• Registrate
  • Entrar
ATENCION: Contenido para adultos (+18), si eres menor de edad abandona este sitio.
Sexo Sin Tabues 3.0
  • Inicio
  • Relatos Eróticos
    • Publicar un relato erótico
    • Últimos relatos
    • Categorías de relatos eróticos
    • Buscar relatos
    • Relatos mas leidos
    • Relatos mas votados
    • Relatos favoritos
    • Mis relatos
    • Cómo escribir un relato erótico
  • Menú Menú
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (10 votos)
Cargando...
Dominación Hombres, Gays, Sado Bondage Hombre

Caza mayor en el gimnasio

Un monitor de gimnasio queda atrapado en una de las máquinas y cinco viejos aprovechan la situación para realizar sus más oscuras fantasías de porno oscuro.
El gimnasio «Titanes» era un hervidero de músculos, sudor y ambición. Cinco jubilados, cada uno con su propia personalidad vibrante, pasaban sus días en el lugar, disfrutando de la estética masculina. Todos, sin excepción, abiertamente gays y con una apreciación particular por las películas de porno BDSM oscuro en las que un grupo de jovencitos enclenques o de goblins debiluchos consiguen asaltar y someter a orcos machos gigantes como montañas de músculos.

Luego estaba Marcos, el monitor de gimnasio. Con cuarenta años, llevaba el pelo casi rapado como un skinhead y era el típico macho hetero homófobo como los que salen en el cine negro apaleando maricones. Un portento de músculos, con un cuerpo esculpido a base de horas de levantamiento y una dieta estricta. Era la personificación del ideal masculino, un Adonis moderno que encendía la imaginación de muchos en el gimnasio. Marcos, sin embargo, era ajeno a las miradas lascivas. Él era hetero, apegado a sus rutinas, y con la cabeza en el trabajo. Era un hombre como Dios manda.

Un martes por la tarde, cuando el gimnasio ya estaba cerrado y solo se permitía el uso de la sauna mientras Marcos lo revisa todo para que esté perfecto al día siguiente ocurrió algo muy interesante: una de las máquinas de press de banca, una bestia de metal y poleas, se atascó. Marcos, con su fuerza descomunal, intentó liberarla, pero el mecanismo cedió de golpe, atrapando sus dos manos a la altura del suelo. Su enorme cuerpo musculado tenía fuerza suficiente como para tambalear la máquina, pero la postura de espalda inclinada le impedía hacer tanta fuerza como su estructura de ogro le permitía.

«¡Ayuda!» gritó Marcos, el dolor punzante recorriendo su cuerpo.

Los cinco jubilados, que se encontraban en la sauna hablando del cuerpazo de Marcos, que no tenían ni los mejores actores boundgods, escucharon el grito y corrieron hacia la zona de pesas. Vieron a Marcos, atrapado y sufriendo, y la situación les generó una mezcla de preocupación y… algo más cinematográfico. La imagen de ese Jeremy Stevens sudoroso, musculoso y vulnerable despertó en ellos una corriente de deseo reprimido que les recordaba a algunas de las escenas porno que conocían por la postura de culo en pompa que la trampa obligaba a Marcos a adoptar. Su ropa contribuía a la fantasía de los viejos: una camiseta sin mangas que dejaba ver bíceps, pectorales hasta casi los pezones y unos hondos y oscuros sobacos, y un pantalón de deporte corto por cuyo bajo asomaba parte del glande. Las pollas de carne son igual de grandes cuando están fláccidas que cuando están erectas y la de Marcos sugería que había estado todo el día empalmado mirando a las muchachas del gimnasio, buff, esa mortadela se bamboleaba incontrolable dentro del pantaloncito en cada intento de Marcos por soltarse de la máquina. Él no se daba cuenta del festival de baile que su miembro les estaba ofreciendo, pero ellos sí que lo vieron: “fijaos en eso, no creo que pueda controlarlo, aunque quiera, no hay músculo en el cuerpo humano capaz de manipular semejante cantidad de carne colgando», «mi lengua si puede» añadió otro viejo y todos rieron discretamente, se supone que tenían que fingir que estaban preocupados.

«Tranquilo, Marcos, te vamos a sacar de ahí», dijo uno de ellos, tratando de mantener la compostura, mientras lanzaba una mirada cómplice a los otros viejos. Mirada que entendieron perfectamente, habían visto muchas escenas similares en el porno BDSM más cercano a la ilegalidad que tanto les gustaba. Por supuesto, con unos actores como ellos, el macho tiene que estar dispuesto o inmovilizado, y sabían que Marcos estaría más dispuesto a matarlos con sus propias manos.

Fingieron intentar mover la máquina, pero era inútil. «El mecanismo está bloqueado», dijo uno, con una sonrisa de la que Marcos no llegó a percatarse. «Podríamos intentar desmontar la máquina», sugirió, y otro añadió «pero necesitaríamos un poco de ‘aceite’ para que las piezas se muevan más fácilmente» al tiempo que lanzaba una mirada cómplice al resto de pervertidos.

El más descarado de todos se acercó a Marcos y le guiñó un ojo. «No te preocupes, guapo. Te vamos a cuidar.» Ese siempre fue tonto, pero tuvieron la suerte de que Marcos estuviera tan nervioso como para no reparar en ese «guapo» tan fuera de lugar. De lo contrario, el monstruo podía haberse puesto a la defensiva antes de tenerlo asegurado, una patada de esas piernas podía desarmar a cualquiera de esos viejos enclenques.

Mientras uno fingía intentar sin éxito liberar las manos de Marcos, aprovechando para sobar esas rudas y curtidas manazas de ogro que tanto lo estaban empalmando (cuando uno lleva tanto tiempo fantaseando con un macho como Marcos, basta con un roce para encender el chip de violador de sementales), los otros cuatro se dirigieron a la taquilla. Regresaron con una botella de lubricante anal, que le dijeron a Marcos que era aceite de almendras para que no sospechara y les aguara la escena porno antes de que terminaran de hacerle las aberraciones que pensaban hacerle. También trajeron dos combas de saltar, una para atar cada pie a una máquina vecina diferente a la de la trampa.

«Esto es un poco extraño, ¿no?», preguntó Marcos, con un hilo de voz. El dolor y la confusión comenzaban a apoderarse de él.

«Solo estamos tratando de ayudarte, Marcos», respondió otro, con una sonrisa tranquilizadora. «Pero necesitamos que te relajes, porque no paras de intentar liberarte y esos embites con la espalda en esa postura forzada no son buenos para las articulaciones. Ya sabemos que no puedes evitarlo y por eso vamos a ayudarte también a que dejes de hacerlos, pareces una pelea de gatos y te vas a lesionar. Te niegas a tranquilizarte y no queremos que te lesiones gravemente, hombre, lo hacemos por tu bien, de lo contrario nos habríamos ido y mañana te habría encontrado aquí mismo Loli (Loli era la muchacha de recepción que abre el gimnasio por la mañana).» Es que estás tan nervioso que no te das cuenta de que no paras de forcejear con la máquina y te vas a hacer daño de verdad en la espalda (aunque no tanto daño como el que te voy a hacer yo en cuanto esté seguro de que estás a mi merced, pensó el pervertido de palabras suaves). No era verdad, pero Marcos estaba tan nervioso que se creyó que estaba en peligro de lesión e intentó colaborar, confiaba en ellos.

Uno comenzó a masajear las manos atrapadas de Marcos con el supuesto aceite de almendras, con movimientos lentos y deliberados que en realidad le permitían disfrutar lascivamente de esas rudas manazas de culturista de una manera tan poco apropiada que llamó la atención de Marcos hasta el punto de que lo mantuvo absorto durante un tiempo (cuando llevas tanto tiempo masturbándote con un tío como Marcos, basta con un roce de manos para empalmarte y agradecer que haya lubricante anal, todo a su tiempo). Otro, mientras tanto, ató los pies de Marcos a las máquinas vecinas con las combas, «para evitar que te muevas y te lastimes más», explicó con una voz suave y persuasiva.

El pánico comenzó a apoderarse de Marcos. «¡Hijos de puta! ¡¿Qué coño están haciendo?! ¡Suéltenme, cabrones!». Pero ya no había vuelta atrás, la película debía continuar hasta el final.

Marcos se había convertido en una bestia salvaje que no dejaba de gritar insultos y amenazas. El más descarado, con una sonrisa juguetona, le colocó una toalla del gimnasio en la boca, un efecto silenciador mejor que el de los anuladores sensoriales de las películas de porno oscuro que tan bien conocen. «Shhh, no grites, cariño. No queremos que nadie nos moleste.»

Ese «cariño» convirtió a Marcos en una fiera, pero ya no importaba porque ya daba igual que Marcos se pusiera violento a la defensiva, con la trampa, las combas y la toalla, no parecía que se fuera a escapar por mucho que lo estuviese intentando, «madre mía, cómo una persona puede estar retorciéndose tanto y con tanta violencia y agresividad», «parece un felino salvaje pendiente de domar» dijo otro de ellos y se lanzaron una mirada cómplice con la que coincidían en que es responsabilidad suya esa doma, y ellos han visto muchas escenas en las que les explica cómo domar al animal (como el gorila salvaje de cuyo semen se alimentan unos alienígenas enclenques, hay cómics eróticos para todo). Los cómics del género bara son muy buenos tutoriales para estas situaciones. También querían aprovechar la oportunidad porque el macho se podía cansar y les estaba gustando demasiado los furiosos embites y forcejeos con los que los estaba obsequiando (los actores del porno bdsm no se esmeran tanto en fingir que no quieren que se los follen).

Lo que siguió fue una pesadilla surrealista para Marcos. Los cinco jubilados, impulsados por una mezcla de deseo reprimido y la excitación del momento, comenzaron a explorar su cuerpo con manos y labios. Le retorcieron y mordieron violentamente los pezones hasta que se pusieron tan erectos que parecía que iban a rajar la camiseta. Le quitaron los tenis y los calcetines antes de cosquillearle los pies, uno de ellos se los estuvo lamiendo y chupando y jugando con su lengua entre sus dedos hasta hacerlo retorcerse mientras él disfrutaba del sabor salado de esos entrededos que tanto lo estaban empalmando por el ímpetu con el que se intentaban liberar de su agarre y de las combas (traer lubricante anal parecía buena idea, aunque eso llegaría más tarde, quizás, tampoco querían que los denunciase). Marcos se resistía tanto que temían que fuera a destrozar la máquina y luego a ellos, pero ya no podían ni querían parar. No solo le olieron los sobacos, se los mordieron y lamieron aunque les costó llegar al fondo con la lengua, esos bíceps y pectorales dejaban unos sobacos hondísimos que él intentaba cerrar, pero que la máquina se lo impedía, y al hacer fuerza para conseguirlo, solo conseguía hundirlos más por el hinchamiento de bíceps y pectorales (buff, casi me corro yo escribiendo el relato). A uno de ellos les gustaban depilados y observó que «qué suerte tenemos de que el orco este de skyrim tenga una novia que lo obligue a depilarse», buff «estoy por follarme el sobaco, creo que es tan hondo que me cabe entera, jajaja» “sigue resistiéndote para que se mantengan así de hondos, vaya regalo que me estás dando”. Marcos gritó algo que silenció la toalla. Otros le acariciaban los testículos desde atrás y a través del pantalón de deporte, aún era pronto para destaparlos, el juego debía tener un ritmo lento, no había prisas, esa presa no se iba a ir a ningún lado.

Marcos se retorcía cada vez que lo tocaban, intentando resistirse, pero las combas y el dolor lo mantenían inmovilizado. Negaba con la cabeza e intentaba gritar y quitarse la toalla con movimientos bruscos de cuello, pero la toalla seguía allí ahogando sus protestas. La verdad es que tenía una boca muy activa, ya comprobarían después si lo seguía siendo cuando le quitaran la toalla y se la silenciaran con sus pollas hasta la garganta (todo a su tiempo). Se mostraba agresivo después de cada cosa que le hacían, retorciéndose de repugnancia. Sus músculos se tensaban y su respiración se aceleraba, luchando contra el placer que intentaba invadirlo. Era una batalla interna insoportable que tenía las pollas de los viejos a punto de estallar. Por suerte para ellos, a su edad pueden aguantar hasta el momento exacto y ese momento aún no había llegado, quedaba mucho por hacer, esa bestia aguantaría dando juego mucho más tiempo, no estaban en una película de noventa minutos y él no se iba a ir a ningún lado.

Sin embargo, en medio del horror y la humillación, una corriente extraña de placer comenzó a invadirlo. Sus músculos se tensaron, su respiración se aceleró y un calor desconocido se extendió por su cuerpo. Luchaba contra ello, avergonzado de sentir placer en una situación tan degradante, pero su cuerpo parecía tener su propia voluntad (los genitales de este tipo de hombres tienen su propio gobierno y responden a cualquier caricia, al fin y al cabo, estos machos son animales al estilo de gorilas afeitados).

Uno de ellos, notando la creciente excitación de Marcos, le acarició el pene a través de la tela de sus pantalones. Marcos intentaba alejar el pene de la mano del pervertido, pero no tenía mucha libertad de movimiento por la trampa y las combas y, la verdad es que tenían razón cuando dijeron que al pobre Marcos le costaría mucho manejar semejante cantidad de carne cuando estaba fláccida, “parece que no solo los caballos necesitan mamporreros”, dijo uno y todos rieron, otro añadió que cinco mamporreros tenía esa noche a su disposición. Marcos no sabía lo que significaba mamporrero, pero estaba a punto de descubrirlo a su pesar: uno le desató los pantaloncitos de gimnasio, que no bajaron por el tamaño de sus glúteos (esto les hizo gracia y volvió a empalmarlos). No obstante, antes de bajárselos, quisieron jugar un poco más y otro estuvo jugueteando con su pene por el pernil por el que asomaba mientras Marcos intentaba evitar el agarre con relativo éxito (acababa de darse cuenta de que llevaba todo el día mostrando la punta del glande por debajo del pantaloncito e intento cerrar las piernas sin éxito, “benditas combas” dijo uno de los viejos que se dio cuenta de lo que pretendía Marcos), luego le bajaron los pantalones y liberaron el miembro enorme, que se movía con demasiada libertad porque seguía sin estar erecto. Se bamboleaba demasiado también por los forcejeos que hacía Marcos para evitar que se lo atraparan, pero las combas hacían que esos forcejeos no fueran más que un juego de sexo no consentido que estimulaba más aún a los viejos, que se lo empezaron a tomar en serio: mientras uno se lo agarraba con una fuerza inmovilizante y lo masturbaba lentamente mientras mantenía sus testículos en la boca (testículos depilados, vaya regalo de la novia del maromo este), otro mantenía su glande en su boca mientras se lo metía más presionando con las dos manos sobre los glúteos, Marcos intentaba sacar su pene de esa asquerosa boca sin éxito por la presión en los glúteos y porque un tercer pervertido le sujetaba los testículos con demasiada fuerza con la mano derecha mientras le sujetaba por el ano con la izquierda (el dedo gordo metido hasta el fondo mientras el resto de la mano abierta se aplastaba contra el perineo, había costado un poco porque ese hetero tenía un ano muy estrecho, pero así era más divertido y había que reservar el lubricante anal para más tarde). Un cuarto pervertido le levantaba el pie derecho para abrirlo más de piernas (como las 8:15 en un reloj de agujas) mientras su lengua disfrutaba de él y el quinto pervertido le sujetaba la cabeza con su entrepierna (huevos reposando sobre la nuca y más que estimulados por los movimientos bruscos de cabeza de un Marcos cada vez más violento, no se cansaba el semental) mientras le torturaba los pezones con pellizcos porque en todas las películas de porno gay los hombres se empalman cuando se les torturan los pezones.

Después de media hora que a ellos les pareció medio minuto, Marcos gimió ahogadamente, incapaz de contener el placer que lo invadía. Su cuerpo se tensó, sus músculos se contrajeron y un gemido gutural escapó de su garganta. Se sentía avergonzado, humillado y excitado al mismo tiempo. Era una contradicción insoportable.

Finalmente, la tensión se hizo insoportable. Marcos gritó a través de la toalla y se corrió con violencia, manchando sus abdominales con su propio semen. Su cuerpo temblaba, exhausto y avergonzado.

Los jubilados se alejaron, observando su obra con una mezcla de satisfacción y arrepentimiento. Luego se hicieron fotos en distintas poses con Marcos, chupándole la polla, mordiéndole el cuello, restregando sus pollas contra su culo desnudo en pompa, todo un reportaje que les aseguraría que no los mataría cuando se soltara. Uno, recuperando la compostura, liberó las manos de Marcos de la máquina, resultó fácil porque estaba trucada por ellos para que fuese la trampa perfecta para su violenta presa.

«Ya está, Marcos. Ya estás libre», dijo, con una voz suave y culpable, mientras lanzaba una mirada cómplice a los otros viejos. Mirada que entendieron perfectamente, habían visto muchas escenas similares en el porno BDSM y sabían que las piernas seguían atadas y que ellos no se habían corrido, “vaya birria de película” dijo uno de ellos. La siguiente escena incluía a Marcos con las piernas atadas abiertas como las 8:20 en un reloj de agujas y tumbado bocarriba, le habían desatado las manos solo para tumbarlo en el suelo y continuar con la película.

En esta escena, dos le sujetan los brazos abiertos, otros dos le torturan los pezones con sus afiladas dentaduras postizas nuevas (llegó a aparecer algo de sangre) y lo vuelven a masturbar mientras el quinto le folla la boca. Esta segunda masturbación iba a durar más, pero decidieron aprovechar el lubricante anal para estimular la próstata. Bueno, el lubricante no, sino el bote que aprovecharon para masajear la próstata desde dentro.

Mientras tanto, se van turnando todos para dejarle en lo más profundo de su garganta un bello recuerdo de la experiencia. Intentaba gritar, pero abrir la boca solo le servía para acoger la siguiente polla mientras los testículos colgantes del viejo le asfixiaban la nariz. De esto también hubo fotos para que mantuviera la boca cerrada cuando ya no estuviera taponada por sus pollas y para asegurarse de que habría otra escena en la que sí llegarían a utilizar el lubricante anal (no le dijeron nada, eso sería una sorpresa futura y no querían hacer spoiler).

Marcos, aún aturdido y avergonzado, se liberó de las combas y se vistió. No dijo nada, simplemente los miró con una mezcla de odio y confusión antes de salir corriendo del gimnasio.

70 Lecturas/2 agosto, 2025/0 Comentarios/por Dioni
Etiquetas: anal, gay, gays, madre, mayor, semen, sexo, vecina
Compartir esta entrada
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en X
  • Share on X
  • Compartir en WhatsApp
  • Compartir por correo
Quizás te interese
LA PROSTITUTA, EL NEGRO, EL GORDO, EL FLACO, FRANKESTEIN, Y YO
Verano, Recuerdos y Calzoncillos húmedos
El jardinero
Conociendo el sexo
HE TERMINADO DE ESCLAVO TRAVESTIDO, PRIMERA PARTE
Con el chico del súper.
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.

Buscar Relatos

Search Search

Categorías

  • Bisexual (1.146)
  • Dominación Hombres (3.510)
  • Dominación Mujeres (2.676)
  • Fantasías / Parodias (2.793)
  • Fetichismo (2.379)
  • Gays (20.903)
  • Heterosexual (7.448)
  • Incestos en Familia (16.857)
  • Infidelidad (4.156)
  • Intercambios / Trios (2.855)
  • Lesbiana (1.093)
  • Masturbacion Femenina (795)
  • Masturbacion Masculina (1.642)
  • Orgias (1.807)
  • Sado Bondage Hombre (417)
  • Sado Bondage Mujer (157)
  • Sexo con Madur@s (3.793)
  • Sexo Virtual (231)
  • Travestis / Transexuales (2.280)
  • Voyeur / Exhibicionismo (2.249)
  • Zoofilia Hombre (2.074)
  • Zoofilia Mujer (1.618)
© Copyright - Sexo Sin Tabues 3.0
  • Aviso Legal
  • Política de privacidad
  • Normas de la Comunidad
  • Contáctanos
Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba