Darwin El morro que vendía helados.

Cuando estudiaba la universidad vivía en un área de migrantes y con el tiempo un chavito comerciante empezó a hablar conmigo y no hubo vuelta atrás. .

No he hablado mucho de mí ya que prefiero el anonimato, les platico poco, soy de baja estatura 1.60 m. 70 kg de peso, ojos verdes. Güero de rancho, chapeado, castaño claro. Algunas pecas en mi cara y complexión media, a veces tengo pancita, a veces no, jaja. Vivo en México. Todos estos relatos son reales.

Cuando estudiaba la universidad viví en una zona donde la mayoría de los que rentaban departamentos compartidos o casas éramos ó estudiantes ó comerciantes que vendían a la comunidad en general.

La casa que yo rentaba era compartida, pero cada habitación tenía su propio baño y una sala con un sillón para dos personas, bastantes comodidades; como un mini departamento.

La habitación tiene una ventana que da hacia el callejón de atrás, en ese callejón viven muchos migrantes de centro y sur América, pero en particular hay una familia de Nicaragua que se dedican a vender helados artesanales o como dicen en el norte Nieve de garrafa. Eran 3 hermanos como de 10, 12 y 14 años respectivamente, el  mayor y el menor vendían por las mañanas con un carrito de push. Mientras que el hermano mediano salía a vender por las tardes. Siempre pasaba tocando la campana y como siempre el papá hace muy ricos los helados no pierdo oportunidad de comprarle para morbosear al morro de en medio, Darwin se llama. Cuando le hablaba para comprarle siempre notaba como me veía con mucha insistencia, y mientras se estiraba para llegar hasta abajo del carrito para alcanzar el helado, le veía las nalgas redonditas y me las saboreaba. Eso pasó muchas veces pero en una ocasión él mismo se incomodó con mi mirada puerca.

Dejé de comprarle como un mes y como tenía trabajo temporal  nuevo casi no lo veía. Hasta que un día mientras hacía mi tarea y afuera llovía, escuché que Darwin estaba tocando la puerta de su casa mientras trataba de no mojarse. Le grité y le dije que entrara a mi casa.

Entro muy tímido, le dispuse un cambio de ropa para que se quitara la ropa mojada, le enseñé donde estaba el baño y la acción del chavito me sorprendió y ahora el incómodo fui yo, se quito la ropa frente a mí y solo dejo puesta su trusa blanca. Yo tenía que salirme a la escuela en ese momento y le comenté que se podía quedar ahí hasta que llegara su familia. Muy respetuoso me dijo que ahí esperaría a su familia.

Cuando volvi a casa me encontré la ropa que le había prestado bien doblada y acomodada en la orilla de mi cama. Me emocioné al ver la ropa y corrí a olerla, la restregué por toda mi cara, cuando sentí un papelito entre la ropa, lo saqué y decía: “te regalo mis calzones blancos, por qué vi que te gustaron mucho”. No ma-mes. Sin saber me olí sus calzones, que olor tan rico tenían, pero lo que más morbo me dió fue imaginarlo sin ropa y tocarlo. En ese momento pensé muchas cosas. Que cabron el morro, se fue sin calzones por seguirme el juego. Obviamente él sabía que me gustaba mucho.

Pocas semanas pasaron y Darwin empezó a acercarse a mí poco a poco. Muy reservado pero ambos sabíamos lo que pasaría en un futuro cercano. El aprovechaba que sus hermanos no estaban en las tardes y cuando llovía y no podía salir a vender helados se la pasaba conmigo en mi habitación. La primera vez que hablamos de su trusa blanca, se sonrojó mucho y me dijo que había sido un atrevimiento muy fuerte de su parte, pero en el fondo él sabía que lo miraba con deseo y lo podía sentir.

Le dije que no pasaba nada mientras fuera algo que solo él y yo supiéramos.

Más tarde que temprano los papás empezaron a cuestionar donde se la pasa y uso de pretexto que yo le ayudaba a hacer sus tareas y como me conocían los vecinos bastante bien no  hubo problema.

De alguna forma muy natural Darwin empezó a tener contacto físico conmigo pero muy limitado. Le daba pena y vergüenza. Empecé por darle besitos en los cachetes. Después fueron besos más elaborados en sus lindos labios, lo enseñé a besar y muy rápido aprendió. Ente el tacto y los juegos hubo excitación en ambos y al vernos con la erección sobre el pantalón el se puso rojo y yo solo lo llene de besos y me atreví a tocar su pene por encima de la ropa. Le dije que quería sentirlo al natural y accedió a  desbotonar su pantalón,  me dijo que desde que llegó a vivir ahí había notado mi mirada y me confesó estar atraído por mi, pero más de calentura que de otra cosa. de inmediato saltó hacia afuera su pene ya muy duro. Lo tenía de unos 13 cm. No estaba circuncidado y lo tenía delgado pero muy bonito, su color de piel era más clara en todo el cuerpo, su pene era más moreno. Lo estuve tocando un rato sin ser la clásica masturbada. Le expliqué que no haríamos nada que él no quisiera y que iríamos a la velocidad que él dijera.

Le fui enseñando donde se siente rico que te toquen y lo fui llevando, él también me tocó mi pene por encima de la ropa y cuando menos sentí ya estaba metiendo una mano a mi pantalón por delante y la otra por detrás, le encantó tocarme las nalgas. Le quité toda la ropa y él a mi. Ahí me confesó que había tenido relaciones sexuales con uno de sus primos de su edad y con su hermano de 14. Me dijo que con ellos no le había gustado tanto el sexo, por qué conmigo sentía muchas cosas más ricas. Decía que su hermano lo lastimaba siempre que tenían sexo. El ya sabía lo que quería y me tenía totalmente para él.

Yo estaba soltero y dedicaba todo mi tiempo a trabajar y estudiar, era un alivio tener a alguien aunque fuera en secreto.

Esa emoción de hacer tiempo para verlo y aprovecharnos mutuamente. La mayoría del tiempo quería ser activo, pero cuando le tocó ser pasivo se volvió loco, le encantó y siempre intercambiábamos para estar satisfechos ambos de todo.

En cuestiones de meses su pene se hizo grueso, muy rico. Y dejó de tener sexo con su primo y su hermano, se reservó para mi, pero igualmente lo convencí de que se buscara a un niño de su edad y jugara a tener un novio, y funcionó por que a veces lo traía para que hiciéramos threesome. El novio de Darwin, Joseph encantado de estar con nosotros, él tenía 15 años, y era súper caliente, él era delgado, blanco, de ojos claros. Muy guapo, versátil y atrevido.

Estuve con Darwin por tres años. La edad lo agració mucho y la vida sexual activa lo hacía ver radiante. Tenía muchos pretendientes pero después de terminar con Joseph, ya no quiso más novios. Solo estuvo conmigo. Sus papás sopechaba que algo pasaba y un día le preguntaron y les dijo que éramos novios en secreto y que no les había dicho nada por qué no aprobaban la homosexualidad. Para su sorpresa los padres reaccionaron de manera positiva pero como yo tenía 24 años les preocupaba que lo lastimara, lo que ellos no sabían era todo lo que ya habíamos vivido juntos. Con el tiempo me aceptaron pero nos pidieron ser muy discretos por nuestra diferencia de edad.

Pasábamos horas encerrados en mi habitación, sintiendo nuestros cuerpos y estallando de excitación. Sin interrupciones ni sorpresas. Acoplábamos todo lo que hacíamos para encajar a la perfección, si yo tenía una hora libre en la universidad iba a casa. No caminaba más que 3 minutos. Y me hacía algún lonche para comer, o de plano me esperaba desnudo en el sofá

O la cama. Y así como empezó, inocente, lindo, tierno, un día se, 15 años después, somos los mejores amigos.

Si me califican chida subo más relatos, tengo muchos.

Vayan a leer mi primer relato se llama “Mi fuckboy de 12”