Cómo me volví un hombre sumiso ante mi esposo. (Parte 3)
Está es la historia de como logré mi plenitud personal al someterme al dominio de mi esposo. Ahora solo sirvo para complacerlo porque mi amor y devoción por él es inmensa, solo vivo para servir a mi marido..
A bordo del taxi en camino a casa, seguimos charlando un poco, nos veíamos y sonrieiamos mutuamente; al observarlo, en mi mente solo estaba la idea de plantar un fuerte beso en esos carnosos y tentadores labios, pero no quise parecer apresurar las cosas, así que proseguimos en nuestra conversación.
Al llegar a casa, bajamos e instalé sus pertenencias; tendí su ropa en el armario y acomodé los pares extras de zapatos junto al ropero y sus cosas personales las coloqué en la mesa de noche junto a mi cama. Ya teniendo todo por ordenado, lo invite a tomar una ducha y asearse para que estuviera más cómodo después de su viaje, para así poder salir a la terraza del departamento.
Él acepto asearse y le entregué una toalla para que se secará después de la ducha. Lo dejé solo en el cuarto de baño para que tuviera privacidad y me dispuse a ir a la terraza para ir acomodando un poco la mesa y sillas, pero justo antes de irme de ahí; él me llamó pidiéndome un favor para antes de que el pudiera ducharse; pidió mi ayuda para poder quitarle sus botas ya que debido al uso diario, se le dificultaba un poco zafarlas de sus pies.
Esa petición me estremeció como un disparo justo en lo más profundo de mi psique, recordando el pasado con mi padre (ya que papá también nos obligaba a quitar sus botas, cuando el llegaba del trabajo. También debiamos tener su cerveza fría y preparada al momento de su llegada para que se relajara después de un extenuante día laboral) y de forma instintiva acepté sus ordenes sin poner oposición, la historia tras de mí, me hacía entregarme sin voluntad a la petición de una figura autoritaria. El tono en su voz y su semblante tan regio e impreturbable me hacía sentir cada vez más dispuesto a seguir sus peticiones al pie de la letra y como si de un general se tratase, yo obedecí leal y orgulloso a retirar las botas de sus pies.
Ya con sus pies liberados de la presión que su calzado ejercia, logré percibir un olor que emanaba desde ellos; era una mezcla de olor a sudor, botas usadas y a pies de macho; y al momento en que ese aroma llegó hasta mi nariz, sentí como una ráfaga de electricidad recorrió por entero mi cuerpo desatando una bestialidad en mi interior que no pude contener más. Ahí de rodillas y a los pies de Diego, no logré resistirme y me entregué como un perro implorando por un hueso, ahullando por frotar y masajear sus pies, fuertemente con mis manos. En un primer momento el me miró con una expresión algo preocupada pero después su semblante se mostró más complaciente y me permitió hacerlo.
Me dijo que fueramos al sofá de la sala para poder recostarse, colocó un cojín del sofá en el piso y me dijo que pusiera mis rodillas sobre él, rápidamente me hinque sobre la almohada y el se acostó en el sillón acomodando sus piernas de forma que sus pies quedarían justo a la altura del lugar donde yo estaba postrado.
Tomé sus pies entre mis manos y al retirar sus calcetines, pude deleitarme con la gran visión de unos pies morenos, de largos dedos, en su empeine unas marcadas venas trazaban su camino a través de su piel, y en varias zonas unos cuantos vellos negros sacaban raices desde el interior de sus poros. Después de observar con lujo de detalle, me dedique a olfatear la fuerte esencia que desprendian, me acerque más hacia ellos para impregarnme de su olor, hasta que entraron en contacto casi al roce de mis labios.
La idea pasó por mi mente y me volví para verlo, tratando de ver en su rostro una mueca de aceptación; al parecer la misma imagen había cruzado por su cabeza; por lo que tomando esto como una invitación a seguir adelante, terminé por acercar completamente mis labios hasta los pies del macho que se encontraba recostado en mi sofá. Los bese apasionadamente sin olvidar ningún espacio dentro de su estructura, aplastaba mi rostro en sus plantas para retener el mayor aroma en mi rostro.
Terminé en un completa satisfacción al estar ahí como un cerdo, de rodillas adorando los pies de aquel hombre que poco a poco entraba más en vida.
—continuará
Me encanto, aunque me dejaste bien picado, sigue con mas porfa
Gracias por tu comentario 👍