CAMINO AL CIELO: UN ENCUENTRO INESPERADO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Maradentro.
Los jueves era el día del sacerdote y no estudiábamos sino hasta el mediodía, la tarde se usaba en actividades deportivas, uno de esos jueves mi amo me ordenó que lo buscara después del almuerzo en el teatro, así que me dirigí allá y lo encontré en el cuarto de utilería.
Muy serio me dijo: ya vivió una muestra de lo que se espera de un esclavo, ahora quiero saber si todavía quiere ser mi esclavo.
Si, claro que sí; dígalo con voz fuerte, que no haya dudas, entonces repetí: SÍ MI AMO, SEGUIRÉ SIENDO SU ESCLAVO, ME COMPROMETO A SEGUIR TODAS SUS ORDENES Y DESEOS, MI CUERPO Y MI SER SON SUYOS, YO NO ME PERTENEZCO PORQUE YA PERTENEZCO A MI AMO EL PADRE ALFREDO.
ALABADO SEA DIOS QUE ME HA DADO UN AMO COMO EL PADRE ALFREDO.
No se dé donde me salió está afirmación, la pronuncié sin pensar, sólo llevado por una fuerza interna que conmovió a mi amo, lo vi en la expresión de su rostro.
Entonces me dijo: está bien, ahora queda claro que continuaras a mi servicio, de ahora en adelante serás entrenado, disciplinado en la obediencia, de ninguna manera puedes humillar a tu amo o a quien yo te entregue, ni voluntaria, ni involuntariamente.
Desnúdate porque vamos a empezar ya, lo primero es que le prohíbo que siga saliendo de su dormitorio en las noches sin mi consentimiento, toda su esperma es mía y hasta su mierda si yo así lo deseo.
Me sorprendí porque no había visto a nadie aquella noche, ni una sombra vi pasar.
¿Le sorprende que lo sepa? Me dijo sonriente, y añadió: si no lo sabes, yo soy el AMO del seminario, y nada pasa sin que yo lo ordene.
Entonces llamó a Luis, quien fuera uno de los frailes trans de mi primer fin de semana en El Banquete, como llamaba mi amo, esos encuentros en que nos vendía a otros curas.
De ahora en adelante Luis sería mi vigilante tutor en el seminario y mientras mi amo no estuviera a éste le debía igual obediencia, así pues se le encargó me disciplinara.
Luis me dio algunas instrucciones que debía seguir de ahora en adelante: pararme ante mi amo con la cabeza inclinada y nunca mirarle si no se me solicitabas, tampoco dirigirle la palabra y sólo esperar sus órdenes y cumplirlas; cumplir velozmente todas las demandas del amo, su cuerpo y sus excrecencias debían ser sagrados para mí; se me prohibió terminantemente que me masturbara o estuviera carnalmente con cualquier persona, animal o cosa so pena de ser castigado severamente.
Entonces, se me ordenó desnudarme y mi cabeza fue rapada, me ató las manos por la espalda, me vendó los ojos, me amordazó y me condujo a la fosa del teatro que estaba cubierta por una puertilla de madera, me hizo calzar unas zapatillas que tenían una puntilla apuntando a mi talón para obligarme a permanecer en puntillas, debía permanecer quieto hasta su regreso, con tiza trazo la superficie sobre la que estaba para cerciorarse que no me movería de allí.
La oscuridad era completa al igual que el silencio, parecía que estaba sólo, a no ser por la rata o ratón, no sé qué fue, que un par de veces saltó entre mis pies.
En esa postura el tiempo se me hacía eterno, el dolor en mis pies en puntillas hizo aparición, la baba comenzó a chorrear de mi boca ante la imposibilidad de tragar la saliva, ella se fue desplegando por mi mentón cayendo a mi pecho por donde se deslizaba hasta mis caderas donde se detenía.
Esa privación de los sentidos me los colocaba alerta esperando algún ruido, murmullo, algún movimiento que me indicara que mi tutor ya regresaba, mientras, me envolvía el olor a humedad del cuarto en el que estaba, los fluidos de mi boca ya no cesaban de caer, mi cuerpo se investía cada vez más con ellos.
Mi pene comenzó a levantarse, era inevitable que mi situación no me excitara y sin embargo nada podía hacer para responder a su alegría.
El dolor en las piernas se me hacía inevitable, pensé en dejarme caer sobre las puntillas pero las sentía altas y gruesas, nada que hacer más que soportar el sacrificio de estar ahí detenido.
No sé cómo, la saliva, que se desplazaba por mi cuerpo como los hilos de una quebrada, llegaban a mis “pelotas” haciéndome leves cosquillas que agradecí.
Por fin apareció mi tutor nuevamente, mi cuerpo sentía felicidad con cada paso suyo hacia mí, encendió la luz, verificó mi posición y se quedó alelado mirándome, me quitó la venda de los ojos, no lo miré y mantuve mi cabeza inclinada.
Buen muchacho, me dijo, estaba desnudo, sólo con un bóxer, no podía mirarlo de frente pero si lo miré del pecho hacia abajo; no sé si es una jugada del recuerdo, lo cierto es que ese cuerpo que veía con mis ojos encandilados parecía bailar entre el fuego que estaba encendiendo mi pasión, aún hoy ese cuerpo que vi a media luz viene a mi como el ángel de la noche a abrigar mi sueño.
De repente posó sobre mi nuca su lengua y comenzó a secar mi cuerpo, estaba respirando intensamente, me lamía con furor canino, se detuvo en mis pezones que por mi propia gordura parecían tetas de mujer, las chupó, lamió y relamió, lo que me hizo feliz.
Se detuvo en mis genitales que chupó y mordió, al igual que lamió suavemente mi pene sin dejarlo llegar a la eyaculación.
Me libero de aquella incómoda posición y me hizo orinar en un balde para después ordenarme beberla.
Te gusto, me dijo, la próxima vez será la de tu amo la que beberás.
Se arrellanó en un sillón viejo y me colocó entre sus piernas obligándome a chupar su pija controlando mis movimientos colocando su mano sobre mi cabeza.
Vas a aprender a hacerlo como le gusta al padre, aunque ya lo haces bastante bien, ahhhhh, suspiró.
Lamí su miembro suavemente desde el glande a la base dando la vuelta suavemente, con los dientes tomé el prepucio y lo jalé, hizo una mueca de dolor pero no me detuvo, introduje la lengua entre la membrana y luego lo llevé a mi boca para chuparla con fuerza; él se estiraba en la silla, gemía, todo lo cual me excitaba mucho más.
Después me volteó y me puso en el sillón elevando mis piernas sobre sus hombros para enchufarse a mi ano que esperaba ansioso.
No lo tenía muy abierto todavía lo que me generaba dolor, pero esto ya no importaba, su movimiento expandía mi intestino, su pene era mediano, lo que era apropiado para mí en este momento.
Su pene se revolcaba en mi culo, lo movía en todas las direcciones, lo entraba y sacaba suavemente como si fuera consciente de proporcionarme placer a mí también.
Dos cuerpos entregados, uno al otro, un momento de comunión masculina como debieron haber sido las orgías de los apóstoles.
Luego me beso, nunca nadie me había besado así, sentir sus caricias y ese cuerpo adónico sobre mí me transportaba al cielo.
Luego me ofreció su ano, disfrútalo, en este momento es tuyo, lo entré con susto, era mi primera penetración, lo escribo y siento como la primera comunión.
Me moví rápido y así mismo eyaculé, tranquilo, cógela con calma, ya irás aprendiendo, al terminar me dijo que ese era nuestro primer secreto y el amo no podía saberlo.
Mi tutor llevaba un costal de cabuya, en los que en Colombia los campesinos empacan papas y verduras para llevar al mercado, estaba recortado en las esquinas y en el centro, me lo puso a modo de vestido, en adelante ese sería mi uniforme.
Luego mantuvo mis manos atadas y vendó nuevamente mis ojos, y me ató a un poste.
Debes aprender que ya no controlas nada, que somos nosotros los que lo hacemos, tu voluntad ya no existe, sólo la nuestra, tu nombre no te pertenece.
Mientras decía esto mi pene se erigía nuevamente, entonces, tomo un alambre y comenzó a azotarlo de tal forma que estalló un chorro de semen que cayó sobre su cuerpo, lo recogió con su mano y lo tragó.
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