Comencé por necesidad, pero he continuado porque me gusta…
Un joven se ve en la imperiosa necesidad de vestirse de mujer para conseguir empleo en una ferretería, el viejo dueño se enamora de él y le ofrece que sea su amante ignorando que es un chico. .
Comencé por necesidad, pero he continuado porque me gusta…
Aunque mi verdadero nombre es uno muy varonil, que ya no me va para nada, la necesidad me llevó a vestirme de mujer, y finalmente por placer, a ser prácticamente una.
Recién me había graduado en el área de comercio, cuando mis padres fallecieron en un accidente, al ser hijo único no tuve problemas de herencia, ni familia a la que acudir.
Por un tiempo disfruté de mi pequeña fortuna, hasta que me di cuenta de que estaba por agotarse, y me dediqué a buscar empleo.
Así pasé varias semanas, y nada, a todo sitio que iba me decían que no, ya fuera por falta de experiencia o porque lo que estaban buscando era a una chica que se encargase de la caja registradora.
En casa la nevera ya estaba quedándose vacía, así como mi cuenta de banco.
Se me ocurrió la gran idea de vender alguna de las cosas de casa, y con eso me pude mantener un poco más de tiempo, hasta que también eso se acabó.
Pensé en vender la ropa de los viejos, y cuando me encontraba sacando la ropa de mi mamá, se me ocurrió la tonta idea de disfrazarme de mujer, y ver si así conseguía un trabajo como cajera, pero la idea me pareció tan descabellada que la deseché.
Se preguntarán por qué no renté una habitación, y con eso me podría mantener a flote, pero a nadie le interesó, así que desistí de eso.
Pero ya estaban por cortarme la luz, el agua, y hasta el teléfono, cuando nuevamente estando en la habitación que fue de mis viejos, me puse a contemplar la ropa de mamá, en un arranque de desesperación, me desnudé completamente, y luego me vestí con algunas prendas de mi madre.
Al verme al espejo, lo que me dio fue risa, me dije a mi mismo a quien pensaba engañar, si se notaba claramente que era un hombre joven vestido de mujer.
Ya estaba por quitarme todo, cuando viéndome nuevamente al espejo, me dije a mi mismo observándome detenidamente. “Si me depilo los brazos y piernas, pongo un poco de relleno por aquí en los senos, me arreglo el cabello de otra manera, quizás si hasta me pongo unos zarcillos y me maquillo un poco, pueda que les meta el cuento a otras personas de que soy una chica, una chica fea pero una chica al fin.”
Esa tarde y parte de la noche, me la pase arreglándome, escogiendo la mejor ropa que me quedaba a mi juicio y aprendiendo a caminar con tacos.
Al día siguiente bien temprano, salí a tomar el autobús con rumbo a la zona comercial, a las dos primeras tiendas que fui, ya habían empleado a una chica para la caja.
Pero en la tercera, una ferretería, el dueño un señor bien mayor como de unos setenta y tantos años, no había quitado el letrero de se busca empleada.
Apenas le pregunté por el empleo, me dijo que aparte de encargarme de la caja, debía hacer algo de limpieza.
Cuando le respondí que si estaba de acuerdo, de inmediato comencé a trabajar, aunque me sentí algo incomodo vestido de mujer, lo principal era que ya tenía trabajo.
Mi idea era que una vez solventase mis deudas, mientras trabajaba me dedicaría a buscar un empleo para mí, digo sin tener que vestirme de mujer.
Pero los días y las semanas pasaron y aunque pude ponerme al día en mis cuentas, nada que conseguía otro empleo, así que me fui acostumbrando a vestir de mujer, hasta llegué a comprarme ropa nueva y aprendí a maquillarme de manera discreta.
Pero un día en que yo me encontraba acomodando unas cajas, en uno de los pasillos de la ferretería, el dueño que siempre me había tratado de manera respetuosa, pasó tras de mí, y sentí sus manos sobre mis caderas y como pegó momentáneamente su obeso cuerpo a mis nalgas.
Yo me quedé paralizado, no dije nada, pensando que había sido algo accidental, pero posteriormente en otra ocasión, justo después de que me había pagado, ya estaba yo retirándome, cuando sentí un pellizco en uno de mis glúteos.
Al voltear vi a mi jefe con una rara sonrisa en su rostro y me dijo en un tono que me asustó, nos vemos mañana linda.
Lo cierto es que me dio un miedo tremendo, hasta pensé en no regresar a trabajar, pero como no había conseguido otro trabajo, pensé que me las podía arreglar con el viejito, mientras solo fueran ese tipo de juegos.
Desde el día siguiente, sus ataques o juegos se fueron haciendo más y más seguidos, tocándome las nalgas, agarrándome las manos, y hasta atreviéndose a darme un beso, yo de manera gentil, procuraba deshacerme de él lo más pronto posible.
Pero una noche en casa estando a solas, aun no me había quitado la ropa íntima que tenía puesta, al verme al espejo, me dije a mi mismo, mientras modelaba frente al espejo. “La verdad es que me veo bien, no tendré senos, pero lo que es un buen culo si tengo.”
En ese instante me comencé a bajar las pantis, dejando mis nalgas desnudas frente al espejo, y sentí una tremenda excitación.
Suavemente comencé a tocarlas, acariciarlas, y sobarlas, hasta que mis propios dedos, poco a poco encontraron el camino que los dirigió a mi esfínter.
A penas lo roce, me sentí muy mal conmigo mismo, diciéndome que yo no era homosexual, ni maricón para que eso me gustase.
Me desnudé del todo y me fui a dar un frio baño de agua, pero mientras me enjabonaba entre mis nalgas, volví a tocar el hueco de mi culo.
Lentamente me fui introduciendo mis dedos, que gracias al jabón se deslizaron fácilmente dentro de mí.
Así mientras el agua fría me caía encima, una de mis manos agarró el frasco de champú que tiene forma fálica, y comencé a introducirlo por mi ano.
La sensación que tuve fue increíble, tremendamente excitado mientras me empujaba el frasco por entre mis nalgas, con la otra mano me masturbaba.
Hasta que eventualmente acabé, tras secarme me decía a mí mismo que eso fue un pequeño desliz que había tenido, pero que yo en el fondo, no era gay, ni homosexual y mucho menos maricón.
Al día siguiente al entrar a trabajar, al medio día yo acostumbraba a comerme un pequeño sándwich.
Pero en ese momento mi jefe me invitó almorzar, invitación que yo no podía rechazar, no fuera a ser que el viejo se molestase conmigo, y me votase.
Durante el almuerzo me tomó la mano y me dijo. “Yo estoy muy solo, y tu entenderás que teniendo una chica tan linda como tú diariamente frente a mí, a mi edad, si no te pregunto si quieres ser mi amante, no me lo perdonaría jamás.”
Sus palabras me dejaron paralizado, sin saber que decir, y con miedo a lo que pudiera suceder y se diera cuenta entre otras cosas que yo no era una chica realmente.
El resto de la tarde no hablamos, pero yo me puse a pensar en cómo yo podría hacer para que él no se diese cuenta de que no era una mujer.
Durante la noche en casa mientras me encontraba en la cama, se me ocurrió decirle que yo era virgen y que deseaba llegar así a mi matrimonio, una excusa como cualquier otra.
Pero mientras me toqueteaba mi esfínter se me ocurrió, no decir más nada, pero si dejar que me pusiera su cosa entre mis nalgas, al fin y al cabo, con lo viejito que era difícilmente se le pararía, y si eso pasaba, bueno lo dejaría que me diera por el culo pero más nada.
Al día siguiente después de que cerramos al medio día, llamé a mi jefe al pasillo, con la excusa de que me ayudase con unas cajas, y mientras le iba diciendo que yo era virgen y todo ese cuento, fui restregando mis nalgas contra su cuerpo.
De inmediato sentí sus manos sobre mis caderas, y yo lentamente me fui subiendo la corta falda que estaba usando en esos momentos.
Sus manos me bajaron lo suficiente las pantis que usaba, y mi mayor sorpresa fue el sentir su miembro duro y caliente contra mis nalgas.
Con sus propios dedos me untó algo de su saliva sobre mi esfínter y a los pocos segundos lo comencé a sentir como me comenzaba a penetrar, de inmediato me puse realmente a llorar por el dolor y a pedirle que me lo sacase, pero el viejo continuaba apretándome fuertemente contra su grueso cuerpo.
Lo cierto que estando de pie en medio de un pasillo y que le estén dando por el culo a uno no es una situación muy agradable que digamos, o no lo era hasta que terminó de penetrarme por completo.
El dolor que sentí fue algo, que a medida que él comenzó a meter y sacar su verga de entre mis nalgas, se fuer disipando.
Dando paso a un placer tremendo que por primera vez disfrutaba yo por completo.
Sus nerviosas manos recorrían casi todo mi cuerpo, sin detenerse en algún punto especifico, su boca me mordisqueaba la nuca, y no cesaba de decirme que yo estaba divina.
Yo aun bastante adolorido no dejaba de quejarme y de dar una que otra expresión de satisfacción al sentir su verga dentro de mi culo.
Sus brazos apretándome contra él, su fuerte aliento en mi cuello, el placer que todo eso generaba en mí, era algo con lo que yo no contaba.
Cuando después de un buen rato, el viejo se vino por completo dentro de mi culo, y finalmente sacó su verga.
Yo me dejé caer al piso, adolorido, agotado pero bien satisfecho de lo que el viejito me había hecho.
Al levantar la vista, vi lo contento que se retiraba rumbo a la puerta, al poco rato me levanté, entré al baño, expulsé lo que él me había dejado dentro, y me quedé sentado en el inodoro hasta que lo sentí regresar.
Como no me había lavado la cara todo mi maquillaje se me había corrido, y cuando Don Mario me volvió a ver, creo que se asustó por mi apariencia.
Me dijo que me lavase la cara y que tomara el resto del día libre, después de entregarme un sobre con dinero.
En casa me puse a pensar en todo lo sucedido y que como yo era el único que sabía la verdad, no me debía preocupar porque más nadie se enteraría.
Resignado a que el viejo me diera por el culo cada vez que se le antojase su real gana, durante los siguientes días no me dijo nada, pero ya había pasado una semana, cuando después de cerrar me acorraló en su oficina.
Desvergonzadamente extrajo su miembro del pantalón, mientras que yo sumisamente me recosté colocando mi barriga, sobre su propio escritorio, dejando mis nalgas a su entera disposición.
Precaviendo que eso volviera a suceder, comencé a usar diariamente vaselina, y su verga prácticamente se deslizó por completo dentro de mí.
Mi jefe no dejaba de llamarme puta, y ocasionalmente me sonaba una buena nalgada dejando mis nalgas coloradas, ardiéndome y bastante adoloridas.
Casi se volvió una costumbre que por lo menos una o dos veces en semana, el viejito me clavaba por el culo.
Hasta que un día que yo realmente me encontraba bien agotada, por haber hecho la limpieza, que cuando me llamó a su oficina, en lugar que cómo de costumbre descubrir mis nalgas, me agaché frente a él y sin pérdida de tiempo me dediqué a mamar magistralmente su miembro, hasta que se vino por completo dentro de mi boca.
Con parte del dinero que me fue dando, lo primero que hice, fue mandarme hacer las tetas.
Cuando regresé a trabajar y él me vio las tetas, casi que me pide que me case con él, pero como a partir de un tiempo cuando comencé a dejar que el viejo me diera por el culo.
También comencé a buscarme otros viejitos a los que dejo que me cortejen y los hago muy felices de diferentes maneras, que está de más decirles cuales son.
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