Con una mamá y su hijo: primer contacto
Ficcionalización de una fabulosa experiencia de incesto real que tuve hace algún tiempo con una mamá y su pequeño..
La siguiente historia es real y narra el inicio de mis experiencias como una rica mamá de incestuosa de 28 años y su pequeño de 4 años. Espero que la disfruten. Estos eventos sucedieron hace aproximadamente 3 o 4 años, antes de la reclusión por la pandemia.
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Todo comenzó cuando en un grupo de chat me topé con el perfil de una mujer que ofrecía sus servicios sexuales. Llamó especialmente mi atención, porque vivía en mi país y en su nombre de perfil insinuaba que era madre (y, con algo de suerte, sería soltera). En un principio no sabía si fiarme, pues no contaba con foto de perfil y es bien sabida la gran cantidad de perfiles falsos que hay pululado por la red. Sin embargo, luego de reflexionarlo mejor, decidí tomar el riesgo y enviarle un mensaje para contratar sus servicios. En ese momento, no sospechaba que esa decisión sería el inicio de una de mis mejores aventuras sexuales.
Ella no tardó en responder. Se presentó como Liz y rápidamente cambiamos a otra plataforma para poder hacer una videollamada. Me sentía en extremo excitado en ese momento y, tras intercambiar unas cuantas formalidades (entre las cuales mencionó, para mi gusto, que tenía 28 años), decidí preguntar si era madre y, también (y en especial), por la edad de su hijo o hija. Por supuesto, esa última pregunta tenía como intención tantear el terreno y ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar. Cuál fue mi sorpresa cuando, con total naturalidad, me responde en un mensaje de voz “sí, soy mamá y mi pequeño tiene 4 añitos recién cumplidos”.
En especial recuerdo esas últimas palabras: “4 añitos recién cumplidos”, pues el tono inocente y natural en que lo dijo me sacó inmediatamente una sonrisa y pude sentir cómo mi pene se engrosaba bajo mi pantalón. Liz había captado las dobles intenciones en mis preguntas y sabía perfectamente a donde se dirigía aquella conversación, y eso me excitaba en extremo. Así pues, decidí jugármelo a todo o nada y le expresé mi deseo sin ningún tapujo:
«Supongo, linda, que ya intuyes que soy un hombre con gustos bastante “especiales” … dime ¿harías una transmisión contigo y tu hijo?».
Ignoraba cómo reaccionaría Liz a semejante petición. Por supuesto, cabía la posibilidad de que, en efecto, solo fuera ingenua. Sin embargo, una corazonada me indicaba que Liz no tendría ningún problema en sexualizarse a ella misma y a su pequeño, ya no solo por el dinero (pues recordemos que todo comenzó como un servicio), sino porque a ella también le divertía y excitaba esta situación tanto como a mí… y no me equivocaba.
«Puedo hacerlo en este momento. Lo tengo aquí conmigo» me dijo, añadiendo a este comentario un coqueto emoticón guiñando el ojo.
«Confírmame que tu pequeño está contigo con una llamada de 30 segundos y comencemos a disfrutar», le respondí, decidiendo mantener la cabeza fría, pensado que aún podría tratarse de una estafa.
Este era el momento definitivo, la prueba de fuego. Sé que hay muchas personas (entre las que me incluyo) que disfrutan con la idea de sexualizar a sus hijos, tener sexo con ellos, prostituirlos, incluso abusarlos o dejar que otros los abusen sin piedad, aun siendo niños o incluso bebés (especialmente, siendo niños o bebés).
Sin embargo, entre la fantasía y la realidad hay un largo trecho. Que Liz, por mensaje, se mostrara segura y dispuesta a disfrutar de los placeres del sexo en familia no implicaba que fuera a ir más allá de la imaginación. Por supuesto, no escribiría esta historia si esto no hubiera escalado a esos placenteros y húmedos placeres.
El timbre de una videollamada entrante sonando a todo volumen me sobresaltó y, un segundo después, cuando mi cerebro finalmente procesó lo que sucedía, mi verga se endureció tanto dentro de mi pantalón que tuve que liberarla y comenzar a masturbarme solo con la expectativa de lo que estaba a punto de gozar junto a una hermosa mamá y su pequeño de cuatro años.
La imagen al aceptar la llamada fue exquisita: un pequeño algo descuidado y sucio, pero de cara angelical, cabello ligeramente rubio y mirada inocente de pie sobre una cama; justo detrás, una mujer joven, latina, y bella, inclinando sus enormes tetas sobre la nuca del pequeño y con sus pulgares dentro del pequeño pants rojo del niño, sensualmente cerca del pubis del pequeño.
Liz sonrío al verme sin el pantalón a través de la webcam y sosteniendo mi enorme erección entre mis manos. Se inclinó un poco más, mostrando una perversa sonrisa y susurró un «rica verga» cerca del oído de su hijito y, sacando una mano del interior del pants rojo, le desvió la cabeza para que el pequeño pudiera mirar bien mi verga.
¡Uf! Me resultaba difícil de creer lo rápido que estaba escalando esta situación, pero me encantaba esa naturalidad y gusto con los cuales Liz se expresaba y se manejaba, y en ese momento ya estaba dispuesto a disfrutar al máximo del momento.
Sin mediar más palabra, la mujer bajó de golpe el pants y el calzoncillo del pequeño hasta sus pies (calzados con unos tenis con lucecitas), revelando un tierno y encogido pene de infante frente a unos rico testículos aún de bebé; también, levantó la playera del pequeño permitiéndome vislumbrar unos rosados pezones… el niño solo miraba intrigado mi verga, demostrando que no era la primera vez que su mamá lo desnudaba frente a otro, aunque tal vez sí la primera que veía un pene adulto tan de cerca.
A partir de ahí, empezó la videollamada más caliente y sabrosa que había sostenido hasta ese momento. Por supuesto, encontrándonos aún en la dinámica del servicio sexual y siendo yo hombre de palabra, fui pagándole a lo largo de la llamada mientras satisfacíamos nuestras fantasías a larga distancia.
Por supuesto, de inmediato la mujer se desnudó y también por completo al niño y exhibió, frente a mi erecta verga que llenaba la pantalla, su rico y morocho cuerpo de tetas y culo enorme, así como el el delicado y virginal cuerpo de su hijo de 4 años; giraban sobre su propio cuerpo y se mostraban con total naturalidad ante mí. Por supuesto, en ese momento me encontraba en el paraíso.
Una vez hube apreciado hasta el último sentido del bello cuerpo de esa rica mami incestuosa y de su niño, empezó la acción sexual ante mi estupefacta mirada y sintiendo mi verga a punto de explotar. En primer lugar, la mujer empezó excitando un poco al pequeño, tomando su flácido penecillo entre su pulgar y su índice y, mientras ella se sobaba y escupía en sus tetas, comenzó a masturbarlo; en algún punto, incluso se acercó y dio varias lengüetadas a sus arrugadas bolitas de bebé, intentando meterlas en su boca, pero fracasando en el intento (ya que eran en verdad pequeñas). Todo era con la intensión de que ambos pudiéramos ver y disfrutar de que el niño tuviera una erección.
Para quien aún no haya tocado o estado con un menor (varón o hembra), podría llegar a imaginar a aquellos pequeños y pequeñas como seres asexuales. No hay concepción más errónea: un niño puede ser tan sexual y tanto una niña de 5 o 4 años puede lubricar y mojarse, como un niño puede tener firmes erecciones infantiles si sabes cómo estimularlos correctamente. Y por supuesto, Liz se veía como una mujer bastante experimenta estimulando sexualmente a su pequeño, pues uno o dos minutos después de comenzar estas exquisitas maniobras manuales y orales, lo que ante era una arrugada verga de bebé se convirtió en un pene que, aunque pequeño (por supuesto), tenía la suficiente firmeza como par sostenerse en posición vertical sin ayuda.
Extasiada, Liz le dio unos golpecitos a ese penecillo, como sorprendida de lo dura que se había puesto y, todo el tiempo atendiendo a mis indicaciones y sucios comentarios (fue en ese momento cuando le puse el mote al niño de “putito”, tal y como siempre le llamé desde ese momento), la mamá abrió su boca y de un solo bocado saboreó todo el pene del niño por unos minutos, antes de escupirle en su pene y, moviéndose hacia arriba, colocarle sus enormes tetas sobre la cara, asfixiando al pequeño de una manera encantadora.
Así pasaron entre 15 a 20 minutos, con la mamá disfrutando del pene y las bolitas del nene de 4 años, así como tocándose mientras lo asfixiaba con sus senos, revelándome, con esa acción, su vena dominante y masoquista (que yo hallaría la manera de explotar más adelante, aunque eso será tema de otro capítulo).
Y si bien ese momento me encontraba en el paraíso y excitado como pocas veces en mi vida, lo que Liz me mostraba no era algo que no hubiera visto antes. Sin embargo, algo que deseaba ver para finalmente liberar ese caliente semen que ya bombeaba por salir de mi pene (espectáculo que sabía que Liz y su putito disfrutarían ver, aunque fuera a través de la pantalla) era algo difícil de encontrar pero que representa (aún hoy día) el mayor de mis morbos: que un padre (o, en este caso, para mi deleite, una madre) penetrara el ano de su niño menor.
Estando excitados ambos como estábamos (ella con sus tetas llenas de su saliva y su vagina escurriendo de placer, y yo con mi pene erecto y caliente) bastó con que yo se le pidiera para que de inmediato tomara al menor por la cintura y, colocándolo boca abajo, abriera sus nalgas para dejarme vislumbrar ese apretado y (lo supe después) aún virgen culito infantil. Fue una de las visiones más hermosas que he tenido el placer de contemplar: unas nalguitas perfectamente pequeñas y redondas con un apretado asterisquito en medio a punto de ser desvirgado por su madre.
Recuerdo que tuve que contenerme mucho en ese momento, pues unas gotas de semen ya escurrían, inevitablemente, por la cabeza de mi pene. Pero al fin logré controlarme y le dije «escúpele y métele tu dedo». Ella, por supuesto, accedió gustosa (de hecho, estoy seguro que esperaba que yo dijera esas palabras; resultaba difícil, en esos momentos, determinar quién tenía realmente el control de la situación, si ella o yo). Sacó un espeso hilo de saliva, que deposito con cuidado y cariño sobre el ano del pequeño y, con su dedo índice, haciendo un cerrado masaje circular, comenzó a untar esa saliva para lubricar la entrada.
Una vez que ya estuvo bien lubricado y mojado, la madre colocó su dedo medio en la entrada de ese rico culito y, junto a un quejido del pequeño, metió de golpe dos falanges. Luego, comenzó un lento mete-saca, que se iba intensificando poco a poco en intensidad y profundidad, así como los pujidos del pequeño que, aun a pesar de su esperable incomodidad, parecía haber comenzado a disfrutar un poco. La mujer estaba como en trance, sacando y metiendo su dedo, y era evidente que no pararía hasta insertar el dedo por completo.
A mitad de este procedimiento no pude más, y liberé una cascada de blanco semen con una intensidad inusual pero exquisita, mientras una sensación de euforia me recorría toda la columna y un cosquilleo me recorría desde la coronilla a los pies. Uf, era casi como si yo mismo hubiera sido el que hubiera estado usando el culito del nene. Por supuesto, la mamá no paró hasta que cumplió su objetivo y logró meter el dedo en el ano de su pequeño por completo, dedicando a la cámara una cara de felicidad mezclada con asombro y mandándome un beso antes de cortar la transmisión.
Posteriormente, a modo de regalo por la experiencia, me mandó una foto del culito desvirgado de nuestro putito y fue en ese momento que me confesó que era la primera vez que hacía esto, aunque antes ya había fantaseado bastante al respecto. Yo respondía con amabilidad a sus mensajes y supe que había logrado sacarme la lotería.
Continuará…
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Como con el relato anterior, espero que les haya excitado mucho la historia y la hayan disfrutado. Procuraré ser más asiduo y darle con prontitud seguimiento a los dos relatos que ya he publicado ;D
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