temprano, decidía subir, y acampar en la montaña, ya que, aunque regresara el domingo, ellos no se enterarían.
Así que agarré uno de los transportes la carretera vieja, y cuando llegamos a las inmediaciones de la montaña me bajé.
Yo conocía un retirado pozo, en el que me gustaba irme a bañar y acampar, así que tras caminar por más de tres de horas llegue.
Rápidamente armé la caseta, luego me quité toda la ropa y me tiré en la poza, ya que estaba bien seguro de que nadie pasaba por ese lugar, no tan solo por lo retirado que se encontraba sino por lo difícil que era llegarle.
Yo estaba de lo más confiado bañándome, cuando me dieron unas fuertes ganas de cagar, así que aproveché, me salí de la poza, y tras retirarme lo suficiente, hice un hueco en la tierra, y sabrosamente cagué, como nunca antes lo había hecho.
Luego tapé con tierra, todo, y en la corriente que salía de la poza me lavé bien, hasta ese momento yo estaba de lo más feliz, al regresar a la poza, y justo antes de volverme a meter.
Escuché el crujir de unas ramas, y cuando algo asustado me di vuelta para ver de dónde provenía el ruido.
Me encuentro a un tipo, todo sucio, peludo, y barbudo, apuntándome con una gran escopeta. Yo del susto me quedé paralizado, no fue hasta que el tipo ese casi gruñendo me preguntó que hacía.
Yo tartamudeando del miedo que tenía le dije todo, que me había escapado de clases, para acampar, y regresar al siguiente día a casa.
El tipo ese sin dejar de apuntarme con la escopeta caminó alrededor mío, me vio de pies a cabeza, como si estuviera tasándome, o evaluándome, y de momento, mientras tenía su mirada fija en mi verga me dijo. “Tienes un lindo cuerpo.”
Me sentí incomodo por la manera en que él me miraba, por lo que traté de agarrar mi ropa para ponérmela.
Fue cuando el salvaje ese, empujándome con el cañón de la escopeta, me dijo. “Camina por esa vereda.” yo le dije que iba a garrar mi ropa, pero de inmediato volviéndome a empujar con el cañón de su escopeta me dijo. “A dónde vamos no te va a hacer falta.”
Como andaba descalzo, y completamente desnudo, el tratar de salir corriendo no era una opción.
Por lo que, caminando a unos cuantos pasos frente a él, seguí la vereda, que en menos de unos cinco minutos nos condujo al frente de una casa, de madera y cemento.
En la que había una vieja camioneta 4×4, y un camino de tierra, y un sinfín de gallinas, chivos, un burro, y un par de perros que apenas me vieron comenzaron a ladrar.
Sin dejar de apuntarme me indicó que entrase a la casa, ya dentro me sentí sumamente incomodo por la manera en que el tipo ese me veía, fue como no dejaba de verme la verga, no sé cómo me atreví a decirle, que le dije, que a mí no me gustaban los maricones.
Fue cuando él riéndose me respondió. “Fíjate que a mí tampoco, a mí me gustan los hombrecitos como tú.” Yo la verdad es que me quedé sin saber ni que pensar.
Además, su manera de hablar fue mucho más suave, que las otras veces, es más en ese momento, me sonó como afeminado.
De inmediato agarró una cadena, y me ordenó que me la pusiera en el pie, y luego me entregó un candado para cerrarla.
La otra punta la pegó también con candado a una gruesa columna de la casa, que se encontraba al lado de una pequeña cama.
Después de eso soltó la escopeta fuera de mi alcance, y de inmediato comenzó a desnudarse, una vez que estuvo completamente desnudo, me di cuenta de que tenía una verga mucho más grande, y gruesa que la mía.
Él se me acercó, me tomó entre sus brazos, y de golpe me plantó tremendo beso en la boca, traté de zafarme, y fue cuando recibí un duro golpe en la boca del estómago, sacándome todo el aire, y dejándome sin aliento.
El golpe fue tan y tan fuerte, que de inmediato caí al suelo, sin fuerza alguna, fue cuando él me tomó nuevamente entre sus brazos, y sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo, me colocó sobre su cama boca abajo.
Sin dejar de acariciar mis nalgas, me dijo. “A mí me gusta comerle el culito a los hombrecitos como tú.” Al tiempo que sin que yo pudiera ofrecerle ninguna resistencia, mientras recuperaba el aire, hizo que separase las piernas, y levantase las nalgas.
Mientras que mi pecho permanecía pegado a su cama, comencé a llorar, diciéndole que yo no era maricón, que no me hiciera daño.
A lo que el riéndose respondió. “Puede que eso sea cierto, bien los has dicho, tú no eras maricón, pero cuando termine contigo, ya lo serás.”
De golpe comencé a sentir como sus dedos me los enterraba dentro de mi culo, creo que llenos de vaselina.
Aunque yo continuaba llorando y pidiéndole que no me hiciera eso, él ni se inmutó, continuó por un buen rato enterrándome prácticamente toda su mano dentro de mi culo.
De momento sentí que extrajo sus dedos de entre mis nalgas, y fue cuando nuevamente comencé a sentir que algo duro, grueso y muy caliente me entraba por el culo.
Lloré, grité, pataleé, pero nada de eso pudo evitar que el salvaje ese continuara clavándome toda su gruesa verga dentro de mis nalgas.
Por mi rostro corrían mis lágrimas, mientras que él continuaba enterrando, y sacando prácticamente toda su verga de mi adolorido culo.
Pero en medio de mi desesperación, comencé a sentir algo muy raro, ya que a medida que él no dejaba de clavarme toda su verga, y de acariciar mis nalgas, y el resto de mi cuerpo, y hasta de agarrar ocasionalmente mi propia verga, que para mi sorpresa se había puesto dura.
No sé cómo fue que comencé a disfrutar de todo lo que mi captor me estaba haciendo, sentía su boca, y su cálida respiración sobre mi nuca, como me mordisqueaba sabrosamente el lóbulo de mis orejas.
De igual forma alguna de sus manos me apretaba las tetillas de mi pecho, cuando no era que con la otra comenzaba a masturbarme, al tiempo que no paraba de darme deliciosamente por el culo.
Yo en esos momentos, que nunca antes había llegado a tener una relación sexual de ese tipo, y tampoco con una mujer, comencé a sentirme distinto, mis nalgas se movían de manera involuntaria, de lado a lado, hacia el frente y hacia atrás.
El sentir sus velludos brazos, y pechos sujetos firmemente contra mi espalda, me dio una sensación de placentera seguridad.
Yo no podía dejar de mover mis caderas, y de pedirle que me diera más y más duro, hasta que él me apretó con fuerza contra su cuerpo, y comenzó a moverse mucho más lento, hasta que finalmente, tras darme unos cuantos empellones con su verga se detuvo.
Quizás yo exagere, pero puedo jurarles que sentí como su caliente leche me llenaba por dentro, manteniendo su grueso miembro dentro de mi culo, por un buen rato.
A todas estas, yo ni cuenta me di cuando acabé, entre sus dedos, al poco rato extrajo su verga de mi adolorido culo.
Luego nos quedamos tendidos sobre la pequeña cama, sus brazos no dejaban de abrazarme, hasta que finalmente él se levantó.
Yo me quedé agotado, tendido sobre la pequeña cama, con mi culo bien abierto, y muerto de vergüenza.
Por la forma, y manera en que durante los últimos minutos me había comportado, fue cuando él me dijo. “Por lo visto te gustó, hacía tiempo que no me comía un culito como el tuyo, es más hasta me lo restregaste con fuerza, contra mi cuerpo, seguramente para sentir mi verga más dentro de ti.”
La verdad es que eso era cierto, y por eso me sentía sumamente avergonzado, como era posible, que eso me hubiera no tan solo dolido tanto al principio, sino que luego yo deseaba que no se detuviera nunca.
Como me quedé en silencio, él no me dijo más nada, hasta que buscó un balde con agua y me dijo. “Lávate bien ese culo, que más tarde deseo volver a comértelo.”
Todo adolorido como me encontraba, me bajé de la cama, y comencé a lavar mis nalgas, hasta que me dieron unas tremendas ganas como de cagar.
Fue cuando voté todo lo que él me había dejado dentro, una gran cantidad de su leche, mesclada con algo de mi propia sangre.
Ya que seguramente me había roto el culo. después él tomó el balde, y me preguntó si tenía hambre.
Me sentía indignado, abusado, ultrajado, y groseramente le dije que se metiera su comida por el culo.
Él se sonrió, sacó el balde de la casa, soltó la cadena de la columna, y me toscamente me dijo ahora anda a darte un buen baño, y sin malacrianzas, o te vuelvo a sacar todo el aire.
Sumisamente por temor a volver a ser golpeado de nuevo, me di un baño con agua fría, al salir me volvió a ofrecer de comer, pero le respondí que no tenía hambre.
Nuevamente pegó la cadena a la columna, y se marchó dejándome solo dentro de la casa, por todos los medios posibles traté de quitarme la cadena, pero me fue imposible.
Pero cuando él regresó al rato, me volvió a preguntar si tenía hambre, y le volví a decir que no.
Se sonrió, y de momento que me ha sonado una tremenda cachetada, tirándome al piso, que me dejó casi sin sentido.
Cuando volví en mí, frente a mi cara él mantenía su verga, y agarrándome por el pelo me dijo. “Ahora ponte a mamar.”
La verdad es que no me lo tuvo que decir dos veces, casi de inmediato abrí mi boca, y con ella comencé a chupar su tremenda verga.
En cierto momento pensé que, si le daba un buen mordisco, podría tratar de escaparme, pero justo cuando lo estaba pensando, me dijo. “Cuidado con morderme, porque te meto un tiro en la cabeza.” Y diciendo eso señaló una pistola que se encontraba al alcance de su mano, pero lejos de las mías.
Así que sin poder ofrecer resistencia alguna me dedique a seguir mamando su verga, hasta que cuando su verga se encontraba bien dura dentro de mi boca, él me dijo. “Espera.”
De inmediato me hizo volver a la cama, pero en lugar de que me acostase boca abajo, me hizo sentar sobre la cama con mis piernas bien abiertas.
Luego como él también andaba tan desnudo como lo estaba yo, me agarró por los tobillos, y me levantó las piernas, fue cuando, lo vi frente a mí como embadurnaba mi culo con vaselina.
A todas estas yo permanecí en completo silencio, temeroso de que si decía o hacía algo que a él no le agradase, me volviera a soltar otro fuerte golpe.
En la posición en que me encontraba pude ver muy claramente, como su inmensa verga volvió a meterse casi por completo dentro de mi apretado culito.
Aunque el dolor siempre estuvo presente, y se me volvieron a correr una que otra lagrima, permanecí en completo silencio, hasta que con asombro vi, como mi culo se había tragado toda su gruesa verga.
Él nuevamente comenzó a meter y sacar su verga de mi culo, mientras que absorto yo lo observaba, sus manos soltaron mis piernas, y al tiempo que continuaba enterándome sabrosamente toda su verga entre mis nalgas.
Comenzó a acariciar todo mi cuerpo, sus dedos los introdujo dentro de mi boca, los que yo de manera involuntaria al principio comencé a chupárselos, al tiempo que su verga continuaba entrando y saliendo de entre mis nalgas.
Con su otra mano comenzó nuevamente a manipular mi verga, y a los pocos minutos, ya me estaba masturbando sabrosamente, al tiempo que no dejaba de jugar con sus dedos dentro de mi boca, y su verga no cesaba de entrar y salir de mi culo.
Fue en esos momentos que yo nuevamente comencé a mover mis caderas, a restregarlas con fuerza contra su cuerpo, buscando sentir más y más dentro de mí su buen pedazo de carne.
A medida que todo eso sucedía el comenzó a preguntarme si me estaba gustando lo que me estaba haciendo, a lo que yo aun con sus dedos dentro de mi boca le respondí que sí, y mucho.
Al escucharme a mí mismo decir eso, la vergüenza que sentía desapareció, al punto que a medida que él continuó clavándome toda su sabrosa verga yo le pedía que me diera más y más.
Yo me vine entre sus dedos con gran facilidad, mientras que él por un buen rato continuó clavándome sabrosamente.
Al finalizar, me sorprendió en parte que me quitase la cadena, y me dijo, haz lo que tú quieras.
Yo de inmediato sin tan siquiera lavarme el culo, regresé a donde yo había armado mi campamento, aproveché, y me volví a lavar el culo, pero en la poza, y recogí todas mis cosas.
La cara de sorpresa que él puso cuando me vio llegar con mi morral, tan desnudo como él me había dejado, fue cuando le dije que, si podía pasar la noche con él, en su casa, y que al siguiente día me dejase en la carretera.
Desde luego que esa noche volví a mamar su sabrosa verga, hasta que lo hice venirse dentro de mi boca, para luego yo tragarme toda su leche.
Ahora ocasionalmente cuando subo a la montaña, llegó directamente a su casa.
¡Muy bien escrito!
Es una de las mejores historias que has escrito! Felicidades!!!