Capitulo III: un padre y su hijo solos en el mundo.
Después de que los militares secuestraron a todas las personas, solo quedaron un padre y su hijo adolescente con ganas de coger..
Los pajarón cantaron cerca de la ventana como en todas las mañanas, sentía mi cuerpo adolorido y mis piernas algo dormidas, una sensación pegajosa en mis nalgas me hizo recordar lo que pasó la noche anterior, quise levantarme pero un fuerte dolor me causó molestia, mi cabeza estaba a mil y la culpa me revolvió el estómago, no sabía en qué momento todo pasó, no podía creer que había hecho eso con Abraham, mi propio hijo, eso estaba mal. El sonido de unos pasos me hizo alertar y me levanté de golpe sin importar el dolor.
— Despertaste… Traje esto — sin mirarme a los ojos me entregó unas latas de sopa.
— Gracias, ¿Sopa?— lo miré extrañado por el gesto.
— pensé que te dolería, y traje sopa— su voz era casi un susurro mientras bajaba la cabeza como un cachorro regañado, su actitud era casi como la de un niño apenado, muy diferente al macho alfa que me daba órdenes hace unos días.
— Abraham…— al escuchar su nombre levantó su mirada para conectarla con la mía, sus ojos eran oscuros y profundos, era un hombre verdaderamente guapo. — lo que pasó…
— Lo siento. Papá, no quise…— su voz se cortó y desvío la mirada, sentí mucha culpa porque también pasó gracias a mí y no podía hacerlo sentir mal a él solo.
—Tranquilo, estuvo rico — sonreí para tratar de animarlo y él sonrió.
Ese día paso como cualquier otro, el dolor ya había pasado y me sentía verdaderamente feliz, desde hace mucho tiempo no me sentía tan vivo, Abraham por su parte no se me despegó en todo el día, raramente no fue a su guardia y estuvo todo el día ayudándome con el jardín. Se la pasó todo el tiempo sin camiseta mostrando el torso bendecido que Dios le obsequió, como nunca pareció mas dispuesto a ayudarme en lo que le pidiera.
Su cuerpo era de un hombre juvenil, Pero me recordaba a un niño obediente a mi lado, era casi como un perrito salvaje ya domesticado. Me sorprendió, supongo que debió ser la culpa.
Durante ese día traté de no pensar en lo sucedido entre nosotros y traté de atribuir todo a los deseos después del terror, no tenía pensado en repetir absolutamente nada más con mi hijo. Hasta que observé como sus músculos se tensaban al levantar los sacos de tierra ocasionando que su abdomen se marcara hasta mostrar el camino de vellos que bajaban hasta la selva en su pelvis, me recordó como sus huevos chocaban con mis nalgas y me causó una excitación terrible, por más que lo intentará ya no podía verlo igual, ahora era un hombre y me causaba un montón de deseos.
A la hora de la cena mi hijo llegó hasta sentarse en el mostrador de la cocina observando cada uno de mis movimientos, de cierta forma era incómodo Pero pude notar que no dejaba de ver mi culo y me excito la idea de dejarlo mirar.
— Papá, tienes un buen culo— su comentario me dejó en el aire, no esperaba que fuera tan directo.
— Abraham…— me quedé en silencio dandole la espalda.
No emitió otra palabra Pero sentí sus manos tocando mis nalgas, abriéndolas un poco mientras se pegaba contra mi y me restregaba su bulto con desesperación.
— Quiero que seas mi hembra, Quiero cogerte y preñarte rico— susurró en mi oído mientras seguía tocandome, no pude reaccionar por la impresión Pero me sentí intimidado.
Después de unos segundos se separó y pudimos cenar a gusto, me sentía algo raro Pero él actuaba normal y eso era incómodo, al terminar su comida dejo el plato como siempre para que yo lo lavara y levantó sus piernas como símbolo de superioridad, a pesar de otras veces no me molestó que lo hiciera, poco poco estaba aceptando su dominación y lo peor era que me estaba gustando.
Después de limpiar me senté a su lado como siempre, de un momento a otro se sacó el pantalón quedando solo en boxer con el bulto de su verga a la vista, no se inmutó y siguió mirando la película habitual como de costumbre, casualmente se tocaba la pinga sobre el boxer sin desviar la mirada, desprendía un olor a macho muy fuerte y casi me asfixia.
— Ven y mamamelo — sin desviar la mirada sus palabras salieron como una orden, dudé por unos segundos.— ¿Hablé en chino?— insistió apretándose el bulto que ya había crecido un poco.
Sin esperar mucho me acomodé entre sus piernas arrodillandome frente a él, abrió sus piernas y pude oler por completo su esencia, era agrio Pero muy satisfactorio, acaricié sus piernas peludas hasta llegar a su boxer y empecé a tocar su bulto con su verga semi erecta, tocarla así se sentía raro, era grande aún flácida y se sentía caliente pero blanda, sin espera mucho la saqué del boxer y me la metí a la boca, su sabor era salado y agrio, a medida que chupaba el sabor empezaba a ser agradable al punto de que lo disfrutaba mucho, poco a poco fue tomando dureza hasta que llegó a su punto de algo así como 21 cm, era muy hermoso y fascinante el pedazo que mi hijo tenía entre sus piernas.
El color oscurito contrastaba bastante bien con las venas moradas, la punta era entre un color rojizo y morado que casi era del tamaño de una gran fresa, me estaba volviendo adicto a ese pene, no sabía que podía disfrutar tanto, se sentía caliente y duro palpitando en mi lengua mientras su líquido salía sin parar dejando un rastro a macho en toda mi boca.
— Ya no aguanto, Quiero cogerte— su voz era dominante, está vez era diferente, ya no estaba deseoso y nervioso como ayer, ahora era dominante y controlador.
Me obligó a arrodillarme en el sofá quitándome todo lo que tenía encima para dejar mi culo abierto al aire, en la zona de mis nalgas soy un poco peludo y debo admitir que tengo un culo grande.
— Me encanta tu culo, y lo apretado que estás, estás hecho para que te coja — escucho sus palabras mientras mordía mis labios, su voz era sexi y me hacía sentir deseado, no podía explicar todas esas emociones que se me hacian perdidas.
Sin esperar mucho siento como golpea su pinga entre la raja entre mis nalgas, su pene era duro y se sentía como un palo, en segundo sentí como su glande abría el paso en mi ano abriéndome lentamente, otra vez estaba siendo invadido por esa vergota que tanto placer me había dado, era indescriptible el placer que sentía con cada centímetro de mi hijo, ya no había dolor, ahora la calidez de su pinga me hacía desear más. Los pelos de su pelvis tocaron mis nalgas, y el Vaivén de su cuerpo me sacó unos jadeos cortados cada vez que me la metía hasta el fondo.
Mi culo ya no se resistía, el grosor de su pene había acostumbrado a mi ano y se sentía delicioso sentir como se deslizaba, mi hijo bombeaba duro y muy profundo causando que chillara del placer, era una máquina y sus movimientos eran cada vez más precisos, sus gruñidos hicieron que apretara las entrañas encerrando su pene y exploté derramando mi semen en todo el sofá, por mi reacción sentí como Abraham también me llenaba d eso lechita muy adentro preñandome una vez más.
Que lindo relato, hermosa forma en que padre e hijo refuerzan su vínculo.
Tlg: @PsicSex
Como sigue?
Excelente relato. Como sigue?