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Dominación Hombres, Gays, Orgias

Con dos machazos extremadamente dotados

Jamás en mi vida había visto una verga de más de 23 centímetros… ¡Y aquella noche tuve DOS a mi disposición! Historia 100% real, ¡lo juro por el dolor de culo que me quedó!.

Haré los previos muy breves: año 2001, sábado, 11 de la noche. Yo estaba o en el chat mirc o el latinchat, no recuerdo cuál, en una sala virtual llamada «Lima gay». Veo el nickname de un tal «JorgePingón». Le saludé en privado y casi de inmediato me respondió. Cruzamos un par de líneas más, me preguntó mi número y de inmediato llamó a mi celular (un ladrillo Motorola de la época). Me preguntó con voz muy masculina si yo sería capaz de aguantar a dos machos cacaneros pingones. Le dije que sí. Volvió a preguntar y volví a decir que sí. Al parecer con dos le bastó, así que quedamos en encontrarnos en un cruce de avenidas cercano a mi casa.

Cuando llegué, él ya estaba ahí: 1.80m, blancón, guapo, narizón, tipo italiano, delgado pero no tanto, cabello entrecano, largo y con colita. Además de una barba ligeramente roja.

Nos dimos la mano, me dijo que yo era bastante atractivo pero que no parecía tan pasivo como le dije en el chat. «No soy amanerado ni en la calle ni en la cama, pero créeme que soy 10,000% pasivo», le dije. Sonrió con malicia y me dijo que caminemos hasta el departamento de su amigo. «Él se llama Carlos y yo soy Jorge», me dijo.

Avanzamos conversando de todo un poco hasta llegar a una suerte de condominio con pinta de fortín militar. Por fuera parecía una cárcel enorme, pero al pasar las dos o tres puertas de seguridad, se revelaba un condominio de evidente factura clase media alta. Caminamos más dentro del condominio hasta dar con el edificio de Carlos. Se abrieron las puertas, subimos al ascensor, llegamos a su piso. Se abrió el ascensor directamente a su sala.

«Buenas noches», nos saludó Carlos, un cholón power un poco más alto que Jorge, con pinta de militar bien ranqueado. Vestía un buzo azul y estaba perfectamente afeitado. Se presentó caballerosamente y me invitó a pasar. Jorge dijo que iba al baño y nos dejó solos. Carlos aprovechó para darme un riquísimo beso con lengua que me dejó turulato y mi reacción fue dirigir mi mano a su pinga.

— ¡Pa’ la mierda! —exclamé asombrado, mientras Carlos sonreía satisfecho por mi reacción. Inmediatamente sacó la verga por encima del pantalón (vestía un buzo, así que no fue gran problema) para que pueda verla.

Yo había chupado y me había comido vergas grandes, pero la más grande y gorda de mi historial era de 18 centímetros, si he de confiar en la respuesta que me dio el moreno portador de tamaña herramienta. Y por más que intenté con aquella verga en dos ocasiones, nunca pude meterme ni siquiera la cabeza.

Así que mi primer pensamiento luego del grito de sorpresa fue que no me iba a entrar. Traté de tomarla con mi mano y no pude rodearla; las puntas de mis dedos no alcanzaban a tocarse entre sí. Y lo más alucinante fue que aún no estaba totalmente erecta. ¡Faltaba que crezca más!

— ¿Te gusta? —dijo Carlos, más como afirmación que como pregunta. —Vamos, dale un besito—.

Me agaché y besé su cabeza desproporcionadamente grande antes de abrir mi boca al máximo para tratar de meterla toda, esforzándome por no dañarla con mis dientes. Creo que solo entró el glande, así que procedí a saborearlo con mi lengua a la espera de algún gemido de aprobación de su parte (que no llegó nunca, el tamaño me impedía mamar a mis anchas y darle placer).

— Así que empezaron rápido y sin avisarme —dijo Jorge, de regreso en la sala y abriendo su bragueta mientras se acercaba a nosotros, dejando libre otra monstruosidad.

— Veamos si le gusta… seguro que sí, ¡es más larga y gorda que la mía! —exclamó Carlos y debo decir que no exageraba.

Carlos la tenía oscura, gorda, larga, muy dura y compacta; era como una botella de vidrio tamaño familiar. La de Jorge era más bien blanca, con el glande grosella y se le notaban las venas más una que otra peca; y sí era más ancha y más larga… ¡Parecía un brazo! No sabría decir si estaban o no circuncidados, porque no sé si con esos tamaños y grosores los prepucios se estiran al máximo y pasan desapercibidos. Otrosí, los huevos de ambos eran grandísimos, acorde a sus penes; a Jorge le colgaban más que a Carlos, que los tenía más redondos e hinchados.

— ¿Cuánto miden estas bellezas? —pregunté mientras cogía (más bien, trataba de coger) con la mano que tenía libre el cocodrilo de Jorge.

— La mía 23 y un poco más —contestó Carlos con orgullo.

— La mía es más grande. Nunca me la he medido aunque —respondió con autosuficiencia Jorge.

— Normalmente —dije—, le pediría al que la tiene más chica que me la meta primero para que vaya haciendo camino, je je —yo seguía arrodillado frente a las dos vergas, alternándolas en mi boca como podía mientras les deba sendas pajeadas con mis manos—. Pero aquí ustedes dos son categoría olímpica, así que ya da igual quien vaya primero.

— Te la meto yo primero —dijo Jorge. Yo acepté y me enconmendé a la divinidad que tenga a bien velar por los pasivos estrechos antes de que les partan en dos la rabadilla.

Pasamos del comedor a la sala. Yo me desnudé por completo y recibí elogios a mi culito bien formado, lampiño y blanco. Carlos se quitó el pantalón del buzo; se quedó en pelotas de la cintura para abajo y se sentó en el sofá con la verga enhiesta. Yo me arrodillé ante él con la intención de chuparle el mástil sin saber muy bien cómo. Jorge se habia bajado el pantalón y el calzoncillo solo lo justo; se puso un condón, me untó algo que supuse era lubricante en la raja y por dentro con dos dedos, y luego puso la cabeza de su verga en la entrada de mi culito.

— Por favor, no me mates. ¡Con cuidado, por lo que más quieras! —le dije a Jorge con miedo sincero.

— Tranquilo, cachorro. Que no eres el primer cabro que me voy a cachar y hasta ahora no he matado a ninguno… solo se me han desmayado y casi desangrado un par —dijo él y no parecía bromear.

Empezó empujando muy despacio. Y cuando digo muy despacio es porque lo hizo MUY despacio. Parecía meter un centímetro cada 30 segundos, con lo cual demoraría como 15 minutos solo en clavármela hasta los huevos. Pero lo hizo mientras me acariciaba y mordía la espalda o pellizcaba mis tetillas, lo cual me excitó mucho. Tanto que pude meterme casi toda la verga de Carlos en la boca, traspasando mi garganta sin que me dé náuseas y arrancándole ahora sí gemidos, suspiros y un par de elogios que retroalimentaron mi arrechura, con lo cual mi esfínter se relajó para alojar mejor la pinga de Jorge sin dejar de apretarla, arrancándole gemidos de placer.

— ¡Qué bien la chupas, mejor que una puta!

— Estás bien apretado, pero  tu culo está cediendo bien rico… estás hirviendo por dentro…

Jorge terminó de entrar por completo y empezó un mete y saca ni muy suave ni muy salvaje mientras se deshacía en elogios por mi culito estrecho. Su ritmo me tenía delirando de placer.

— Entre que estás apretadito y bien calientito, y que se siente suavecito y rico… no voy a durar mucho… ¡qué rico, puta madre! Hace tiempo no sentía esto porque mi mujer ya tiene la chucha cedida… ay, qué rico me aprietas… uffff… oh… oh… no aguanto… ¡la voy a dar!

Y Jorge estalló en mi culo, entre alaridos de placer y contorsiones y fuertes mordidas sobre mi espalda que me excitaron aún más, haciéndome tragar la verga de Carlos hasta la base para lamerle los huevos que también eran gigantes. Los espasmos de Jorge dentro de mi culo duraron algo más de un minuto, luego de lo cual me sacó la pinga del orto, se quitó el condón y me dio una sonora palmada en la nalga.

— ¡Mierda! ¡Jamás he gozado tanto en mi vida! ¿Qué tienes en ese culito? ¿Magia?

Jorge me dio dos o tres palmadas más en las nalgas, cada cual más fuerte que la otra; ¡estaba tan venido arriba que me iba a marcar sus dedazos!

— Bueno, ahora es mi turno —dijo Carlos y se puso de pie, me cargó y me llevó como un paquete sobre su hombro a una habitación —¡Vamos a hacer las cosas bien, como me gustan! —agregó, y literalmente me lanzó sobre una cama en la que caí boca abajo. Carlos se me tiró encima sin darme tiempo a nada y me penetró por completo al primer intento. —Y ahora vamos a castigar bien chévere ese culito…

Entraba y salía casi por completo, desde la base de los huevos hasta el glande, que por lo grandote que era se quedaba medio atascado en la puerta de mi culo. No lo hacía con violencia pero en absoluto era delicado. Ni rápido ni despacio. Diría que cachaba como todo un macho insaciable y salvaje, pero con alma de caballero. Como estaba llenito (pero formado), el peso de su cuerpo me tenía atrapado contra la cama, totalmente sometido. Por ratos, metía su enorme pinga hasta el fondo de mi culo y con su pelvis dibujaba círculos en mi coxis; me lamía las orejas por dentro, con una mano me acariciaba el cabello y con la otra jugaba con uno de mis pezones. Alternaba mordiéndome la cabeza y la nuca, nalgueándome y diciéndome cochinadas al oído. ¡Primera vez en mi vida que me cachaba n macho nivel DIOS!

No sé cuánto duró el polvazo que me estaba dando. Yo me sentía en la gloria, en el nirvana, en el cielo mientras Carlos serruchaba mi culo con su gorda y caliente sierra de carne… hasta que regresé en mí porque empecé a eyacular como nunca en mi vida.

— ¡Me estoy viniendo! —susurré.

— ¡Yo también! —me dijo Carlos al oído al tiempo que me la metió con todas sus fuerzas. Sentí su leche caliente invadirme el intestino con violentos disparos mientras me mordía la nuca y me metía sus dedos en la boca.

Cuando se hubo saciado, se quedó quieto sobre mí, jadeando de placer y suspirando, diciendo entre dientes “qué rico culo”, “más rico que una conchita” y cosas así. Pasaron los minutos y se retiró de mi culo.

— Veo que no te pusiste jebe —comentó Jorge, que estaba sentado en una silla, viéndonos y haciéndose una paja.

— Es que me la estuvo chupando tan rico… y además cuando te lo cachaste pusiste unas caras de felicidad que me arrecharon y… uno es macho y ya sabes, el instinto de preñar es más fuerte que cualquier cosa. Además, quiera sentir en la pinga lo caliente que está por dentro.

Jorge terminó de decir esto y me la volvió a meter.

— Se me ha quedado un poco de leche en los huevos… —y empezó un mete y saca ahora sí violento y frenético, y al cabo de un minuto o minuto y medio volvió a venirse dentro de mí, con la misma intensidad de la primera vez.

Jorge me cogió de los cabellos y me jaló la cabeza hacia el borde de la cama, me ordenó abrir la boca y se corrió generosamente en ella. No tuvo que ordenarme tragar.

— ¡Se tomó mi leche! —dijo Jorge, con una sonrisa de oreja a oreja, más que feliz: orgulloso.

— Ya vi… este cabrito sí sabe cómo contentar a sus machos —completó Carlos con la verga palpitando aún dentro de mi maltratado esfínter, moviéndose en círculos, presionándome contra la cama. Juraría que o se vino una tercera vez o estaba marcándome por dentro con su orina cual macho alfa. Yo empecé otro orgasmo en silencio, aunque el placer fue tal que al final no pude contener los gemidos.

— Puta… qué rico ver cómo goza a este cachorrito con la leche de sus machos —dijo Jorge.

Carlos se retiró de encima de mí. Cuando me sacó la verga (que dormida también era gigante), empecé a sentir dolor. Debí hacer un par de gestos, porque ambos me preguntaron si estaba todo bien. Les dije que sí, pero que seguramente no iba a poder sentarme en un mes. Carlos me dijo que vaya al baño si quería y le dije que no, que no iba a botar su leche, que iba a esperar que mi esfínter absorba sus proteínas, su ADN y sus hijos. Por toda respuesta, me regaló una sonrisa de felicidad y de orgullo de macho.

Nos vestimos. Jorge insistió en acompañarme a mi casa, pues ya era madrugada. “Si el cachorrito se tomó mi lechecita, me corresponde ser un caballero”. Nos despedimos de Carlos y salimos de su departamento; ya fuera  de su condominio tomamos un taxi. Al llegar a mi depa, invité a Jorge a subir y él aceptó. Eso sí, le dije: “no estoy en condiciones de ser penetrado otra vez”.

Sin embargo, luego de dormir desnudos y en cucharita en mi cama, me despertó por la mañana penetrándome sin aviso y tomándose su tiempo para disfrutar ahora sin jebe mi interior. Me dio un buen polvo que me causó dolor más un orgasmo. “Ahora también eres mío”, dijo él mientras retiraba su gigantesca pinga aún dura como una piedra.

Desayunamos y se marchó de mi depa y yo dormí todo el domingo, debido a que ambos machos dominantes y desmesuradamente dotados me dejaron hecho un trapo; durante varios días no pude ir al baño. Me tomó cerca de dos semanas o más recuperarme del dolorcito que me quedó después de que me partieron el culo como dios manda.

175 Lecturas/24 septiembre, 2025/0 Comentarios/por SantiagoRodriguez
Etiquetas: baño, culito, culo, gay, madre, militar, orgasmo, puta
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