Con el Chico que ayuda en mi parroquia
De como, por accidente, escuché la confesión de un chico que me gustaba y cómo logré seducirlo.
Mi madre siempre ha sido una católica devota y digamos que el requisito para estar viviendo en su casa (que no de gratis, ya que trabajo en un call center) es que tengo que ir a misa y confesarme regularmente. A mí esto me resulta particularmente fastidioso pero había que hacerlo para evitarme muchas discusiones con ella.
En cierta ocasión, hace como seis meses, asistí a la misa dominical y observé a un chico de unos 30 años, más o menos, que le ayudaba al padre con todo el servicio del altar. Era alto, cabello negro y corto y bastante bien proporcionado. Su musculatura se adivinaba incluso debajo de su camisa y pantalón. Se notaba que le gustaba el ejercicio. Obviamente yo quedé fascinado, pero él, al término de la misa, se perdió entre la gente.
Conforme avanzaban las semanas iba yo asistiendo puntualmente a misa para verlo. Cada vez me gustaba más, pero él se veía bastante distante. Solamente hablaba con un grupo de viejas beatas que asistían a la iglesia con frecuencia.
En otra ocasión, cuando ya tenía tres meses de verlo en las misas, mi madre me mandó a confesar un miércoles. Obviamente como no lo iba a ver, por no ser domingo, yo iba bastante molesto. Al llegar a la parroquia, la secretaria me dijo que le hablaría al padre, que mientras fuera pasando a una oficina para que ahí me confesaran. Pasé y, en lo que esperaba, me puse a husmear en un pequeño cuarto contiguo en el que había ciertos objetos religiosos. Como ese cuarto tenía una ventana escuché que el padre venía acompañado de este chico y oí claramente que le decía que pasara a la oficina, que en ese momento tenía tiempo de confesarlo.
El padre entró junto con él y yo cerré la puerta del pequeño cuarto (para no ser descubierto) pero no totalmente. Para mí fortuna se sentaron muy cerca de la puerta de modo que pude oírlo todo.
Padre: Dime tus pecados.
Chico: Padre ya sabe con lo que vengo luchando desde hace meses. No puedo evitar dejar de masturbarme y de ver pornografía gay. Intento salir con chicas y distraerme pero créame que esto es más fuerte que yo. Además hace ya tiempo que estoy sin pareja y necesito desahogarme. Y me temo que cada vez me excita más ver hombres desnudos. No puedo evitarlo.
Padre: Debes luchar contra eso hijo mío…
El padre le dijo muchas otras cosas. Pero ahí supe que yo ya estaba del otro lado. Que podía seducirlo.
Las dos semanas siguientes estuve muy atento viendo que días iba a la parroquia. Y un día me animé a hablarle con el pretexto de que conocía a una pobre viejecita que necesitaba una despensa. Él me dijo (esto yo ya lo sabía) que el padre daba despensas pero que tenían que hacer una visita a la casa de la persona necesitada. Yo le dije que lo llevaría y él aceptó.
Con el pretexto de que tenía que pasar a dejar algo a mi casa lo conduje hasta allá. Lo invité a pasar y accedió. Obviamente mi madre no estaba.
Estando en la sala le dije que me esperara un momento. Subí a mi cuarto pero antes deje mi celular cerca de él con una página de porno gay abierta. Hice como que el celular se me olvidaba.
Yo lo vigilaba a través de una escalera. Al principio no se dio cuenta pero después miró mi celular y lo tomó. Pude notar como empezaba a excitarse. Empezó a mirar en todas direcciones y, creyendo que nadie lo observaba, empezó a frotarse.
Deje que se siguiera excitando, de modo que cuando me viera no pudiera rechazarme.
Cuando ya habían pasado unos 10 minutos bajé. Él ya estaba excitado y al verme se asustó un poco. Yo lo calmé poniéndole un dedo en sus labios y empecé a acariciarlo por encima del pantalón.
Parecía que aquello explotaría. De verdad que se sentía como una piedra solamente que ésta palpitaba.
Lo comenzé a besar sin dejar de acariciarlo. Él cedió a mis besos e hizo lo mismo.
En cierto momento puso sus manos en mi culo y lo apretó fuertemente. Yo decidí apartarme y desnudarme por completo.
La naturaleza es sabia y no me dotó de un gran miembro pero sí de un culo mejor que el de muchas mujeres.
Al desvestirme, todavía no me quitaba el boxer cuando me jalo hacia él y empezó a besarme más salvajemente. Metió sus manos por debajo de mi boxer y sentía como sus uñas se encajaban en mi culo.
A continuación pude sentir como su verga palpitaba más que nunca. Él, que ya no aguantaba, se apartó unos pasos y se desvistió con desesperación.
Que rico cuerpo tenía. Unos pectorales bastante bien definidos. Un abdomen que empezaba a marcarse y unos bíceps bastante grandes. Al quitarse el boxer, oh por Dios. Que hermosa verga tenía. Era blanquita con su glande bastante rosadito y muy muy bien lubricado. Era bastante gruesa y medía como unos 17 centímetros.
Volvió a acercarse a mí y de un empujón en mi nuca hizo que yo me empinara sobre el sillón. De un jalón arranco mi boxer. Creí que me metería su verga pero no. Se inclinó y empezó a mamarme el culo.
De verdad que yo no podía evitar gemir porque bien que sabía cómo dar cada lengüetazo. Además, de cuando en cuando, me nalgueaba y con sus enormes manos me separaba las nalgas para lamer más profundo. También bajaba por mi culo hasta lamer mis bolas y me masturbaba al mismo tiempo. Se sentía delicioso. Yo gemía cada vez más.
En cierto momento se detuvo y se incorporó. Yo también me paré y pude ver cómo su daga de carne babeaba bastante. Pensé que me pediría que la chupara. Me acerqué a ella pero tomándome del cabello me dijo:
Chico: No putito. Ya no me aguanto. Lo que ahora quiero es partirte el culo. Empínate otra vez.
Acto seguido me volvió a empujar de los cabellos contra el sillón, de modo que volví a estar empinado. Y así sin miramientos la metió. Primero metió la mitad. La sacó y en la segunda embestida me la dejó ir toda.
Cómo yo ya estaba bastante lubricado por la mamada de culo que me dio apenas si dolió.
Me tomaba del cabello y me jalaba contra él para que cada embestida fuese más fuerte, más profunda.
Cuando se detenía por el agotamiento podía sentir esa rica verga palpitando dentro de mí.
Después la sacó, hizo que me pusiera boca arriba en el sillón y volvió a meterla. Yo gemía con cada embestida y eso lo excitaba a tal punto que lo hacía cada vez más fuerte. Me tomaba del cuello como ahorcándome con una mano y con la otra masturbándome. Al tocar mi pito decía:
Chico: Este es un pito demasiado pequeño. Siente mi verga, que es una verdadera verga, dentro de ti.
Como me masturbaba, pero sobre todo por cómo me cogía, evidentemente me vine. Él se excitó a tal extremo que me cogió aún más duro y pude sentir cómo tres enormes chorros salían de aquella verga palpitante hacia mi culo.
Terminada la acción se vistió. Yo le dije que de esto nadie se enteraría pero él sin decir una palabra se fue. Casi diría que apenado…
Como no valorar un relato tan caliente como este. Además es justo lo que busco. Sexo relacionado con la iglesia y sus integrantes. Me ayudsm a comprender mejor por qué el cura me sentaba en sus rodilkas y con suaves caricias en mis nakgas, me dejo recuerdos imborrables y la necesidad imperiosa de satisfacer eso deseos homosexuales y ser cogido a plena satisfaccion y sin culpa sino con morbo.