CARLOS-KARLA (EL COMIENZO-ORAL)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era viernes, habían pasado unos días de cuando Daniel me mandó cierta carta aciaga y extraña , eran las ultimas clases y como siempre siendo viernes y en las ultimas clases, uno ya no tiene fuerzas ni ganas de estudiar, así que ese día una maestra nos dio clases en las gradas para que no nos aburriéramos, paso rápido su clase y nos quedo de sobra unos 20 minutos para que empezara la ultima clase, así que nos quedamos ahí sentados descansando.
Yo con mis amigas sentado risa y risa con cada cosa que decíamos.
Cuando sentí mucha sed, así que fui a la cafetería de la escuela por un agua, fui y no me di cuenta que atrás de mí iba Daniel solo.
Llegue pedí mi agua, la pague y me regrese, cuando me lo encuentro de frente, me agarra del brazo muuuuy fuerte, mas que la otra vez y me lleva a un pequeño almacén que había en mi escuela.
Me aventó adentro y el se metió, era algo espacioso el lugar, yo tenia miedo, mucho miedo, no se, me había dolido mucho el apretón de brazo.
Se puso frente a mí, y me grito:
"¡¿Que te dije con que volvieras a mirar a ese pinche maestro puto!?”, me dio mucho coraje que le dijera así al maestro y le dije casi llorando "Que te importa, es mi vida, ya déjame".
Como que el hecho de que le haya contestado lo hizo enfurecer y me agarro del pelo y me dijo otra vez gritando "Detesto tu mirada cuando lo ves, a quien tienes que estar viendo así es a mi".
Se hizo un silencio muy pesado en aquel almacén, ¿Queeee? No entendía lo que acababa de escuchar.
Solo de pude decir "¿Que?"
Me soltó del cabello y solo atino a decir "Pinche gorda puta" y se fue.
No podía creer lo que acababa de escuchar, me acomode el uniforme y me salí de ahí, ya que faltaba poco para que empezara la clase, llegue al salón de nuevo con los ojos rojos a punto de llorar y Daniel no me hizo caso en toda la clase y saliendo de la escuela me fui a mi casa, en todo el fin de semana no podía dejar de pensar en lo que me había dicho.
El lunes siguiente no fue Daniel a clases y me sentía raro, como tonto.
Paso así el día, estaba tan distraído que no le hice mucho caso a mi maestro de historia.
Pero lo que no sabía era lo que Daniel tenía planeado hacerme al siguiente día.
Era martes, así que tocaba día de deportes, llevaba mi uniforme, mis pants, mi playera favorita y chamarra.
El pants me quedaba un poco ajustado por lo llenito, no mucho.
Ese día, Daniel estaba de un humor muyyyyyyy pervertido por así decirlo, le hacia bromas sexuales a todo mundo, hasta a mis demás compañeros.
Fuimos a deportes, con un solazo, hacia mucho calor y el maestro era muy manchado, nos ponía a hacer mucho ejercicio, y luego yo todo gordo pues era un esfuerzo doble.
Pasó la clase, que era la penúltima del día y nos habían dicho que el maestro de la última clase no iba a venir, pero no nos podían dejar salir temprano.
Así que mis amigas y yo nos quedamos en las canchas a seguir jugando básquet, cuando ellas por mi desgracia se van al baño en grupito, me quede solo, ya mis otros compañeros se habían ido al otro patio y me quede cuidando las mochilas de mis amigas, cuando llega Daniel y su amigo, solo pude pensar, ya valió, pero no le hice caso, seguí jugando con la pelota haciendo tiros cuando repentinamente corre y me agarra del cuello con un brazo y con el otro me golpeo en el estomago para doblarme.
Y le dice al otro "Cuida que no venga nadie" y me lleva caminando empinado dando traspiés a la mera orilla de la cancha.
Como había dos gradas en cada lado de la cancha, no se veía mucho lo que se hacia al fondo y ahí me llevo para estar escondidos y que no lo vieran.
Me acorralo y puso sus morenos brazos como en especie de prisión rodeándome.
Su actitud sobre todo me hizo temblar de pies a cabeza.
La mirada con la que me veía era de odio y de rencor así que yo solo le dije con una voz suplicante "Déjame ir… por favor… Daniel"
El solo me contesto: "De hoy en adelante para ti no soy Daniel, para ti soy tu macho.
Tu dueño perra".
No dije nada, solo forceje tratando de escapar inútilmente.
Se pego a mi y sentí algo muy raro! En mi panza por la diferencia de estaturas se sentía algo duro, baje la mirada y era su verga!! Era una carpa de circo, no se si era grande, no lo medí, solo era duro y algo grande.
Con una malvada risa me dijo "Mira, aquí te tengo tu postre pinche gorda tragona".
******
Me quedé en shock, porque nunca había sentido nada así y nadie me había hablado de esa manera, me empezó a subir la camiseta del uniforme, pero en ese momento su amigo le dijo, "Weeey, vienen sus amigas".
Entonces el me dijo, "¡¡Me vale madres!! Ahora vas a aprender quien es tu macho".
Dándome un manotazo y con gran fuerza me volteo a la pared, me dejo embarrado ahí, mi cara pegada en la pared, y me arrimo sobre el uniforme su verga, me la ponía en medio de mi culito y hacia como si me cogiera mientras sus manos se aferraban a mi cintura.
Hasta jadeaba.
Yo solo quería gritar pero me tapo la boca con la mano y me follaba con ropa, pero sentía esa cosa caliente detrás de mí.
La verdad empecé a sentir rico.
Cuando mis amigas se acercaban Daniel de un tirón bajo mi short.
Me agarro con una llave por detrás y su compinche se acerco jaloneándome el short hasta quitármelo y dejarme en calzones.
Yo trate de que no sucediera pero no pude hacer nada.
Trate de resistirme.
Trate de patalear cuando sentía que mi short iba por mis rodillas pero fácilmente me sometieron.
Además al taparme la boca en ratos me tapaba la nariz y se me hacia difícil respirar.
-¡Escúchame bien puta! -me dijo al oído- Vas a correr a tus pinches amigas y les vas a decir que estas ocupado.
Que tienes que estar conmigo y que no se metan o las chingo a ellas igual que a ti.
Al decir esto me dio un golpe en la parte de atrás de mi espalda en el área de los riñones que me dolió horrores.
ME tomo del cuello y me camino mas afuera y me hizo hincarme mientras el y su amigo se fueron a la esquina mas lejana dejándome ahí hincado y expuesto en calzones.
Escuche a mis amigas acercarse y decir que donde estaba.
Se acercaron a sus mochilas que estaban cerca y justo cuando empezaban a llamar mi nombre una de ellas me alcanzo a ver y les dijo a las otras: “¡ACA ESTA!”.
¿Que puedo decir? ¿Como describir mi humillación? No se si ellas se darían cuenta de que estaba allí hincado en calzones pero YO si estaba muy consciente de ello y la cara se me caía de vergüenza.
La verdad me sentía desnudo.
Ellas se acercaron al verme ahí hincado.
Podía ver su cara de preocupación.
Se acercaron verdaderamente preocupadas preguntándome atropelladamente sin darme tiempo a responder:
-Carlos ¿Qué te paso?
-Carlitos-dijo otra- ¿Te caíste?
Pude ver como caminaban y se acercaban hacia mí y como al dar mas pasos de repente alguna de ellas volteo y al percibir la presencia de Daniel dio un pequeño saltito sobresaltada y dándole un codazo a la que se encontraba a su lado se pusieron en guardia.
Daniel estaba parado al fondo.
Supongo que su amigo, Martin, se escondió detrás de unos arboles que limitaban junto con la cerca al limite de la escuela porque solo se veía el.
Recargado en la pared de la pared de las gradas, con las piernas y brazos cruzados miraba aquel cuadro con un tono chulesco y burlón sabiéndose dueño por entero de la situación.
Mis amigas algo intuyeron pero volviéndose a mi se acercaron para pararme.
La cabeza me daba vueltas.
¿Qué hacer? ¿Qué decirles? No quería exponer a nadie más.
Recordé como el amigo que me defendió el año pasado, Abel, había terminado golpeado por Daniel y su pandilla.
Ellas eran mis mejores amigas y por nada del mundo quería exponerlas.
Así que…
-Este… no….
Estoy bien… solo que….
– ¡¡¡Rayos!!! ¡La verdad no se me ocurría nada! Y con el nerviosismo de la situación tartamudeaba como un gran pendejo.
Mi más querida amiga, Bibiana, se acerco dándome la mano para ayudarme a levantarme.
Nadie me lo dijo pero intuí que aquello seria un gran error si lo llegaba hacer así que…
-Perdón, es que… es que.
¡¡Perdí una apuesta!!-mentí descaradamente y yo mismo me sorprendí de que aquellas palabras salieran de mi boca en el ultimo segundo mientras agachaba la cabeza por el sentimiento de ignominia al mentirle a mis verdaderas amigas.
Mis amigas se voltearon a ver todas perplejas por mi respuesta.
-Si….
Este… Si.
verán … es que… es que … yo- mi voz temblaba tratando de hilar respuesta.
-Yo … hice una apuesta con ….
Con… -Diablos apenas si podía pronuncia su maldito nombre- Con… DANIEL… y… perdí… y ps….
ps.
tengo que pagar… perdón….
No les dije … se me había olvidado.
Con una gran angustia voltee a ver a DANIEL quien con un ligero movimiento de cabeza me dio su aprobación a lo que acababa de hacer y pude notar en su mirada su triunfo sobre mis decisiones y persona quedando altamente complacido.
-¡Que apuesta ni que nada!- me dijo con gran determinación Bibi y ni tarda ni perezosa ya estaba tomándome del brazo para levantarme.
Estuve a punto de hacerlo.
Estuve a punto de aceptarlo.
Estuve a punto de ponerme de pie y correr con ella hacia la libertad que tanto ansiaba en ese momento pero….
¡¡MALDITA SEA!! Recordé que me encontraba en calzones.
Recordé que debajo no traía nada.
¿Cómo correría? Si acaso lo lograba ¿como me vería ahí corriendo mientras mi camisola a pesar de ser larga y taparme al ir corriendo se alzaría de seguro y expondría mi rechoncho culo a todos? Podía escuchar ya las risotadas y los comentarios de TODA la escuela cuando se dieran cuenta de ello.
O si no me expondría por lo menos a que Bibi, Mayra y Vania ¡lo descubrieran! Ese razonamiento de pánico me llevo a hacer lo inverosímil.
Bibiana estaba tomándome del brazo y al darme cuenta de ello me zafe dejándola con la boca abierta.
-¡NOOOOO!- le grite sacando fuerza no se de donde.
No tienes idea de cuanto me arrepiento de haber hecho eso en ese momento por lo cual inmediatamente solo pude balbucear torpemente después.
-Pe… per… perdón Bibi.
es que…es.
que.
yo.
– Bibiana reacciono volteándome a ver con cara iracunda para decirme:
-Pues allá tu pues.
Ustedes y sus pendejas apuestas.
Luego no vengas chillando.
– y dándose la vuelta agrego-“Vámonos”.
Mis otras amigas solo voltearon a verme y siguieron a la indignada Bibi mientras volteaban a verme incrédulas por lo que había pasado.
Se acercaron una a la otra cuchicheando algo que no alcance a escuchar y luego lanzándome una ultima mirada echaron una mala escondida risita a la cual estoy seguro que les causo el ver al FOFO GORDO del salón hincado en medio de la nada habiendo perdido una apuesta la cual no se imaginaban cual fuera pero que si alcanzaban a distinguir mi falta de pantalones LITERAL en dicha situación.
Jamás en mi vida me he sentido tan solo y tan mal como ese día.
Sentí que las perdí.
Sentí que las perdí para siempre.
Sentí que las había traicionado tanto a ellas como a mi mismo.
Mi amistad con ellas se había hecho pedazos en ese momento y jamás volvería a renacer.
¡Si tan solo…! Estoy seguro que mi amistad seguiría hasta la fecha.
Estoy seguro que Bibi podría haber sido una de mis mejores amigas.
Una de esas amigas de antaño pero… pero lo había echado a perder en un segundo.
Una lagrima rodo por mi mejilla y la verdad mi corazón se contrajo provocándome un ligero dolor en el pecho.
¡CLAP, CLAP, CLAP!- sonaron las palmas de Daniel con una gran sonrisa dibujada en su cara mientras se acercaba a mi y mis amigas se alejaban.
-¡MUY BIEN GORDO! ¡Así se hace! Veo que ya estas aprendiendo a obedecer.
¡¡¡POR FIN!!!
Voltee a verlo desde mi posición.
Estoy seguro que la mirada de odio que le propine en ese momento podría haberlo traspasado si hubiese sido una espada afilada.
-¿¿¡QUE QUIERES!??- le pregunte en un tono desafiante.
En otro aquella mirada y mi tono de voz hubieran causado un efecto.
No así en Daniel quien con su gran sonrisa burlona se acerco a mí.
¡¡¡PAZ!!! Retumbo la cachetada que me propino en aquel patio escolar desierto haciendo eco en la pared de las gradas.
Fue tan fuerte que caí al suelo desde mi precaria posición.
-Lo que quiera o no quiera no te importa pendejo- me grito al oído mientras me jalaba del pelo levantándome del suelo.
-Tu solo obedeces perra y nada mas- me dijo mientras caminaba y nuevamente jalándome del pelo me hacia dar largas zancadas manteniéndome empinado al caminar.
Su amigo salió y entre los dos me metieron a lo profundo.
SU compinche Martin saco una cuerda y atándome de las manos me amarraron al árbol embrocándome en una rama lo suficientemente baja diciéndome.
-Si quieres que nada te pase.
¡¡OBEDECE GORDITA!! Aquí nos vas a esperar.
Y cuidado que alguien te ayude o te escapes porque si no, no te la vas a acabar.
¿Entendido?
La cara me ardía por el bofetadon propinado.
Estaba allí.
Me habían amarrado al árbol de tal manera que me mantuviera de pie pero con la espalda semi-agachada obligado por el lazo que unía mis manos con mis pies.
¿Qué podía hacer más que…
-Si-masculle lastimeramente tratando de no llorar.
-Bien gordita-me dijo- así me gusta.
Aquí espéranos.
AL rato vengo por ti.
-sentencio.
Dándome una sonora nalgada en mi trasero expuesto se alejo diciéndole a su compa que deberían apresurarse para estar el salón y no levantar sospechas.
Escuche como se alejaban y reían mientras que yo me sentía el más deplorable ser de este mundo.
El silencio y el vacio se fueron apoderando de mí conforme pasaban los minutos.
Es desesperante estar ahí sin hacer nada.
Estaría ahí amarrado casi una hora.
El tiempo corre lentamente MUY lentamente y mas cuando tus propios demonios te acompañan y no existe manera de espantarlos haciendo otra cosa o desviando tu atención.
Lo que es peor la mente es traicionera.
Por mi mente pasaron en cámara lenta todos y cada uno de los segundos en que Daniel se había introducido a mi triste vida.
Recordé con claridad con la gran alegría con la que había llegado a la secundaria.
Ese paso marcaria una diferencia en mi vida.
Había terminado de ser niño para ser grande pero… ¡Si! ¡Ahí! Desde el primer día.
Desde el primer momento Daniel me había recibido.
Cuando llegue feliz comentando y encontrándome con mis amigos de la primaria que me querían tanto feliz de verlos ahí en mi escuela y desde ese primer momento Daniel y sus 5 compinches en grupito como lobos hambrientos me lanzaban miradas, hacían comentarios entre ellos y se reían de mi burlándose.
Si.
Desde ese mismo momento supe que era yo el objeto de sus burlas aunque claro esta que en ese primer encuentro no sabría hasta donde llegarían.
Las orejas me empezaron a arder de rabia y frustración recordando los incontables días y las miles de veces en que Daniel me buleaba sin contemplación alguna.
Por su culpa muchos de mis amigos de la primaria se me fueron retirando al convertirme en el bufón del salón.
Las escusas estúpida y el tener que esconder mi suéter porque el estúpido me lo pintarrajeaba con plumones escribiendo o dibujando cosas obscenas.
Abrir mi libro para encontrarme con una verga pintada y tener que esconderlo para que los maestros no me regañaran.
El recordar como su presencia me hacia temblar cada día y como me tenia azorrillado pues no faltaba momento en que pasara y me diera un jalón de pelo que me quedaba doliendo el cuero cabelludo a veces hasta en la tarde que estaba en mi casa o un zape en la cabeza.
Recordé aquel día en que por esquivar el zape yo mismo me golpee la cara con el mesabanco siendo la burla de todos.
O como olvidar el día que teniendo que caminar por un lado de su banca me metió el pie y caí cuan redondo soy mientras todo el salón se reía y el con gran desfachatez se paro para disque ayudarme a levantarme solo para jalonearme la ropa y meterme mano por debajo.
¿Para que? Para propinarme una serie de pellizcones.
No fueron mucho.
Dos o tres pero me los dio muy duro.
Tanto que hasta en la tarde que llegue a mi casa y me revise ahí tenia las marcas.
No contento con eso.
Al levantarme aprovecho y sin que nadie lo notara, eso pienso, me tomara de mi calzón y con el pretexto de alzarme me hiciera calzón chino enfrente de todos.
Como el maestro ya iba entrando, todos corrieron a sus lugares y yo me tuve que sentar con mis calzones todos desacomodados y así me tuve que aguantar toda la hora de clase hasta que pude ir al baño a sacarme el calzón del culo.
Todos esos momentos se agolpaban en mi mente.
Afortunadamente Martin me había amarrado en la esquina mas profunda donde los arboles me daban sombra.
Repentinamente una extraña sensación me recorrió y es que ahí sin pantalones una ligera brisa corría por entre mis expuestas piernas.
Se sentía tan raro.
Me provocaba unas ligeras pero inquietantes cosquillas que me abrumaban pues hasta podría decir que eran placenteras pero me hacían confundir al sumirme en tanto dolor y al mismo tiempo estar sintiendo aquellas caricias de la naturaleza.
La garganta me dolía.
Sentía un nudo en ella.
De haber estado en otro lugar, tal vez en mi habitación hubiera gritado como tantas veces lo hice hundiendo mi cara en mi almohada para que mi familia no lo oyera pero ahí al descubierto no podía hacerlo.
“¡TE EXTRAÑE CARLITOS! NO SABES CUANTO”
Aquellas palabras retumbaban en mi mente una y otra y otra vez.
Jamás las olvidare mientras viva.
¡Jamás! Ese que había sido mi recibimiento en segundo año cuando ingenuamente creí que me había librado de el por todas las materias que había reprobado.
Cerré mis ojos con fuerza.
No quería.
NO quería llorar pero… unas pequeñas lágrimas se me escaparon.
Recordaba sus palabras y como una especie de ensueño reviví ese segundo año.
Me dolía el alma al recordar como me había tomado como un pelele por el brazo y arrastrándome al baño me había reclamado que le echara ojitos al maestro de historia como si yo le perteneciera, como si yo fuera de su propiedad.
Me dijo me grito con mala manera que yo le pertenecía.
Que yo debería verlo a el y nada mas.
¿Como olvidar ese día? ¿Cómo olvidar que ese día me persiguió acechándome como a una presa y a pesar de estar refugiado con mis amigas me grito de cosas: Pinche gordo, putito, Pendejo hijo de puta, pinche puto, joto, GORDA CALENTURIENTA, pinche gorda puta mientras me aventaba piedritas en la cabeza ante la mirada azorada de mis compañeritas que solo me podían decir que lo ignorara que ya se cansaría? Y el recuerdo la burla cuando aquellos otros de tercero pasaron mirando y escuchando justo cuando me decía: Pinche mariconcito te juntas con puras niñas” y ellos también se burlaron abiertamente frente a mis narices y las de mis amigas.
El viento arrecio un poco más y me saco de mis aciagos pensamientos al descubrir que mi camiseta deportiva se inflaba y se me levantaba dejando al descubierto mi trasero.
Martin me había amarrado frente a la pared y mi cola estaba hacia la calle.
Había muchos arbustos.
Estoy seguro que Daniel había estudiado el lugar y sabia que nadie me vería pero ¿Y si SI? Esa parte daba a un baldío contiguo a la escuela.
Empecé a escuchar ruido.
Los padres se acercaban.
Los carros y yo ahí con el culo al aire.
Me olvide de mis pesares del año pero me invadió un pánico horrible.
Mi mente divago.
Ya me sentía yo llevado por el profesor y toda la escuela viéndome así en calzones.
O que algún padre o madre de mis compañeros tuviera que ir a dirección a decir que un gordito estaba ahí enseñando las nalgas.
Con gran alarma escuche el timbre de salida.
Escuche claramente la algarabía de sentirse liberados al salir a formación.
En un intento desesperado aunque ya lo había hecho intente zafarme de mis ataduras.
Jale, estire, trate de morder aunque por la precaria posición en la que me hallaba no podía realmente alcanzar mis ataduras.
Estuve a punto de perder el equilibrio y caer así que desistí.
Escuche las instrucciones del director y como daba ordenes para que los diferentes grupos salieran de la escuela recordándoles de NO quedarse.
Por un segundo pensé que aquello seria mi salvación.
¡SI! EL prefecto hacia siempre una ronda tratando de que nadie se quedara en la escuela.
¡SI! SI el viniera ya cuando todos se hubiesen ido no me iría tan peor.
Aunque me daría vergüenza que me viera así o tener que explicarle pero seria mejor que un padre o alguien más peor una madre de familia me encontrara.
Pero inmediatamente mi alegría se fue al suelo.
Recordé claramente las palabras de DANIEL
-Si quieres que nada te pase.
¡¡OBEDECE GORDITA!! Aquí nos vas a esperar.
Y cuidado que alguien te ayude o te escapes porque si no, no te la vas a acabar.
¿Entendido?
La cachetada que me propino volvió a ser su efecto.
La mejilla me volvió a arder y bueno, total, ya que.
EL tiempo había pasado y…
Me alarme.
Escuche pasos.
Escuche voces.
Se oían algo lejanas.
Eran voces femeninas y… ¡¡PUTA MADRE!! Reconocí aquella voz.
Era BIBI.
Los escuche acercarse y como BIBI le contaba que me habían dejado allí y que no había entrado a clase.
Escuche la voz del prefecto.
-Pero ¿el estaba bien Bibi?
– Si, el me dijo que todo estaba bien que solo era una apuesta pero estoy segura que Daniel lo obligo- le respondía.
Los pasos y las voces se acercaban más y más y yo me sentía morir.
Pero dijiste que Daniel SI entro a clases le recordó el prefecto a Bibi.
-Pues si señor pero se me hace raro que Carlitos no halla entrado- respondió Bibi.
Ellos estaban a escasa distancia justo donde Daniel me había puesto de rodillas.
Yo estaba a la vueltita donde Martin se había escondido.
Escuche que el prefecto dio un par de pasos mientras le decía a Bibi.
-Pues ya revise y no hay nadie en la escuela Bibi.
Y si dices que Daniel entro a clases pues no hay prueba de que le estuviera haciendo algo a Carlos.
A lo mejor se sintió mal.
Yo no recuerdo si lo vi en filas pero te repito que ya revisamos y no hay nadie en la escuela.
La verdad temblaba de miedo de que me encontraran.
Poco a poco con gran alivio escuches sus voces y pasos alejarse hasta quedar completamente en silencio.
Sentí un profundo agradecimiento y cariño por Bibi ya que sus acciones me demostraban que era realmente mi amiga y se preocupaba por mí.
Claro, me sentí muy mal de haberle hecho aquel feo pero comprendía que lo hice empujado por la situación.
Aquello me dio ánimos para enfrentarme y con renovadas fuerzas me decidí a escapar así que jalonee la cuerda como pude.
Trate de zafarme, tire, jale, me contorsione lo más que mi obeso y protuberante cuerpo me dejo.
La soga se burlaba de mí escapándose y aunque trate de llegarle con mi boca fue inútil.
Todos mis esfuerzos fueron en vano.
Lo que es peor.
AL tratar de forcejear forcé mi postura y trabándose la cuerda en una parte del árbol me tuve que doblar mas quedando de una manera maltrecha y ridícula semi apoyado en una rama como volteado y con una nalgas mas de fuera lo que hacia que la camiseta se me levantara y todas mis nalgas quedaran al aire.
Así me quede reposando tratando de recobrar algo de aire pues esa postura también me aprisionaba y me oprimía la gran panza que me cargo y no podía respirar bien.
Me quede ahí hundido en la desesperación.
Intuía que si Daniel se había tomado la molestia de atraparme de esa manera nada bueno saldría.
Me inquietaba la manera en que me había hablado y eso último acerca de mis chiches y de cómo me había punteado.
Me preguntaba que quería hacerme.
Me preguntaba que daño quería provocarme pero ni en mi más remota pesadilla podría sopesar lo que esa tarde me esperaba.
II
Esos amargos pensamientos se alojaban en mi mente haciendo que el tiempo se me hiciera todavía más largo y confuso.
Ignoro cuanto tiempo paso pero empecé a escuchar aquellos pasos.
Mi corazón de la nada empezó a latir con más fuerza.
SI.
Me di cuenta de la realidad.
Ahí estaba mi buleador y TODA absolutamente TODA la escuela se había ido.
SI habiendo gente me hacia todo aquello ¿Qué seria de mi sin que nadie lo viese? El corazón me latía con pánico.
Empecé a sudar copiosamente y sentí como todo mi cuerpo empezaba a temblar al ir reconociendo su voz más y más cerca de mí.
Daniel llego platicando con Martin alegremente.
La verdad hasta parecía otro.
Voltee a verlos esperando lo peor.
Bueno, esperando lo de siempre.
Pensé que se acercaría y como diario que pasaba por mi banca me daría un zape en la cabeza o que me lanzaría alguno de sus múltiples insultos.
Pero no fue así.
Simplemente pasó a un lado y se fueron al rincón donde estaba parte de la pared de las gradas y unas grandes piedras hacían esquina dejándome perplejo por su comportamiento.
Ahí se sentaron y abrieron las bolsas que llevaban.
Ante mis ojos azorados Daniel y Martin sacaron el botín que llevaban.
¡¡¡COMIDA!!!
La verdad es que no había reparado en aquel detalle y con todo el tiempo que había pasado calcularía que serian más de las 3 de la tarde.
Mis tripas al darme cuenta de eso empezaron a tronar.
No en balde peso lo que peso ya que la comida es mi gran debilidad.
NO perdono el que se me escape la hora de comer aunque con tanta pena el día de hoy la verdad si se me había hasta olvidado pero al estar ahí y enfrente de mis narices pues no pude dejar de reparar en ello.
Daniel y Martin abrieron las bolsas y como decía anteriormente siguieron en su pendeja plática.
Tal parecería que YO no existiera.
Al abrir las bolsas mis ojos se abrieron como grandes platos.
¡¡¡SSSSssssiiiiiiii!!! AL descubrir el plástico el delicioso aroma de unos suculentos tacos al pastor invadió mis fosas nasales llegando directamente a mi estomago que brinco de alegría.
¡¡UFFFF!! Hasta se me olvido que estaba ahí amarrado y la boca me empezó a salivar ante la vista de esas hermosas tortillas llenas de suculenta carne y rebosante salsa.
No podía contener el gozo de ver como Daniel y Martin abriendo la boca a todo lo que daban mandaban zendas mordidazas a aquel delicioso manjar.
Ni que decir cuando Martin abrió la otra bolsa y salieron un par de deliciosas sodas heladitas y sudaditas.
¡¡OH DIOS!! Justo mis favoritas.
Ese par de Pepsis me hacían salivar y destilar envidia pura.
Pude notar como tenia la boca seca después de haber pasado aquellas vergüenzas y miedos.
Repare en que la verdad me moría también de sed y al tener aquella imagen tan fresca frente a mí la verdad es que haría o daría cualquier cosa por sentir unas gotas de aquel delicioso líquido refrescante.
Y ahí me quede: ¡COMO PENDEJO! o mejor dicho COMO UN GRAN PENDEJO viendo como Martin y Daniel saboreaban olímpicamente aquellos deliciosos tacos al pastor.
Me sorprendí a mi mismo como un perro mirándoles con la boca abierta y casi saliéndoseme la baba.
Bocado a bocado fueron desapareciendo entre sus bocas y entre risotadas y sus pendejadas siguieron platicando como si nada pasara.
Realmente yo era en ese momento un cero a la izquierda que no les preocupaba ni molestaba en lo más mínimo.
Sin querer empecé a saborearme aquellas viandas que la verdad segundo a segundo se me antojaban más y más.
Mis tripitas tronaban.
Nunca he sido bueno para aguantarme el hambre.
La comida es mi gran debilidad y siempre me las he ingeniado para obtener lo que quiero sin restricciones.
NO en balde tengo el cuerpito que tengo debido a ello.
Pero sin decir agua va pude ver como la comida desapareció y descaradamente ambos empinaban los ansiados refrescos hasta la ultima gota y hasta de manera histriónica lanzaban un consabido y ensayado ¡Ahhhh! de satisfacción como el de los comerciales.
Fue entonces que Daniel sentado reparo en mi dirigiéndome aquella mirada intensa y casi demoniaca que me hacia temblar.
Con gran parsimonia saco de sus bolsillos una cajetilla de cigarrillos y de una manera teatral lo encendió sin dejar de mirarme.
Le paso la cajetilla a Martin y aquel con aire mas despreocupado le imito aunque de manera diametralmente opuesta siguió ignorándome por completo.
Ambos se quedaron callados.
Martin cerró los ojos y hasta hubiera pensado que dormía si no fuera porque de vez en vez movía su mano para aspirar el pitillo encendido.
Daniel por su parte no me quitaba la mirada de encima.
Lo hizo de tal manera que de verdad me hizo sentir súper incomodo.
Sus ojos se clavaban en mí.
Principalmente me miraba a los ojos pero su mirada se desviaba viéndome de arriba abajo recorriendo todo mi cuerpo.
A diferencia de minutos anteriores donde el pánico me invadió por estar solo, ahora aquellos ojos que me devoraban de tal manera me hacían temblar sin acertar a exactamente que era lo que me provocaba tal estremecimiento tan profundo.
Tal vez seria que mi alma atormentada se conectaba con el ser que cambiaria mi vida irrevocablemente.
Aquellos momentos de paz final terminaron con el último golpe que Daniel le pareció dar a su colilla casi terminada.
Dándole un golpetazo a Martin en el brazo le saco de su ensueño diciéndole:
-¡Bueno cabron! A lo que vinimos ¿no? Ya tengo ganas de divertirme-añadió con un gesto.
El gesto burlón de un pequeño que se sabe a punto de cometer una travesura.
Martin respondió riéndose con una maliciosa sonrisa cómplice.
Se pusieron los dos de pie y sacudiéndose el trasero por el polvo pegado en sus pantalones del uniforme al estar sentado en aquellas piedras se dirigieron hacia donde yo estaba.
Trate de recuperar la compostura al sentir su presencia y atención sobre mi, mas desafortunadamente había forzado tanto mi situación queriéndome desatar que por nada del mundo pude cambiar la para mi la cómica postura en la que me encontraba.
Como si de una presa se tratase, Daniel y Martin quedaron extrañamente callados.
Solo me miraban los dos y repetían el ritual que hace momentos Daniel hacia solo.
Me miraban.
Miraban mi cuerpo.
Podía sentir como pasaban de mi cara a mis cabellos y bajaban por mis hombros, mi espalda, mi pecho, mi… si… mi cola expuesta para rematar mirándome las voluminosas piernas mientras iban cambiando de ángulo lentamente dando vueltas y vueltas a mi alrededor.
Parecían lobos al acecho estudiando a su presa.
¿Cómo explicar aquel sentimiento? La angustia me invadió.
Un nerviosismo sin igual crecía junto con cada paso que ellos daban a mí alrededor sin poder hacer nada más que el hecho de atestiguar sus acciones.
Mi respiración se torno lenta y profunda por el miedo infundido.
Finalmente Daniel hablo:
-¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos aquí? – le dijo a Martin.
Como respuesta el grandísimo idiota solo lanzaba pendejitas risitas festejando las estupideces de Daniel.
– Mira, mira Martin.
Nuestro amigo.
Nuestro amiguito Carlitos.
Miiiiiralo-dijo apuntándome con el dedo.
Martin se desternillaba ahora de risa ante su ocurrencia mientras que mi inquietud crecía a la par de sus burlas.
-¡¡Pobrecito!!-y poniendo las manos a sus lados en forma de jarrón le continuo diciendo a Martin de una forma un tanto aputada- ¿Quién habrá sido el alma maldita que le hizo tal cosa al pobre gorditooo? ¡Esta gente! Tan maleducada y sin consideración.
El poooobre Carlitos.
Pooobre Gordito.
Míralo nomas.
Aquel tono meloso y teatral me daba muy mala espina.
Nunca pero NUNCA en mi vida colegial había visto a Daniel actuar de esa manera.
En lugar de calmarme aquel comportamiento me hacia ponerme mas nervioso si es que eso era posible a tal punto de mi vida.
Dándole la orden a Martin que por lo visto era su compinche del alma ya que lo tenia entrenado de tal manera que con tan solo con un leve gesto, mirada o movimiento de su mano sin decir palabra lo hacia moverse, le conmino a empezar a desatarme mientras a mi me seguía diciendo con aquel tono tan meloso como odioso.
-¡Ay gordito! Ya no te juntes con esa gente.
Mira como te dejaron.
¿Qué harías si no fueras por mí? ¿Serian capaces de dejarte aquí toda la tarde y a lo mejor hasta la noche? ¿Quién sabe que cosas te podrían pasar en este paraje tan solitario gordito? ¿No lo crees?
Martin avanzaba de manera pasmosa.
Me sorprendió lo mucho que yo trate en zafarme y la facilidad con la que Martin recorrió la soga quitándome los nudos dejándome libre al fin.
Bueno, libre es un decir porque en cuanto me pude poner de pie con gran trabajo ya que me encontraba algo entumido por todo el tiempo que había pasado embrocado ahí y trataba de tomar algo de aire después de que mi estomago había sido presionado sin poder hacerlo, Daniel siguió hablándome de aquella manera y acercándose a mi como si de un gran y viejo amigo se tratase me hecho el brazo al hombro de manera muy fraternal mientras me seguía dando “consejos” al respecto de mi situación.
-Me caes bien gordo.
Mira Carlitos, no es bueno que andes haciendo apuestas pendejas.
La gente puede tomar ventaja de ti.
Deberías de aprender con quien juntarte.
Mira, por ejemplo, la putilla de la Bibi.
Se encabrono contigo.
Y te dejo aquí solito.
Aquello si me encabrono mucho.
Bibi era mi mejor amiga.
Me constaba.
Con ella había pasado grandes momentos tanto de alegría como de tristeza.
Sentí una gran furia que le dijera esa palabrota.
Se que soy un tonto.
SI.
A mi me podría decir lo que quisiera pero que no se metiera con Bibi.
De todos modos como siempre, estúpidamente no hice nada.
Me trague mi coraje y furia sin decir nada.
-Mira Carla, – dijo con malicia calculada-perdón Carlos- haciendo una gran mueca de haber cometido un grave error y con ello provocando nuevamente la risita burlona del estúpido de Martin- Si.
ejem.
Carlos.
Necesitas aprenderte a defender… Necesitas aprender a ser hombre… No es bueno que te tomen el pelo y se aprovechen de ti….
¡¡ENTENDISTE!!-al gritarme en el oído esta ultima palabra la gran BESTIA que habitaba el alma de Daniel volvió a renacer y dejo al lado sus modales burlescos para retomar control de la situación o mucho mejor dicho para volver a tomar su dominio sobre mi como si alguna vez lo hubiera renunciado pues esta por demás decir que no solo fue el atronador grito que me reventó la oreja sino el dolor agudo de mi cuero cabelludo apresado por su gran manaza dirigiendo mis pasos a su antojo hacia nuevamente la cancha de básquet.
-VAMOS….
VAMOS… VOY A AYUDARTE…- me decía mientras tardábamos en llegar a la cancha de básquet donde finalmente me soltó dándome un empujón que casi me hace caer al piso.
Yo solo atine a sobarme la cabeza con mi mano pues me dolía mucho.
Daniel se paro enfrente de mí como sargento mal pagado y me dijo:
-Voy a ayudarte GORDO INUTIL.
Te voy a hacer un hombre para que no andes causando lastimas ni vergüenzas.
Así que… RAPIDO…RAPIDO… MUEVETE- al ir diciendo esto se adelanto a mi tronándome los dedos y con la mano extendida señalaba la línea blanca de la cancha conminándome a correr por ella por fuerza de ser perseguido por el.
Empecé a mover mi cuerpo con dificultad mientras el se posicionaba persiguiéndome y dándome un manotazo en el culo me decía con tronadora voz.
-¡¡¡DIJE QUE TE MUEVAS!!! ¡¡¡MUEVE ESE CULO, PINCHE GORDO!! ¡¡MUEVETE!!
Como un autómata empecé a correr.
Bueno.
Empecé a mover los pies.
Me empecé a desplazar por la cancha mientras Daniel me seguía gritándome una y otra vez.
Poco a poco Daniel se fue quedando atrás y yo centímetro a centímetro empecé a recorrer la línea blanca que delimitaba la cancha.
Martin se posiciono estratégicamente de manera que si hubiera querido huir el me atajaría fácilmente aunque debo confesar que eso nunca paso por mi mente pues Daniel me tenia ya subyugado.
Poco a poco me fui acercando al punto de inicio para terminar la primera vuelta.
Daniel estaba ahí con un cinturón en la mano.
En cuanto pase cerca de el me atizo en las nalgas con el cuero gritándome:
-Más rápido… más rápido gorda.
Mueve ese culo… más rápido
Al contacto con mi piel mi reacción fue muy a su gusto el de aumentar mi velocidad.
Corrí.
Corrí con todas mis fuerzas.
Martin al ver que no trataba de escapar se acerco a la pista y cuando pase cerca de el también coreo:
-Córrele gordo… pinche panzón… ¡mueve ese culito!
Después de conseguir la tercera vuelta Daniel me paro en el punto de partida.
La verdad el corazón se me quería salir tanto por el esfuerzo realizado como por lo inusual de la situación.
-Mira nomas cerdo.
Mira.
estas bofo ¡cabron!-cuando dijo esto extendió su mano dándome un fuerte pellizcon en la panza.
– Apenas 3 vueltitas y ya te estas cagando.
– Y agrego- ¡20 sentadillas! ¡Pero YA!
Así que todavía no me recuperaba cuando tuve que complacerle y obligado por el puse mis manos en la cabeza y empecé a doblar mi cuerpo bajando y subiendo.
Ellos contaban.
-3…4…5.
Como es obvio mi peso se proyecto en mis pobres rodillas que me dolían horrores por la prisa cosa que a ellos no les importo.
Además al empezar a hacer ese movimiento pues mi camisa se me subió y al bajar en combinación con el ligero viento que hacia se me alzaba exponiendo mi desnudez de manera ridícula cada vez que yo me sentaba hacia el piso para complacencia de Daniel.
-12… 13.
14.
Martin se encontraba junto a Daniel y no me perdía de vista.
O mejor dicho, no perdía de vista mi culo subiendo y bajando.
Mientras esto sucedía pude notar como bajaba su mano hacia su pantalón y se medio sobaba la entrepierna y un bulto se le empezó a formar ahí.
Yo solo escuchaba la atronadora voz de Daniel quien detrás de mi seguía contanto mis movimientos mientras se deleitaba viéndome el culo.
Apenas terminaba de hacer las 20 sentadillas cuando Daniel dándome con el cinturón me volvió a forzar a retomar la marcha.
Esta vez.
Ya estaba yo mas cansado.
Trate de retomar el paso.
Intente sacar fuerza de no se donde para poder desplazarme de la mejor o mas rápida manera por esa cancha.
No me daban tregua.
La fatiga acumulada de la sesión de deporte se asomaba y a duras penas podía yo desplazarme de mediana forma pero era tanto el temor que me provocaban que les obedecí sin chistar.
Esta vez los dos juntos me veían desplazarse y me seguían gritando todo el tiempo.
Cuando volví a pasar cerca de ellos pude escuchar que Daniel le decía claramente:
-Jejejje ¿Ya viste?¿Ya viste como le botan las tetas? – y Martin riéndose también el afirmaba y haciendo el gesto de sus manos en su pecho me imito al correr e imitaba el movimiento de mis tetas al ir corriendo mientras coreaba con sorna: BOING, BOING, BOING.
Cuando vi eso los odie como nunca.
Siempre había odiado el deporte.
Lo odiaba porque justamente es cuando mas vulnerable me sentía.
Odiaba el tener que cambiarme.
Odiaba ponerme shorts y que me vieran mis piernas.
Odiaba cuando tenía que cambiarme y tenia que quedarme en ropa interior por eso siempre lo evitaba llevando mis pants.
Como dije anteriormente este maestro no me tenia consideración alguna y sin miramiento me exigía de tal manera que me ponía en evidencia y no faltaba alguno igual de ocurrente que Daniel que dijera cosas.
No las decían abiertamente pero yo los escuchaba cuchicheando cuando hacíamos los ejercicios.
Recuerdo una vez que estábamos haciendo una serie y como yo me tardaba castigo a todo el salón el maestro diciendo que ellos tendrían que seguir trabajando hasta que yo terminara cosa que causo la rechifla de todos y ese día ni Bibi ni nadie me pudo salvar de que mas de uno me diera un tochito en el hombro o me dieran zapes después en clase por ser el GORDO inútil del salón.
Cuando iba terminando la 5 vuelta estaba ya exhausto y el llegar con Daniel me volvió a parar.
Pensé que insistiría nuevamente con las sentadillas o con las lagartijas pero esta vez la sangre se me fue al suelo cuando me ordeno:
-¡Al suelo puto! ¡Vamos a ver de que estas hecho!
Una vez que con trabajos puse mi pesado cuerpo en el suelo y le obedecí me sentencio:
-¡25 abdominales perra!
¡No podía ser! Aquello era lo que mas odiaba.
Es obvio que alguien como yo no puede hacer eso.
Ese era mi punto más débil.
Mi enorme panza siempre fue un gran estorbo para ese movimiento.
Fue justamente la causa del castigo que el maestro les había impuesto a mis compañeros es decir mi más grande debilidad.
-Rápido Carlitos.
No tengo todo el día.
-me gritaba Daniel imitando al maestro.
Juro que trate.
Juro que intente.
Trate desde lo mas profundo de mi ser mover todos mis kilos pero…
-1……….
Muévete… muévete gordo… muévete esa panza….
Finalmente lo logre para recuperarme en el suelo y tratar de seguir.
-2……………………………………………………….
3…………………………………………
Apenas si pude completar o mejor dicho medio completar seis ante la algarabía de Daniel.
Me desplome en el piso con la cara roja por el esfuerzo y apenas si podía mover los brazos.
Las manos me temblaban de impotencia y cansancio.
¡NO PODIA MÁS!
Daniel se me quedo mirando como quien ve un fardo viejo.
-¿Qué paso? ¿Qué paso gordo? ¡Lo ves! ¡Ves que inútil eres!
Al ir diciendo esto se acerco más a mí y poco a poco empezó a darme de ligeros puntapiés en el cuerpo siendo imitado inmediatamente por Martin.
Ahí estaban los dos.
Mis dos verdugos.
Yo tirado en el piso y ellos a cada lado propinándome puntapiés en la panza, en las nalgas, en las piernas por todos lados.
No eran patadas fuertes pero si puntapiés que me alcanzaban a doler cuando me los propinaban.
En ciertos momentos amagaban con darme en plena cara a lo cual yo me protegía volteando para el otro lado tratando de evitar tal golpe.
Me sentí mal.
Me sentí muy mal.
Me sentía basura.
Me sentía olvidado Me sentía dejado.
Y ellos seguían y seguían diciéndome cosas humillantes:
-Pinche putillo gordo.
Ni siquiera puedes hacer un mínimo esfuerzo.
Eres un inútil.
Pedazo de grasa.
-Jajajajajja
– Y así quieres andar con Bibi.
Ni siquiera la puedes defender.
Mejor pídele la pintura de uñas.
En eso si la puedes ayudar.
-me decían mientras me seguían propinando puntapiés.
Daniel quedo en un momento dado a mis pies y camino por entre mis piernas obligándome a abrirlas.
Cuando estuvo parado allí alzo su pie y bajándolo empezó a pisarme mis genitales por encima de mi trusa ya que la camisa la tenia en ese momento toda alzada y arremangada casi hasta arriba por la serie de movimientos que hice para evitar la patiza y puedo decir que ya me encontraba semidesnudo en el piso.
Trate de moverme pero Martin al lado puso su pie en mi pecho haciendo un gesto que entendí como que no debería moverme bajo ninguna circunstancia.
Daniel presiono.
Presiono provocándome un ligero dolor.
Luego empezó a puntearme como pateándome en mis bolitas.
Igual y no era muy fuerte la manera en que lo hacia pero si me provocaba mas que nada pánico el pensar que en un momento dado me propinara un madrazo como los que sabia dar cuando jugaba fut.
Daniel mientras tanto sonreía maliciosamente diciéndome:
-¿Qué? ¿Te duele? – y la punta de su pie se me internaba en la piel.
-No mames gordo.
No me digas que te duele.
Jajajajaja! – Y seguía- ¡Si ni huevos tienes!
Siguió martirizándome de esa manera mencionando que para lo que yo hacia no necesitaba mis tanates.
Su punta se paseaba peligrosamente por toda mi área genital.
Yo me sentía morir del miedo.
Para terminar no se como le hizo pero acomodo su patota de tal manera que mis huevitos quedaron debajo de la planta de la punta de su pie y empezó a presionar.
SI.
Estaba a punto de caparme apretando mis panditas debajo de la suela de su zapato.
Aquí si de repente sentí un dolor agudo que me empezó a embargar de abajo hacia arriba y con cara de suplica solo se me escapo un ahogado:
-¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaayyyy!!!- al ver mi cara dejo de presionar pero muy lentamente para decirme.
-Escúchame bien putito.
Escucha.
No eres nada.
No vales nada.
Vales madre.
No sirves para nada.
No eres un hombre.
Eres un despojo.
NO te sabes defender.
Así que mas vale que escuches bien y aceptes que vas a hacer lo que yo te diga si no la quieres pasar peor de cómo hasta ahorita.
¡O JURO QUE TE LAS REVIENTO PUTO!
Desde el suelo donde me encontraba sus ojos se mantenían fijos en mí.
No le podía quitar la mirada.
SU mirada acompañada de sus palabras me embelesaba.
Se veía portentoso.
Se veía gigante.
Se veía excelso.
Yo desde el suelo y en mi precaria situación lo único que podía hacer era asentir para mis adentros y en realidad por mas que me doliera aceptar que todo aquello que decía era cierto y que además en alguna ocasión ya lo había yo pensado.
En ese momento sus palabras atravesaron y se implantaron en mi cerebro.
Tenía razón.
Yo era un gordo inútil.
NO podía competir con el.
Si lo hiciera me iría muy mal tal y como hasta ese momento me había ido.
Recordé el día en que se chingo a Abel y como sangre le escurría de la cara.
Pude sentir desde mis huesos el terror causado por sus golpes en la cara de mi amigo y el terror que me causaba su presencia en el salón.
Por fin lo comprendía y lo aceptaba.
Daniel se salto mis piernas y caminando hacia mi cabeza se paro junto a mi viéndome fijamente a los ojos me escupió en la cara atinando de lo lindo a un lado de mi nariz y de uno de mis ojos.
Apenas si pude cerrarlo para que su saliva no me entrara en el ojo.
-Ven para acá… ¡puto! –remarco aquella palabra que desde ese momento como si me hubiera bautizado me acompañaría durante mi dolorosa adolescencia.
Yo temblaba.
MI cuerpo temblaba tanto por el exceso de cansancio físico como por la humillación de la que era objeto.
Me rodé literalmente como pude para poder apoyar las manos y ponerme de pie.
Apenas si lograba empezar a alzarme cuando una dolorosa patada en mis nalgas me regreso de nuevo al suelo.
-Jajajajajajaj- rio Daniel mientras su lacayo, el causante de tal patada, permanecía detrás mío.
-Te dije que no sirves para nada perro.
¿Que no entiendes? Eres un animal pendejo.
Los animales no caminan.
Los animales se arrastran por el piso.
Así que sígueme si no quieres que te aplique tu correctivo.
– me aviso.
Afortunadamente entendí.
Sin mas salida que esa pude por lo menos ponerme de rodillas y empezar a seguir a Daniel mientras que Martin cuidaba paso a paso de yo obedeciera su orden y me mantuviera en mi posición de nuevo perro obediente de su amo.
Me costo trabajo.
Nunca en mi vida había yo tenido que avanzar en tal posición.
Las palmas de las manos se me raspaban así como mis rodillas expuestas sin ninguna protección.
Para colmo se me dificultaba un poco ver por la saliva que me escurría en la cara por un lado.
Mal que bien lo aguante hasta que…
Al terminar la cancha de básquet existía un pequeño espacio que la separaba de los pasillos de cemento.
En su momento aquel espacio había tenido pasto pero en ese momento ya se encontraba descubierto.
Cuando empecé a avanzar a cuatro patas en ese recorrido, empecé a sentir un verdadero calvario pues la tierra expuesta esta llena de diminutas piedritas que se me encajaban en la piel y que realmente me hacían dificultoso el desplazarme de aquella manera.
Daniel reparo en la distancia en la que me había retrasado y le dijo o mejor dicho le grito a Martin:
-¿Qué paso? ¿Mandas tu o manda la perra? ¡ATIZALE! ¡Que se apure!- al escuchar esto Martin ni tardo ni perezoso se acerco a mi por detrás y dándome nuevamente una serie de patadas en el culo empezó a gritarme a voz de cuello apresurándome sin importarle mi sufrimiento.
No pude hacer más que reaccionar y obedecerle mientras veía como parte de mi camisa se arrastraba y se ensuciaba con la tierra que iba recogiendo al pasar por ese trecho.
Finalmente pude salir de ahí pero el daño en mis rodillas y manos me continúo recordando mi suplicio.
Pude ver como Daniel doblaba y adivine que igual que el otro día Daniel me llevaba como corderito hacia el almacén donde me había enfrentado el otro día.
III
Al fin llegamos al almacén.
Daniel me esperaba dentro yo entre tal y como me había ordenado a cuatro patas y el a señas como tal parece que era su costumbre me conmino a acercarme.
Así lo hice y quede frente a el.
Daniel se me quedo viendo y señalando con su dedo hacia sus pies me dijo:
-¡BESALOS!
No se porque pero ya no me sorprendió.
Empezaba a entender a ese enfermo mental y la sed de notoriedad que le movía.
Sorprendentemente no tuve conflicto alguno y con asco más que con otra cosa le obedecí ciegamente y posando mis manos en el piso agache la cabeza y deposite un suave beso en cada uno de sus pies.
Después de haberle besado sus zapatos, Daniel me volteo a ver.
Martin le entrego una pequeña bandeja que resulto ser un plato conteniendo un par de tacos como los que habían comido.
Esta por demás decir que las tripas me tronaron al sentir el olor que llego a mi nariz.
No contento con eso, Daniel me martirizo y bajando el plato me lo paso por mis narices provocándome un hambre incontrolable.
-Huelen bien, ¿no?
Oler bien.
¡Joder! En ese momento aquellos tacos eran toda una vianda.
-¿Quieres me dijo?
La verdad es que me moría por comer así que no pude resistir.
Aunque no sabia exactamente de que se trataba aquello solo pude asentir con m cabeza en señal de afirmación.
Sin contemplación alguna, Daniel me miro y con un diestro movimiento aventó los tacos al piso después de escupirlos mientras me decía.
-Pues si quieres comer perra, yo no tengo problemas.
Son las sobras del dia ¡COMETELOS!
Me quede perplejo.
Los tacos quedaron esparcidos en el suelo y… y……
Perdón, la verdad no lo pensé.
EL hambre me gano y moviéndome como estaba en cuatro patas no pude ni siquiera pensarlo.
Me acerque con gran vergüenza y extendí la mano para tomar un poco de aquella deliciosa carne que yacía en el piso.
Estaba a punto de tomarla cuando….
Cuando Martin se desplazo y poniendo su gran pata sobre mi estrujo mi mano contra el piso causándome un fuerte dolor.
-¡Eres un perro! Bueno, mejor dicho: ¡ERES UNA PERRA! Y las perras no tienen manos.
¿Entiendes?
Entendí.
Entendí perfectamente.
Entendí que su alma negra quería humillarme de forma sin igual.
Se que no debí hacerlo.
Se que no debí de consentir tal degradación pero.
No pude evitarlo.
Simplemente me desplace y bajando mi cabeza empecé a saborear aquellos exquisitos pedazos de carne regados por el suelo pasando mi lengua de tal manera que iba los iba recogiendo como un vil perro.
-¿Lo ves?-dijo Daniel dirigiéndose a Martin- Te lo dije.
Fue más fácil de lo que me imagine.
Este puto no sabe defenderse.
Al escuchar aquel comentario me llene de ira y de vergüenza.
Sentí como mis mejillas se tornaron calientes pero… pero no hice nada.
Tan solo me empeñe en acallar el ruido de mis tripas que a gritos me pedían las llenara a cualquier precio.
Termine de comer los grandes pedazos y ahí hubiera quedado todo si no fuera porque tanto Daniel como Martin observaban atentos y conforme iba terminando me fueron indicando que ir comiendo hasta que el piso prácticamente quedo sin nada.
No conformes con ello y a fuerza de puntapiés en mi trasero me obligaron literalmente a lamer el suelo hasta dejarlo brillante.
La verdad YO me quería morir en ese instante pero solo esperaba que se burlaran de mi y que aquel amargo momento terminara lo mas pronto posible.
-Tengo sed- les dije tímidamente pensando que movería sus negras almas.
– ¡Ah si! Tienes sed.
– Martin tomo mi mochila y saco mi mismo bote de agua.
-¿Quieres?-me dijo.
Al contestarle de manera afirmativa.
Abrió la botella y apretándola la dirigió hacia mi cara.
-¡Traga cabron! Abre la jeta.
– me dijo.
Afortunadamente no traía mucha agua y el chorro que salió de alguna manera lo maneje para que pudiera caer en mi boca aunque gran parte también cayó y se desperdicio en mi playera.
Pensé que me pedirían que lamiera el piso hasta dejarlo limpio pero…
Cuando termine de hacerlo voltee a verle su complacida cara de aprobación y entonces Daniel dando un paso al frente se acerco a mi quedando su pubis a escasos centímetros de mi.
-Ahora como la gran puta que eres.
Vas a tener tu postre como te lo prometí.
¡SACALA!
Perdí el piso.
No se.
No le entendí.
O tal vez no quise entenderle.
Me quede estupefacto viéndole a la cara sin moverme tan siquiera un ápice.
¿Qué quería que le sacara?
-¡SACAMELA PUTA! ¡RAPIDO!-agrego mientras hacia un ligero movimiento de pelvis proyectándola hacia mi cara.
Entonces entendí.
El quería que… si… que YO.
le sacara… su… si bueno: Quería que le sacara la verga.
Aquella nueva orden si me saco de onda.
No se.
Yo pensé que Daniel quería golpearme.
Humillarme.
¿Sacarle la verga? Algo dentro de mi se rehusaba a hacerlo pero.
si bueno… estaba la conciencia de mi situación sin salida.
Estaba yo ahí solo con el, bueno y con Martin para mi mayor desgracia.
Es decir.
Me encontraba solo ahí así que de no obedecerle yo seria objeto de su furia nuevamente.
Ya me lo habían demostrado pateándome el trasero y pisándome la mano así que entendiéndole nuevamente hice caso a su petición.
Aun lo recuerdo.
Recuerdo extender mi mano.
¿Cómo olvidarlo? Lo llevo grabado.
Veo mi mano o mejor dicho mis manos tomando su cierre y bajándolo.
Me veo tratando de meter mi mano por la estrecha abertura de la bragueta sin conseguirlo.
Tratando de introducirme en su intimidad.
Tratando de…
-¿Qué? ¿Esta muy grande pendejita?
-¡¡¡PIENSA-PIENSA-PIENSA PENDEJA!!!
Me di cuenta entonces que mis intentos serian infructuosos a menos que.
Saque mi mano de su bragueta y entonces como si de un sueño se tratase con ese sentido irreal las dirigí a su cinturón para poder hacer mas espacio.
Daniel me veía desde allí, desde arriba burlonamente, mientras yo batallaba.
Pude sacar la lengua del cinturón y con mucho trabajo destrabe el metal del agujero para finalmente liberarlo y tener acceso al botón de su pantalón, el cual con su ayuda pues sumió un poco la panza para que yo lo hiciera, y entonces poder abrir y separar las caretas del pantalón.
Y entonces sucedió.
AL bajar un poco su ropa no pude evitarlo.
Esa imagen divina se impregno en mí ser.
Ahí ante mí.
Daniel se mostraba y….
Me muero de vergüenza pero.
Esa imagen no solo me gusto.
Me encanto.
¡Me extasió! Cuando abrí ese pantalón ante mi apareció la imagen mas perfecta de un hombre en ropa interior.
Daniel usaba un hermoso bikini negro de tela lisa muy ajustado que contrastaba con el color de sus muslos morenos también.
Sus muslos no eran gordos aunque si protuberantes y sumamente gruesos como si hubieran sido esculpidos por un artista.
EL esfuerzo que hacia en el futbol le había forjado un par de hermosas columnas de carne que generosamente se desbordaban por el pliegue de su calzón tan ajustadito.
Me quede embobado.
El era tan… tan perfecto.
Contrastaba diametralmente con mi imagen.
Mis muslos rechonchos parecidos a los de un bebe solo podrían ruborizarse ante tal perfección masculina.
Yo comparado con el no era NADA no era NADIE.
Cuantas veces frente al espejo había yo admirado mi rechoncho cuerpo para con gran desilusión constatar la imagen de ese gordo inútil que se me devolvía causándome solo vergüenza y dolor.
Daniel lo noto inmediatamente y tomándome con ambas manos me acerco a su pubis diciendo:
-¡¡Huele!! ¡¡Huele perrita!! Reconoce el olor de tu amo.
EL olor de tu macho.
ESTO Es un hombre-sentencio CON DECISION.
Y así fue.
Me fue acercando lentamente y mis ojos completamente hipnotizados por su protuberancia no tenían interés en ver ninguna otra cosa.
Era la primera vez que veía yo otro miembro tan cerca.
Jamás había pasado por mi mente pensamiento homosexual alguno sin embargo al tenerlo ahí enfrente de mi observe como inexorablemente me atraía esa forma tan delineada.
Fue dulce.
Fue sutil.
Lentamente acerco mi nariz a su… gran bulto.
Y si.
Por mis fosas nasales empecé a sentir ese dulce y delicado aroma del suavizante de tela con el que seguro su mama le lavaba la ropa.
Debo confesar que lo que tenía Daniel de bruto lo tenía también de limpio.
Siempre siempre olía muy bien.
En días normales su olor a limpio a jaboncito siempre había llamado mi atención.
Las veces que lo llegue a tener cerca siempre despedía un delicioso olor como casi si se acabara de bañar y su intimidad me confirmaba mis decires.
Daniel me tenía sostenido y poco a poco comenzó a hacerme deslizar mi cara por la suave tela de su calzón.
Hizo que mi nariz delineara la suave curva de su cilindro y poco a poco me fue deslizando a todo lo largo del mismo.
Mis mejillas hacían contacto y poco falto para que aquel fierro candente me quemara y me marcara la piel.
Pude sentir como palpitaba.
Pude sentir como en un momento dado como si de un ente vivo se tratara su verga reaccionara queriendo parar y al hacerlo me pegara suavemente en la mejilla.
AL llegar a su punta Daniel hundió un poco la cabeza haciendo que mi nariz rebotara en su suave y mullida punta para después voltearme la cara y repegarme nuevamente todo el cachete hasta casi llegar al oído del otro lado.
Repitió la misma secuencia un par de veces y pude percibir como una ligera mancha de humedad se formaba justo ahí donde remataba el final de su pene.
Insisto fue un momento mágico.
Un momento eterno.
Un momento que rompió mis esquemas.
Un momento que me atrapo para siempre.
Mientras aquello sucedía sus pantalones se deslizaron elegantemente descubriendo cada vez más y milímetro a milímetro aquel par de perfectas y trabajadas piernas.
Ante mi vista se descubrían un par de macizos rollos de carne delineados a más no poder.
Me sentí aun mas inútil.
Ante mi se mostraba TODO un hombre.
Nada que ver con mis rollizos muslos.
Mis muslos que al caminar o correr rebotaban como gelatina fofa como los de un bebe.
Daniel poseía esos atributos que diferenciaban mi masa infantil con lo que un muchacho de mi edad siempre soñaba.
Esa forma de pararse.
Esa virilidad que exudaba por cada poro de su piel y que en ese momento me hacia estremecer.
Ese momento fue eterno.
Fue etéreo.
Fue mágico.
Poco a poco Daniel tomo mas fuerza y empezó a restregar su pubis en mi cara.
Hacia como que me cogía.
MI cara empezó a arder de la fuerza con la que me restregaba.
¿Seria eso? ¿O seria acaso el calor de su virilidad la que me quemaba con tal proporción?
Daniel paro.
Y yo ahí desde mi posición inferior le veía como se ve a un DIOS.
Dejo una mano en mi cabeza sosteniéndome con la misma fuerza de siempre sin darme tregua.
Yo le veía directamente a la cara como pidiéndole como suplicándole por mas internamente.
El me entendió y pude apreciar como con la otra mano rebusco el tan ansiado y escondido tesoro sacándolo a relucir.
¡¡¡MARAVILLOSO!!!
¡¡¡EXCITANTE!!!
¡¡¡APOTEOSICO!!!
No existen palabras.
Aquella verga.
Aquel perfecto pene se mostraba ante mi totalmente erecto.
Pude apreciar cada detalle de el.
Esa gorda y prominente cabeza que le coronaba brillaba ante la luz de la tarde que se colaba por la ventanilla superior del recinto.
Brillaba.
Brillaba tentadoramente como un gran faro de luz en la oscuridad.
Turgente.
Aquel falo era completamente recto y podía observarse claramente como su dueño se encontraba tan excitado en ese momento porque el ángulo era soberbio.
Si le hubiera permitido desde su posición me hubiera traspasado un ojo fácilmente.
A esa distancia ese olor tan peculiar me invadió nuevamente.
¡Si! Me muero de la vergüenza pero… Se me antojo.
No se que diablos me paso pero en ese momento al tenerlo así empecé a salivar cuando aquel delicioso aroma de verga se metía por mi nariz al igual que hace momentos salivaba por unos miserables tacos.
Para rematar aquella hermosa vista ahí abajo se encontraban aquel par de colgantes frutos cárneos.
Contrastaba con claridad el color prieto de sus grandes y voluminosos huevos recubiertos como si de deliciosos duraznos se tratasen de una suave cama de mullido vello que complementaban la imagen.
Pero ¡¡OH!! Igual de hermosos igual de perfectos que el resto.
Fueron escasos segundos lo que esto duro pero para mi es una imagen que siempre recordare y que en ese momento era superior a mi.
Daniel tomo su gran verga abarcándola con toda su mano y sujetándome del pelo me hizo acercarme para proceder a marcarme para siempre.
SI.
Me marco con su verga.
La acerco a mi cara y a fuerza de posicionarme mientras me dominaba por el pelo fue haciendo que aquella punta candente pasara por toda mi virginal carita.
Primero fueron mis mejillas.
De un lado.
Del otro.
Luego me hizo cabecear hacia abajo para pasármela por toda mi frente para bajar por en medio de
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