Correcto o… ¿Incorrecto? Parte II
Entre esas pequeñas piernas, sin dudas, se escondía todo un paraíso..
— Rex todavía no te hará suya, pero mientras tanto… — Con un segundo silbido por su parte, el can llegó corriendo junto a su amo. Papá lo tomó del collar y acercó su hocico a mi coño. — Tranquila, mi amor. Prometo que se sentirá igual a cuando yo lo hago.
Fue en ese momento que mi espalda se arqueó de gran manera. Una corriente de sensaciones me inviadia por completo y ni siquiera sabía cómo era esto posible. Rex olfateó mis piernas, tan solo estaba sintiendo su aliento tibio y yo ya me encontraba caliente. No fue sino cuando recibí su primer lengüetazo que solté un gemido casi que idéntico a los de mamá.
— Eso es, relájate. — Dijo ella desde arriba.
Rex, con gran esmero, lamía mi coño con demasiada hambre. Incluso podía jurar que escuchábamos sus gruñidos. Mi coño fue llenándose de su saliva y mía jugos. Me encontraba tan empapada que incluso parte de la sabana se iba humedeciendo con el leve tinte de los restos de la mantequilla de maní.
Yo, por mi parte, me retorcía del placer. Quizás si me vieran a esa edad no entenderían cómo era consciente de que aquello se sentía rico, se que esa estimulación estaba bien, era totalmente normal para mí. Pero cómo culparme, si desde que había nacido ya venía con ese fin de disfrutar los placeres de la carne. De entregarme a ese mismo placer en cuerpo y alma, como una verdadera puta en crecimiento.
Finalmente Rex perdió el interés en mí una vez terminó de limpiarme la mantequilla de maní de mi coñito. Así como había llegado se retiró de la habitación dejándome con un padre, el cual sonreía de una manera muy oscura, y con una madre en medio de su calentura. Por mi parte gruñí, incluso los ojos se me llenaron de lágrimas al no poder obtener mi corrida. Me dolía todo ese placer acumulado y fue en ese mismo momento que le imploré a papi que me hiciera correr.
—— ¿Qué pasa, mi niña? — Yo gimoteé. — ¿Quieres más? — Él sonrió y yo asentí. — Shh… — Sus dedos recorrían mis pequeños labios vaginales, tan empapados que, al retirar sus dedos de mi coño, se hacían finos hilos. Una mezcla perfecta de la saliva del perro y mis jugos.
— Ven, Kitty. — Susurró mamá moviendo mi cabeza a un lado con la intención de ella quitarse tanto sus pantalones como sus pequeñas braguitas negras. — Come el coño de mami para que papá te recompense. — Se recostó, abriendo sus largas y hermosas piernas ante mí. Yo no supe cómo reaccionar en medio de mi agobio por mi inútil corrida y entonces papá, con un azote en mi coño, me hizo reaccionar de golpe.
— Ya escuchaste. — Habló con firmeza y automáticamente yo me giré, poniéndome en cuatro y sumergiendo mi pequeña carita en el coño de mami.
— Mhm… Mierda. — Gruñía ella en lo que apretaba sus tetas sobre su blusa de tirantes.
— ¿Lo hace bien? — Preguntó papá y mamá sonrió completamente extasiada. Señal perfecta para que papá me diera un azote más en el coño y procediera a acariciarlo con más firmeza.
Mi pequeña boquita trataba de abarcar todo aquello que le pertenecía a papá, a mi abuelo y a mi hermano. A veces solía verlos comerle el coño a mami en mi presencia y era una experiencia fascinante, pues aún no entendía cómo mamá y la abuela tenían ese poder sobre los hombres de la familia hasta el punto de ellos ser unos esclavos de sus coños.
Yo, por mi parte, amaba comer a mamá. Jugaba con su clítoris y mi lengüita iba y venía con esmero, con el único fin de escucharla gemir como lo hacía con ellos. Pero eso no era todo. Yo también gemía en medio de mi trabajo, pues papi introducía sus dedos en mi coño con firmeza, buscando darme esa corrida que nuestro perro me había negado.
Finalmente llegaba esa noche después de una tarde de faena con mis padres. El salón ya se encontraba preparado con las cortinas blancas cubriendo totalmente los ventanales. Alguna que otra vela aquí y allá, toda la familia vestida de blanco y en medio de todos, una cama con sábanas blancas. Era un ambiente agradable, pero cualquier otra persona diría que se trataba de alguna especie de ritual.
— Bienvenidos. — Dijo mi abuelo ante mi abuela, mis padres, mi hermano, y los dos hermanos de papá. — Está es una noche muy especial. Mañana nuestra pequeña cumplirá años y aunque es tradición esperar hasta los díez, mi hijo ha decidido adelantar esta gran celebración. ¿No es así? Mi hijo ha visto el potencial en Katherine y es algo que no podemos desaprovechar. Así que, empecemos.
Mamá tomaba mi mano y mientras el abuelo hablaba, ella me llevaba completamente desnuda ante la cama. Pronto me acomodé en medio de las sabanas blancas.
No les haré muy largo mi iniciación y tanto palabrería de mi abuelo. Así que pasaré a contarles que todo inició con el regalo que papá le había prometido a mami: mi coño. Ella no esperó más, pronto se pegó con hambre a devorarme mientras la familia pasaba a desvestirse. Yo ya me encontraba en un inmediato placer, pero era consciente de que a mí alrededor ya se encontraban todos en posición. A mí cabeza mi padre y sus hermanos junto con el mío y mis abuelos detrás de mamá.
Yo gimoteaba con la digna hija que era de la zorra mayor de la casa y cuando ya había pegado un grito avisando de que me correría, el abuelo se ubicó entre mis piernas y mi madre buscó rápido que uno de sus cuñados se la cogiera ahí mismo gracias a su calentura.
— Respira, cariño. Estás lista para recibirme, lo sé… — Amaba la voz profunda del abuelo y lo dulce que era conmigo. Él sostenía su polla y poco a poco la iba acercándo a mi agujero mientras papá cogía a su madre y su otro hermano, iba ubicando en cuatro al mío también para cogerlo. Era una orgía fascinante, a mí parecer.
— ¿Dolerá? — Pregunté, sintiendo la mano de mamá acariciando una de mis pequeñas tetas.
— Poquito. — Sonrió guiñando un ojo antes de, finalmente, hundirse en mi coño. Cosa que, como era evidente, me hizo gritar de dolor. Era agonizante el recibir la primera polla de mi vida. Y aunque él abuelo era muy delicado inicialmente, eventualmente sus movimientos iban tomando forma. Pero, mierda. Qué rico y doloroso se sentía.
Ya era una pequeña putita que gemía de placer, que gritaba por más y aclabama mucho, mucho más de lo que podía soportar. Esa noche había sido la mujer de mis tíos, de mi abuelo y, finalmente, del eterno amor de mi vida; papá.
Por supuesto la abuela y mamá no se quedaron atrás, todos habían disfrutado de una parte de mí así como todos ellos me habían hecho gozar en esa iniciación que me convertía ya en la tercera puta de la familia. La tercera mujer que se encargaría de satisfacer a los machos de la misma.
Holi. Hasta aquí el relato, por el momento.
Les dejo mi correo por si quieren que habemos cositas ricas o compartir experiencias o fantasías juntos.
Chau. 🖤
Que hermoso relato, ❤️❤️, espero continuacion 😘 besos hermosa
Estimulante relato
Bella putita eres increible relatando tu expreiencia de iniciación.5 estrellas de evaluación. Bravisimo!
Actualiza pronto