Cumpliendo con el Amo y su esclavo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Bizioso28.
Contacté con aquel señor por Internet. Intercambiamos algunos mails especificando morbos y límites. Él iba a ser mi amo durante una sesión. Me dijo que yo era un perro y que iba a hacérmelo con él y con un esclavo de su perrera. Me dejó claro cuál era el nivel de castas. Él sería el amo. El otro perro sería el siguiente. Yo sería lo más inferior y me limitaría a dar placer cuando y como lo requirieran. Los límites, como siempre los especifiqué muy bien. Se remitían a que no hubiera sangre ni scat ni grabaciones. Algún detalle más. El señor me insistió en tener que cumplir con lo pactado a pesar de que no me gustaran ellos. Soy esclavo de vocación, no es posible que no me gusten.
La cita era en una casa suya apartada en un pueblo. Cumplí con las órdenes que me indicó por mail y aparqué el coche en la puerta de su casa, me desnudé allí fuera, dejé la ropa dentro con el coche abierto y llamé a la puerta, completamente desnudo pasando algo de frío, golpeándola, a cuatro patas, con mi mano derecha. Miento, en ese momento ya la consideraba pata derecha. Me había indicado que podría tardar en abrir para hacerme sufrir y así lo cumplió. Hacía cada vez más frío. Pasó un señor mayor con una bici a escasos cinco metros de mí. No me importó, los perros no acostumbramos a llevar ropa. Se quedó mirando mi polla tiesa pero no dijo nada. Sencillamente siguió su camino.
Por fin entré, andando a cuatro patas, a aquella especie de caserón. Me abrió un señor gordo de unos 55 años. Llevaba unos pantalones largos de cuero, solamente. Antes incluso de cerrar la puerta me ordenó que le chupara bien los pies, a conciencia. Así lo hice lo más eficientemente que me fue posible.
Me colocó un collar de perro y me bajó a un sótano muy oscuro. Solo se adivinaban, a duras penas, algunas siluetas. Había muebles. El suelo estaba muy frío. Aquel señor encendió una pequeña lámpara que dejaba ver todo con más claridad. Una habitación con unas mesas y unas sillas de madera. Una chimenea y poco más.
Se fue diciéndome que volvería con el otro esclavo. Y así lo hizo. Cuando vi a aquel esclavo del que yo estaba por debajo y del que debería obedecer lo que le apeteciera no di crédito. Se trataba de un pastor alemán. Sí, un perro, literalmente hablando.
En nuestras conversaciones desde Internet no había caído en ningún momento en que pudiera participar en esto alguien que no fuese persona. Me había comprometido a obedecer lo pactado y, aunque tuve serias dudas, finalmente, como esclavo de vocación que soy, decidí cumplir con lo hablado. Ni siquiera lo decidí, yo no tomo decisiones propias. Eran los deseos de aquel amo y punto.
El amo se río a carcajada diciéndome -¿Sorprendido? Él es mi perro y a quien hoy, junto a mí, estas obligado a complacer. Eres la casta más baja de este sótano y nos lo vas a hacer pasar bien.
Aquel animal parecía muy nervioso. El amo lo llevaba con una correa que ató a un saliente de metal de la chimenea de aquel sótano. Allí le hizo una serie de caricias en el ano y en la zona genital y el perro comenzó a excitarse como podía adivinarse por su pene rojo que salía de su escondite erecto.
El perro jadeaba nervioso muy excitado. Así se quedó atado, cuando el amo fue conmigo. Me masturbó un rato, también, y comenzó a jugar con mi ano. Estuvo un buen rato preparándome hasta que mi culo dilató bien con sus dedos dentro.
Me aplicó un lubricante que yo diría que era especial a tenor de lo que se excitaba el perro ante su olor. Me lo aplicó por las orejas y en el ano. El perro estaba notablemente excitado. Lo curioso es que aquello me estaba gustando a mí, al que nunca le había llamado la atención algo como la zoofilia, que me parece más bien aberrante.
Iba a desatar ya a ese perro que no hacía más que mirarme con la lengua fuera y el pene rojo a cien. Reconozco que sentí algo de miedo ante aquel animal suelto. El amo cubrió sus pezuñas con unas especies de fundas, supongo que para no ser arañado, y lo soltó.
No hay duda de que aquel lubricante era muy excitante para el perro. Vino directamente a mí. Me olió el culo y las orejas y procedió a chuparme esas mismas partes y a olérmelas. Y de nuevo las chupaba. Así durante un rato.
El amo me ordenó que chupara su polla ¿Cómo podría hacer yo eso? Bueno, yo no, es la voluntad del amo. Así lo hice ¿Cómo? Sencillamente haciéndolo. El animal movía su pelvis de adelante a atrás muy excitado. Había mocosidad presiminal que entraba a mi boca sin darme asco. El amo añadió más lubricante a mi ano, a mis orejas y también lo hizo en mi pene y mis testículos. El perro comenzó a chuparme el pene y los huevos, para seguir por el ano y las orejas y de nuevo el pene…
El amo me recordó que soy la casta más baja y que cuando el perro tuviera la voluntad de montarme tendría que facilitárselo bajando la cabeza hasta el suelo, poniendo mi culo en pompa a la altura conveniente facilitando la penetración incluso con mis manos si hiciera falta.
Finalmente el perro tuvo esa voluntad y se subió a mí mientras me chupaba las orejas jadeando fuertemente. Ese animal era de casta mayor que la mía. Mi amo así me lo había indicado así que fui lo más complaciente posible con aquel ser superior a mí. Quería que se sintiera bien y sintiera placer sexual a mi costa, como me estaba diciendo el amo todo el rato con toda la razón.
Me encontraba a cuatro patas, bajé la cabeza hasta el suelo obedeciendo a mi amo. Abrí las piernas lo suficiente como para que el culo quedara a la altura del pene del perro. El animal intentaba acertar en el agujero adecuado pero no había forma. Sin aviso previo, de repente se cambió de postura y fue directo a mi boca. Mi objetivo era cumplir su voluntad. Así lo hice dejando mi cabeza, como estaba, en el suelo mientras el animal me follaba por la boca de adelante atrás cada vez más violentamente. Notaba líquido de aquel animal en mi boca.
Con la misma rudeza que penetró mi boca, volvió hacia mi culo y tras chuparlo durante un par de minutos procedió otra vez al intento de penetración. Yo estaba a su entera disposición para lo que quisiese él y el amo
Me montó chupándome las orejas, algo que me resultaba sin duda muy excitante. No acertaba a penetrarme así que le agarré el pene con mi mano derecha y lo encarrilé a mi ano no sin cierto miedo por lo que podría hacerme la penetración de un pene animal.
Y lo noté. Dentro de mí. Follándome muy rápidamente. Jadeando en mis oídos mientras me chupaba las orejas. Desde aquel momento ya puedo afirmar haber sido follado por un perro.
No pude evitar seguir sus jadeos y gritar en distintas ocasiones. El amo comenzó a acariciarme la cabeza y me dijo que si me dolía demasiado se lo dijera. Acariciaba la cabeza también al pastor alemán. Se le veía orgulloso de esos dos perros que le estaban haciendo pasar tan buena experiencia. Abrió la bragueta de sus pantalones de cuero y sacó su polla totalmente mojada. Procedió a metérmela en la boca follándomela como había estado haciendo el perro minutos antes.
Así me hallaba yo. A cuatro patas, follado por la boca y por el culo. Solo se oían jadeos. En un momento determinado el perro se fue hacia un cuenco que había con agua y se puso a beber. El amo aprovechó para atarle de nuevo junto a la chimenea. El animal se echó visiblemente cansado. Entonces el señor vino hacia mí, se colocó un condón y me penetró mientras gritaba -¡Ha llegado mi turno! ¡Ahora será mi polla la que disfrute de tu ano!
Así lo hizo, violentamente, presionando con su mano izquierda mi cabeza contra el suelo y estirándome de los huevos y el pene con la derecha. A ratos masturbándome.
Cuando le tocó correrse se quitó el condón y lo hizo sobre mi cara. Me llevó ante el perro atado y me chupó la cara comiéndose un liquido que parecía gustarle de modo especial por lo que rebañaba. Luego el amo me masturbó fuertemente con el perro chupándome el capullo saboreando mi líquido y esperando con ansia la corrida final. Cuando llegó noté la lengua del animal con gran intensidad provocándome un fuerte orgasmo. No quedó nada de semen en mi pene como en mi cara.
El amo me permitió ducharme, sin haber dicho yo ni una sola palabra en ningún momento, como perro que soy, antes de salir desnudo de nuevo a la intemperie e irme en el coche. Camino a casa vuelvo a ser persona. Los perros son buenos amigos del hombre. Tengo que reconocer que siempre me he considerado un gran amigo de los perros.
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