Como si fuera mio
Yasser aunque tuviste mente de adulto siendo un niño siempre fuiste nuestro Nene.
Estacione el coche frente a la casa grande a eso de las seis de la tarde.
Estaba cansada.
Sin mirar al muchacho que salió a atenderme le arrojé las llaves a la cara, sin importarme si le hacía daño.
―Porqué no ha venido Yasser a recibirme? – le espeté mientras
―No se ama no lo se – me respondió lleno de temor el chiquillo.
.
Subí las escaleras de dos en dos.
En la veranda estaba mi hermana con una regla de madera en la mano.
Una niña de no más de ocho años lloraba a mares mientras permanecía con la mano extendida.
La regla golpeó con fuerza sobre los nudillos de la pequeña que soltó un alarido demoledor que tuvo la virtud de hacer sonreír a mi hermana.
Me dejé caer en un sillón mientras contemplaba el castigo que mi hermana llevaba a cabo.
La pequeña lloraba y ahora se frotaba la mano escondida bajo la axila, como si pretendiera ocultarla a la ansia castigadora de Keira.
Ana arrojó la regla al suelo.
Era una larga vara de casi un metro de largo, cuadrada y de un grosor considerable.
―Apoya la mano sobre la regla – le ordenó Keira.
La pequeña levantó la carita anegada en lágrimas y suplicó a mi hermana con la mirada.
―Eres sorda o idiota? ¡Pon la mano sobre la regla te he dicho! – gritó Keira golpeando con el tacón de su bota en el suelo de madera.
―Debe tener los dedos rotos – le comenté a mi hermana – déjala ya.
―No te metas, Yesenia , yo decido cómo castigarla.
¡Pon la mano sobre la regla, idiota.
! – volvió a gritar y le pegó una bofetada en la cara que se la hizo voltear.
La niña, entre lagrimones, obedeció.
Apoyó la trémula manita en la que se podían ver los efectos de los golpes que acababa de recibir con la regla.
Keira levantó un pie y apoyó la suela de la bota sobre los fracturados deditos de la niña.
Keira me miró con una sonrisa y comenzó a pisar con fuerza.
Los berridos que daba la niña llegaron a impresionarme.
Keira debía estar pisando sobre las fracturas, haciéndole polvo los huesos, quebrándoselos.
Al cabo de un rato, que a la niña debió hacérsele eterno, mi hermana retiró el pie.
La negrita se desplomó en el suelo, sobre las botas de Keira, llorando a lágrima viva.
―Porqué la has castigado?
―Me lo ha pedido mamá.
Dice que está harta de que cuando tiene que hacerle friegas en los pies apenas lo note.
―Y crees que ahora podrá hacerle friegas en los pies a mamá? Si le has destrozado la mano.
es que no ves que ahora no podrá usarlas?
―No lo sé, pero no puedes imaginarte el dolor que sentirá cuando tenga que hacerlo.
y ahora vamos con la otra mano.
Me levanté.
Entendía que debíamos castigar a nuestros esclavos si no satisfacían nuestras órdenes pero Keira era excesivamente cruel.
Yo lo hubiera solventado con unos latigazos y un par de días sin comer.
―Sabes donde esta Yasser?
Mi hermana demudó el semblante.
Estaba a punto de empezar el castigo de la otra mano de la niña y se quedó con la regla en alto, como paralizada.
No me miró y golpeó con saña a la pequeña en la otra mano.
―Lo sabes o no? No ha venido a recibirme como hace siempre.
Ana siguió golpeando a la pequeña que lloraba como una posesa.
Keira era mi hermana pequeña y mamá solía encargarle a ella la disciplina de las pequeñas domésticas Yasser era mi esclavo personal.
No era de nadie más, sólo mío.
Era un niño de 9 años blanco, pobre, que había sido vendido por sus padres.
Lo compré con mi dinero.
Hacía un año que lo tenía y mantenía con él una extrañísima relación que no escapaba a mis hermanas ni a madre, pero Yasser era mío y podía tratarlo como me viniera en gana.
No solía castigarlo como hacíamos con los otros esclavos aunque en más de una ocasión había tenido que zurrarle con el látigo.
Mi hermana mayor, Leila , tenia celos y obsesión por el .
Creo que se la tenía porque era mío y no podía hacerle nada.
Un temor inexplicable me asaltó y abandoné la veranda mientras Keira torturaba la manita de la pobre Yara.
Entré en la casa.
Varias esclavas se postraron a mi paso rápido.
Subí las escaleras que daban a las habitaciones superiores.
Miré en mi habitación y pregunté a Susana , mi esclava personal, si sabía donde estaba Yasser.
Nada.
Me encaminé al cuarto de mamá.
Como siempre mamá estaba echada, recostada mejor dicho, en la cama.
―Hola hija.
sabes si tu hermana está castigando a Yara ? – me preguntó mamá con la misma afectación de siempre.
―Dudo que Yara pueda hacer servir sus manos en muchos años después de lo que Keira le está haciendo – contesté con aspereza – pero no he venido para hablar de tu blanquita .
sabes dónde está Yasser? No ha salido a recibirme.
El esclavo que me ha atendido no sabía nada, Keira no sabe nada.
Susana no sabe nada.
Sabes tú algo? Dónde está Leila?
Me estaba poniendo nerviosa por momentos.
Sin saber porqué estaba empezando a sospechar que mamá sabía algo y que leila tenía algo que ver con todo.
―Nico está en el Garaje.
, Leila, se ha visto obligada a castigarlo.
Ya sé que es tu esclavo pero debes comprender que Yasser la ha insultado.
Le he dicho a Leila que esperase, que te lo contara a ti primero.
pero ya sabes cómo es tu hermana.
No le di tiempo a terminar la frase.
Marché saltando las escaleras de dos en dos.
Las mismas esclavas que se habían postrado cuando me vieron entrar se postraron ahora al verme salir.
Salí al patio .
Keira estaba pisando la otra mano de Yara que la niña tenía apoyada sobre la regla.
Abandoné el patio con los alaridos de Yara que me persiguieron hasta la entrada la casa Estaba oscuro, así que viniendo de la rabiosa luz del sol tuve que esperar unos segundos a acostumbrarme a la penumbra.
―¡Yasser.
Yasser.
! – llamé angustiada.
Un gemido lastimero procedente del rincón más lejano y oscuro de la casa llegó hasta míavancé a tientas A un lado había una Luz prendida
―¡Dios mío Nico.
qué te ha hecho esa mala puta! – grité cuando lo vi.
Estaba desnudo, tirado sobre una mesa, tenía la espalda abierta en largas y profundas hendiduras Me dio la impresión de que se estaba desangrando.
―¡Oh, Yasser mi amor.
qué te ha hecho.
qué te ha hecho mi hermana.
! – le susurré aguantándome las lágrimas y cogiéndolo con suavidad por los hombros para voltearlo sin lastimarle demasiado.
Yasser se dejó dar la vuelta.
Yo me había sentado en el suelo con las piernas recogidas hacia un lado.
La cabecita de Yasser quedó apoyada en mi pecho.
Le acaricié el rostro.
En la cara también tenía sangrantes heridas
Leila se había excedido.
No tenía ningún derecho.
Yasser era mío, sólo yo podía castigarlo.
Ella no debía haberlo azotado, al menos sin mi permiso.
La odié, la odié como nunca la había odiado.
―Me ató, mi ama, tu hermana Keira me la chupaba para ponérmela dura y cuando lo conseguía tu hermana Leila se ahorcajaba sobre mi pene y se lo introducía en su vagina.
Lo hicieron varias veces.
Yo pensaba en cosas horribles para perder la erección pero cada vez que lo conseguía ellas me pegaban patadas, me pisaban con los tacones de sus botas, me azotaban.
la señorita Keira volvía a chupármela y otra vez la señorita Leila me cabalgaba.
Al final se enfadaron.
Me ataron a la mesa y comenzaron a azotarme, las dos
La confesión de Yasser la hizo entre sollozos y temblores.
Lo apreté fuertemente contra mi pecho y lo besé.
―La insultaste, Yasser? Las insultaste?
―No ama, te lo juro.
lo único que hice fue evitar mi erección, nada más.
Antes me habían hecho beber su orina.
La señorita Keira se cagó en el suelo y me hizo lamer sus heces.
En ningún momento les falté al respeto.
Ellas me decían que castigaban mi insolencia pero yo no había hecho nada, te lo juro mi ama.
te lo juro.
―Tranquilo Yasser.
cálmate, no te harán nada, te lo juro.
nunca más te tocarán un pelo.
de eso me encargo yo.
Lo hecho está hecho.
Todo quedará oficialmente en que tú las ofendiste, pero ellas sabrán que desde ahora tienen prohibido tocarte.
Te lo juro amor mío.
Yasser sonrió débilmente.
Estaba muy mal herido, mucho.
Y lo peor es que hacía horas que había ocurrido el incidente.
Yo había salido a cabalgar hacía tres horas.
Estaba furiosa con Nico porque me había pedido comprar su libertad.
durante tres horas en las que había meditado regresé a casa dispuesta a pedonar el atrevimiento de Yasser.
No iba a acceder a que comprara su libertad pero estaba dispuesta a hacerlo mi marido.
Mi esclavo y mi marido.
Besé los labios de Yasser suavemente, mezclándose mis lágrimas con su dulce sabor.
Noté que los tenía fríos.
Me retiré un poco para mirarle.
Los ojos los tenía turbios, grises pero turbios.
Me sonrió y dulcemente expiró entre mis brazos.
Había muerto.
Un grito intenso brotó de dentro de mi alma, de mi corazón.
.
Estaba muerto.
FIN
-WastedLalo
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