Botín de Guerra Cuarta Parte
Continúa la formación de Sigrid.
CUARTA PARTE
Sigrid acurrucó su cuerpo desnudo en la colchoneta y durante un rato observó a la pareja que volvía a la cama, con Alice sobre Connors. La joven cogió la nuevamente erguida polla de su padre y la colocó en la entrada de su vagina, frotándola suavemente con movimientos circulares hasta que, avanzando despacito las caderas, volvió a introducírsela. Comenzó un movimiento vertical de mete y saca, alternándolo con movimientos ondulantes de su espalda, lentamente, mientras con las uñas acariciaba el pecho y los pezones de Connors, bajo la atenta mirada de Sigrid, que los observaba desde la oscuridad. La alemana llevó una mano a su entrepierna y comenzó a acariciarse, sin dejar de observar los movimientos de Alice, que pronto llegó al éxtasis del orgasmo mientras de nuevo un chorro caliente inundaba sus entrañas. Sigrid gimió también al ver el orgasmo y sentir el suyo propio, quedando dormida a continuación.
El frío despertó a Connors. Alice mantenía su mano agarrando la polla. Miró la esfera luminosa de su reloj y se percató que eran las 4 de la madrugada. 2 horas de sueño perdidas. Buscó con la mirada a Sigrid, que dormía acurrucada en la colchoneta al fondo de la habitación, tal y como la había dejado Alice. Se levantó sin hacer ruido y se acercó a la colchoneta. Sigrid estaba hecha un ovillo, las rodillas casi en el pecho, y los puños bajo la barbilla. Chorretones blancos resecos marcaban los disparos de semen en su cara, que permanecía tranquila y relajada.
Buscó en unos cajones y extrajo una manta y un almohadón de uno de ellos. Con cuidado introdujo el almohadón bajo la cabeza de la alemana y la cubrió con la manta. Sigrid se arrebujó, murmuró algo que no entendió y siguió durmiendo plácidamente. Volvió un rato a la cama en un sueño ligero, simplemente relajado, hasta que oyó algún crujido por lo que echó mano a la Colt 1911 que descansaba sobre la mesilla. Afinó más el oído, pero no volvió a escuchar nada, por lo que simplemente se relajó algo, miró de nuevo el reloj: las 5:45. Bueno ya era hora de levantarse. Se desperezó y puso los pies en el suelo. Joder, la verdad es que hacía algo de frío, se dijo, mirando hacia el camastro de Sigrid. Estaba vacío. Bueno, estaba claro que la pequeña putilla había tomado su decisión. Dejó durmiendo a Alice y bajó a la planta inferior, a la habitación donde habitualmente dormía. Tenía una ducha interior, por lo que se duchó, con agua un tanto helada, se vistió el uniforme y depositó la pistola en la funda que colgaba del correaje de lona, tras montarla y meter un cartucho en la recámara y asegurarla.
Oyó de nuevo un ruido suave, similar a la carrera de un animalito, por lo que salió y entró en el comedor, encendiendo la luz. La situación le sorprendió. La mesa estaba puesta. Mantel y servilleta escrupulosamente blancos, con los cubiertos colocados, una taza de café humeante, dos huevos, unas lonchas de beicon y algo más que no distinguió. Al lado de la silla, Sigrid se encontraba completamente desnuda, arrodillada, con el trasero sobre los talones, la cabeza gacha, piernas abiertas y las manos sobre las rodillas. Tal y como vio el día anterior a Alice.
– Buenos días, Señor. Discúlpeme, pero creí que tendría hambre y le he preparado algo de desayuno. Perdóneme si no he acertado con sus gustos.
– Así que eras tú la de los ruiditos, eh, perrita? -sonrió Connors ante el acento gutural e infernal de la alemana. – No sabía que entendías y hablabas inglés.
– Muy mal, señor, y pido disculpas por ello, y pido disculpas si le he despertado de su sueño.
– Es igual, debía levantarme ya. Parece que has decidido quedarte aquí, no?
Sigrid bajó la cabeza y pareció titubear.
– Igual perra Sigrid explica mal. Yo poco tu idioma. Yo no tengo casa, no familia, nadie quiere a pequeña puta. Sigrid no ha importado nunca a nadie, sólo a Amo Connors. Amo Connors esta noche me ha tapado porque tenìa frío. Muchos meses Sigrid sin cariño y frío, sin nadie que tapase, pero Connors sí. Por eso quiego estar con Amo Connors y Miss Alice. Si pequeña puta Sigrid mala, tú azotagg. Fuerte. Y Sigrid aprende. Si Amo Connors está aburrido y le apetece, azotag a la pequeña puta Sigrid. Y si Amo Connors quiere disfrutar de perra Sigrid, perra Sigrid abierta para Amo Connors. Bueno… no abierta aún, pero Amo Connors abrirá y la pequeña hündin Sigrid dará mucho placer a Señor Connors, ¿Si? Yo quedag a tu lado y lado de Miss Alice?? -miró a Connors con cara cómicamente implorante. -Yo 14 años. No tetas como Miss Alice, ni buena dando placer como Miss Alice, pero vosotros me enseñáis, yo aprendo y Amo Connors disfruta, no?? Crecer tetas y te gustagán Amo. Y yo chupag todo hasta que regales tu liquido a la pequeña perra Sigrid, si??
Connors terminó de desayunar escuchando la perorata de la alemana, que continuaba de rodillas frente a él. La observó despacio. La verdad es que no tenía unas tetas hermosas como Alice, lógico por la edad, pero ya las tenia bien abultadas, y las areolas y los pezones destacaban sobre ellas. Pasó levemente los dedos por ellos y notó como se endurecían al leve contacto mientras la respiración de Sigrid se aceleraba.
– ¿Te gusta, perrita? Te gusta que te los rocen? ¿Y que te los laman? -e inclinándose, pasó la lengua por las puntas, que seguían reaccionando. -Sí, ya veo que te gusta. De verdad que eres una pequeña puta. Por si acaso se te ocurre, recuerda una cosa. Te prohíbo terminantemente acariciarte. Si te sorprendo, te azotaré. Alice te podrá acariciar, ordenarte que la acaricies, pero tú sola, no.
Debes tener claro que, en el momento que me fuiste regalada, me perteneces, así que por eso te he dejado esta noche de libertad, para que decidieras si irte o quedarte. Has decidido quedarte, y como bien dices, haré contigo lo que quiera, que no ponga en peligro tu vida, por supuesto. Pero me obedecerás sin rechistar. Si quiero follarte, te follaré, si quiero abrirte el culo, te lo abriré y si quiero azotarte porque me apetece oírte gritar, lo haré. Pero como me perteneces, si quiero verte follar con más gente, te prestaré. Y si gozas, me alegraré, y si no gozas, también. Joderás con todos los machos de la casa, ya me entiendes. No te equivoques. Que te haya arropado esta noche no significa que te tenga más afecto que a mi perro, al que por cierto, deberás agradecerle que te haya prestado su colchoneta. No esperes de mí cariño, afecto ni nada por el estilo. Habrás observado que mi única reacción externa es el placer. Tanto mi hija como yo es lo que hemos decidido, y es lo que nos rige, priorizar el placer por encima de cualquier otro sentimiento. Lo cual, como es lógico no aparta la relación de afecto de padre e hija, pero hemos decidido priorizar nuestro placer por encima de cualquier otra emoción. Y tú, como recién llegada con menos valor para mí que mi perro Browning, no vas a ser una excepción. Para mí eres simplemente tres agujeros por donde gozar, unas tetas con las que disfrutar y un cuerpo que te esmerarás en que me guste. Creo que te lo he dejado muy clarito, no, puta? Y te llamo así porque no creo que recibas de mí otros apelativos que cerda, zorra, puta, perra o similares. Por ahora es lo que significas, no más.
Estaré fuera hoy y mañana, así que quedas al cuidado de Alice, a la cual ahora dejaré instrucciones claras y que te presentará al mastín Browning y al caballo, Bronco. A ambos los deberás tener tranquilos, y por supuesto ni imagines negarte a cualquier requerimiento suyo. Pero antes deberás darme tu virginidad, así que por ahora simplemente los conocerás. Tendréis que comprar ropa y algunas cosas más, pero ya sabes que cualquier desobediencia o rebeldía te castigaré. Mientras estoy fuera delego todo eso en Alice. ¿Entendido, zorra?
– Si, Amo Connors. Sigrid obedecerá todo lo que mande el Amo Connors y lo que diga Miss Alice.
– Ahora desayuna tú también mientras hablo y le doy las instrucciones a Alice.
Sigrid cogió los restos del desayuno de Connors, los colocó en el consabido plato de aluminio y arrodillándose con las manos a la espalda comenzó a comer.
– Así me gusta, perrita. Veo que vas aprendiendo -dijo Connors mientras subía a despedirse de su hija y darle las instrucciones oportunas.
– Faltaré unos días, por lo menos dos. Ya le he indicado a la zorra que tenéis prohibido acariciaros el coño una a otra o una sola. Compra ropa a la zorra, ya sabes en casa, el mayor tiempo estará desnuda o ejerciendo de puta, así que será para pasear. Nada de sujetadores, pues quiero que tenga los pechos más grandes, así que vete enseñándola masajes, duchas frías, ejercicios, etc. Bragas, tamaño mínimo imprescindible. Aquí tienes direcciones. Como probablemente no les interesen dólares, usa también tickets del economato de la base. Te dejo autorizaciones. Y usa la imaginación. Ya la he dejado claro que el único sentimiento es el placer, disfrutar. Así que si quieres que aprenda a ser una buena zorra, tienes mi permiso para enseñarla. Y si quieres disfrutarla, adelante, pero no la desvirgues. Ella sola no se debe correr, sólo con tus caricias, entendido?
– Así será, papá. ¿Le puedo enseñar a Browning y Bronco?
– Por supuesto, pero nada de penetraciones. La quiero virgen de culo y coño…
Alice compuso un sonrisa pícara:
– Mmmmmm, así que su boca está disponible?? Vale, vale…. -dijo sonriendo
– Ya me entiendes. Pide un jeep al teniente Smithson si te es necesario.
Salió de la casa y al rato se oyó el motor del jeep que le trasladaba al campamento norteamericano. Alice se dirigió a la cocina, donde se encontraba Sigrid, en su postura habitual. Acurrucada en un rincón, sentada con los brazos alrededor de las rodillas.
– Buenos días, zorra, has dormido bien? Ya ví como te pajeabas anoche mientras yo follaba con Amo Connors. Por eso dormiste tan bien, no? Haberte quedado en la cama y habrías follado de verdad.
– El Amo Connors me echó de la cama, Miss Alice. Supongo que no estaba a la altura de Vd. Yo no gusto -respondió sin alzar la cabeza..
– Jajajaja, no creas, pequeña. Lo que quiere Connors es estar pletórico para desvirgarte como mereces, y anoche ya llevaba 3 corridas por lo menos. Prepárate para ese día porque lo recordarás toda la vida.
Se preparó algunas viandas para desayunar, sentada a la mesa.
– Siéntate, anda. Mientras no esté el Amo en casa no es necesario que comas en el suelo. Pero sólo mientras no esté él. Yo no soy tu Ama, sólo tu guardiana, jajajaja. Bueno, claro, si quieres, porque si quieres puedes pirarte donde quieras y cuando quieras. Y si vas a venir a la calle conmigo, ya puedes ducharte que tienes la cara llena de costras de leche. Para la próxima, ya sabes, si la tengo yo, me la lames, y si eres tú te lamo yo. Ok? Sube a la bañera. Ahora dúchate, primero los pechos con agua fría, por lo menos durante 5 minutos. El objetivo es que te crezcan bien duros. No dejes de hacerlo ningún día.
Le entregó una pastilla de jabón y una esponja.
– Y sabes, coño y culo impecables, el coño rasurado como mínimo cada dos días. Así que tú me lo harás a mí y yo a tí. Ejercicios, durante por lo menos 10 minutos: Coges una toalla con ambas manos, brazos estirados y tiras de la toalla como si quisieras romperla. Descuida, que ya me ocuparé de recordártelo.
Se ducharon ambas, se rasuraron una a otra el coño e hicieron los ejercicios oportunos. Alice rebuscó entre sus pertenencias hasta encontrar algo de ropa que le pudiera servir, aunque difícilmente, a Sigrid. Una camisa anudada en el vientre, unos pantalones recortados con unas tijeras, una vieja cazadora y unas braguitas que le venían inmensas. Unos zapatos archidesgastados de dos números más completaban el desastre.
– Bueno perra, al menos puedes salir a la calle, que tenemos que comprar cosas que no vas a estar siempre encerrada en casa. Luego te presentaré a Browning y Bronco.
Se colocó la cazadora de las Fuerzas Aéreas y la gorra y tiró de la mano de Sigrid hacia la calle. Anduvieron callejeando buscando algunas tiendas que permanecían abiertas y cuyas direcciones ya le había proporcionado Connors a Alice. Fueron comprando en diversos puntos, vestidos, todos abiertos por delante, un par de botas, zapatos, blusas, faldas y algún pantalón. Sigrid comenzaba a disfrutar, como si estuviera en Navidad. Palmoteaba y reía como una cría. Connors tenía razón. En la mayoría de los lugares preferían el pago con vales de productos del economato americano, y rara vez con dólares.
Volvieron al caserón cargadas de paquetes y Sigrid claramente animada.
– Tienes hambre, perra? Voy a preparar algo de comer. Vete desnudando -le dijo Alice a Sigrid mientras trasteaba en la cocina.
Sigrid no conseguía acostumbrarse a su nueva situación, como si estuviera en Tierra de Jauja. Comía, tenía ropa nueva, estaba bajo techado. Cosas que hacía meses que no hacía. Su vida desde hacía meses era una búsqueda permanente de mendrugos mohosos o trozos de alimentos podridos, rebañar latas de comida, acurrucarse en una alcantarilla y huir de desertores o soldados rusos. Hasta que cayó en sus manos. Aún oía los gritos de las mujeres y niñas violadas por pelotones de soldados rusos. Aún las veía salir del barracón donde estaba el que decían “Katiusha”, con los muslos ensangrentados entre chorreones de semen espeso. Se puso seria, pues se sentía culpable. Sí, como decía Connors, una perra, una zorra, una puta.
Pero hacía meses que no disfrutaba. Tenía derecho a ser feliz? Sus padres y su hermanito habían muerto. Uno fusilado junto al Coronel von Stauffenberg. Su madre y su hermano por un bombardeo, justo cuando entraban en la cárcel, y por lo que había oído después, creía que había sido una bendición. Bueno, hacía meses no. Ayer sí había disfrutado. Primero con los labios de la americana en su coño, luego con la polla inmensa del Amo al entrar y salir del coño de Alice, mientras lamía todo lo que se alcanzaba. Y cuando al final se masturbó viendo cómo follaban, fue el orgasmo definitivo. Sonrió al imaginarse a Connors. Era alto, fornido, con manos muy fuertes, pelo rapado. Pinta de militar de la punta de la nariz a los pies. Y qué ojos azules… sonrió más, como una niña. ¿Qué edad tendría? 40 o así, no? Ella tenía 14, recién cumplidos. ¿Le gustaría a Connors? Lo peor… podría corresponderle? Ella pondría todo de su mano…. O de su coño o de su culo, volvió a reírse. ¿Le dolería? No importaba si le daba placer a Connors. Para él era lo único que contaba, ya se lo dijo por la mañana. Mmm, le deseaba. Y también deseaba a Alice. La forma como la acariciaba, cómo la había lamido hasta hacerla gozar. Aunque la había azotado los pechos le había gustado. La miraba y notaba que se humedecía. Le gustaría acariciarse. Pero no, lo ordenó Amo Connors. Nada de acariciarse. Oyó la orden de Alice llamándola a la mesa. De nuevo volvió a pensar en los meses que hacía que no comía comida de verdad
Se sentaron a la mesa y de nuevo Sigrid se maravilló con la variedad y cantidad de comida, aunque ya le costaba menos moderarse. Al ver tal cantidad y variedad de comida le apetecía cogerlas todas y llevárselas a su refugio, el túnel donde se cobijó hasta que fue capturada por los soviéticos. Ahora ya recapacitaba y se sentía más a gusto.
– Come, pero sin atragantarte -le hizo un gesto Alice- aunque no comprendo como siendo tan guapa no has conseguido comida por ahí. Ya sabes…. – e hizo el gesto universal de chupar una polla.
Sigrid la miró, se ruborizó pero se echó a reír…
– No comida por ningún lado….. y si cambiar mamada por salchicha…. me como la salchicha!!!!! -y guiñó un ojo indicando el doble sentido de la frase – y los rusos no daban comida, sólo violaban, muchos, muchos. Gracias a Connors yo viva -se entristeció.
– Venga, ánimo, que ahora estás con nosotros y lo vamos a pasar en grande -le animó Alice.
– Yo no gusto a Connors. Tú si le gustas mucho y sabes chupar y follar muy bien. Le das mucho gusto, yo no. No me ha tocado casi porque no gusto a Connors.
– Anda, es por eso que estás así como tristona? Porque quieres que te folle Connors? -volvió a carcajearse Alice -si todavía no te ha desvirgado es por varios motivos. En primer lugar, quiere que seas su sumisa de forma voluntaria, y eso lo tienes que decidir tú. En segundo lugar, no eres fea, es más, eres preciosa, pero estás en los huesos. No podrías aguantar una buena sesión ni de látigo ni de cama. Deberás rellenar tu cuerpo, que está muy bueno, pero un poco vacío. Tienes que comer de todo. Y de eso me ocuparé yo. Que no quiero que me claves una cadera mientras te follamos -y siguió riendo, ante la perplejidad de Sigrid, que también se echó a reir.
– Venga, come queso y luego te enseñaré a comer salchichas -y siguió riendo.
– Connors no es mayor, no? -preguntó Sigrid después de tragar. Después de calmar su hambre, los modales en la mesa eran ya educados, manejando correctamente los cubiertos -quiero decir que no viejo.
– Tiene 44 años Conoció a mi madre, que era irlandesa, con 18, y ella tenía 16. Hicieron el amor y ahí surgí yo, que tengo 26. Lo que pasa es que su padre, mi abuelo no estuvo muy conforme. Le expulsó del rancho que tenemos en Arizona y le envió a la Academia de West Point, prohibiéndole pisarlo hasta que a él no le diese la gana. Yo no vi a mi padre hasta los 11 años. Y luego entendí el porqué. Al salir de West Point, mi abuelo se encargó de que fuera destinado a los lugares más remotos. Alaska, Hawai, Filipinas….
– Y porqué hizo eso tu abuelo? No quería a tu padre? -preguntó Sigrid.
– Fácil -se encogió de hombros Alice – Deseaba a mi madre. Me contaba que desde el momento que mi padre abandonó el rancho, no paró hasta meterla en su cama. Mi madre le decía que estaba embarazada, pero se la estuvo follando hasta un mes antes de nacer yo. Y cuando tenía 10 años, siempre estaba en su cama mientras se follaba a mi madre, hacía que me salpicase su semen cuando se corría. Según él, para que fuera aprendiendo, porque me follaría cuando cumpliera los 12. Afortunadamente murió cuando cumplí los 11, y por fin pude ver a mi padre. Estaba en Filipinas cuando le comunicaron que había muerto su padre y los abogados tramitaron la herencia. El rancho, empresas y acciones en petroleras… Vamos, que mientras mamá y yo vivíamos como esclavas, el abuelo era multimillonario.
Fuimos felices un año. Mamá enfermó, se puso muy grave y cuando vió que iba a morir me hizo jurar que no abandonaría a papá, que le compensaría por el poco tiempo que había pasado con ella y que le haría muy feliz. Yo creo que fue ella la que nos convenció para que nos hiciéramos amantes. De hecho, desde el primer día dormimos juntos aunque hasta los 14 años no me hizo mujer de verdad. Por ello hemos decidido dejar de lado todas las convenciones, todos los prejuicios y todos los sentimientos para dejarnos llevar simplemente por el placer. Sólo por aquello que nos dé placer. Y vista tu experiencia, yo te aconsejaría que hicieras lo mismo, dejar de lado tus sentimientos y disfrutar, sólo disfrutar. Yo soy feliz sirviendo a mi Amo, a mi padre, haciéndole disfrutar y recibiendo los justos castigos. Porque todos son justos. Unos porque hice algo mal, y otros porque le gusta a mi señor.
Sabemos todos que probablemente has escogido, al quedarte, “el mal menor”. Entre una vida en la calle, sin techo, sin comida, sin aseo, sin ropa, al albur de que cualquiera te secuestrase, te violase o algo peor, de caer en manos de los rusos, has preferido quedarte con nosotros, donde tienes techo, comida, ropa, seguros. Aunque recibas castigos. Un poco puta, pero es comprensible. Pero ya verás como, según vayas pasando los días lo entenderás y será s muy feliz con nosotros. Y ahora me voy a ver a mis otros machos. ¿Vienes? Ponte una falda fuerte
Se pusieron, Alice, una falda vaquera y Sigrid una de lona beige, manteniendo el torso desnudo. Sigrid siguió a Alice hasta el establo, donde se encontraba el gran caballo negro de nombre “Bronco”. En ese momento apareció dando coletazos y saltos el inmenso mastín, el que debía ser Browning. Se puso de patas sobre Alice, que se carcajeaba.
– Aparta, bruto, que me vas a destrozar las tetas con tus patas -decía riéndose. -Ves? Estos son mis otros machos. Y ya va este bruto a por tí.
El mastín dejó tranquila a Alice y se abalanzó hacia Sigrid, hundiendo el hocico bajo su falda. La alemana inició un movimiento de retroceso, cuando Alice la detuvo:
– Para, para, déjale que se acostumbre a tu sabor y olor. No te va a hacer nada malo, ya verás -le indicó Alice.
El perro, en efecto, hundió el morro bajo la falda de Sigrid olfateando el coño y hozando entre las piernas. Pronto notó la lengua del animal pasando frenética por su coño, saboreándola.
– Por favor, Miss Alice, dígale que me deje, me da miedo -suplicó Sigrid
– Aquí, Browning, aquí, palmeó su pierna Alice. No pasa nada, pero es bueno que te lama y te huela, porque es uno de tus Amos, y cuando quiera te montará. Ahora te voy a enseñar.
Sigrid miró a Alice con estupor.
– Me montará?? -por favor, eso no -suplicó.
– No hoy ni mañana, antes tiene que prepararte Connors. Pero yo ahora te enseñaré, y te aseguro que es de lo más placentero. Cuando lo pruebes no podrás vivir sin él. Observa.
Se arrodilló en el suelo del establo acariciando el lomo y la cabeza del can, que se sentó así mismo frente a ella lamiendo los pechos de Alice y pasando a lamer el cuerpo completo. Alice se tumbó frente a él, acariciando la funda de su pene, que comenzaba a asomar, amoratado y puntiagudo.
– Observa, perrita, mira cómo va saliendo de su estuche y como va mojándose. Tienes que hacerlo muy despacito, amorosamente, que no se asuste, y sobre todo, no hacerle daño. Es muy delicado, pero cuando lo tengas dentro vas a alucinar.
En efecto, la punta del pene del mastín comenzaba a destilar un líquido transparente, a la vez que iba saliendo progresivamente de su funda peluda. Alice se movió, consiguiendo llegar a la punta con su lengua, y comenzando a lamer el líquido transparente y llevando hacia atrás el total de la funda, surgiendo todo el pene del animal, hasta la bola que se ensanchaba imponente al final.
– ¿Ves? Ya tiene toda la bola fuera. Hay que acariciarle poquito a poco, que disfrute. -y mientras pasaba la mano despacio por la polla del animal, masturbándole mientras con la punta de la lengua jugueteaba con la punta de la polla del perro.
Se giró, poniéndose a gatas, momento que aprovechó el perro para subir sobre su lomo, arañándole un poco la espalda. Alice pasó la mano entre sus pernas, agarrando el largo falo de Browning, a la vez que bajaba más la espalda y el culo y abría más las piernas. Así podría dirigir el pene empalmado del perro hacia su vagina. Con las nalgas en su posición más baja, le fue más fácil a Alice conseguir que el perro le penetrase y comenzara a bombear contra su culo, y al cabo del rato, en un soberbio empujón, introducir la bola dentro de su coño, sacándole un grito, mezcla de dolor y placer.
– Asíiii, mi amor, asíii. Mira cómo me ha abotonado, me ha metido totalmente la bola. Dios, què gusto, así, así, no pares, no pares -el perro bombeaba fuertemente como si entendiese las palabras de Alice. Sus patas delanteras resbalaban por su espalda, aumentando y reabriendo las marcas del látigo de la noche anterior.
Al cabo de unos minutos con Browning sobre la espalda arqueada, bombeando potentemente contra su vagina, Alice comenzó a notar los espasmos previos al orgasmo, mientras el perro continuaba con su frenético mete y saca.
– Sigrid!!!!!! Estoy a punto de correrme, esto es maravilloso, es brutal….. Dioooooooosssss -gritó mientras alcanzaba el clímax. Browning permanecía empujando más al fondo con las caderas, mientras la bola introducida en el coño de Alice impedía que el resto del pene quedara fuera. Alice notó una nueva sacudida en su vagina y de nuevo le asaltó un orgasmo, incluso más potente que el anterior. Tuvo que apoyar la cabeza en sus antebrazos, mientras el perro continuaba su bombeo, esta vez acompañado de chorros de liquido que se depositaba en el fondo de la vagina de Alice. Quedaron ambos quietos durante un rato, Alice respirando agitadamente. Al cabo de unos minutos, el pene de Browning se desinfló, sacándolo del ardiente coño de la joven, que se dio la vuelta, facilitando que el can hundiera su hocico en él y lengüetease a lo largo de los labios de la vulva y el clítoris, arrancando un nuevo orgasmo, esta vez más relajado y placentero, aunque más prolongado, mientras Alice acariciaba la cabeza del can, que al cabo se retiraba, seguido de la boca de la mujer, que limpiaba su pene de los restos de la corrida.
Se levantó tambaleándose, con una sonrisa feliz en los labios, mientras la lefa del perro escurría a lo largo de sus muslos, dejándole la falda vaquera empapada y churretosa. Se abrazó a Sigrid, apoyando la cabeza en su hombro mientras le susurraba:
– No te puedes imaginar cómo es. Siempre te deja exhausta y el coño en carne viva, pero bien, muy bien follada. Vamos arriba, que te voy a hacer un 69 para que saborees también tú a Browning. Si cariño, comerte el coño mientras tú te comes el mío -indicó ante la mirada extrañada de la germana, que desconocía el apelativo de la postura. – Anda, cariño, vamos a por algo de algodón y yodo y me curas un poco la espalda, sí? -Mientras la besaba despacio en los labios. -Y después vas a aprender los misterios de una buena mamada de polla, que algún pepino habrá por la cocina.
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