Centro de reeducación
En la isla te iba todo bien si eras sumiso y acatabas las órdenes de tus superiores… Sin embargo, si te rebelabas, recibías castigo.
En la Isla todo iba bien si eras sumiso. Era obligatorio hacer caso a un superior y Tom no había hecho caso a un superior de nivel dos que le había ordenado que le chupase el pene, así que fue detenido y llevado al centro de internamiento donde le aplicaron un tratamiento similar al de John, pero Tom, en vez de aprender, se rebeló.
–Sois unos perros cabrones.
–Vaya, vaya, vaya… el muchachito no tiene suficiente. Trae la paleta Sam.
Sam, el otro guardia, le acercó al primer guardia la paleta y le empezó a dar 20 azotes que le dejaron el culo ardiendo.
–Hijos de perra. Cabrones. Cobardes. Abusáis de mí porque me tenéis atado, si me pudiera levantar os ibais a acordar.
–Vaya, vaya, vaya ¿qué tenemos aquí? ¿Un valiente? –se mofó el guardia. Trae el látigo. 50 zurriagazos.
Flash, flash, flash, flash, flash, flash, flash, –los latigazos restallaban en el aire y al chocar la fusta contra el joven culo blanquito de Tom. Tom lloraba dolorido pero se mordía los labios intentando aguantar. flash, flash, flash, flash, flash, flash, flash, flash, flash, flash, flash, flash, flash, flash. A la mitad lagrimones le caían al suelo y cerraba los ojos intentando aguantar, pero su culo, enrojecido por las tres tandas de la paliza, cada golpe le dolía más. Estaba en carne viva.
–Treinta. flash, treinta y uno. flash, treinta y dos…
Cuando llegó al latigazo número cuarenta las heridas ya estaban en carne viva.
–Je, je je, je ¿no te ríes ya ahora eh? –se mofó el guardia.
–¿vas a pedir perdón y chuparla?
Por la puerta apareció el dador de nivel dos al que Tom se había negado a chuparle el pene.
–¿Le tienes que decir algo a este señor?
–Perdonnnnn.
–¿Perdón, qué?
–Perdón, amo.
–Muy bien.
–¿sabes lo que tienes que hacer?
–Sí, señor.
–Muy bien. Ya veo que vas entrando en razón, pero aún nos quedan diez latigazos de tu castigo, que has de afrontar como un hombre antes de cumplir con tu deber con el amo. Los vas a contar en alto ¿ok?
–Sí, señor
Zas
–Cuarenta y uno, señor. –Tom sangraba ya.
Zas
–Cuarenta y dos, señor. Las nalgas habían recibido diez varillazos, 25 paletazos y 42 latigazos y estaban en carne viva.
Zas. Cuarenta y tres, señor. Zas. Cuarenta y cuatro señor. Zas. Cuarenta y cinco señor.
Tom se mordía los labios e intentaba no llorar y aguantar como un hombre.
Zas. Cuarenta y seis señor. –sabía que se había pasado, infringiendo el código de honor, rechazando la orden de un superior.
Zas. Cuarenta y siete señor. –Tenía la lección aprendida. Cuando peor se portase más sería castigado. Y él solito se había buscado 75 zurriagazos por insumiso y rebelde.
Zas. Cuarenta y ocho señor. –sólo quedaban dos pero su culo le recordaría durante las semanas en las que curasen sus heridas el castigo. Y recordarían a todos los chicos que estuvieran a su alrededor, que ese chico se había sublevado contra la Ley y el orden establecido.
Zas. Cuarenta y nueve –Tom respiró de alivio aunque las heridas de su culo sangraban
Zas. Cincuenta. –de su pene manaba pre-cum excitado como estaba. Tom no se levantó, siguió de rodillas.
El Señor, de nivel dos, se acercó a él con su polla imponente, que el chico Tom, sumiso, tragó sin rechistar, haciéndole una gran mamada hasta que el señor se corrió en lo más profundo de su garganta. El Señor le sujetó fuerte la cabeza inmovilizándole mientras eyaculaba dentro de él, y una vez terminó, se dio media vuelta y se marchó como había llegado, dejando a Tom allí, de rodillas, con la boca llena de semen.
–Traga -le gritó el guardia.
Tom no esperó a que le repitiesen la orden.
Glub, glub, glub.
Con el culo, dolorido del castigo, fue dejado marchar.
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