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Dominación Hombres, Gays, Travestis / Transexuales

Cuando sacó finalmente toda su verga de mi culo, se apoderó de mí, la rara sensación de haber sido usado.

Un joven al principio establece una relación amistosa con un viejo dueño de una tienda, al poco tiempo la relación se va haciendo más y más intima hasta que el joven se deja dar por el culo vestidito de nena..
Cuando tenía, entre 18 y 19 años siempre fui un chico problema, fue cuando conocí íntimamente, al que, de una forma u otra me fue llevando poco a poco a conocer los placeres del sexo, con otros hombres.
Creo que todo comenzó cuando el viejo dueño de la tienda se quedó viendo mis nalgas, por mi parte, aunque nunca había tenido ningún tipo de relación de tipo sexual ni con mujeres, y mucho menos con hombres, aunque les confieso que me sentí muy bien sabiendo que él me observaba el culo.
Pero cuando me invitó a que pasara a la tras tienda, sin pensarlo mucho acepté de inmediato, fue cuando me encontré con un sin numero de revistas porno, las que de inmediato comencé a mirar.
En ese momento, me dio algo de vergüenza, y sin saber qué hacer, comencé a despedirme, disimuladamente quise llevarme, aunque fuera una sola de esas revistas, pero él me dijo de inmediato. “Si quieres verlas, puedes hacerlo aquí, pero no te las lleves, después te la encuentran, y me metes en tremendo problema”.
Rápidamente me di cuenta de que él tenía toda la razón, pero antes de que yo decidiera seguir mi camino, me volvió a decir. “Si quieres verlas, puedes hacerlo, pero aquí, además nadie te va a molestar.” Tras lo cual salió nuevamente de la tras tienda, regresando al negocio, desde ese día por las siguientes semanas, me convertí en un asiduo visitante a su tras tienda.
En ocasiones me daban unas tremendas ganas de masturbarme, pero me las aguantaba hasta llegar a casa, hasta que un día mientras veía unas de las fotos, comencé a pasar mi mano por encina de mi pantalón acariciando sin darme cuenta mi pequeño pero erecto miembro bajo la tela de mi pantalón.
Hasta que, me sorprendí al ver al dueño de la tienda de pie ante mí diciéndome. “Si quieres hacerte una paja, por mí no te detengas, que yo también me la hago cuando veo esas fotos”. Al levantar la vista, él se encontraba bien cerca de mí, y también estaba acariciando su verga por encima de la tela de su pantalón.
Por sus palabras, entendí que tenía permiso de hacerme la paja, mientras miraba la foto de una rubia con sus piernas bien abiertas e introduciendo sus dedos dentro de su coño, él de inmediato dio la vuelta dejándome a solas, y sin perder tiempo, saqué mi parada verguita, y comencé a masajearla entre mis dedos.
Al principio lentamente, pero a medida que seguía viendo la foto de esa rubia, comencé acelerar los movimientos de mi mano derecha una, y otra vez hasta que sentí la sabrosa sensación de venirme entre mis dedos, con el pasar de los días, cada vez me sentía mucho más cómodo al hacerme la paja en ese lugar, y en ocasiones ante la presencia del dueño de la tienda, que con una amplia sonrisa en su rostro me observaba.
Por eso un día en que ojeaba una de sus muchas revistas, no me molestó que él tomase asiento a mi lado, y mientras me comenzaba a masturbar, por lo que cuando el dueño de la tienda sacó su verga, lleno de admiración mientras la observaba le dije que era inmensa, y al igual que yo comenzó a masturbarse justo a mi lado.
Y así por lo menos una vez a la semana, tanto él como yo, nos masturbábamos juntos, mientras que lo escuchaba decirme que se imaginase a esa chica con su coño abierto frente a mí, pero la verdad es que lo que yo me imaginaba área que yo era quien se encontraba desnudo enseñando mis nalgas, vestidito de nena.
Pero un día de esos, en que estábamos a punto de comenzar a masturbarnos, no sé cómo me atreví a preguntarle, si me dejaba tocar su inmensa verga, y que si él lo deseaba podía también tocar la mía.
En esos momentos, como que me di cuenta de que me había pasado de la raya como quien dice, por lo que me detuve a pensar, en lo que yo le había dicho, pero al estar viendo su parada verga entre sus dedos, nuevamente se lo pregunté, y hasta le dije. “Deja que yo te la toque un poco para que veas lo rico que se siente.”
Lo cierto es que yo me moría por las ganas de saber que se sentía, tener entre mis dedos una verga así de grande, y al él decirme que sí, rápidamente coloqué toda mi mano sobre su gran miembro, y de inmediato comencé a moverla de arriba abajo.
Casi de inmediato él también agarró mi pequeña verga y comenzó a masturbarme, y el placer que sentí fue tremendo, tanto que rápidamente me vine entre sus dedos, mientras que él después de un largo rato de estar yo pajeándolo finalmente se vino entre mis dedos, después de eso me fui al baño, me lavé las manos y me dijo que nos veríamos al siguiente día.
Al siguiente día, mucho más confiado le propuse que al mismo tiempo que él me tocaba a mi yo se la tocase a él, tomando en cuenta lo bien que me había sentido, finalmente el viejo aceptó.
Cuando volví a agarrar otra vez su verga entre mis dedos, y la sentí tan caliente y palpitante, volví a quedar tremendamente impresionado, él también agarró la mía, pero a diferencia de mi mano que trataba de agarrar toda su gruesa y larga verga, el viejo solo uso dos de sus dedos para agarrar mi pequeño pedacito de carne.
Como la primera vez no hizo nada más que tocarme, para que me viniera inmediatamente, pero él a diferencia mía, por más que yo movía mi mano sobre su gruesa y larga verga no se venía, hasta que después de un rato lanzó hacía el frente un fuerte chorro de leche.
Yo me quedé bastante sorprendido con lo que había pasado, pero al terminar, él me dio las gracias, y justo antes de irse para mi casa, introdujo un billete en mi bolsillo, cosa que a mí no me molesto, es más me agradó mucho que lo hiciera.
En las siguientes ocasiones en que lo pasaba a visitar, sin perder tiempo lo comenzaba a masturbar, cosa que me comenzó a gustar mucho, no tan solo por el dinero que el viejo me regalaba, sino que para mí era bien placentero el mantener su verga entre mis manos.
Así continue hiendo a su tienda una y otra vez, hasta que un día, en que me quité los pantalones e interiores, mostrándole mis paradas nalgas, al tiempo que con mis manos acariciaba su gruesa y larga verga.
Por lo que, sin pensarlo dos veces, comenzó acariciar mis nalgas, además ya las fotos de las chicas no me llamaban tanto la atención, como el ver y sentir entre mis manos su erecta verga, aparte de eso, ya me había comenzado a preguntarme a mí mimo, si yo era marica, ya que en ocasiones cuando veía a una de esas chicas en las fotos me ponía a imaginarse que él era una de ellas.
Por lo que, en ese momento, calmadamente el viejo se bajó tanto los pantalones como sus interiores, luego se los quitó completamente, y en mi rostro vio, una gran sonrisa de satisfacción.
Tomó asiento en la cama, y suavemente comenzó a pasar sus dedos por sobre sus nalgas, lenta y suavemente, con toda su calma continúo acariciando mis paradas nalgas, hasta que, de la misma manera suave, y constante, continúo presionando sus dedos entre la unión de mis nalgas.
Lo que, en cierta forma, y manera me di cuenta de que me estaba agradando bastante, casi como un susurró me pidió que abriese un poco mis piernas, lo que cuando terminé de hacerlo, continué sintiendo la yema de sus dedos entre mis nalgas, hasta que llegó a donde debía llegar, a todo el centro del medio del hueco de mi apretado culito.
En ese instante di un pequeño respingo, cuando sus dedos me comenzaron a tocar más profundamente, a medida que él me penetraba con sus dedos, por mi parte comencé a masturbarme, y cuando sentí sus dedos acariciando y penetrando mi esfínter, sin poder controlarme finalmente me vine, en esos momentos se detuvo, le dio una suave nalgada y me dijo que nos veríamos al día siguiente.
Yo estaba tan deseoso de que él me volviera a acariciar mis nalgas, que al día siguiente después de que salí del instituto, me dirigí directamente a su negocio, como de costumbre, pasé a la tras tienda, y de inmediato me quité toda mi ropa.
Por no dejar mientras lo esperaba comencé a ojear unas nuevas revistas, en las que cuando se di cuenta, se trataba de chicos con tetas, algunos vestidos de mujer, pero a los que en su mayoría otro hombre se encontraba tras ellos empujándole la verga.
Esas imágenes capturaron toda mi atención, luego un corto tiempo después, le confesé al dueño de la tienda, mi deseo ser una de esas chicas, a las que le empujaban esas vergas, pero, en ese momento al él entrar a la tras tienda, dejé de ver las fotos, no quería que se diera cuenta que las estaba viendo.
Al pararse a mi lado, me puse de pie, y de momento me dieron ganas de darle un abrazo, y de inmediato, como yo ya me encontraba completamente desnudito el viejo comenzó a toquetear y acariciar suavemente todo mi culito, lo que a mí me agradó mucho.
El viejo tomó asiento en la cama, yo me coloqué de espaldas a él, abriendo ligeramente mis piernas, y mostrándole todo mi apretado culito, el cual él seguía acariciando, tal y como lo había estado haciendo el día anterior, solo que cuando comencé a masturbarme, de manera suave, y colocando una de sus manos sobre la mía impidió que continuase haciéndome yo mismo la paja.
Justo en ese instante al voltear a verlo, me di cuenta de que ya él tenía fuera del pantalón su erecta verga, y de inmediato supe lo que me esperaba, por lo que sin decir una palabra permanecí de espaldas a él, y con la misma suavidad que me había tratado me tomó por la cintura, y lentamente fue dirigiendo mis nalgas sobre su verga.
Antes de continuar, embadurnó mi culo con vaselina, tras lo cual continúo acercando más, y más, a mis nalgas, su dura verga, cuando sentí el calor y dureza de la cabeza de su glande, fue algo increíble, si me dolió, pero a medida que me comenzó a penetrar, ese insoportable dolor fue dando paso a una rica sensación, la que aumentó increíblemente al finalmente encontrarme totalmente empalado por él, y bien sujeto entre sus brazos.
Instintivamente comencé a mover mis nalgas, de un lado a otro a medida que el viejo sacaba, y metía por completo, toda su verga dentro de mi culo, era tanto el placer que yo sentía que insistentemente le pedía una, y otra vez que no parase de hacerme eso, lo que no dejó de hacer hasta que finalmente llenó todas mis tripas con su leche.
Cuando sacó finalmente su verga de mi culo, le dije que por unos instantes se apoderó de mí, la rara sensación de haber sido usado, pero de inmediato también le dije que también sentí que yo a mi manera también lo había usado a él, para darme el gustazo de que me comiera el culo.
En siguientes ocasiones que lo visité, una y otra vez volvimos a tener relaciones, y en una de esas ocasiones, apenas había terminado de desnudarse totalmente, me pidió que le mamase su verga.
Como de costumbre no lo pensé mucho, así que mientras él tomaba asiento en la pequeña cama, me agaché para acercar mi boca a su verga, pero además antes de que él colocase mis labios sobre su glande, derramó un poco de leche condensada sobre su colorada cabeza.
En ese momento, tomé su verga entre mis manos, y lentamente me dediqué a lamerla completamente, retirando con mi lengua los hilos de leche azucarada que corrían por su largo tallo, y apenas se lo limpié completamente comencé a mamármela, sentía la calentura, y humedad de su verga gustosamente, hasta donde ya no podía más.
Él colocó sus manos sobre su cabeza, y de esa manera fue guiando la sabrosa mamada que le estaba dando, hasta que finalmente toda mi boca se llenó con toda su leche la que en gran parte gustosamente me tragué.
En siguientes ocasiones, fui convenciendo poco a poco al dueño de la tienda, de que en ocasiones me comprara algunas prendas femeninas, hasta que un buen día terminé completamente vestida como toda una linda nena.
Ese día ni tan siquiera abrió la tienda, los dos nos quedamos encerrados, mientras que él me besaba intensamente, y acariciaba casi todo mi cuerpo, yo procuraba hablarle todo el tiempo como si fuera toda una chica.
A medida que me besaba ardientemente, yo le decía que no fuera malito y me lo metiera, hasta que finalmente lo volvimos hacer, subiéndome la pequeña falda a cuadros que, estaba usando en esos momentos y tras bajar mis pantis, me volvió a penetrar.
Bueno esa fue la manera, en que Julio, o mejor dicho Estela, como ella prefería que yo la llamara, desde bien joven, comenzó a disfrutar del sexo.

68 Lecturas/15 agosto, 2025/0 Comentarios/por Martehijodejupiter
Etiquetas: baño, culito, culo, joven, leche, mamada, mayor, sexo
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