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Dominación Hombres, Gays, Sado Bondage Hombre

Caza mayor a disposición

Continuación de «Caza mayor en el bar»: un vagabundo entra en la casa y decide satisfacer las demandas sexuales de Sergio.
Horas más tarde, cuando la noche ya ha avanzado, un vagabundo enorme con cierta desconexión de la realidad se acerca a la casa atraído por la puerta abierta. Al entrar, encuentra a Sergio atado y amordazado en la cama, con su cuerpo aún desnudo y brillante (utilizado). El vagabundo se sorprende por la visión de un hombre enorme y musculoso como un orco de los cómics eróticos que no se ha percatado de su presencia en la habitación porque se le ve muy concentrado en desatarse la muñeca derecha con la pierna izquierda y que, sin darse cuenta, le está ofreciendo de manera clara y voluntaria su ano totalmente expuesto como una diana de hipnosis que le implora que lo haga suyo.

“Trato hecho, soy un buen hombre y sé que me lo pides porque lo necesitas” se dice el vagabundo y se acerca lentamente a la cama, sus ojos recorriendo cada centímetro del musculoso cuerpo de Sergio. «Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?» murmura el vagabundo, una sonrisa lasciva en su rostro. «Parece que alguien ha tenido una noche muy interesante», pero si te doy lo que me estás pidiendo, quiero que me des tú algo y que me dejes cumplir mi fantasía de follarte con capucha, “una bolsa de basura me servirá”.

Sergio, al ver como el vagabundo le mete la cabeza en una bolsa de basura, baja la pierna e intenta forcejear y gritar, pero sus esfuerzos son inútiles. El calcetín en su boca ahoga cualquier sonido, y las cuerdas le mantienen los brazos abiertos firmemente en su lugar. El vagabundo, sin perder tiempo, le pide que le explique qué le ha pasado para distraerlo mientras se desabrocha el cinturón y se baja los pantalones, revelando su erección dispuesta a darle lo que tan intensamente está pidiendo. Él no sabe lo bien sujeto que está el semental, pero prefiere no arriesgarse a que se suelte y se pierda la fantasía porque sabe que las manos atadas y la boca tapada forman parte de la fantasía sexual de su nuevo amigo.

El forcejeo continuo de su amigo también forma parte de la fantasía de roleplay, así que decide meterse en su papel para no defraudarlo: «relájate, grandullón,» dice el vagabundo, y con un movimiento rápido, se sube a la cama y le da la vuelta a Sergio, colocándolo bocabajo y con los brazos cruzados a la altura del pecho. Sergio ya sabe que no va a ayudarle e intenta forcejear con más violencia, pero el peso del vagabundo sobre su cuerpo lo mantiene inmovilizado, cien kilogramos es mucho peso para un gigante musculado atado de manos como Sergio. El vagabundo acaba de confirmar que el forcejeo forma parte de la fantasía y no está dispuesto a defraudar a su amigo, aprovechando que está tumbado encima, se posiciona entre las piernas de Sergio, abriéndolas con sus propias piernas y evitando que Sergio las cierre y lo atrape con la tijera de wrestling que intenta hacerle como parte del juego, no es fácil hacerle esa tijera a alguien cuando uno está bocabajo. Al menos no lo es sin acabar indicándole a tu violador lo encantado que estás de que te someta y disponga de ti mientras tú finges que no quieres que te violen.

«Mira, mira, qué musculitos más bonitos,» dice el vagabundo, pasando sus manos por la espalda y los glúteos de Sergio, apretando y explorando cada centímetro de su cuerpo. «Vamos a ver si puedes soportar un poco más de diversión», dijo intentando cumplir con su papel en la fantasía que le ha pedido su amigo con tanto ahínco.

Con una sonrisa maliciosa, el vagabundo empieza a masajear y apretar el ano, no es su primera vez, pero tampoco le ha importado nunca que eso duela al principio, así que poco después penetra a Sergio, quien, a pesar de su resistencia, siente una oleada de dolor inesperado. Su cuerpo, aún sensible y excitado por la experiencia anterior, responde al asalto con un gemido amortiguado. El vagabundo, notando la respuesta de Sergio, sonríe con satisfacción y comienza a moverse rítmicamente, llevándolo al borde del éxtasis una vez más con la ilusión de estar a la altura de lo que quiere su amigo.

Ha visto mucho sexo de gatos callejeros y sabe que el buen sexo tiene que ser guarro y violento, así que, mientras penetra a Sergio, se inclina hacia adelante para tumbarse pesadamente sobre Sergio y aprovecha para morderle fuertemente su cuello, dejando marcas rojas y dolorosas en un cuello que se retuerce de placer para uno y de dolor y asco para el otro. Sergio, sorprendido por el dolor, intenta gritar, pero el calcetín en su boca solo permite escapar sonidos ininteligibles que le indican al vagabundo que lo está haciendo muy bien, que va por buen camino. El vagabundo disfruta del control total del ano de Sergio por su pene erecto a pesar de los movimientos desesperados de Sergio, desesperados o agradecidos según quien los interprete, puesto que lo único que consiguen es que el rígido pene se remueva dentro del recto sin llegar a salir de él, algo que el vagabundo agradece porque le indica que lo está haciendo según los planes de Sergio. Entonces, pasar a sujetar el cuello con una mordida y aprieta fuertemente los enormes pectorales y juega con los pezones del macho, retorciéndolos y tirando de ellos, enviando oleadas de placer y dolor a través del cuerpo de su amigo. Sergio intenta proteger sus pezones bajando los brazos, pero las muñecas están bien atadas y, precavido y convencido de que tiene que estar a la altura, el vagabundo tira de las piernas hacia abajo para que los brazos queden cruzados a la altura de la cara y los antebrazos no puedan bajar hasta la altura necesaria para proteger los pezones aunque su amigo siga jugando a que no quiere que se los retuerza con agresividad.

Sergio, en un intento de mantener su dignidad y respetar a su esposa, finge que no está disfrutando, pero su cuerpo lo traiciona, moviéndose al ritmo de las embestidas del vagabundo. Con cada empujón, siente cómo su resistencia se desmorona, reemplazada por un placer abrumador que recorre todo su cuerpo. Aún así, el dolor de la tortura de pezones le hace retorcerse e intentar levantarse encogiendo las piernas, lo que el vagabundo interpreta como un intento desesperado por ponerse a cuatro patas para recibir sus embestidas en otra postura que le vuelve a recordar la pareja de gatos y sabe que está cumpliendo las expectativas de su amigo. Además, algunas veces ha penetrado a gente que decía estar dispuesta y que se movía con menos interés y pensó “este macho está realmente disfrutando conmigo”.

Tras un buen rato de tira y afloja de malinterpretaciones, finalmente, con un gemido final y un último empujón, el vagabundo alcanza su clímax, dejándose caer sobre el cuerpo de Sergio, jadeante y satisfecho. Sergio, aún atado, amordazado y encapuchado, se queda allí, su mente es una tormenta de emociones contradictorias mientras el cuerpo casi muerto del vagabundo sigue bombeando semen hacia su interior mientras se restriega contra su espalda, le mantiene el cuello mordido y juguetea pellizcando con fuerza los pezones para que él también termine. Sergio intenta mover el culo para sacarse el pene, pero el vagabundo pesa demasiado y su pene aún está lo suficientemente rígido como para mantener ensartado su ano y lo único que consigue es penetrarse más aún a sí mismo con lo que parece ser un masaje al pene del vagabundo, que piensa “este hombre me está realmente agradecido”. La humillación y la vergüenza luchan con el placer y la excitación, dejándolo completamente abrumado.

El vagabundo, después de recuperarse, se siente en deuda y coloca una silla bajo el abdomen de Sergio para mantenerlo como a cuatro patas y lo ordeña mientras sigue muy en contra de su voluntad (ya había eyaculado antes y lo que le está pasando le sigue repugnando). Su amigo sigue interpretando su rol de resistencia y forcejeo e intenta patear la silla sin resultado e intenta decírselo de manera incomprensible por el calcetín. Tampoco importa, el vagabundo está dispuesto a saldar su deuda: él le había ayudado a correrse aunque fuese un juego de roleplay y debe ser correspondido, especialmente, si se muestra tan animado y metido en su papel mientras está siendo ordeñado desde atrás a cuatro patas. La verdad es que ayuda mucho que el otro demuestre cuánto está disfrutando con movimientos tan intensos y bruscos, algunos hombres se retuercen como si los estuvieran violando cuando están excitados.

Era cuestión de tiempo, cuando la sesión de ordeño termina como su amigo merece, se levanta de la cama y se viste lentamente, lanzando una última mirada a Sergio antes de salir de la casa, dejando la puerta abierta una vez más. Sergio, solo y vulnerable, se queda allí, atado de manos, amordazado, encapuchado y montado sobre la silla, con su cuerpo aún temblando por la experiencia, y preguntándose cómo podría explicar esto a su esposa y cómo podría seguir viviendo con este secreto: había eyaculado con hombres dos veces esa noche.

71 Lecturas/31 julio, 2025/0 Comentarios/por Dioni
Etiquetas: amigo, culo, esposa, mayor, metro, semen, semental, sexo
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