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Dominación Hombres

BOTIN DE GUERRA Séptima parte

Sigrid es sometida y es desvirgada por su Amo.

Connors se dirigió a Sigrid, la ayudó a bajar del jeep, e indicando que le siguiera, dirigiéndose hasta un barracón con la cruz roja en la puerta, donde entraron. En el interior estaba montado un verdadero consultorio médico, donde se encontraba un hombre de uniforme, con insignias de mayor sobre su bata blanca.

Saludó a Connors estrechándole la mano, y dirigiendo una ojeada a Sigrid, que permanecía en la entrada observando tímidamente.

– Hola, Connors, de forma que esta es la jovencita de que me hablaste? Tranquila, niña, que no muerdo. Sólo voy a reconocerte. ¿Qué edad tiene? -se dirigiò a Connors- parece muy joven, no?

– Es el regalo que me hizo el Comandante ruso, ese Abramovitch. Parece que tiene 14 años.

– Ahora lo veremos. ¿Es virgen? También lo comprobaremos, y veremos si está lista para todo -le guiñó un ojo a su amigo- Ven muñeca, ven aquí y desnúdate.

Sigrid miró a Connors, y a una señal de éste, se quitó el vestido, dejándolo doblado sobre una silla. Connors se dirigiò a ella, le desabrochó el sujetador y le quitó las braguitas, llevándola del brazo frente al doctor, que, en primer lugar le abrió los ojos, revisándolos:

– Bueno, por ahora no parece muy desnutrida, dadas las circunstancias. Abre la boca -y le revisó la dentadura- los dientes los tiene perfectos, igual que las encías, no parece estar en mal estado. Y sí, yo creo que anda por los 14, incluso los 13 largos. Pero está muy bien conformada.

Le pasó la mano por los pechos, sopesándolos y rozando los pezones, que se irguieron levemente. A continuación pasó las manos por los muslos, apretando para comprobar la masa muscular. Le dio la vuelta y le palpó los hombros, bajando las manos hasta las nalgas, palmeándolas y verificando su firmeza. La sentó en una camilla y procedio a auscultarla atentamente, para luego palpar el abdomen.

– Parece encontrarse en perfecto estado, lo cual ya es una buena noticia. Ningún problema de corazón ni de pulmón. Vayamos ahora al resto -dijo indicándole un sillón de ginecólogo, que, desentonaba obviamente con el cometido de una base militar.

Ante la mirada irónica de Connors, el médico le aclaró:

-Es para el poco personal femenino que tenemos en la base, pero es necesario. Amén de revisar a algunas amiguitas por si aparecen las venéreas, que ya sabes cómo son los soldados, que no usan un condón aunque los desuelles.

Colocó a Sigrid sobre el sillón, con las piernas totalmente abiertas y tomó un espéculo metálico, introduciéndolo levemente en la vagina de la joven, revisando atentamente.

– Pues sí, Connors, tienes a una virgen de 14 años, con una vagina estrechita totalmente nuevecita. Yo creo que esta chica ni se ha metido un dedo nunca. Pero no creo que tengas ningùn problema, pues ya ves cómo lubrica. Sólo tocarla un poco y rozarla con el espéculo y ya está mojada -le indicó la brillante vulva de Sigrid -y ya viste la reacción de sus pezones. Con que los toques ya se ponen firmes. Que suerte tienes, canalla. Vamos a ver el culo.

Ordenó a Sigrid que bajara del sillón y se colocara apoyada en manos y rodillas en la camilla, bajando la cabeza e irguiendo el trasero. Le separó las nalgas y observó atentamente el ano de la chica. Tras ponerse unos guantes de látex y mojarse el dedo corazón de vaselina, lo introdujo suavemente en el interior de Sigrid.

– Perfecto, tiene el culito impecable, ningún rastro de nada. Muy elástico, y a la vez muy cerrado, totalmente sin usar. Ahi tendrás que andar con cuidado para no rasgar el esfínter, pero nada que no se solucione con una buena lubricación. Te llevas un buen ejemplar de raza aria. Ya me dejarás probarla. -se rió mientras se quitaba los guantes.

– Será el pago de tu consulta, Doc. Y me alegro que todo esté perfecto. Ya te avisaré cuando hagamos la fiesta de mi ascenso. Invitaré sólo a gente que conocemos con la máxima discreción.

Salieron de la consulta. Sigrid, con la cara colorada, y la mirada se dirigió a Connors:

– El doctor me ha revisado como si fuera un animal para comprarme -musitó.

– ¿Todavía no has asumido que eres una perra? Y como mi perra que eres, tengo que velar por tu salud. Para tu informaciòn, estás perfectamente sana. ¿Haces los ejercicios que te manda Alice? Quiero que estés siempre en perfecta forma.

– Si, amo Connors, quiero estar siempre perfecta para que a Vd. le guste.

– Eso es, pequeña puta, así me tendrás contento. Y ahora largaros para casa. Yo iré mañana a la tarde. -dijo acariciando el cabello de Sigrid.

Alice se encontraba junto al jeep, acompañada de los dos soldados, que se cuadraron y saludaron al llegar Connors. Este devolvió el saludo y ayudó a Sigrid y a su hija a subir.

– Ya le he dicho a Sigrid que mañana a la tarde estaré de vuelta, así que quiero todo preparado como tù sabes, ¿OK? Y vosotros llevadlas con cuidado, eh?

Los dos soldados asintieron, cuadrándose de nuevo:

-¡Sí, señor, a la orden señor!

Condujeron tranquilamente hasta el caserón, ayudando a ambas mujeres a bajar del jeep, y recibiendo, cuando iban a saludar militarmente, sendos besos de en los labios por parte de Alice:

– Muchas gracias, guapísimos. Igual un día nos vemos por ahí y os enseñamos el bosque y las cuevas -sonrió Alice.

Penetraron en la casa y Alice pasó el brazo por los hombros de Sigrid.

  • -Que tal te fue con el doctor? ¿A que es muy simpático?

  • Me desnudó y me miró por todos lados como si fuera un caballo, y le dijo a Connors algo sobre mi culo que no entendí

  • Jajajaja, le diría que tienes el culito muy cerrado, pero eso Connors te lo va a solucionar muy pronto -se rió Alice – Bueno, que mañana viene Connors y tenemos mucho que preparar. Vamos arriba y te enseño lo que he comprado.

Dejó las bolsas de comida en la cocina y subieron con el resto de las cosas a la habitaciòn de Alice, que fue desempaquetando algo de lo que había comprado en el barracón de Artie. Sacó el muestrario de ropa interior.

– Mira lo que he comprado para tí. Creo que los que mejor te sientan son los blancos. -y sacó varios sujetadores, ligas y ligueros. – Venga pruébatelos.

Sigrid se desnudó y se puso un conjunto de liguero, braguitas y sujetador. Las curvas de su cuerpo menudo, pero bien formado, resaltaban con la reducida ropa interior, y sus caderas se amoldaban perfectamente a ellas.

– El resto es una sorpresa, cariño

Pasaron el día organizando cosas, jugueteando entre ellas como si Alice fuera otra adolescente, sin perder la ocasiòn de explorarse sus cuerpos y dejando regueros de saliva en sus besos. Ya anochecía cuando se sentaron cansadas, despuès de tomar un pequeño tentempiè.

– Bueno, pequeña puta, la casa la tenemos perfecta, la comida, preparada. Creo que ya es hora de que descansemos y nos relajemos, que mañana será un día muy interesante. Venga, vámonos a la cama. Dormirás conmigo.

Subieron a la habitación de Alice, se desnudaron y se acostaron.

– Ahora, ya, por último, te voy a dar las últimas ideas para que todo vaya muy bien con tu señor. En primer lugar debes explorar tu cuerpo, saber cómo tenerlo siempre, siempre, preparado para que disfrute de él tu Amo. Siempre debes intentar tener los pezones duros, para que él se fije en ellos y te desee. Que tu señor te desee es algo importante para una perra sumisa que está empezando, como tú. Para ello, cuando esté cerca, sin que se note, pellízca tus pezones un poquito o pasa los dedos mojados con saliva hasta que se endurezcan.

Y lo mismo con tu coño. Retira siempre la capuchita del clítoris, sí, ese botoncito que tienes ahi en lo alto de tu rajita, Separa los labios así -y unia la acción a la palabra, retirando los labios del coño, exponiendo el clítoris de Sigrid, qiue crecía por momentos- ¿Ves como se va poniendo alegre? Pero no te voy a acariciar, eso lo dejo para Conors. Y ni se te ocurra hacerlo tú.

Alice seguía charlando alegremente.

– Estaban buenos los soldados, eh? Cuando dijeron lo del bosque y tal, me encantaría habérmelos tirado. Tu no, que ordenó tu Amo que estuvieras en dique seco -se rió.

Sigrid la miró escandalizada:

– A los dos???

– Siiiiii, y a los dos a la vez. ¿Te los imaginas? Uno por el coño y otro por el culo. No sería la primera vez…..

– De verdad?? -seguía Sigrid escandalizada.

– Huy, pues muchas veces, pero siempre por orden o consentimiento de mi señor.

– Al señor Connors no le importa?

– Ya te digo, que por orden o con autorización de mi señor. Nunca haría nada sin su consentimiento. Y tú tampoco debes hacerlo. Te debes a tu señor, eres su propiedad y estás, estamos, para satisfacerle.

Sigrid quedó un tanto ensimismada, pensando en las palabras de Alice.

– Las pequeñas putas como yo debemos vivir por y para el placer de mi señor, verdad? -preguntó a Alice.

– Algo así. Y si no estás segura, mejor es que decidas marcharte. Sabes que Connors no te detendrá. Si mañana cuando me levante no estás, lo comprenderé.

Sigrid quedó pensativa. Bostezó y se estiró.

– Miss Alice, nos dormimos?

Alice la besó en los labios y subió la ropa de cama, arropándose, pues hacía algo de frío.

– Si, pequeña puta, descansemos. Si te vas, no me despiertes. No quiero llorar.

-Llorarías si me fuera? -preguntó Sigrid

– Duerme, zorra, no me incordies más.

Y dándose la vuelta se acurrucó en la cama. Sigrid se acercó a ella, se apretujó junto a ella y se quedó dormida abrazada a Alice.

Durmieron plácidamente hasta avanzada la mañana. Sigrid se despertó, zarandeada por Alice.

– Vamos, levanta, so vaga, que es casi mediodía -gritaba riéndose.

Sigrid se frotaba los ojos, como una cría.

– Puff, que bien he dormido, y tú, Miss Alice?

– Genial, y estoy genial al ver que no te has ido. ¡Te quiero, pequeña puta, hermanita! Venga, vamos a preparar todo para cuando vuelva nuestro señor.

Siguieron trasteando por la casa, montando la mesa del comedor con manteles y servilletas. Alice sacó una copa y un juego de cubiertos, así como un par de candelabros, un centro para la mesa que adornó con unas ramas, de forma que casi parecía una mesa de Navidad.

Comieron rápidamente en la cocina, y al comenzara caer la tarde, Alice decidiò que todo estaba listo y reluciente.

– Bueno, perrita, ahora nos toca ponernos tu y yo también relucientes. Hoy será un gran día, y sobre todo para tí.

– ¿Para mì? -preguntó curiosa Sigrid

– Sí, claro, seguro que Connors querrá probar su nueva adquisiciòn. Casi me siento celosa, porque ahora no tendrá ojos (y lo que no son ojos) sólo para mí -sonrió.

– Por favor, no te enfades conmigo miss Alice -gimoteó Sigrid.

– Calla tonta, era una broma. Además siempre me dejará algunas migajas el Amo Connors.

Subieron al cuarto de baño y llenaron la bañera de agua caliente, que provenía de un gran depósito metálico calentado por las brasas de la cocina, donde se apilaba un buen montón de troncos, pues el carbón aún escaseaba, pese a los intentos de las tropas de ocupaciòn.

Alice procediò a rasurarse el poco vello que tenìa en el pubis, e hizo lo mismo son Sigrid, dejándolo perfectamente suave. De nuevo, ala roce de la cuchilla y los dedos de Alice, el clitoris de la joven se irguió entre sus pliegues.

– Mmmmm, pequeña, qué caliente eres. Le va a ser muy fácil a Connors entrar ahí dentro.

– Crees que me desvirgará, miss Alice? ¿Me dolerá mucho? Yo ví como se lo hacían a muchas chicas en el campamento ruso y siempre gritaban de dolor.

– Bueno, imagino cómo lo harían esos patanes. Pero tranquila, que Connors no es un gañán. Eres muy jovencita, como lo era yo cuando me hizo mujer, y supongo que le costará entrar, pues tienes una entrada muy chiquita, y sí, algo te dolerá, pero luego ya verás cómo disfrutas. Lo que has notado hasta ahora no es nada comparado con tener la polla de Connors llenándote.

Estuvieron un rato chapoteando en el agua caliente de la bañera, se peinaron con esmero e incluso se pusieron algo de maquillaje. Bajaron al salón, en el preciso momento que se escuchaba el frenazo de un jeep ewn la puerta, seguido del chirrido de la cancela exterior. Alice apuró a Sigrid.

– Corre, corre, que ya está aquí!!

Se colocaron en su posición, a la entrada del salón. Desnudas, sentadas sobre sus talones, las rodillas separadas y las manos sobre ellas. De pronto Alice se levantó corriendo.

-¡Que tonta soy, que casi lo olvido! -Y corriendo hasta un florero extrajo una larga rosa blanca que entregó a Sigrid. – Es para tí, ofrécesela a tu Señor, que seguro que lo entiende.

En ese momento entró Connors en la estancia, observando complacido la postura de sus sumisas y pasando la mano por los rizos de las dos.

– Mmm, estáis preciosas, las dos. Han sido dos días largos, pero parece que han pasado dos meses, y eso que os vi ayer.

Sigrid se levantó y tímidamente, con la cabeza baja, se acercó a Connors ofreciéndole la rosa blanca. El hobre la aceptó y subiéndole la cabeza por la barbilla le rozó a la joven los labios con los suyos.

– Gracias, perrita, es todo un detalle, que valoro.

Y tirando el petate en un rincón y dejando su inseparable carabina M-1 en los ganchos del perchero, se dirigiò hacia el comedor.

– ¡Venga, vamos a cenar, que tengo un hambre de lobo! Pero ?¿Qué diablos significa ésto? ¿Porquè está la mesa sin poner?

– Amo, está puesta la cubertería para Vd -balbuceó Alice desconcertada

– Ni hablar, quiero que mis perritas cenen hoy conmigo, así que ya estáis poniendo el resto de los cubiertos -se rió Connors.

Alice se lanzó a abrazar el cuello de su padre besándole.

– Gracias, papá, te adoro. Eres el mejor papi y el mejor Amo del mundo – dijo abrazando su cuello mientras sus pechos se aplastaban contra el de Connors mientras éste le acariciaba el culo, palmeándolo.

– Vamos, perrita, que Sigrid acaba de poner el resto de los cubiertos.

En efecto, Sigrid había corrido a coger el resto de la vajilla, colocándola ordenadamente sobre la mesa. Connors en la cabecera, Alice a su derecha y ella a la izquierda. Y a continuación, diligentemente, había traído las viandas desde la cocina. Connors sacó una botella de Borgoña del mueble bar y escancio en las tres copas. A continuación alzó la suya:

– Brindo por mis perritas, porque sigan siempre tan diligentes.

– Por nuestro Señor -contestaron ellas.

Comenzaron a cenar, y en efecto, Connors traía un hambre de lobo, pues pronto los platos quedaron limpios y relucientes, que casi no hacìa falta ni fregarlos, aunque Sigrid pronto desmontò la mesa trasladando los cubiertos a la cocina.

Mientras, Connors encendió un cigarrillo, mientras Alice le servía una copa de whisky, encendía la inmensa chimenea y ponía en marcha un gramófono con un disco. La mùsica, lenta y acogedora, se esparcía por la sala cuando volvio Sigrid de la cocina. Instintivamente se arrodilló ante su señor, apoyando la cabeza sobre su muslo, siendo así mismo imitada por Alice.

– Mmm, se está bien en casa, con tan lindas perritas.

Se quitó la camiseta caqui que se había dejado para cenar y levantándose, tendió la mano a Sigrid para sacarla a bailar.

– Señor, hace mucho que no bailo, no sé si sabré complacerle -musitó con la cabeza gacha y las mejillas coloreadas, mezcla de timidez y del calor de la chimenea.

– No temas, yo te guiaré -dijo enlazándola por la cintura y pegándola a su cuerpo

Los pechos de Sigrid se aplastaban contra el pecho de Connors, mientras ella pasaba las manos por su nuca, casi de puntillas por la diferencia de estaturas. Sus labios llegaban a duras penas al cuello de su señor, y éste notó cómo pasaba la lengua y le besaba. Se inclinó y la besó en la boca, obligando a Sigrid a abrir la suya para introducírsela y saborear la saliva de la joven.

El baile iba tornándose más y más morboso. Connors sentía como Sigrid se apretujaba contra el bulto que crecía en su pantalón y frotaba más y más, al compás del crecimiento del miembro del militar. Aferró las nalgas de Sigrid, las apretó y palmeó, para luego pasar una mano entre ambos cuerpos y acariciar el coño de la alemana, notando como se estremecía y como chorreaba jugos viscosos. Subió ambas manos y comenzó a acariciarle los pechos, parando en los pezones totalmente duros que resaltaban en las areolas inflamadas. Se los apreto suavemente, creciendo la presiòn poco a poco, hasta que sintió la respiraciòn entrecortada de la joven, agitada y profunda. Le sorprendía y le enardecía sentir como una adolescente, casi niña, excitarse y excitarle tanto.

Alice se levantó y lentamente se acercó a la pareja. Pasó los brazos por los cuellos de ambos y los tres bailaron juntos, lentamente, durante un rato, acariciándose unos a otros. Pasó los labios por el oído de su padre, que besaba ardientemente a Sigrid. Le musitó:

– Papá, si quieres follarla, hazlo ahora, está hirviendo y te será más fácil entrar, para tí y para ella.

Se deshizo el trío y Connors cogió en brazos a Sigrid, para depositarla suavemente en el sofá. La jovencita tenìa los ojos cerrados, y el pecho subia y bajaba con una respiraciòn agitada. Connors comenzó a acariciarla los pechos inflamados, pasando los dedos por los pezones, erguidos y duros. Alice pasaba la lengua lentamente por el coño de Sigrid, deteniendo la lengua sobre su clítoris, separando los labios y volviendo a pasar la lengua. Notaba como la joven movía las caderas, apretando su sexo contra su boca, en busca del placer.

– Papá, fóllatela, te lo está pidiendo, lo necesita. Métesela ya o se correrá ella sola,

-se dirigió a Connors.

El abandonó su posiciòn mientras se desnudaba. Su pene estaba totalmente hnchado y ergido. Se colocó de rodillas frente a Sigrid, mientras Alice ocupaba su lugar, acariciando y lamiendo los pechos de la alemana, aumentando todavía más, si cabe, su excitación. Connors atrajo a Sigrid por las caderas, arrimando ambos sexos totalmente excitados. La tomó por los tobillos y le alzó las piernas, dejando su sexo totalmente al descubierto, y acercó el pene hasta rozar el coño de Sigrid. Lo pasó varias veces a lo largo de la brillante rajita hasta que incrustó sólo la punta en el interior de la chica. La respiraciòn de Sigrid aumentó y se arrimó un poco más a Connors, metiendo algo más de la punta de su polla en el interior.

Connors empujó un poco más, hasta intuir más que notar la sutil barrera del virgo de Sigrid. Se paró en ese momento.

– Está lista, la tienes más que preparada, clávasela ya hasta el fondo, es lo que desea -le dijo Alice, con la voz ronca de excitaciòn – Dios me estáis mojando, por favor, me dejas que me acaricie, señor?

– Sigrid, puta, quieres que te folle del todo?

– Sii, por favor, señor, entra del todo, soy tuya, necesito tenerte dentro, por favor – suplicó Sigrid.

Connors tomó a Sigrid de ambas caderas e, inclinándose, empujo totalmente la polla entre las piernas de la joven, metiéndola hasta que sus huevos tocaron sus nalgas y un grito surgía de la garganta de Sigrid.

– Me duele, Señor, pero por favor, sigue dentro de mí, por favor, sigue, mi señor.

– Asiiiiii, métela toda, señor, métesela hasta el fondo, qué placer cómo grita -se excitaba Alice mientras pasaba furiosamente sus dedos por su coño.

Connors comenzó un fuerte metisaca en el coño de Sigrid, que apretaba sus caderas contra él, como si pudiera penetrarla más todavía.

– Me duele, señor, me duele, pero veo en su cara que le gusta, por favor, siga fuerte. Me gusta que esté dentro de su pequeña puta. Disfrute de su pequeña puta, por favor.

Connors siguió con sus empujones, dilatando el coñito de Sigrid que pasaba las manos por su pecho, para a continuaciòn hacerlo por los pechos de Alice, que seguìa con su frenética masturbación mirando excitada los líquidos que rezumaban del coño de Sigrid, mezclados con un poquito de sangre, procedente del himen desgarrado.

– Por favor, señor, por favor, déjeme correrme -suplicó a su padre.

– Cuando nos corramos los dos, yo aguantaré hasta que se corra la pequeña puta… Ya le queda poco -jadeó Connors. Y fue terminar la frase cuando Sigrid arqueó el cuerpo sobre sus talones, apretándolo más todavía contra Connors y explotando en un orgasmo brutal que provocó la corrida inmediata de su señor, que bombeo aún más contra el coño de Sigrid al ritmo de los chorreones de leche que brotaban de su pene, como si pudiera introducirla más todavía.

– Córrete, zorra, córrete con nosotros -le ordenó a Alice, que no se hizo de rogar y se derrumbó sobre el cuerpo de Sigrid mientras su cuerpo convulsionaba al ritmo de las oleadas de placer que lo recorrían.

Quedaron los dos unos instantes tumbados sobre el cuerpo de Sigrid, cuya respiraciòn se iba calmando poco a poco. Abrio los ojos y sonrió a su señor.

– Ya soy totalmente suya, mi señor, verdad? -dijo con los ojos brillantes y una tímida sonrisa. -Ha disfrutado de su pequeña puta? Sí?? Por favor, ha disfrutado? -suplicaba a Connors.

– Sí zorrita, sí he disfrutado. Tu coñito me ha apretado la polla como un guante, creo que sí, que vas a ser una excelente putita. Alice, quieres limpiar el chochito de la perra? -preguntó a Alice.

– Gracias, amo, será un placer saborear su leche y los jugos de la puta -dijo inclinándose y lamiendo el coño de Sigrid lentamente, saboreando cada gota que encontraba, mezcla e sangre, lefa y fluidos de la joven.

Quedaron al cabo los tres echados en el sofá, acariciándose mientras recobraban la respiración.

3763 Lecturas/15 octubre, 2021/0 Comentarios/por Corsario
Etiquetas: hermanita, mayor, militar, navidad, sexo
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