Capitulo I: un hombre y sus hijos campesinos.
Vivir en el campo puede ser pacífico, pero no se pueden detener los instintos carnales del deseo de un padre y sus hijos varones..
El viento soplaba y los pájaros cantaban entre los árboles de los terrenos en un viejo pueblo de campesinos, en una choza alejada de las demás casas, con un gran terreno rodeado de pasto y hierba salvaje, vivía un padre y sus dos hijos varones que después de la perdida de su madre se enfocaron en atender la pequeña granja de su familia. El adulto de no más de 35 años era un hombre duro y tosco, era admirado por sus hijos por su gran perseverancia y valentía, en el pueblo era conocido como el Lobo pero su nombre real era Marcos, su hijo Mayor; Carlos, era la viva imagen de su madre con la firmeza de su padre, Carlos de 18 años había crecido en el campo con trabajos rutinarios, entre las campesinas era considerado muy guapo por sus rasgos afinados y ojos claros. El menor de los integrantes era Ruben, un jovencito de 16 años que había superado en su temprana edad en audacia, lo conocían como el pequeño salvaje por su personalidad explosiva y brusca.
En la granja los tres habían creado una rutina diaria que consistía en atender a los animales y dedicarse a la siembra para obtener el suficiente dinero para vivir en la zona rural, El sol se alzó trayendo las largas temporadas de verano y la sequía atormentó las siembras de ese año. Marcos Tomó la decisión de no malgastar semillas durante esos meses hasta que las lluvias llegarán nuevamente, por lo que las actividades se redujeron a solo cuidar a los animales de su granja.
— Carlos, a qué no corres más rápido que yo— Rubén le gritó antes de salir corriendo. Ambos chicos salieron disparados hasta llegar a los corrales, los cerdos estaban gruñendo entre el piso recién lavado por los adolescentes.
Bruno observaba la gran madre cerda amamantando a sus crías, está vez eran 8 pequeños cerditos nacidos hace Dos noches y su mente se dejó volar por las hormonas juveniles, sus ojos se posaron en la vagina de la cerda que estaba algo hinchada aún, el joven no deseaba con perversión al animal pero su instinto metió en su cabeza la idea de experimentar follarse a alguien como lo había hecho el cerdo macho a la hembra, después de alimentar a los cerdos fueron a la cabaña.
— Mañana necesitaré ayuda con el gallinero, las gallinas están un poco agresivas con las hormonas nuevas— su padre les comentó las actividades de mañana mientras salía con una toalla para bañarse al aire libre. Carlos se encargó de preparar la cena como todas las noches y Rubén se encargó de ayudarlo para tener todo listo lo más pronto posible.
Carlos siempre ha tenido el cuerpo más rellenito que los demás en la cabaña, y lo que más resaltaba eran sus nalgas firmes y levantadas, hasta su padre solía bromear con que tenía el mismo culo de su madre, Rubén siempre miraba la perfección del short apretado que usaba su hermano, gracias a sus nalgas quedaba algo apretado en esa zona y poco a poco levantaba más el interés en las miradas.
Rubén se recostó en la mesa posando sus ojos en las nalgas de su hermano, cada movimiento de Carlos hacia que revotaran lentamente y Rubén cada vez m sentía sus manos arder.
— Hijo, ¿Ya está lista la comida?— Su padre entró por la puerta con su cuerpo esbelto aún húmedo por el baño, su cintura únicamente cubierta por una toalla dejaba ver el relieve de su bulto apuntando adelante.
Carlos sonrió asintiendo mientras acomodaba la comida en los platos, su padre se acercó oliendo la cena hasta uedar atrás de su hijo, sus manos toscas y rígidas por el trabajo pesado se posicionaron en la cintura de su hijo y pegando su cuerpo rozó las nalgas del mayor de sus descendientes. Rubén sonrió al juego que siempre hacía su padre con su hermano, desde hace tiempo las noches en las que cocinaba Carlos, Marcos abrazaba por la espalda a su hijo Mayor y le mordía la oreja. Carlos siempre se molestaba pero al final todos reían por el juego.
Marcos sonrió tomando su plato y sentándose en la mesa de la cocina, Rubén se preparó y empezaron a comer, normalmente el menor siempre hablaba en la cena pero está vez solo estaba con las hormonas a mil y las manos calientes.
— mañana te ayudaré con el gallinero— respondió Carlos masticando el guisado, su papá asintió.
— entonces tú irás por el agua al arrollo— Rubén asintió tragando su comida.
Después de cenar y lavar los platos se fueron a dormir, la habitación de la cabaña no era muy grande, solo tenían una cama mediana y una hamaca. Se prepararon para dormir como siempre, Rubén se fue a la hamaca mientras su padre y hermano se acomodaron en la cama que apenas alcanzaba para los Dos.
Marcos aún con la toalla y el torso descubierto se acostó en el colchón seguido de su hijo Mayor que se recostó dándole la espalda como cada noche, el menor se acostó en la hamaca mientras pensaba en bajar la fiebre que estaba teniendo.
Rubén sintiendo el calor de la temporada se quitó la ropa que usaba para dormir para evitar el calor que los azotaba, no tenían electricidad pero el sol del amanecer iluminaba bien sus movimientos. La hamaca se sacudió y se levantó observando la cama, su padre y su hermano mayor dormían plácidamente, el joven sonrió al ver que su padre tenía las piernas abiertas y la toalla desatada dejando a la vista la silueta de su pene morcilloso, era grueso y oscuro. Su hermano por otro lado estaba de lado con las nalgas al aire, no recordó escuchar a su hermano desvestirse.
El calor del amanecer impulso a Rubén a levantarse y sin hacer mucho ruido salió de la cabaña a recolectar el agua para los animales, sabía que su papá no tardaría en levantar a Carlos para las tareas de hoy. Después de recargar los baldes cargó hasta los bebederos toda el agua que necesitaban, al terminar rápido descansó media hora y volvió a la cabaña, estaba solo y decidió beber algo de leche fresca de la ordeñada de ayer, después de eso fue a ayudar con el gallinero pero antes de llegar escucho unos susurros entre las gallinas.
— Lo sé, lo sé — la voz de su padre casi era inaudible.
— ¿Y si se despertaba y te veía?— su hermano Carlos parecía algo molesto, parecía un regaño.
— No vio nada— Le dijo su papá.
— Eso espero, no vuelvas a hacer eso.
—Es que estaba caliente, no puedes culparme.
— Podíamos salir como las otras veces.
— tranquilo, lo que quiero saber es cuando me lo darás…— su voz pareció casi un susurro desapareciendo.
— Papá, no sé. Creo que va a doler —replicó Carlos.
— Voy a ser suave, ya no me basta con acabar en tu culo y sé que también quieres más.
— si quiero sentirte adentro, vamos a hacerlo esta noche cuando Rubén se duerma— Carlos dijo antes de decirle que siguiera acomodando los nidos.
El menor no entendió mucho de la conversación pero si le quedo claro algo, harían cosas esa noche, no pudo resistir la calentura que se formó como una erección entre sus pantalones y fue a tocarse la verga donde no lo pudieran ver, pocas veces se había masturbado y su pene en desarrollo solía estar duro involuntariamente pero tenía un gran control mental para esas ocasiones, por lo que siempre tomaba en control.
El día pasó relativamente rápido, y después de acomodar los establos cada uno se fue a duchar, su padre se dispuso a reparar el techo de la cabaña mientras ellos se turnaron para bañarse al exterior.
Rubén observó el cuerpo descubierto de su padre, gracias al trabajo de granja estaba bien tonificado y musculoso, cualquier chica estaría loca por el Lobo, lastima que la granja estaba alejada del pueblo y casi no tenían contacto con las campesinas de las otras fincas. Después de años su padre aceptó la vida con su manada en la alejada cabaña en el monte.
Carlos se fue a preparar la cena y su padre se metió a bañar, Rubén fue a revisar las gallinas hasta que su hermano los llamó para comer. La cena transcurrió tranquila y llena de chistes del pequeño de la familia, Su padre y hermano rieron al unísono por los comentarios de Rubén hasta que se hizo la hora de dormir.
Cada uno en sus posiciones habituales descansaron del esfuerzo del día, Rubén en la Hamaca respiraba pesadamente entrecerrando los ojos y pellizcando su brazo para no quedarse dormido. A la media noche escuchó susurros y sus ojos pesados casi provocaban un largo sueño, los abrió lentamente para estar alerta de lo que pueda pasar.
— Dale, ya se durmió — su padre hablaba en voz baja.
— No sé si estará completamente dormido.— si hermano imitó el tono de voz al responder.
— Que tanto, vamos afuera rápido.— su padre parecía algo desesperado.
— Vamos, rápido.— Carlos se escurrió hasta salir de la cama seguido de su papá.
Ambos salieron del cuarto y más adelante de la cabaña, Rubén sentía calor en el cuerpo y le excito la situación algo confusa, decidió seguirlos en silencio hasta ver cómo se metían en los establos.
Dentro estaban Dos caballos de piel oscuras y montañas de heno para la comida de los cuadrúpedos, al final estaba un cubil vacío con tablones apilados y monte seco, su padre y su hermano mayor se metieron en ese lugar con pasos lentos.
El joven trató de caminar lo más rápido posible hasta acercarse a un telar que le daba una vista directa al cubil, desde un hueco entre la tela pudo observar los movimientos de sus familiares, de pronto escuchó ruidos leves en forma de palabras y una conversación.
— Aquí estará bien— Carlos estaba respirando pesadamente.
— Estará perfecto— su padre también respiraba fuerte.
—Sera hoy— Marcos, su papá sonrió mirando a su hijo Mayor.
— ¿Y si Rubén viene y nos ve?— Carlos empezó a ponerse nervioso.
— Sssh, ssh, ssh No vendrá, solo estamos nosotros dos— Marcos lo calmó.
— ¿Me va a doler?— Carlos preguntó enrollando sus brazos en el cuello de su papá.
— al principio, luego te gustará, lo sé— las manos de su padre acariciaban la cintura de su hermano.
— Hazlo suave, papi— después de esas palabras sus labios de unieron en un beso suave y lento, entre risas se miraron a los ojos y Marcos empezó a besar rápidamente el cuello de su hijo y Carlos gimió al contacto, los brazos fuertes de su padre lo cargaba hasta pegarlo a la pared y en poco tiempo se desvistieron rápido, las nalgas pálida de Carlos brillaron bajo la luz de la luna y entre la oscuridad sus cuerpos se mezclaban poco a poco, Marcos acariciaba y apretaba la piel de su hijo Mayor y Carlos solo gemía al sentir los toques rústicos de su padre. Entre la paja sus movimientos eran lujuriosos y deseosos, era como un baile que mezclaba sus cuerpos hasta desprender tanto calor como una fogata viva. Rubén observando todo metió su mano dentro de pantalón para calmar su reciente erección, no pensaba en nada más solo observó en silencio.
Carlos tenía una gran erección mientras le daba la espalda a su padre que besaba su espalda, sus nalgas se pegaron al abdomen de su papá mientras este acariciaba toda su piel, el aire era pesado y el olor impregnó todo el lugar. Después de minutos de frotarse y acariciarse entre sí, el sonido de un gran escupitajo resonó y la mano de su padre cubrió lubricado su verga de gran tamaño, el pene de su padre brilló ensalivado, era grueso y largo, las venas en el tronco palpitaban cada vez más dejando ver lo duro que estaba. Un segundo escupitajo sonó pero está vez su mano se fue directamente al culo de su hijo quien gimió al sentir la saliva caliente entre sus nalgas.
— Está noche te haré mío, hijo mio— Marcos susurró esas palabras al orido de su hijo y Carlos gimió al sentir como su papá pasaba su mano tocando su ano.
Entre sus nalgas el grueso mástil de su padre rebotaba hasta que su brazo guío a su mano para tomar el tronco que se posicionó rozando su ano caliente.
— metemela suave, papá — los susurros jadeantes de Carlos prendió el motor de su padre que empezó a empujar su verga en la entrada del ano de su hijo, después del segundo empujón Carlos dejo entrar a su padre adentro de él, el pene de Marcos entro lentamente hasta pegar su pelvis con las nalgas de Carlos, cada centímetro de su verga estaba dentro de su hijo, de un suspiro Carlos relajó las piernas sintiendo como las bolas de su padre chocaban con las suyas y estaba totalmente clavado, sintió ardor pero calló aguantando hasta que pasó, después de eso siento la incomodida de la verga palpitante dentro de él.
Marcos respiraba agitado sintiendo el calor del interior de su hijo, el placer inundó su mente haciendo que sus movimientos empezaran, Carlos gimió tapándose la boca al sentir las embestidas de su padre poco a poco, podía sentir como cada pedazo de carne entraba y salía de su ano.
—¿Te gusta como te desvirga papi?— la voz de sus papá estaba poseída por la lujuria y el jadeo cada vez era más fuerte.
Las embestidas de su padre eran fuertes y lo gemidos de Carlos dejaron de ser silenciosos, una mezcla de movimientos unieron sus cuerpos y sus bocas se mezclaron con las sensaciones, su padre gruñía clavándose cada vez más profundo mientras que Carlos empujaba deseoso de la carne que despertó su apetito sexual, esa noche ambos iniciaron una explosión de sensaciones, después de media hora se pudo escuchar un chirrido de la boca de Carlos y un hilo de saliva brillo con la tenue luz, la verga de su padre palpitó con fuerza aún adentro de su ano y la semilla de su progenitos quemó sus entrañas vaciando chorros espesos de leche masculina, el semen de su padre decoró su interior provocando que apretara hasta exprimirlo por completo. Marcos gruñó mordiendo la espalda de su hijo y embistiendo un par de veces antes de salir de su culo que botaba el líquido blanquecino a gotas.
Rubén observó todo desde las sombras y su verga adolescente explotó apenas visualizó la verga de su padre salir del culo de su hermano después de bombearlo hasta preñarlo, su semen traslúcido cayó en la hierba y salió casi corriendo de vuelta a la cabaña para que no lo descubrieran espiandolos. Después de unos minutos ambos volvieron en silencio para acostarse de nuevo en la cama, Rubén en la hamaca simulaba dormir pero su verga estaba al tope por la calentura que seguía después de eyacular, en pocos minutos amaneció dejando iluminado todo el cuarto.
Buen relato
Gracias.
Que buen relato, Leeré la parte dos
Super el relato así inicia el disfrute del padre hijo usff