Caza mayor en el bar
El monitor de gimnasio, Sergio, un hombre tremendamente fuerte y masculino, se encuentra en un bar disfrutando de un rato de descanso después de un largo día de trabajo. Su plan se trunca cuando se convierte en presa de un grupo de pervertidos..
El monitor de gimnasio, Sergio, un hombre tremendamente fuerte y masculino como un legionario macho, se encuentra en un bar, disfrutando de un rato de descanso después de un largo día de trabajo. Con su impresionante físico y su personalidad machista dominante aumentada porque su carácter violento le impidió pasar las pruebas para ingresar en la legión, es el centro de atención en el gimnasio, donde a menudo trata a los jóvenes con desprecio, llamándolos débiles y afeminados. Esta noche, sin embargo, decide relajarse y tomarse unas copas, lo que lleva a un estado de embriaguez avanzada.
En el bar, un grupo de jóvenes que son miembros del gimnasio lo ven y deciden aprovechar la oportunidad para vengarse de sus constantes humillaciones. Se acercan a él con sonrisas falsas y lo invitan a tomar unas copas, asegurándose de que su bebida esté cargada de alcohol.
El grupo de jovencitos es, en realidad, una jauría de depredadores homosexuales experimentados en dar caza y domar grandes presas como Sergio, todo forma parte de una estrategia pulida por años de experiencia y saben que cuanto más idolatres su enorme cuerpo y su hombría, más fácil es que caigan en la trampa, los heterosexuales machistas son simples y fáciles. En realidad, son un regalo para estos depredadores. Sergio, halagado, confiado y algo ebrio, acepta la invitación y continúa bebiendo, sin darse cuenta de las intenciones ocultas de esos niñatos endebles.
Va pasando la noche y, cuando Sergio se ve completamente borracho, los jóvenes lo acompañan a su casa, fingiendo preocupación por su estado. Al llegar, lo ayudan a entrar y lo sientan en el sofá, donde comienzan a explorar su cuerpo, presionando cada músculo para comprobar si realmente es tan musculoso como parece con la ropa. Sergio, aún intentando recuperar la sobriedad, intenta forcejear, pero su fuerza está mermada por el alcohol.
Durante el forcejeo en el sofá, los jóvenes se aseguran de presionar cada músculo y comprueban que realmente es más musculoso aún que como parece con la ropa. Sus manos exploran sus bíceps, tríceps, pectorales y abdominales, sintiendo cada contorno y definición. Sergio, sorprendido por la intensidad de su examen, intenta resistirse, pero su estado de embriaguez le impide oponer una resistencia efectiva.
No obstante, una vez que han disfrutado de su captura y han confirmado su impresionante físico, los jóvenes, un poco enfadados por tener que aplazar lo inevitable, fingen que se van porque un macho de esta envergadura puede arruinar el plan si se pone demasiado a la defensiva y violento. Lo han visto entrenar en el gimnasio con el saco de boxeo y saben que puede ser un contrincante realmente peligroso, aún estando borracho. «Vamos, chicos, ya está bien,» dice uno de ellos, haciendo un gesto a los demás. «Dejémoslo descansar.» Con una sonrisa maliciosa, corren la cortina de la habitación y se dirigen hacia la puerta principal, asegurándose de dejarla abierta al salir, aunque se quedan vigilándolo por la ventana, el plan B de pasar a la técnica de la emboscada tardía forma parte de la estrategia de caza cuando la presa se muestra demasiado agresiva.
Sergio, confuso y desorientado, se queda en el sofá, intentando recuperar la compostura. Poco después, decide que una ducha le ayudará a despejarse. Se levanta del sofá, aún algo inestable, y se dirige al baño. El agua caliente cae sobre su cuerpo, ayudándolo a recuperar algo de claridad. Se lava lentamente, disfrutando de la sensación de limpieza y frescura. Cuando termina, sale de la ducha, completamente desnudo y limpio, y se dirige directamente a la cama, donde se acuesta y se queda dormido.
Mientras Sergio se va quedando dormido, los jóvenes vigilan desde la ventana para asegurarse de que realmente se ha dormido. Se posicionan estratégicamente fuera de la casa, observando cada movimiento a través de la ventana. Ven cómo su respiración se vuelve más profunda y regular, confirmando que ha caído en un sueño profundo. Cuando tienen la certeza de que su presa está completamente indefensa y vulnerable, deciden que es el momento perfecto para actuar sin más contratiempos.
Con movimientos rápidos y silenciosos, entran de nuevo en la casa, asegurándose de no hacer ruido. Uno de los jóvenes saca unas cuerdas de su mochila y, con movimientos precisos, ata las manos de Sergio al cabecero de la cama, inmovilizándolo por completo. Sergio, aún dormido, no se da cuenta de lo que está sucediendo y, mucho menos, de que está quedando a merced de lo que el grupo de pervertidos quiera hacer con él (tanto si él está de acuerdo como si no).
Una vez que tienen a Sergio completamente inmovilizado con los brazos abiertos y su torso totalmente expuesto, uno de los jóvenes se acerca sigilosamente a la cama y, con un movimiento rápido, tapa la boca de Sergio con un calcetín, asegurándose de que no pueda emitir ningún sonido por mucho que lo intente. Sergio, sobresaltado, abre los ojos de golpe, pero el calcetín ahoga cualquier intento de hablar o gritar.
Con Sergio amordazado y completamente a su merced a pesar de sus agresivos intentos por soltarse y moler a palos al primero que atrape, los jóvenes comienzan a explorar su cuerpo nuevamente, ahora de una manera mucho menos discreta, se lo pueden permitir. Uno de ellos se posiciona frente a él y fija el calcetín firmemente en su lugar con una cinta de embalar (solo faltaría que se les escapase el trofeo ahora que está tan vulnerable). Sergio intenta quitarse de encima al muchacho haciendo una tijera con las piernas, pero otro joven se abraza a su pierna izquierda y presiona los testículos del semental con el pie derecho mientras disfruta del pie izquierdo del gigante con su lengua. Definitivamente, no es la primera vez que hacen esto, y Sergio, sorprendido y confundido, siente cómo la sensación de sus labios y lenguas en su pie envía un cosquilleo por todo su cuerpo que le repugna e intenta atacar al muchacho con su pierna derecha. Pero otro muchacho se abalanza de la misma manera sobre la pierna derecha del gigante y disfruta de su pie derecho mientras mete su pie hasta el mismo ano del gigante y lo remueve con violencia.
Mientras tiene lugar este juego de piernas y baboseo de pies, el joven que le tapó la boca le babosea el cuello y las orejas mientras le sujeta la cabeza y otros dos jóvenes se inclinan hacia su pecho, comenzando a chupar y morder sus pezones totalmente expuestos con una mezcla de ternura y agresividad. Sergio, con los ojos cerrados y la respiración acelerada, siente cómo cada movimiento de sus lenguas y dientes envía oleadas de hormigueo a través de su cuerpo, hormigueo que le repugna porque él es un hombre de verdad. Mientras tanto, los jóvenes, disfrutando de cada segundo, alternan entre suaves caricias y mordiscos más intensos, explorando sus límites.
Los jóvenes que sujetan sus piernas, en lugar de limitarse a mantenerlas abiertas, se dan la vuelta y continúan su exploración, subiendo lentamente hacia sus tobillos, pantorrillas y muslos, sintiendo la tensión cada vez mayor en sus músculos y la excitación creciente.
Finalmente, el joven del cuello se va abajo y empieza a masturbar a Sergio, esto sí que provocó un alarde de tensión muscular, de gritos ahogados y de violencia de piernas, todo en vano porque las cuerdas son realmente buenas y el grupo está muy motivado y realmente decidido a llegar hasta el final. Con una sonrisa maliciosa, el masturbador se inclina hacia adelante y, sin previo aviso, toma su miembro en la boca, comenzando a chupar y lamer con una habilidad que deja a Sergio sin aliento. El contraste entre la firmeza de su mano y la suavidad de su boca envía ondas de repugnancia a través de su cuerpo.
Su miembro, sin embargo, no está de acuerdo con él y Sergio, incapaz de contenerse más, deja escapar un gemido amortiguado por el calcetín, aunque sigue fingiendo que él no disfruta de la situación. Los jóvenes, al escuchar su gemido, se animan aún más, intensificando sus caricias y explorando cada rincón de su cuerpo. El joven que lo chupa y masturba al mismo tiempo, sincroniza sus movimientos, creando un ritmo que lleva a Sergio al borde del éxtasis. Con cada movimiento de su lengua y cada caricia de su mano, el placer aumenta, hasta que Sergio finalmente cede, permitiendo que el orgasmo lo invada por completo.
Entre gemidos y jadeos, uno de los jóvenes se detiene un momento y, con una sonrisa sarcástica, dice: «¿Ves, Sergio? Ahora sí que sientes lo que es ser tratado como un objeto, ¿verdad? Recuerda cómo nos llamabas débiles y afeminados en el gimnasio. Ahora, mira quién está a merced de quién.»
Sergio, con los ojos muy abiertos y el cuerpo temblando de placer, intenta responder con lo que parece violencia verbal, pero el calcetín en su boca solo permite escapar sonidos ininteligibles. Los jóvenes, satisfechos con su venganza, continúan su asalto sensorial, asegurándose de que cada centímetro de su cuerpo sea explorado y disfrutado. No han llegado hasta ahí para dejarse rincones sin atender.
Con su impresionante físico, Sergio es una presa perfecta para los jóvenes, que aprovechan cada oportunidad para recriminarle su comportamiento pasado y para saciar sus deseos presentes. Sus músculos, definidos y poderosos, son un recordatorio constante de su fuerza, pero en este momento, esa fuerza está completamente a su merced. Sergio, en un último esfuerzo por recuperar el control, intenta forcejear con más intensidad, pero sus intentos son en vano. Las cuerdas en sus muñecas se tensan, y sus músculos se contraen bajo la piel, mostrando cada fibra de su poder, pero sin poder liberarse.
«¡Soltadme, maricones!» intenta gritar, pero sus palabras son ahogadas por el calcetín. «¡Os juro por Dios que os voy a matar!» continúa, su voz distorsionada y casi inaudible. Los pervertidos, divertidos por la resistencia y encantados por la buena captura que han hecho esta noche, vaya semental, solo ríen y continúan su exploración como si la furia del titán no estuviera teniendo lugar, saboreando cada momento de su venganza: testículos, periné, sobacos, cuello, todo recibe atención.
Con cada movimiento, Sergio siente cómo su resistencia se desvanece, reemplazada por oleadas de placer que recorren su cuerpo. A pesar de sus amenazas y forcejeos, su cuerpo traiciona sus deseos, respondiendo a cada toque y caricia con un aumento en su excitación. Los jóvenes, conscientes de su efecto, se aseguran de prolongar su asalto, llevándolo al límite del éxtasis antes de permitirle finalmente alcanzar la liberación que ellos saben que él desea, pero que no admite por orgullo.
Finalmente, después de saciarse completamente y de terminar sobre él, los jóvenes deciden que es hora de irse. Con sonrisas satisfechas, se levantan de la cama, se hacen selfies con él para asegurarse de que será dócil cuando se libere (el reportaje de doma, jeje) y se visten lentamente, disfrutando de cada segundo de su triunfo. «Ha sido un placer, Sergio,» dice uno de ellos con una risita. «Espero que hayas aprendido la lección.»
La respuesta a través del calcetín parecía ser algo así como “hijos de mil putas, soltadme, mi mujer no puede encontrarme así” y “sé que tenéis las fotos, pero mi mujer no puede encontrarme así, cabrones, desgraciados”. Por supuesto, no hicieron caso, ¿desde cuándo pone la presa condiciones al depredador?
Los jóvenes se dirigen hacia la puerta, asegurándose de dejarla abierta al salir, como una burla final a la privacidad de Sergio. «Hasta la próxima,» dicen en coro, desapareciendo en la noche y dejando a Sergio completamente solo, atado bocarriba en la cama y amordazado.
Sergio, con el cuerpo aún temblando por la experiencia, intenta recuperar el aliento. El calcetín en su boca amortigua cualquier intento de gritar, y las cuerdas en sus muñecas le impiden liberarse. En su mente, solo puede pensar en su esposa y en cómo este acto podría destruir su matrimonio. La idea de que alguien más lo haya visto en este estado, tan vulnerable y expuesto, lo llena de vergüenza y humillación, especialmente porque su pene sí parecía haber estado disfrutando durante esa aberración contra natura. Al menos no se lo habían follado, ¡no lo habían penetrado!, «los niñatos de hoy en día ya no saben ni violar, vaya juventud», pensó, en cualquier caso, tenía que soltarse cuanto antes.
Él no lo sabía todavía, pero esa noche le tenía guardada otra visita sorpresa.
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