Cuando entré a la cárcel, no pensé que me fuera afectar tanto.
Un joven se hace responsable de un delito que no cometió, a cambio de que valla preso, le pagaran una buena cantidad de dinero, pero al estar en la cárcel un preso lo hace su mujer, y por nueve meses se tiene que comportar y vestirse como una chica y dejarse dar por el culo..
El día que me ingresaron a la cárcel, ingenuamente pensé que tan solo sería por unos cuantos meses, ya que, por una buena suma de dinero, me había declarado culpable, de un delito que no cometí, por lo que el fiscal ignorando eso, había aceptado que se me aplicara la pena mínima.
Pero aun y con eso, iba a estar preso, aunque no por años, sino tan solo por unos meses, luego de pasar por el registro, y la orientación, fui llevado a mi celda, donde mi compañero antes de que yo terminara de acomodarme, me preguntó si yo era el tipo al que le iban a pagar por declararse culpable.
Eso me sorprendió, ya que supuestamente él único que sabía de ese trato era mi abogado, luego me enteré que primero habían buscado entre uno que otro ex reo, al igual que con personas desempleadas, pero que al final el único pendejo que aceptó fui yo.
En ese momento me siguió diciendo. “Vete quitando la ropa, que tengo ganas de metértelo.” Yo la verdad, pensé que estaba bromeando, y así se lo hice saber, por lo que él me advirtió, que lo mejor era que le hiciera caso o me arrepentiría de no hacerlo.
Ya que, ante el resto de los confinados, yo no valía nada, pero aun y así, no le hice caso, además me propuse no meterme en problemas, y pasar el tiempo al que me habían sentenciado, sin llamar la atención.
Pero como dicen, una cosa piensa el burro y otra el que lo va arreando, ya que, al segundo día de estar preso, cuando iba saliendo de las duchas, luego de bañarme, al ir saliendo de las duchas, con la toalla alrededor de mi cintura, fui asaltado por un grupo de presos, cuando de momento se apagó la luz.
Al quedar parcialmente a oscuras lo siguiente que sentí fue un fuerte golpe en la boca del estómago, eso y que yo perdiera todo el aire, fue prácticamente lo mismo, ellos me arrastraron a las duchas y a la fuerza, y tras recibir un sin número de golpes, me sujetaron por pies y manos, amordazándome con mi propia toalla.
La verdad es que en ese momento pensé que me iban a matar, aunque traté inútilmente de zafarme de sus manos, pero a medida que me trataba de soltar, más golpes recibía, al punto que debido a eso prácticamente perdí el sentido.
Hasta que finalmente mientras varios de ellos me sujetaban, me obligaron a que me recostase bocabajo, sobre un banco de madera, y mientras tenían mis piernas y brazos separados, otro de esos tipos se colocó sobre mí.
De inmediato separó mis nalgas con una de sus manos, y con la otra me enjabonó el culo, para luego proceder a penetrarme con su verga, por lo que yo, aunque inútilmente traté de soltarme de aquel montón de manos, y de gritar, pero no pude hacerlo debido a la mordaza que tenía en mi boca.
En mi vida había pasado por algo semejante, y para colmo, mientras ese tipo me comenzó a penetrar, el dolor que yo sentía era insoportable, pero además una vez que ya me tenía enterrada toda su verga, otro de sus compinches colocó su verga frente a mi cara, y tras darme un sin número de golpes me obligó a que se la mamase.
Yo a pesar de todo aun me resistía, hasta que fueron tantos los golpes que me dieron, que nuevamente perdí el sentido, hasta el momento en que volví en mí, aun me estaban penetrando, pero ya no era el mismo tipo sino otro.
Y a la fuerza otro tipo penetraba mi boca con su verga, hasta que casi me ahoga, por lo que sumisamente, aunque en contra de mi voluntad me dediqué a seguírsela mamando.
Y no fue hasta que, el que me estaba dando por el culo, sacó su verga se vino sobre mis nalgas, que otro tras pasar una toalla sobre mi cuerpo, procedió a también a penetrarme, pero ya en esos momentos me encontraba tan y tan golpeado y exhausto, que ni resistencia opuse, por lo que los que me sujetaban de pies y mano me soltaron.
Por lo que luego me enteré que fueron alrededor de unos seis presos los que abusaron de mi esa tarde, ya que cuando recobré el sentido me encontraba en la enfermería, sin poder decir a ciencia cierta, quienes habían sido mis atacantes, ya que además de que apagaron la luz, todo sucedió tan rápido que apenas y los pude llegar a ver.
En la enfermería pasé unos siete u ocho días, fue cuando una de las enfermeras me dijo. “Seguramente alguien se te acercó, y te pidió algo de lo cual tú no le distes importancia, la próxima vez que te pase, si no lo matas, o por lo menos lo golpeas lo suficiente, te va a volver a suceder lo mismo.”
Posteriormente al darme de alta, fui ubicado en un pabellón de seguridad temporalmente, por otros siete días, pero al regresar a mi celda, el hijo de la gran puta que compartía la celda conmigo, me hizo saber que, si no quería que todo eso se volviera a repetir, me debía volver su mujer.
Al principio pensé que se trataba de aprovecharse de mí, hasta que agarrándome por el cuello me dijo. “Todo lo que te hicieron fue por orden mía, así que o te conviertes en mi mujer, o prepárate a seguir siendo golpeado y a que te sigan comiendo el culo, a la fuerza hasta que cambies de opinión.”
Pero a medida que me fue diciendo todo eso, se fue quitando la ropa, quedando completamente desnudo ante mí, en ese momento apareció un guardia penal, en ese instante pensé que me había salvado, pero el guardia al ver a mi compañero de celda completamente desnudo, sin decir nada, dio media vuelta y se retiró.
Lo siguiente que él me dijo fue. “Que esperas para desnudarte.” Por lo que, al verlo de pie frente a mí, agarrándose su verga, me quedé sin poder hacer ni decir nada, ya que el tipo ese además de que es mucho más alto que yo, también era mucho más grueso, y fuerte.
Por lo que cuando nuevamente me dijo, que esperaba para desnudarme, muerto de miedo por el pánico que me dio, el solo pensar que me podían volver a golpear, y encima de todo eso también entre todos me volverían a sodomizar, consciente de que yo no podía golpear a el desgraciado ese, a medida que me fui quitando toda mi ropa, no podía dejar de llorar.
No se precisamente la razón ya que era tanto el miedo que tenía, y lo bravo que estaba conmigo mismo, al aceptar ir preso por dinero, y al no poder defenderme, ni tener el valor de intentarlo.
Una vez que me quedé del todo desnudo, sin dejar de llorar y de lamentarme por mi situación, me recosté bocabajo en el catre que me servía de cama.
Apenas me acosté, él se recostó a mi lado, y al principio comenzó acariciar mi espalda y mis nalgas, diciéndome todo lo que esperaba de sus mujeres, ya que no tan solo era dejarse penetrar por él, o por quien él quisiera, sino que también debía actuar, hablar, vestirme, y comportarme como si fuera una verdadera mujer.
Así que, sin dejar de acariciar mis nalgas, me mordisqueaba mis orejas y chupaba mi nuca, dejándome un sin número de chupones por todo mi cuello, él me continuó diciendo que, de ese momento en adelante, yo sería su princesa, y como tal debía comportarme, o de lo contrario me daría una lección, más fuerte que la que me llevó a ser hospitalizado.
Por lo que cuando me preguntó si yo había entendido, por lo que a pesar de lo indignado que me encontraba, y del odio que le tenía, el miedo que sentía era mucho mayor, por lo que con temblorosa y afeminada voz le respondí. “Como tú digas, mi amor.”
En ese momento, su boca buscó la mía, y al tiempo que me besaba no pude ni tan siquiera atreverme a rechazar su lengua, la que iba introduciendo dentro de mi boca, al tiempo que una de sus manos, con fuerza me agarraba las nalgas, y varios de sus dedos me los fue introduciendo dentro de mi culo.
Nada más de pensar que me pudiera pasar lo mismo que me sucedió en las duchas, el miedo a los golpes, y a las múltiples veces que me penetraron a la fuerza, hizo que sumisamente me dejase hacer todo lo que él quiso hacerme.
Ya que al momento en que me fue a penetrar, y después de sentir como sus ensalivados dedos, se fueron enterrando entre mis nalgas, yo mismo además de separar las piernas, con mis propias manos, separé mis nalgas.
Por lo que casi de inmediato comencé a sentir aquella cosa dura y caliente atravesando mi esfínter, aunque sí me dolió, pero en comparación cuando aquel grupo de desgraciados me sodomizaron a la fuerza, no fue lo mismo.
Aunque sin dejar de llorar, y de maldecirlo mentalmente, a medida que él continuaba introduciendo su gruesa verga dentro de mi apretado culito.
Hasta que él estuvo sobre mi cuerpo, y su verga por completo dentro de mi culo, no se detuvo, luego se detuvo por un corto momento, y casi de inmediato comenzó a meter y sacar todo su pedazo de carne, mientras que yo continuaba llorando, hasta que, en cierto momento, y creo que fue de manera involuntaria que comencé a menear mis caderas.
Por lo que a medida que él continuaba sodomizándome, yo fui sintiendo algo muy distinto y diferente, y a pesar de la rabia y el odio que sentía hacia él, a medida que más y más me penetraba, yo involuntariamente comencé a gemir, no puedo decir que, de placer, ya que, si por mi fuera lo quería ver muerto en ese momento, pero la realidad es que no podía hacer más nada por evitar lo que me estaba sucediendo.
Cuando a él desgraciado ese le dio la gana de venirse dentro de mi culo, pensé que con eso bastaba por los momentos, pero me equivoqué, ya que apenas sacó su verga de mis aporreadas nalgas, sin vergüenza alguna me ordenó que me pusiera a mamar su verga, cosa que a pesar del asco que pude sentir, el temor a que me fuera a golpear fue mayor.
Aunque agarrando mi propia camisa, no me quedó de otra que limpiar su ya encogida verga, para de inmediato y con toda la repulsión que podía sentir, tragarme mis emociones, y sacando mi lengua dedicarme a lamer la cabeza de su verga.
Para posteriormente, a medida que se le fue poniendo nuevamente dura, dedicarme a mamársela, aun en contra de mi voluntad, creo que pasé varios minutos mama que mama, hasta que, casi ahogándome, él tomándome por mi cabello, hizo que su verga me llegase hasta mi garganta.
Por lo que, aunque yo no quise, terminé tragándome gran parte de toda su leche en esos momentos, luego de lavarme y expulsar lo que me dejó dentro de mis tripas, pensé que todo había terminado.
Pero no fue así, ya que apenas terminé de lavarme el culo, y enjuagar mi boca, tratando de quitarme el mal sabor que me había dejado, mostrándome lo que pensé eran unos trapos, me dijo que me los pusiera para ver cómo me veía.
Fue que al tomarlos entre mis manos me di cuenta de que eran unos pantaloncitos extremadamente cortos, los que nada más bastó que él me ordenase que me los pusiera, para corroborar que gran parte de mis nalgas quedaban por fuera, y lo otro fue una también muy corta camisilla, que además de dejar mi barriga por completo al aire, mostraba todo mi pecho por mucho que yo quisiera ocultarlo.
Pero lo que más me impactó fue cuando lo escuché decirme que a partir de ese momento era el tipo de ropa que yo como su mujer debía usar en todo momento, y que me cuidara de acostarme con otros presos, a los cuales él no le había dado permiso.
Debido a eso la primera vez que salí de la celda, vistiendo esa ropa, no hubo preso que no me dijera algo, y alguno que otro se atrevió a darme un agarró de nalgas, hasta que se dieron cuenta de quien era mi marido.
Pero desde ese momento, el resto de los confinados, aunque me vacilaban, y se burlaban de mí tanto de frente como a mis espaldas, ninguno se atrevía a meterse íntimamente conmigo por miedo a las represalias de mi marido.
Aunque en ocasiones, digamos que yo era el premio para alguno de los lacayos de él, así que en más de una ocasión mientras que uno me daba viciosamente por el culo, yo me encontraba muy satisfecho de mamarle la verga a otro.
Poco a poco, me fui acostumbrando a caminar meneando mis nalgas, a hablar y comportarme como una chica, a usar los pequeños pantalones que dejaban mis nalgas por fuera, a que se dirigieran a mi como si fuera una mujer, y a ser tratado de la manera en que todos los presos me trataban.
En una ocasión por cosas mías, me puse a imitar a una cantante, y eso bastó para que, desde ese día, hasta en los actos de alguna celebración, me pusieran a cantar, y encima de eso, un día me llaman para que fuera a enfermería, y el enfermero a cargo me entregó unas pastillitas, las que al preguntarle para que eran, me dijo que eran anticonceptivas, lo que me causó mucha gracia, por lo que le dije que sería un verdadero milagro si yo saliera preñada.
El enfermero se me quedó viendo, y me dijo. “Ya sé que no vas a salir preñado nunca, pero te las han mandado porque son hormonas de estrógeno o sea hormonas femeninas, las que van hacer que tus pechos se pongan más grandes, y tu piel más tersa, y tu cabello más sedoso, entre otras cosas.”
Al escucharlo, me quedé sin saber que decir, pero al poco tiempo si me di cuenta de que ya comenzaban a crecer mis pequeñas tetitas, por lo que incluso en más de una ocasión le tuve que mamar la verga a más de uno de los guardias penales, por orden de mi marido, para poder ir a la enfermería a buscar mis pastillas.
Por lo que, al pasar el tiempo, cuando cumplí los nueve meses de mi condena, al salir me juré a mí mismo que más nunca me volvería a acostar con otro hombre, y mucho menos vestirme de mujer.
Lo que, para mi total vergüenza, debo aceptar que eso ya es algo que se encuentra muy dentro de mí, y una vez que cobré el dinero que me ofreció él hijo de la gran puta del abogado que me convenció, cuando regresé a mi pueblo, pude comprarme una pequeña finca, en la que como estoy solo la mayor parte del tiempo, uso prendas femeninas.
Por lo general evito ir al pueblo y cuando lo hago, procuro vestirme y portarme, bien seriecito, pero la última vez que bajé al pueblo, me encontré con varios conocidos, que me invitaron a tomarme unas cervezas, cosa que no hacía hace mucho tiempo.
Por lo que después de estar un buen rato bebiendo, me di cuenta de que se me iba la mirada tras las ocultas vergas de mis conocidos, por lo que, para no pasar una vergüenza, rápidamente me marché.
Ignorando que un par de ellos se dieron cuenta de la pata que yo cojeaba, es decir de que me gusta que me den por el culo, y creo que dedujeron eso por la manera en que yo miraba los bultos de sus pantalones, por lo que cuando menos lo esperaba, esa noche, ellos dos se presentaron en mi casa con un litro de ron.
La verdad es que me sorprendí al verlos, pero al rato de estar bebe que bebe ron, se me soltó la lengua y les conté todo lo que me había pasado, de cómo fui preso por hacerme responsable de un delito que no cometí.
Hasta como me violaron, perdón quise decir me sodomizaron, de cómo terminé siendo la mujer de uno de los presos, como andaba prácticamente vestidito de mujer, y de todas las cosas que me pasaron en la cárcel, por lo que nada más bastó una ligera insinuación de uno de ellos, para que yo, dejase salir la loca que llevo dentro de mí.
Ya que después de los primeros tragos que me sirvieron, comencé hablar y a moverme como si fuera una chica, además solté mi larga cabellera, por lo que cuando uno de ellos me insinuó que era una lástima que no me pudieran ver vestidito de chica, insensatamente los complací, ya que rápidamente fui a mi cuarto me duché y me cambié de ropa.
Al verme regresar, con una batita semi transparente de dormir, pantis y sostén, y completamente maquillado, al poco rato tras seguir bebiendo, no tan solo los dejé que me dieran sabrosamente por el culo, sino que también me puse a mamar sus vergas.
Y todo eso por querer ganarme un dinero, declarándome culpable por un delito que no cometí.
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