COLEGIO PERVERSO. Capítulo 3. Mauricio y Samuel, dos perritas en los vestidores.
Continua la historia de este Colegio lleno de perversiones..
Por LZ.
Capítulo 2: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/capitulo-2-miguelito-esta-vez-con-ponchito-y-su-maestro/
Eran las 16:10 horas, la mayoría de los alumnos se habían retirado a sus hogares hacía un par de horas, exceptuando los quince miembros de la selección de baloncesto del colegio, alumnos de quinto y sexto año, quienes apenas veinte minutos antes terminaron su entrenamiento y habían salido ya de las duchas limpios y frescos. El auxiliar de deportes era el encargado de entregar a los niños, habiendo entregado ya a diez de ellos quedando solo… ¿tres?
En las regaderas todavía se encontraban los chicos restantes, Mauricio y Samuel, ambos de 11 años y cursando sexto. Mientras el agua de la regadera donde se encontraban los mojaba delicadamente, los dos se encontraban de rodillas mamando la verga de 19 centímetros de su maestro de educación física, el cual tenía la cara desencajada por tanto placer que recibía.
– ¡Uuuuffff! Son unas putitas hechas y derechas. – dijo el profe.
– Somos sus putitas, profe. – dijo Samuel.
– No, yo soy su putita y él es mi macho. – le dijo Mauricio. – Solo me estás ayudando a calentarlo.
Mauricio era un niño muy territorial. Sabía que el profe de educación física estaba enamorado de él, así que se había dedicado a apartar a cualquier otro nene de su macho.
– Mauri, por favor, no seas grosero. Uuuffff. – dijo el profesor sin dejar de gozar.
– Solo digo la verdad. – finalizó Mauricio para dedicarse a seguir mamando la verga de su macho.
Los niños eran expertos mamadores, pero Mauri era todo un maestro en el arte, algo que agradecía el profesor, pues lo estaba llevando al paraíso.
Un par de minutos después, el auxiliar de deportes, habiendo entregado los últimos alumnos, regresó a las regaderas a toda prisa. Lo primero que vio fue el ardiente espectáculo que los dos nenes y el profesor de educación física estaban dando bajo la regadera y ni tardo ni lerdo se desvistió por completo, dejando ver su animal de 18 centímetros a medio parar. Caminó en dirección a los amantes y tomó la mano de Samuel, jalándolo hacia él.
– Tú te vienes conmigo, putita. – dijo el hombre.
Jaló al niño hacia otra regadera y comenzó a besarlo ardientemente. Por su lado, Mauri se puso de pie y sin perder tiempo unió su boca con la de su profesor. Ambas parejas se habían entregado a la pasión y el deseo mientras se refrescaban con el agua que bañaba sus cuerpos.
En un momento, el auxiliar, no aguantando ni un minuto más, se dirigió junto con Samuel a una de las bancas de los vestidores, puso al niño en cuatro mientras a toda prisa fue a su gaveta y sacó un frasco de lubricante anal, regresó y unto dos de sus dedos, metiéndolos en el culito del niño y bombeando unos cuantos segundos apara después aplicar el mismo lubricante en su verga y sin esperar mucho, alineó su daga con el anito del nene y comenzó a penetrarlo. En menos de un minuto el niño ya recibía diez centímetros de la barra de carne e inmediatamente empezó el vaivén, haciendo gemir al niño, quien sentía como el pene entraba muy profundo en su cuevita.
– ¡Ooohh, Sammy! Mi perrita, por fin vuelvo a enterrar mi verga en tu ardiente huequito. – dijo el auxiliar sintiendo un placer tremendo.
– ¡Aaah, aaah, aaah! ¡Siga, siga! – gemía el nene.
– ¡Te voy a dejar bien abierto el culito, perrita! ¡Toma esto! ¡Uuufff! ¡Oohh! – Bufaba el hombre.
<PLAF, PLAF, PLAF, PLAF>
– ¡Voy a llenarte de leche, perrita! ¡Ooohh! ¡Que rica estás!
– ¡Aaah, aaah, aaah! ¡Más, MÁS! – gritaba el chiquillo.
Macho y nene se encontraban ardiendo de lujuria pues básicamente eran el uno para el otro. El auxiliar disfrutaba del pequeño Samuel desde hacía un año atrás, cuando el chiquillo iba en quinto año. Él fue quien desvirgó aquel tierno culito, habiéndolo reclamado como suyo, pero eso sucedió gracias al entrenador y al pequeño Mauricio, quienes convencieron al niño. No era que él no hubiera cogido nunca a otros nenes, pero sin la ayuda de los antes mencionados, Mauri muy difícilmente hubiera accedido.
El profesor de educación física, al ver la cogida que su auxiliar le daba a Samuel, cargó a Mauricio y se dirigió hacia su oficina, antes de cerrar la puerta ambos disfrutaron unos cuantos segundos de la copula entre el auxiliar y Samuel, cerrando después para tener más privacidad.
El hombre fue directo hacia un sofá bien acojinado que tenía y se sentó teniendo al niño sobre su verga la cual deseaba explorar el interior del chiquillo.
– Quiero que me cabalgues como solo tú sabes. – le dijo al nene.
El chiquillo se levantó y comenzó a chupar nuevamente, pues debía lubricar bien aquel falo, luego se dirigió hacia una pequeña cajonera y de ella sacó un botecito de lubricante anal.
– Profe, lubrique bien mi culito para que pueda cabalgarlo mejor. – dijo mientras se empinaba frente al hombre, separando sus nalguitas con sus dos manos y dejando expuesto su anito.
El profesor tomó el lubricante y embarró su dedo medio y el índice de su mano izquierda, los alineó con el culito del niño y se los dejó ir sin chistar mientras con su otra mano comenzó a masturbar al pequeño.
– Mmm, profe. – gimió casi suspirando, sintiendo como los dedos del profesor entraban y salían de su cuevita.
– Pronto sentirás mejor, mi niño.
Después de un par de minutos de meter y sacar sus dedos, el culito del niño estaba listo para recibir la verga del profesor. Este se recostó y untó su filosa daga con lubricante, dejándola lista para su cometido.
– Ven, amorcito. Monta la verga de tu macho. – dijo el hombre.
El niño se montó sobre él, tomó el pedazo de carne de su maestro con su mano derecha y la alineó con su anito. Lentamente comenzó a descender haciendo que la cabeza de la verga entrara in dificultad alguna. En menos de 20 segundos su culito estaba completamente lleno con 16 centímetros de verga, dejando tres fuera.
– Aaaaahhh, profe. Siento su verga caliente hasta adentro de mí. – dijo el nene lleno de lujuria.
– ¡Oohh! Bebé, tu anito es el mejor. – contestó el maestro.
Dicho esto, el nene comenzó a cabalgar a su macho. Sus movimientos eran lentos para sentir mejor la venosa verga del profesor. Arriba, abajo, arriba, abajo… Gran espectáculo ver la verga entrar y salir de aquel culito.
– ¡Uuuffff! Me encantas, bebé. – dijo el hombre.
– ¡Aaaahh, aaaahh, aaaahh! – la voz aguda del niño era música para los oídos del hombre.
– ¡Así, amorcito! ¡Uuufff! ¡Ooohh!
– ¡Aaahh! ¿Le… aaahh… gustaah… prooofeee? ¡Aaaahhh! – preguntó el niño mientras gozaba de la barra de carne que su culito se estaba tragando.
<PLAF, PLAF, PLAF>
– ¡Oohh! ¡Me encanta, bebé! Síguele. ¡Oooh!
Mientras tanto, fuera de la oficina del maestro de educación física, el auxiliar ya tenía a Sammy en otra posición. Lo tenía de frente con sus piernas en los hombros mientras taladraba la cuevita del nene a toda velocidad.
– ¡Uuuufff! ¡Eres toda una perra! – decía el hombre.
– ¡Aaaahhh! ¡Deme más! ¡Más duro! ¡Aaayy! – el niño estaba perdido en un mar de emociones.
– ¿Te gusta duro? ¡Pues toma esto puta! ¡Trágate mi verga por el culo! ¡UUUUFF! ¡OOHH!
– ¡AAAYYY! ¡AAAHH! ¡DUUROOO!
<PLAF, PLAF, PLAF>
El auxiliar no tenía piedad, erade los machos dominantes y rudos que gustaba someter a putitos tan deliciosos como Samuel, quien tenía un culito redondito y llenito.
Por su parte, el maestro de educación física le gustaba ser tierno con su nene. Sentir que su pene recorría lentamente las entrañas del niño era lo mejor para él. Él no se cogía al pequeño, el le hacía el amor. Sus lenguas se enroscaban mientras el niño cabalgaba a su hombre. Mauri, a diferencia de Miguelito que era la perrita de medio mundo, era solo del profe de educación física. Era igual que su hermano Juan, quien solo pertenecía al director del colegio, aunque éste a veces le daba el culito a su padre.
– Profee… aaahhh, aaahhh… Lo amo… Aaahh. – dijo el nene con mucha ternura provocando que su macho se encendiera más.
– Y yo a ti bebé. Dale un poquito más duro, quiero sentir aún más rico.
<PLAF, PLAF>
– ¡Aaahh! ¿Así? ¡Aaahh! – gemía el nene.
– ¡Oohh! ¡Sí, mi amor! ¡Así! ¡Dale, bebito, dale!
– ¡Aaahh, aaahh! ¡Profe! ¡Soy suyo, solo suyo! ¡Aaahh!
– ¡Sí, mi amor! ¡Eres solo mío! ¡Ooohh! ¡Te adoro, bomboncito!
Ahí lo tienen, estimados lectores, estos dos eran toda una parejita. El profesor deseaba tanto que el niño se fuera a vivir con él, pero el padre del chiquillo le dijo que no mientras Mauricio no cumpliera la mayoría de edad. Para eso faltaban siete años y le daba miedo que el niño cambiara de parecer más adelante, pero por parte del nene, él sabía lo que quería, pues desde que vio por primera vez al entrenador, a los nueve años, quedó perdidamente enamorado. Él deseaba ya tener dieciocho, ál quería estar con su macho, deseaba poder ser hembra para darle hijos, pero desafortunadamente la madre naturaleza lo había hecho niño.
– ¡Profee! ¡Yaaah… quieeero seeer… grandeeee… para… aaah… vivir con usteeed! ¡Aaaahh! – dijo Mauri.
– Lo sé, mi amor. ¡Ooohh! Yo tampoco puedo esperar. ¡Uuuff!
<PLAF, PLAF, PLAF>
– ¡Proofee! ¡Aaahh! – gemía Mauri con intensidad.
Al mismo tiempo, el auxiliar le estaba dando con todo a Samuel. Sentía que pronto estallaría en lo más profundo del chiquillo, llenando la cuevita con crema de macho.
– ¡Oohh! ¡Ya casi, perrita! ¡Ya casi voy a preñarte, zorra! ¡Oohh!
– ¡Aaahh, aaahh! ¡Sí, sí! ¡Quieeeroo su creeemaaa en mi cuuuloo!
El macho sintió como sus huevos se inflamaron mientras una corriente eléctrica recorría su espina. Pronto sendos chorros de semen inundaron las entrañas de Samuel, quién al sentir la sustancia viscosa llenar sus intestinos, tuvo un poderoso orgasmo, haciéndolo eyacular por primera vez en su vida.
– ¡UUUOOOHHH! ¡GAAAGH! ¡HASTA SACASTE LECHE, ZORRA! ¡UUUFFF! – bufó el macho.
– ¡AAAHHH, AAAHHH, AAAHHH! – gimió el nene.
<PLAF, PRRR, PLAFR>
El auxiliar siguió bombeando hasta que su verga se puso flácida. Al sacarla de la cuevita del niño un sonido como de descorche se escuchó.
<PLOP>
Pronto los calientes fluidos del macho comenzaron a brotar del culito, eran una gran cantidad que hasta el mismo auxiliar se sorprendió.
– Ahora sí hiciste que me vaciara, perra. <SLAP> – dijo el macho dándole una nalgada al niño.
– ¡Aaayy! Es bien brusco. – le contestó el pequeño.
– Y mira, ya por fin sacaste mecos. – decía el auxiliar mientras con sus dedos tomaba el semen del niño.
– Es porque me encantó cómo me cogió.
En la oficina del profe de educación física, los tiernos amantes también estaban a punto de terminar su faena amorosa. Pronto culminarían aquel acto de amor con la venida de ambos.
– ¡OOHH! ¡ME VENGO, MI NIÑOO! – gimió el profesor.
– ¡PROFEEE! ¡LO AMOO! – gritó Mauri manchando el torso de su hombre con su lechita de niño.
Igual que su auxiliar, el maestro siguió bombeando hasta que su pene perdió la dureza y una vez terminado, ambos nenes y hombres se ducharon nuevamente, aseando bien sus partes íntimas.
El auxiliar y Samuel se retiraron primero, dejando solos un rato al profesor y a Mauricio, quienes platicaban abrazados y dándose besos tiernos.
– Bueno, amorcito, es hora de que nos vayamos. – dijo el hombre.
– Ok, profe. Gracias por lo de hoy. Me encantó. – le contestó el chiquillo.
– A mí también, bebé.
– Lo amo, profe.
– Y yo a ti, corazón.
Ambos salieron de los vestidores, pero con rumbos diferentes, pues Mauricio debía buscar a sus hermanos. Al primero que encontró fue a Juan, su hermano de nueve años, quien estaba sentado en una de las bancas del patio del colegio. Con Miguel fue una historia muy distinta, pues esperaron por diez minutos y no aparecía el diablillo. Eran ya las 17:20 horas y el condenado no aparecía.
– ¿Dónde rayos está Miguel? – preguntó desesperado Mauricio.
– Ese menso debe estar cabalgando a alguien. – le contestó Juan.
– Vamos a buscarlo, porque ya es tarde. – ordenó Mauri.
Buscaron primero en el área del conserje, sin tener éxito, luego en el salón de sexto, de ahí en su salón y no aparecía. De pronto, estando cerca de el aula de usos múltiples lograron escuchar agudos gemidos.
– Ahí está el canijo. – dijo Juan.
Ambos niños abrieron la puerta del aula y lo que vieron no les extrañó para nada, su hermano menor estaba en cuatro siendo cogido por el guardia uno de los guardias del colegio, un hombre alto y musculoso de raza africana, quien era poseedor de una descomunal verga de 26 centímetros, un maldito burro.
– ¡Miguel! ¡Ya tenemos que irnos! – gritó Mauri.
– ¡Aaaahhh! ¡Ya vooooyyy! ¡Aaaahhh! – contestó el diablillo.
– ¡Uuuuffff! Amiguitos denme un par de minutos, ya casi relleno de leche al putito de su hermano. – les dijo el hombre aguantando lo más que podía.
– Está bien. Te esperamos afuera. – finalizó Mauricio.
Los dos chiquillos esperaron unos minutos fuera del salón, escuchando los agudos chillidos de su hermanito menor y los fuertes bufidos del guardia, hasta que diez minutos después el niño salió ya vestidito, pero sudando mares.
Estando ya casi en la salida del colegio Mauricio recibió un mensaje de texto en su celular: “Ya es tarde. ¿Dónde están? Sus tíos y el abuelo quieren saludarlos” decía el mensaje.
– Es papá. – dijo Mauri. – Quiere que nos apuremos porque mis tíos y el abuelo están en casa y quieren saludarnos.
Al escuchar esas palabra miguel comenzó a correr.
– ¡Miguel! ¡No corras! – gritó Mauri.
– ¡Es que quiero llegar ya! – le contestó.
– Seguro quieres más verga. – dijo Juan meneando la cabeza de izquierda a derecha.
– ¡Sí! ¡Es que hoy solo llevo tres!
Y así culminó un día más en aquel Colegio Perverso.
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Espero hayan disfrutado de este tercer capítulo de esta saga. Estamos acercándonos al final de la primera parte. Que lo disfruten.
Hola muy buen relato me arrecho
Espero con ansias el siguiente relato
Un saludo desde lima peru