«CAGADITA». (Unitario).
Era tan chiquito y flaquito que todo el pueblo lo llamaba “Cagadita”, pero tenía un culito sensacional, me tocó a mí y se me abrieron otras posibilidades..
Hoy estaba viendo las noticias del YouTube y me “enganché” con una que hacía referencia al asesinato de una joven y a una “Chanchería”, mi recuerdo no tenía nada que ver con hacer desaparecer un cuerpo aprovechando el apetito desmedido de los porcinos, no, nada que ver, lo mío pasaba por rememorar algo que, si bien es cierto tenía que ver con algunos de los dramas que pueden acaecer, a mí, Chanchería de por medio o no, me resultó placentero y me aproveché bastante de eso.
En el pueblo en que nací y viví hasta los veintiún años (hace ya una parva de años), lo llamábamos “chiquero o criadero de chanchos”. Los dueños eran dos hermanos que tenían unos cuarenta años, entre ambos y dos o tres empleados más, créase o no, mimetizados con los cuadrúpedos que daban nombre al lugar, criaban, mataban, faenaban, hacían los chorizos, jamones y bondiolas que luego se comercializaban en algunos comercios del pueblo y la ciudad. Además, claro está de proveer de lechones medianos y mamones a entusiastas compradores cuando llegaban las fiestas de fin de año o cumpleaños. Desgraciadamente ahora es un poco, bastante, complicado para el común, pero en esa época, no había reuniones de familiares o amigos donde faltaran uno o dos riquísimos lechones a las brasas o al asador o, por un par de Pesos, se le pedía al Panadero para que lo cocinara en el horno de la Panadería.
El pueblo estaba relativamente cercano a una populosa ciudad y allí iría yo a la Facultad cuando terminara el último año de la Secundaria que estaba cursando. Diecisiete, casi dieciocho años, a punto de la primera mayoría de edad en la que ya comenzaban a permitirte algunas “licencias” y desde hacía un par de años, las neuronas alborotadas que se encendían hasta con fotos que hoy en día derivarían en carcajadas. Esposas infieles existieron siempre, “veteranas” complacientes que podían ayudar a canalizar las ganas que se desbordaban también, pero era difícil que esa “lotería” te tocara, quedaba el confraternizar con las chicas de la misma edad o un poco menores, aunque una teta mal tocada o una mano más atrevida implicaba un noviazgo en ciernes, normalmente, con mucha “vigilancia fraterna o materna”, algo siempre se lograba, pero…
Así y todo, “ponerla” acorde a las ganas que uno tenía no siempre era una alternativa que se podía dar. Siempre estaba la posibilidad de “echar mano al bolsillo” y visitar a alguna señora o señoritas en la ciudad, pero, si trabajabas, las ganancias iban a ayudar en los gastos de la casa, mal podían gastarse en “señoritas complacientes”, así que, normalmente, “paja y a la bolsa”. Como a muchos les debe pasar ahora, entendí que viví una vida a destiempo, porque cuando las posibilidades se “abrieron”, la edad se escapó, como sea, todo hace a la historia de “Cagadita” y sus amigos.
El mote lo había heredado de su padre, un tipo esmirriado, flaquito, buena persona y ciertamente insignificante. Le quedó el epíteto porque en un partido de fútbol inter barrial, “Cagadita-padre” que jugaba de puntero derecho tuvo un encontronazo con un defensor grandote, la adrenalina del juego no lo dejó pensar demasiado y lo quiso “pechar” al contrario. La cachetada que lo desparramó y la afirmación subsiguiente que provocó la risa generalizada de hinchas locales y visitantes, lo marcó de por vida: “No te mato porque sos una cagadita”.
En la familia vivían de la jubilación del padre de “Cagadita-padre”, él no conseguía trabajo, hacía alguna que otra “changa” y la mujer se había mandado a mudar sin que le importara tres cuernos el hijo que dejaba atrás. El pobre “Cagadita”, a la postre, según me enteré después, de nombre Daniel, no lo pasaba nada bien ni en la casa ni en la escuela, el abuelo había fallecido hacía seis meses, ya no había ingresos fijos y entre sus amigos era blanco de bromas a destajo, de las que existieron siempre, las que hoy le dicen “Bullyng”.
Tenía ocho años y era muy despierto, quizás por las vicisitudes a las que estaba acostumbrado, captaba enseguida los pros y los contras y, dentro de sus limitaciones, trataba siempre de sacar algún partido favorable. A diferencia del padre, él era de piel más blanca, muy delgadito y de cabello castaño claro casi rubio, sus ojos fluctuaban entre el verde y el celeste y chispeaban enseguida, andaba siempre vestido con una remera y un shorcito de lycra blanco que se ajustaba a una particularidad que, casi sin darme cuenta, una tarde de “pajas mentales”, comencé a notar.
Su culito no tenía nada que ver con el resto del conjunto corporal, era duro, de nalgas paradas y bien armadas. Ese día en particular hubo en el colegio una desinfección general y no hubo clases ni a la mañana ni a la tarde. Mi madre, que no podía verte al pedo en la casa, apenas terminamos de almorzar me mandó a arreglarle el jardín del frente, el sol de esa tarde de medianías de primavera daba en la parte trasera de mi casa y se estaba bien en el jardín, por lo tanto, zapatillas, short de fútbol, remera y de rodilla arrancando yuyos malos.
Serían como las dos de la tarde, hora de siesta obligada, tal que no se movía ni el loro por las calles del pueblo, mucho menos con esos primeros calores que se hacían sentir al rayo del sol. Los mayores no salían y a los chicos no los dejaban a menos que te escaparas y lugares para cambiar la rutina no abundaban. De pronto, desde el lado del bosquecito, lugar por donde quedaba la casa, apareció “Cagadita” caminando apurado y volteando la vista como esperando que no lo siguieran, pasó por la vereda de enfrente de mi casa y no me vio porque yo estaba arrodillado y la pequeña pared con el portoncito de entrada me ocultaba.
Caminó unos cincuenta o sesenta metros más y se metió por un costado en un local desocupado que había sido un lavadero de autos que ya no se explotaba desde hacía un par de años. El local que hacía las veces de bar del lavadero estaba todo cerrado y sus puertas y ventanas selladas por listones de madera, los antiguos dueños, precisamente los mismos del criadero de chanchos, mandaron a hacer eso porque los muchachos, me incluyo, nos metíamos para fumar y beber a escondidas, claro que algunas tablas quedaron flojas y cada dos por tres nos aprovechábamos de eso.
La hora no importaba, allí adentro siempre estaba oscuro o apenas iluminado por rezagos de rayos de sol. La actitud de “Cagadita” me llamó la atención porque parecía estar ocultándose, pero más me llamó la atención cuando se detuvo la camioneta de Juan, el menor de los “criadores de chanchos”. Se bajó de la Ford F100 peleando un poco con su gordura retacona, tomó un bolsito en sus manos, se dirigió al lugar y abrió la puerta principal del local con su llave, apenas entró dejé el sapín y el rastrillo a un costado y me mandé a ver, allí había algo raro y curiosidad me sobraba.
Por las rendijas vi que el gordo abrazaba al nene y estaban parados al lado de un mostrador largo, eso me daba pie y lugar para entrar por el fondo de la cocina y ver qué era lo que harían o hacían allí. El gordo Juan no era tipo de andar mezclándose con la muchachada y mucho menos con chicos de la escuela primaria, pero… Cuando vi que lo levantaba apretándole las nalgas y le comía la boca con sus labios abultados baboseándose por la calentura, mientras “Cagadita” se dejaba hacer, me causó asco, pero a la vez, una tremenda morbosidad me asaltó y presté atención a lo que decían.
- Dale nene, primero chupámela un poco y después ponete contra esa mesa para que te rompa el culito hace rato que te tengo ganas, -dijo el criador de cerdos bajándose el pantalón y dejando a la vista una panza voluminosa y un “pequeñín” erecto de unos doce centímetros con el glande descubierto-.
- Bueno, está bien, yo me dejo coger, pero vos le tenés que dar el trabajo a mi papá, -dijo con pocas ganas de comenzar-.
- Sí, sí, te lo prometo, pero te tengo que coger ahora y dos veces más, además te tenés que tomar mi leche, dale, dale, empezá a chupar, cométela toda.
- Está bien, pero sólo esas tres veces.
- Ya veremos después te gusta y querés más como Luisito, el hijo de Pepa, mi cocinera.
- ¿A Luisito también te lo cogés y le gusta?, pero es más chico que yo.
- Claro que le gusta, gritó un poco, aunque ahora no se resiste, tengo fotos cogiéndolo, ¿querés ver?
- Bueno, dale, después me mostrás.
El gordo se sentó como pudo sobre el mostrador, “Cagadita” quedó parado entre las piernas obesas, frente al “chizito de carne” y, rápidamente, se ocupó de él. No lo hizo a tontas y a locas, comenzó con besos y lamidas para llevarse luego el glande a la boca, yo pude ver el gesto de repulsión, seguramente por el gusto u olor, pero al gordo no le interesó demasiado, una no lo miró y dos, se ocupó de tomar la cabeza del chico y hundir al “pequeñín fálico” en la boca que mamaba, provocando toses, ahogos y arcadas que no le importaron mucho.
Esto lo hizo seis o siete veces, igual “Cagadita” se acostumbró rápido y ya no fue tan traumático, seguidamente lo movió de allí y le ordenó que se sacara el shorcito y apoyara el torso sobre la mesa abriendo las piernas, Daniel lo hizo rápido y su hermoso, atractivo y deseable culito quedó apuntando hacia donde yo estaba mirando, de inmediato se me cruzaron los cables, pareció como si mi verga me ordenara que tenía que estar ella ahí adentro, se puso durísima, mis 21×6 eran dominantes, pero no encontraba nada para evitar la cogida que se avecinaba.
El gordo se tomó su tiempo para bajarse del mostrador y sacó de adentro del Bolso que llevaba, una cámara Polaroid, de esas de fotos instantáneas, estaba claro que le sacaría fotos mientras lo estaba cogiendo y se me metió en la cabeza que esas podrían ser sus cartas de chantaje para seguir cogiéndolo cuando quisiera. El tipo puso la cámara a un costado y trató de penetrarlo, claro que sin lubricación suficiente y con el asterisco fruncido, no sería fácil y no lo fue, resoplaba, transpiraba y bufaba tratando de embocarlo, pero no le dio resultado.
“Aflojá el culo pendejo, me tenés recaliente y así no puedo cogerte”, -decía, pero yo no podía ver al nene ni escuchar su respuesta porque el cuerpo obeso me lo tapaba, “si no te aflojás te voy a dejar el culo pelado como el de los monos”, -expresó y escuché el primer golpe dado con la mano abierta seguramente en una de las nalgas o en el muslo-, también escuché el grito ahogado por la mano del gordo en su boca y que le decía que tendría que sentarse sobre la verguita, (él dijo verga, yo veía otra cosa).
Mis ojos estaban acostumbrados a la semi penumbra del lugar y encontré un pedazo de hierro que no dudaría en descargar en la cabeza del “cerdo humano”, pero un pasador grande que unía dos puertas de metal me dio una idea, bizarra, tonta, aunque con intentar no perdía nada. En el silencio del lugar correr y descorrer el pasador sonó como si fuera la corredera de un arma y grité con fuerzas usando una voz ronca: “Quedate quieto violador, porque no dudaré en volarte la cabeza, no te gires y tirate al suelo”.
“No disparé, no disparé, yo le puedo explicar, no es lo que usted cree”, -decía el gordo con las manos levantadas, los ojos cerrados y el culo al aire al tirarse en el suelo boca abajo-. Rápidamente le coloqué el agujero del caño en la nuca y comenzó a lagrimear pidiendo que no lo matara, demás está decir que se meó dejando que la orina saliera de debajo de sus piernas. “Cagadita” no se había movido de la posición sobre la mesa, pero tenía las dos manos tapando su cabeza. “Ponete en la misma posición que tenías recién cuando lo querías penetrar y que no se te ocurra mirarme porque te dejo seco”, -dije con una orden seca-.
Lo hizo rápido, le había “atacado” la agilidad de golpe y se arrimó al culito del nene, su “chizito” parecía no existir, pero eso era lo de menos, nadie diría que no lo estaba cogiendo cuando le saqué tres fotos una detrás de la otra. Luego le puse sobre la cabeza un trapo viejo que había en un rincón y tuve que pegarle con el caño en la mollera para que se callara porque quería convencerme de aceptar dinero a cambio de mi silencio, el tipo no podía parar de temblar y le hablé acercándome al oído después de revisar el bolso y encontrar varias fotos con, por lo menos, tres chicos distintos…
- Ahora me voy a la comisaría con este chico y luego haré comparecer al hijo de tu cocinera, a menos que, salgas de raje a ofrecerle un trabajo bien pago a “Cagadita-padre” y te mandes a mudar bien lejos porque si no cumplís después de que se vean estas fotos y las de los chicos, te van a buscar hasta los perros del barrio para cobrarte las violaciones.
- Sí señor, por favor no me mate, -decía llorisqueando y se tapaba la cabeza con ambas manos-.
- Nene, ponete el short y seguime, vamos hasta la esquina de la comisaria, si este gordo inmundo no cumple hacemos la denuncia.
- No señor, por favor, le juro que le ofreceré un buen trabajo, no diga nada, me matarán.
- Todo depende de vos, tenés dos minutos para vestirte e ir a hacer lo que te pedí.
“Cagadita” me miraba asombrado, ya me había mirado y reconocido, pero no dijo nada, tomé el bolso y salió conmigo por el mismo lugar en que yo había entrado, ya afuera del local nos quedamos detrás de unas maderas y lo vimos salir al gordo como alma que se lleva el Diablo. Yo temblaba hasta por las uñas y apretaba el pedazo de caño galvanizado haciendo que mis nudillos estuvieran blancos, en eso sentí la mano del nene en mi brazo…
- Gracias Martín, me salvaste de ese gordo y le conseguiste un trabajo a mi papá, ¿y ahora?
- Ahora vamos a esperar que vaya a tu casa para ofrecerle un trabajo bueno a tu padre y anda haciéndote a la idea de que tu culito de putito va a ser sólo mío, -le dije ya recuperado del susto-.
- ¿Vos también me querés coger?
- Quiero y te voy a coger, a vos y a todos los que se cogía el gordo inmundo, pero primero me vas a tener que explicar cómo aprendiste a chupar una pija y cuantos te han cogido antes.
- Mi abuelo me hacía chupar la de él, pero casi nunca se le paraba, una vez que estuvo dura me la quiso meter, pero no pudo entrar nada más que la cabecita y me dejó la leche adentro, hay otros chicos que me tocan el culito y me la quieren meter, pero yo no quiero y todavía no me cogió nadie.
- ¿Qué pasó con el gordo?
- Hace dos días, me llevó en la camioneta hasta mi casa y me dijo que quería cogerme, que a cambio de mi culito él le conseguiría un trabajo a mi papá y le dije que sí porque mi papá no tiene trabajo y, a veces no comemos.
- Creo que el gordo fue para tu casa, vamos hasta la mía, ayudame a terminar de arreglarle el jardín a mi mamá y después tomamos la merienda, más tarde buscaremos el momento en que me entregues el culito.
- Bueno Martín, -dijo sin que le molestara la propuesta-.
Al llegar a mi casa escondí el bolso con la cámara y el sobre con las fotos en mi habitación y Daniel me ayudó a terminar de limpiar el jardín. Luego de su siesta mi madre nos encontró en plena tarea, lo saludó al nene, le agradeció que me ayudara y nos dijo que entráramos a tomar el café con leche acompañado de tostadas con dulce de leche. “Cagadita” se fue a lavar bien las manos antes de sentarse y eso le cayó muy bien a mi madre, mi padre le preguntó por el padre de él y preguntó también si había conseguido trabajo.
El nene esperó a tragar lo que estaba comiendo con ganas y le contestó que había ido a ver a “los gordos del criadero” … “Está bien, si no consigue algo allá, decile que venga a verme, yo necesito a alguien en el corralón”, -agregó mi padre, el nene quedó en avisarle y una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro. Tras cartón mi padre y mi madre se fueron a abrir el negocio, ellos tenían la única ferretería del pueblo y anexado a ella un corralón de materiales, había dos empleados que ayudaban a mi padre en la atención y mi madre atendía la caja.
Éramos de los más pudientes en el pueblo, pero trabajaban en eso por la mañana y por la tarde, por eso yo sabía que hasta las ocho y media de la noche, como mucho, no regresarían a casa. Daniel seguía con sus tostadas, mi verga pugnaba por romper mis pantalones de fútbol y lo dejé ahí diciéndole que estaría en mi habitación, que fuera después de comer y de lavarse bien el culito, “está bien Martín, dejame un poquito más, el dulce de leche está rico”, -dijo consciente de que sería cogido y yo no era el gordo-.
En mi habitación me desnudé, me tiré en la cama y me puse a ver las fotos que tenía el gordo en el bolso. Conocía a los chicos que estaban en las fotos, en realidad, en el pueblo nos conocíamos todos, lo que nunca pude suponer es que esos chicos se la chuparan y se dejaran penetrar por el gordo inmundo, claro que pensé que, ante el primer traspié, ya no podrían volver a negarse porque las fotos hacían que el chanchero pudiera exigirles más, me toqué la verga erecta pensando en que yo podría hacer lo mismo y ya no me faltarían culos.
- Ya me lavé en una bañadera chiquita que tira agua para arriba, -acotó Daniel entrando en mi habitación-.
- Hiciste bien, eso se llama bidet y sirve para eso, vení subite a la cama y chupámela un rato.
- ¡Faaa, que verga grande que tenés!, eso no me va a entrar ni en la boca ni en el culito, me va a doler mucho, -comentó tomando el tronco con las manitos-.
- Algo te va a doler, pero trataré de hacerlo despacio para que te guste y me pidas más y más a cada rato, tratá de aguantar y no grites.
No me contestó nada, pero en su cara se adivinó que estaba dispuesto al sacrificio, el deseo flotaba y se desnudó por completo antes de subir a la cama. Su pitito estaba durísimo y lo acomodé como en un “69” porque, chupar no lo chuparía, ni siquiera el culito, aunque se hubiera lavado, me daba asco que el gordo hubiese estado por allí, pero me dejaba sus nalgas duras y el agujerito para que pudiera usar la vaselina que tomaba mi madre para el estreñimiento, ella la bebía, yo me embadurné los dedos y comencé a jugar con el asterisco.
“Cagadita” no coordinaba bien, trataba de chupar y meterse la verga lo más adentro que podía cuidándose de no rozarme con los dientes, pero se interrumpía, primero por los quejidos y luego por los gemidos que se escapaban de su boca por lo que hacían dos de mis dedos en su culito. Yo no tenía mucha experiencia recibiendo el oral, en realidad no tenía ninguna, pero me gustaba lo que hacía el nene haciendo entrar y salir la verga de su boca y no me aguanté mucho, se la llené de leche y mamó como desesperado para que nada se perdiera, casi sin darme cuenta metí tres dedos y los giraba para dilatar el hueco, lógicamente, el siguió mamando y mi verga seguía dura como al principio, (jajaja, cosas de la edad).
- Tu leche me gusta más que la que me daba mi abuelo, parar no se le paraba ni se le ponía tan duro, pero igual acababa y no quería que perdiera ni una gota.
- Es como debe ser, me alegra que hayas aprendido, -decía yo como si supiera-.
- Tus dedos no me dolieron casi nada, a mí me duele hasta cuando meto uno de los míos, ¿cómo hiciste?
- Uso un líquido espeso para evitar que te duela demasiado cuando te meta la verga, vení, ponete en cuatro y aguantá.
Era fantástico, nada que ver con la visión que había tenido desde lejos cuando lo vi con el gordo, Daniel apoyaba el pecho y la cara en las sábanas y abría sus nalgas duras con las dos manos dejando ver el agujerito cerrado, puse vaselina en la punta del glande y la desparramé apoyándolo en su hueco que ya parecía palpitar, “siento muy rico y tengo ganas, ¿ya lo metiste?”, -preguntó denunciando algo de impaciencia-… “Tranquilo putito, ya la vas a sentir”, -le dije notando que la desproporción era tremenda, dilatar había dilatado, pero el glande parecía enorme en comparación con el agujero de su ano, como fuere, había una sola manera de averiguar si entraba, pasaba por el intento y empujé sin tratar de forzar nada. Gritó y se contuvo cuando el glande estuvo adentro y allí, instalado en su recto, supe que nada me detendría, me aguanté las ganas de darle un caderazo y cogerlo a fondo, tuve miedo de lastimarlo porque no sabría qué hacer con su culito sangrando.
Con media verga adentro de su culo estrecho comenzó a pedir que se la sacara, que no la aguantaba, que no fuera cruel, que le dolía mucho, “no puedo Martín, no puedo, tu verga es muy grande para mi culito, me duele, me duele, no seas malo”, -decía sollozando, pero no pensaba retroceder y haber acabado antes me ayudaba para aguantar-. “Ya está “Cagadita”, ya la tenés adentro, ahora voy a moverme despacio, a mí también me duele mucho, estoy muy apretado”, -le dije, claro que, a mí, eso me incentivaba la libido y el morbo sádico por romper mi primer culito-.
Él debutaba con su rotura de culo y yo también, jamás se lo diría, pero era la primera vez que cogía y tenía que disimular como si supiera y tuve claro que no era lo mismo con las revistas o con las películas Súper 8mm. Como fuere, el movimiento lento dio resultado y Daniel mismo comenzó a mover sus nalgas tratando de penetrarse más, “metela un poco más, ya no me duele, siento que se me abre todo, pero es rico”, -pidió con una voz que interpreté como de caliente y excitado-. Sin dudas que lo estaba y se me comenzó a “salir la cadena”.
- Así mi putito, movete así, tu culito es fantástico, aguantá un poquito que ahí te va todo, -le dije y empujé-.
- ¡¡¡Ayyy, me duele, me duele mucho!!!, sacala, sacala, el culito se me rompió, no, no, esperá, me estás tocando algo que me gusta, movete despacio y cogeme rico, -expresó en una rara dicotomía y con sus nalgas un tanto alborotadas, lo que motivó que le diera con todo lo que podía-.
En la habitación resonaban los ruidos, para mí maravillosos sonidos, que se escuchaban como de aplausos por los golpes dados con mi pelvis en sus nalgas. “Cagadita” tragó los mocos por su incipiente llanto cortado por el placer y se dejó caer porque sus piernas no aguantaron, la verga se salió, pero el agujero palpitante marcó el camino nuevamente y se la volví a enterrar, ya no parecía penetración, era enterramiento y los quejidos entremezclados con gemidos tuvieron que ser amortiguados por la almohada. Yo estaba como enloquecido, entraba y salía de su culito como si no hubiera un mañana, “me duele, me volvió a doler Martín”, -acotó Daniel en un grito y llegó el momento de acabar nuevamente, algo dijo él de las cosquillas y no sé qué más sobre orinarse cuando el líquido caliente se desparramó por sus tripas y antes de quedarnos como si nos hubiera pasado un tren por encima. Tardamos un rato en recuperarnos y él fue el primero en hablar:
- Me re-cogiste y me rompiste todo el culito, pero me gustó sentirte bien adentro, fue raro, por momentos me daba como electricidad y mi pitito parecía que iba a explotar, igual me duele y me arde todo.
- Ahora nos vamos a ir a lavar bien y te voy a poner una pomadita, acordate que tu culito tiene un solo dueño y que también tenés que aprender a mamarla hasta tragarte toda la pija.
- ¿Cuándo me vas a coger de nuevo?, si mi papá empieza a trabajar podés ir a mi casa cuando él no esté, me gusta ser tu putito.
- Me encanta que te guste, pero no vas a ser el único, también me quiero coger a los otros que se cogía el gordo.
- Yo no sabía que se cogía a Luisito, es más chiquito que yo, ¿quiénes más estaban en la foto?, ¿yo también me los puedo coger?
- No creo que tu pitito tenga fuerza para metérselo a ellos, pero algo podremos hacer juntos.
No quedaba mucho por hablar, al lavarme vi que además de los restos fecales había algunas manchitas de sangre, primero usé una pera de mi mamá, le puse agua tibia en las tripas un par de veces y evacuó todo, luego procedí con la pomada analgésica y cicatrizante, ya listo se vistió y se quedó en el comedor viendo una serie del Farwest en la tele, “El hombre del rifle” o algo así y yo la llamé a mi madre para preguntarle si podía llevarse ropa mía que hacía rato que no usaba, la “vieja” siempre guardaba todo y me dijo adónde buscar.
El flaquito “Cagadita” resultó ser un calentón de aquellos y luego de separar algo de ropa, me dijo que quería mamarme la verga, “quiero tragar más de tu leche, pero si querés cogerme yo me aguanto el dolor”, -acotó con voz sensual-. Primero probamos de aprender a besarnos de lengua y luego le dije que se la tenía que tragar toda, “bueno, pero vos ayudame con las manos”, -me dijo al arrodillarse frente a mí que estaba sentado-. Se le salían los ojos cuando le mantenía por dos segundos la verga en la garganta, un poco llorisqueó, pero se tomó toda la leche y yo no quería más lola, ni la Bardot me la paraba.
Guardó en el bolso del gordo toda la ropa y un par de zapatillas que eran para él, también algunas prendas para el padre y me volvió a preguntar por los chicos de las fotos. “Esta Luisito, Ismael, Gustavito y uno que no ubico bien, debe ser nuevo”, -le dije y se puso a mirar las fotos, “este es Oscarcito, es el hijo de la nueva maestra que vino a mitad de año, yo no sabía que eran putitos y que se los cogían, igual no les voy a decir nada”, acotó señalando una foto-. Le dije que me parecía bien, a él no le gustaría que anduvieran diciendo que él se dejaba coger.
- ¡Nooo, si mi papá se entera me mata a palos, porfa, no vayas a decir nada que me cogiste, -pidió con miedo y algo de desesperación-.
- No, no voy a decirle nada a nadie, pero si me entero que le das el culito a otro muestro la foto que te saqué con el gordo.
- Pero, pero, el gordo no me la metió, vos fuiste el primero y quiero que sigas, yo voy tu putito.
- Yo lo sé y seguiré cogiéndote cuantas veces quiera y pueda, pero parece que con el gordo la tenías toda adentro.
- Sí, ya vi la foto, pero quiero que sea vos el único que me de la leche en la boca y en mi culito.
- Está bien, vos serás el primero y el mejor, pero andá diciéndole a tus amiguitos que yo tengo las fotos del gordo de cuando se lo cogían y ahora van a tener que coger conmigo, sino las muestro en toda la escuela y el pueblo.
La hora se pasó volando, ya estaba oscuro y cuando Daniel salía para la casa llegaron mis padres, les dije que recién habíamos terminado con el tema de la ropa, mi mamá le hizo un sándwich enorme para que fuera comiendo de camino y me pidió que lo acompañara. “Cagadita” no sabía cómo agradecerle y la abrazó, lo cual hizo que a mi “vieja” se le cayeran las lágrimas. “¿No querés cogerme de nuevo acá en lo oscuro?”, -preguntó cuándo pasábamos por un tramo oscuro lleno de árboles, le tuve que decir que lo dejábamos para mañana, estaba “fusilado”.
Al día siguiente, como en los recreos en la escuela nos tenían a todos mezclados vi que a Daniel lo rodeaban tres chicos de tercer año y le hacían bromas, no me cabían dudas que les hubiera gustado quedarse a vivir dentro del culito de mi flamante putito y me acerqué a ellos, “Cagadita” no tardó en verme y se desprendió de ellos para saludarme con un beso en la mejilla, “buen día Martín, decile a tu mamá que la ropa me quedó fantástica, mi papá también le agradece y me contó que consiguió trabajo en lo del gordo, ya empezó esta mañana temprano, vuelve como a las ocho de la noche”, -tiró de corrido dejando su mensaje claro-. “Buen día Daniel, ¿está todo bien por acá?”, -pregunté mirando a los tres-. Esa especie de mensaje les quedó claro a quien fuera que “Cagadita” era amigo de “uno de 5°”, además yo era uno de los más “grandotes” y no convenía joderme, los tres desaparecieron enseguida y Daniel, aun cuando no se mostró meloso ni se acercó demasiado, aprovechó para completar su idea al decirme en voz baja…
- Ya no me duele tanto el culito, podrías venir hoy por la tarde, tengo ganas de que me cojas de nuevo.
- Luego vemos, ¿hablaste con tus amiguitos?
- Luisito va a otro grado, pero les dije a Ismael y a Gustavito lo de las fotos, que vos habías encontrado el sobre y querías hablar con ellos, Ismael se quedó serio y tembló, pero Gustavito se puso a llorar, ¿querés que les diga de ir a mi casa?
- En el otro recreo te contesto, dijo mi mamá que vengas a comer a mi casa y después te acompaño a tu casa.
Mi madre había quedado condolida por la situación del nene y, un plato de comida no se le niega a nadie, algo que a mí también me interesaba, respecto a los otros nenes, podrían esperar, los evaluaría, les mostraría que efectivamente tenía las fotos y cuanto más miedo acumularan, más fácil sería tenerlos a mi merced, fundamentalmente a Gustavito que era un gordito morrudito y de muy buen culito. En el segundo recreo me encontré a los dos chicos hablando con Daniel y me acerqué a ellos tres…
- Hola chicos, ¿cómo andan?, ¿están pensando en lo que van a hacer para que no muestre las fotos?
- No, por favor Martín no podés decir nada ni mostrarlas, mi papá y mi mamá me matan, -dijo Gustavo lagrimeando-.
- Las mías tampoco Martín, yo no quería, pero, pero, ¿en serio tenés las fotos?, -preguntó un tanto reticente y dudando Ismael-.
- Les voy a mostrar dos en que están chupándole la verga al gordo, ¿ven que se les ve bien la cara?, a mí me parece que les gustaba.
- ¿Qué querés que hagamos?, -preguntó el gordito como dándose por vencido-.
- Ya veremos, primero me van a contar como fue todo y porque se dejaron coger, luego vemos, si tengo ganas de cogerlos prepárense porque yo tengo una verga más grande, –Gustavito tragó saliva, pero Ismael preguntó intrigado-.
- ¿Es muy grande?, el gordo me hacía llorar, pero a mí, un poquito me gustaba, -agregó interesado-.
- Yo sé cómo hacer para que no les duela tanto y para que gocen cuando los coja, pero hay que verlo en el momento.
- Bueno, yo quiero saber, pero no tenés que decir nada, ¿cómo podemos hacer?, -preguntó el gordito con los ojos brillantes-.
- “Cagadita” nos dice que vayamos a la casa a la tarde, ¿si vos querés vamos?, -se lanzó Ismael con ganas que no disimulaba-.
- Yo no puedo, tengo que ayudar a mi mamá en la casa, -alegó Gustavito-.
- No importa, si no es hoy será mañana, hoy viene uno y mañana el otro.
Quedaron así, a eso de las tres de la tarde aparecería Ismael, no tenía el culito tan relleno como Gustavito, pero como no pensaba perdonar a ninguno, por mí, estaba bien. “Sí, pero si me tenés que coger, Daniel no puede decir nada”, -alegó Ismael mirando a “Cagadita”-… “Por mí está bien, yo no diré nada y si quiere también me puede coger a mí”, -agregó sabiendo que él sería de la partida-. Me tenía durísimo la conversación con los putitos que elucubraban sobre las posibles cogidas, yo estaba completo, tenía la tarde para sacarme las ganas con uno y con otro.
Danielito estaba feliz de la vida cuando fue a mi casa a almorzar conmigo y con mis padres, respetaba todos los cánones educativos de la época y a mi mamá era como si le ataran un paquete con el más hermoso regalo. Saludar, lavarse las manos antes de comer, sentarse derecho en la mesa, esperar a que los mayores comenzaran a comer, pedir permiso para levantarse, no hablar con la boca llena, todo lo exponía porque ser pobre no implica ser mal educado.
Le pedí a mi padre un par de herramientas, martillo, tenaza, pinza, sierra y clavos para ayudarle a “Cagadita” a clavar unas maderas sueltas en la casa. Me dijo que las llevara y le ayudara, incluso me dio indicaciones sobre el uso del martillo y como clavar el clavo, sin saber que lo único que clavaría sería mi “herramienta” cilíndrica de carne y músculo endurecido. Llevé todo en un pequeño bolso de mano, puse también la cámara de fotos instantáneas y apenas terminamos de almorzar nos fuimos para la casa de mi putito.
Apenas entramos cerró puertas y ventanas de su casita, humilde, pero limpia, todo quedó en semi penumbras, me pidió que me sentara en un sillón individual que usaba el padre en el pequeño living de entrada y se ocupó de sacarme los pantalones, dejó toda mi verga al aire y se arrodilló como adorando al tótem fálico que penetraría su boca, “ayudame con las manos, a mí me gusta”, -dijo al mirarme y demostrarme la calentura que emanaba de todos sus gestos. Primero fueron besos, lamidas y saliva, hasta que su boca se adueñó del glande y comenzó.
Perdí su mirada de caliente cuando su boca pasó tres cuartas partes de verga, él mismo me hizo señas apuntando con la mano a su cabeza y empujé forzando la penetración, ahogos, toses, arcadas, salidas y vuelta a intentar. Siete u ocho veces de traspasar su garganta y ya me tenía a punto para tomarse toda la leche, se notaba un tanto desesperado para tragar mi acabada y lo tuve que levantar porque no sabía si me quedaría resto, a mitad de camino me di cuenta que no podría y volví a hundir su cara en mi entrepierna para llenarlo.
Me encantaba como usaba la lengua y como pegaba su nariz a mi pubis, mucho más cuando tragaba como si tomara de una bota vasca mis cuatro o cinco escupidas de semen. La sacó de su boca limpiándola a medida que la sacaba y me miró con los ojos brillantes de satisfacción para, rápidamente, sacarse la ropa y presentar ante mis ojos el culito espectacular, “¿no me vas a poner del líquido que resbala para meterla?”, -preguntó abriendo sus nalgas-, ya no se notaba la cogida del día anterior y el asterisco aparecía tan cerrado como antaño.
Me agaché y saqué del bolsillo del pantalón un tubito de Xilocaína que tenía mi mamá en el botiquín del baño, se lo mostré y entre sus risas de picardía, lo crucé en mis piernas para que sus nalgas quedaran ante mis ojos y comenzar la erótica tarea de penetrarlo con mis dedos para dilatarlo. Al poco rato se removía, gemía pidiendo que se la metiera y decía que no sentía mis dedos, pero tres de ellos ya habían abierto el asterisco, sólo quedaba meter el émbolo de carne y le pedí que se sentara dándome la espalda. El muy putito bien cogido no dudó, dirigió con su mano el tronco y comenzó a sentarse después de ubicar el glande.
Estaba claro que los dedos eran una cosa y mi verga otra distinta, se quejó mientras el ariete abría sus carnes, yo lo tenía de las caderas para que no se saliera ni retrocediera, pero no hizo falta, parecía que su redondelito absorbía la barra de carne, daba algo de impresión ver como semejante pedazo se hundía en él, aunque “Cagadita” lo disfrutaba y de los quejidos pasaba a los gemidos. Finalmente, su culito se tragó toda mi verga y exhaló un suspiro de alivio y satisfacción, yo lo agarraba de su abdomen flaco y se sentía la protuberancia debajo de su piel.
Se quedó quieto firmemente penetrado y giró la cara para decirme: “Parece que tuviera todo el culito dormido, pero igual la sentí enorme cuando entrabas, tu verga está en mi panza y mi pito se puso durísimo, esperá un poquito, no te muevas, todavía me duele”, -expresó con los ojos brillantes y cargados de lágrimas que aguantaba de derramar-. Fue él el que se comenzó a mover y se cogió solo subiendo y bajando sus nalgas a la par que daba unos pequeños grititos en que se mezclaba el dolor y sus ganas.
Su orgasmo seco me sorprendió porque tembló y me apretó fuerte el tronco con sus músculos, me faltaba muy poco, lo levanté sin sacársela y lo coloqué dando la cara al asiento del sillón, me tocaba terminar a mí y lo penetré varias veces con fuerza y profundidad, ya no pudo contener las lágrimas y se quejó diciendo que le dolía, pero todo amainó cuando le llené las tripas y se rio acotando que su culito estaba enamorado de mi leche. No esperé para sacarla, su pequeño ano abierto y dilatado al extremo me ponía bien.
La vista de su redondel abierto no duró demasiado, “Cagadita” salió corriendo hacía el baño tapándose el culito y diciendo que se hacía caca, yo me fui detrás de él, también tenía que lavarme y lo hice con agua y jabón en el lavatorio mientras Daniel desalojaba todo lo que tenía en sus tripas. “Me parece que hoy quedó más abierto que ayer y no lo puedo cerrar, está como dormido, igual me gustó mucho la cogida, ¿a Ismael lo vas a coger igual?”, -preguntó interesado-.
Le contesté que ya lo veríamos y fui a controlar la cámara, vi que aún quedaban doce exposiciones y le expliqué a Daniel como se sacaban las fotos, practicó con dos y cuando estimé que sabía le expliqué que, si me lo llegaba a coger o me chupaba la verga, él le sacaría la foto a Ismael, pero sin sacar mi cara, lo importante era enfocarlo a él y la verga en su cara o su culito. La promesa de abrirle el culito al amigo y después dejarlo a él que lo penetrara lo entusiasmó.
Nos vestimos y pasó un poco más de media hora hasta que escuchamos golpear las manos, Daniel abrió la puerta y entró Ismael apurado y asustado de que pudieran estar espiándolo, nos contó que el padre estaba trabajando en un campo de la zona y la mamá se había ido a dormir la siesta. Lo miré cuando le pidió un vaso con agua a Daniel y su físico era más relleno que el de “Cagadita”, pero mucho más enjuto que el de Gustavito, su culito estaba en un término medio al de los dos y destacaban sus muslos más musculosos. Me saludó con un beso en la mejilla y preguntó:
- ¿Qué vamos a hacer?, ¿ya me vas a coger?
- Eso depende de que me digas si te gustaría y me cuentes como fue que el Gordo llegó a cogerte.
- Sí, a mí me gusta, nadie lo sabe, el que primero me cogió fue el hijo de un vecino que tiene catorce años, me dolió, pero me sentí bien, una vez el gordo Juan vio que mi vecino me apretó el culo y yo no le dije nada, por eso luego me paró y me habló en la calle. Me dijo que si yo me dejaba con él me regalaría un walkman, yo quería tener uno y le dije que sí.
- ¿Te lo regaló?
- No, porque después de hacer que le chupara la verga me dijo que había sacado las fotos y si no me dejaba cuando él quisiera, las mostraría en todos lados, mi papá me mataría si supiera que soy putito y me dejé sin que me diera el walkman. Igual te cuento todo porque Dani me dijo que él también es un putito y sabe que no tiene que decir nada, ¿vos te lo cogés a él sin hacerle doler?
- Ahora no hablamos de Daniel, ¿tanto te hacía doler el gordo?
- Siempre me duele, a veces me hacía llorar, porque empujaba y empujaba hasta que entraba y después se movía. ¿Vos la tenés grande?
- Sí, pero yo te voy a poner una cremita para que no te duela tanto, vamos a la habitación de Daniel, primero me la vas a chupar, -lo hizo rápido y apenas entró se sacó la ropa-.
- ¡Eso es un pijononón!, me vas a hacer doler mucho, no, no, no, no quiero que me cojas.
- Primero chupala y dejá que yo te dilate el culito, vas a ver que te va a gustar.
- Bueno, pero si me duele me voy y no me dejo.
Lo acomodé para que me chupara la verga y, a la vez que me dejara jugar con mis dedos en su culito, nada que ver con la mamada que me había hecho hacía un rato “Cagadita”, apenas si se podía meter el glande en la boca, pero eso no me importaba tanto, yo quería ver si lloraba o no cuando tuviera toda mi verga dentro de su culito apretado. Amagó con un par de quejidos cuando traté de meter mi primer dedo, igual me dejó seguir porque se lo notaba entusiasmado, ni cuenta se dio cuando Daniel sacó las primeras dos fotos.
La Xilocaína cumplía su función y fui sumando dedos a medida que gemía con ganas, hasta que: “Ponémela un poquito a ver si la aguanto”, -pidió con toda su brotada esencia de putito -. No me apuré, se estiró boca abajo, pero lo puse en cuatro y pasé mi glande lubricado con precum y jalea por su asterisco ya no tan cerrado. Empujé demasiado y casi media verga le entró en su canal estrecho, gritó al borde del llanto pidiendo que se la sacara, ¡ni en pedo me movería de allí! y esperé, a la vez que le decía a Daniel que le acariciara la pijita parada.
El manoseo pronto resultó y me pidió que la metiera un poquito más, pero antes la saqué y volví a poner más gel adormecedor, luego fui entrando sin detenerme, mi cuerpo lo tapaba completamente mientras el ariete abría sus carnes y no me importó escucharlo sollozar diciendo que no quería, que se la sacara, que le dolía y que quería irse a la casa. Yo también estaba medio insensibilizado en todo mi miembro y lo dejé que se calmara, lo cual hizo rápido porque “Cagadita” había metido la cabeza bajo su cuerpo y le chupaba la pijita, “movete despacio”, -pidió Ismael y supe que ya estaba-.
Ya gemía con ganas y pedía que le diera fuerte, que se la metiera más, sin darse cuenta que más ya no se podía, se la había tragado toda, lo demás fue salir y entrar hasta lo profundo, y sí, algunos gritos se le volvieron a escuchar, pero ya eran como parte de la propia cogida, Ismael no podía contener los movimientos de sus caderas y hablaba como loro, repitiendo que le gustaba que me lo cogiera así y que mi verga era divina. El nene era toda una gata Flora, “Si se la ponen grita, si se la sacan llora”.
El hecho es que, en conjunto con Daniel, le sacamos varios temblores y los noté en el tronco de mi verga aprisionada por su conducto estrecho. Lo siguiente fue cumplir con “Cagadita”, me retiré del culito de Ismael, la huella de mi cogida era evidente y le pedí a Dani que se pusiera detrás de su amigo, lo hizo de inmediato y, de parado, con su verguita que parecía temblar de dura, entró en el hueco dilatado por mi ariete, “¿qué hacés “Caga” ?, me estás cogiendo, después quiero metértela a vos”, -acotó Ismael riendo y moviendo sus caderas-.
Mi verga no estaba sucia, índice evidente que Ismael sabía cómo lavarse el interior de su recto, quedó morcillona y me aparté para sacarles una foto a los dos nenes en su cogida imberbe, hice otra más desde el otro costado y me volví a calentar con la escena y sus gemidos de placer, entonces puse más gel en mi glande y arrodillado detrás de “Cagadita” abrí sus nalgas, apunté y lo “emboqué” nuevamente. Hubo más facilidad para entrar y di un par de bombeadas luego de llegar a topar con sus nalgas duritas.
No me daba para terminar nuevamente, pero se lo dejaría bien abierto por si Ismael, quería probar de penetrarlo, algo que daba por descartado al escucharlo decir nuevamente que le tocaba a él. A mí no me daba para más y al salir noté otra vez la suciedad, pero a Ismael no le importó y se montó como perrito caliente detrás del culito de “Cagadita”, saqué otra foto y me fui a lavar, mi morbo no daba para más.
Al regresar seguían en la misma posición y se reían, cogían como jugando y no me molestó, comencé a vestirme y con gestos evidentes de vicioso Ismael me preguntó si no lo iba a coger nuevamente, “hoy no y mañana le toca a Gustavito, ¿viste que no fue tan doloroso”, -le dije acariciando sus nalguitas-… “Igual me dolió y todavía me duele, pero me gustó mucho, ¿cuándo me va a tocar de nuevo?”, -inquirió antes de comenzar a temblar con su orgasmo seco-.
No contesté, me fui a sentar a la cocina y me quedé pensando que, si hacía las cosas bien, a mi verga no le iba a faltar “comida” tierna, tendría que “inventar” alguna clase de Apoyo Escolar para esos nenes u otros que pudieran aparecer y disponer de una o dos horas en mi casa por la tarde, a mi madre le encantaría esa posibilidad de “tipo responsable”, no me joderían y cada quien tendría asegurada su “cuota” de verga. Sin lugar a dudas “Cagadita” y su aventura fallida con el gordo de la Chanchería, habían allanado el camino a mis ganas de “polvos juveniles”.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Excelente 💦💦💦 que siga!!!
Uno grande, este tiene mis cosas favoritas de El poder de los deseos xd