Déjame ser yo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por wastedLalo.
Aunque Gamaliel hubiese sabido del carácter frívolo, caprichoso, voluble, inestable y cruel de la joven Melissa no hubiese influido para nada en su decisión de declararle su amor y pedirla en matrimonio porque la belleza de la joven sureña era tal, así como su embriagadora simpatía, su dulzura y su coquetería sinuosa que se le había metido en la sangre como un virus contra el que no existe antídoto.
Gamaliel o Gama como lo llamaban algunos, tenia 14 años, era el hijo varón de una notable y adinerada familia de Narcos de la zona de Carolina .
Estudiaba en la UPR, sin grandes logros académicos.
Era un buen chico, educado Melissa era la típica muchacha sureña, hija de ricos hacendados y propietarios de más de cuatrocientos esclavos, dueños de una plantación de más de doscientas hectáreas en Carolina
Melissa, un bombón de carne y hueso de dieciocho primaveras, rostro angelical, cuerpo desarrollado, busto firme y redondeado, del tamaño preciso, cabellera larga y ondulada de color caboa, y piel trigueña , estudiaba en la misma UPR en un college para señoritas porque a pesar del odio y desprecio que sentían sus padres
?Así que no hay esclavos en carolina , papá? – preguntó Melissa el día que iba a abandonar su lujoso hogar, dos años antes,
Hesed cabeceó resignado.
Cómo puede ser tan tonta, dios mío, se dijo antes de dedicarle a su hija una tierna sonrisa y acariciarle la mejilla.
—Ya te expliqué que se ha abolido la esclavitud.
Es por eso, dulce princesita, que no podrás llevarte a tu esclava – ante la cara de decepción de su hija, Camila, la esposa de Hesed y madre de Melissa, intervino –: pero no sufras amor mío, en la residencia para señoritas en la que vivirás tendrás una criada para ti.
No será lo mismo que tener a tu Hattie pero al menos estarás servida.
Melissa pareció desmoronarse.
Se sentó en el sofá junto a su madre que la acogió con ternura mientras hacía señas a una esclava para que se acercara.
voló con el corazón en un puño como siempre les sucedía a los esclavos cuando uno de los amos los llamaba.
?¡Abanica a la señorita Melissa , idiota…! que no ves que ha sufrido un vaído?
—Sí señora ama, ahora mismo señora ama.
En la linda cabecita de la joven Melissa no cabía que hubiera gente que no tuvieran esclavos ¿Cómo se lo hacían para vivir sin esclavos?, Y cómo haría ella sin su Hattie.
Dieciséis años dependiendo prácticamente de su esclava como para pasarse de repente largos períodos durante dos o tres años sin su servil asistencia.
—Has de ser fuerte, hijita, pero verás como hay vida sin Hattie.
Como te he dicho ya hemos contratado una criada que te servirá en tu estancia en carolina
?¡Oh, mami, pero eso no será lo mismo! – lloriqueó Melissa – a Hattie no tengo siquiera que ordenarle nada, ella ya sabe lo que deseo casi siempre en todo momento.
Y claro, a esa criada que me vais a poner no la podré pegar, ni siquiera castigar… cómo haré para que me obedezca?
—Claro que te obedecerá.
Es una criada, es su trabajo.
Para eso cobra, poco, pero cobra.
Y siempre puedes castigarla moderadamente, a los patronos, No será lo mismo que aquí, eso es evidente, pero seguro que estarás bien asistida.
Además, entre las clases y las más que seguras relaciones de amistad con los chicos y chicas que estudien en tu universidad seguro que pasas poco tiempo en la residencia.
Vamos hijita, valor, sé fuerte.
Sólo será un par de años, tres a lo sumo, y también pasarás en casa tus vacaciones, que son bastantes por cierto, y después volverás aquí a tu hogar.
El discurso de su madre tuvo la virtud de sosegar un poco a Melissa antes de su marcha.
En los dos años lejos de casa había conocido multitud de muchachos, estudiantes en diferentes colegios mayores o «majors» de la universidad de carolina y había disfrutado muchísimo siendo una de las más cotizadas piezas femeninas de esos señoritos hijos de buenas familias traficantes .
.
En el tercer y último año de sus estudios Melissa había conocido a Gamaliel.
Sabía que llevaba al muchacho de cabeza tras sus andares y eso la hacía mostrarse más coqueta que con los demás.
Por otra parte Gama era un chico apuesto, educado, de buena familia
Después de salir con él, y con otros amigos y amigas, un par o tres de domingos en los que fueron juntos a fiestas y a otro tipo de reuniones banales Gamaliel se decidió a cortejar decididamente a la altiva belleza sureña.
Cada día, al terminar las clases corría como un loco para llegar a tiempo de ver salir de clase a la que él quería que en un próximo futuro fuese su esposa.
?Señorita Melissa, buenas tardes, me permite que la acompañe hasta su residencia? – le decía Gama haciendo dar vueltas a su sombrero entre sus manos y enrojeciendo por la tensión y la angustia de que la hermosa belleza sureña decidiera desestimar su petición, o lo que era peor aún, que decidiera ignorarle.
Eso fue lo que ocurrió durante los diez primeros días: Melissa lo miraba de arriba a bajo con aire de extremada superioridad y le negaba la autorización que le suplicaba.
Gamaliel marchaba con la cola entre las piernas.
Incluso uno de los días fue a verla llevando un ramo de flores pero la respuesta de la altiva Melissa fue la misma: no, pero un no coqueto, un no que escondía un tal vez, o un quizá, o lo más interesante, un futuro sí.
Gama se vio impulsado a mantener su estrategia porque si la hermosa beldad sureña no quisiera seguir el juego a buen seguro que se lo haría saber de manera clara y lo cierto es que sus negativas eran un «sigue intentándolo muchacho, vas por el buen camino».
Melissa se decía que si aquel apuesto muchacho realmente estaba interesado por ella insistiría.
Si después de un «no» o de unos primeros «no» por respuesta abandonaba querría decir que sus convicciones no eran demasiado firmes.
Por otro lado a Melissa le gustaba aquel apuesto aunque tímido muchacho en el que inicialmente no había reparado porque por su apocado carácter destacaba más bien poco en las fiestas y reuniones en las que habían coincidido.
Viendo que el muchacho insistía cada tarde en venir a pedirle su permiso para acompañarla a su residencia, Melissa comenzó a sentirse halagada e interesada en aquel joven, hasta el extremo que retrasaba su salida de las clases hasta que lo veía aparecer sofocado de tanto correr y quedarse dando vueltas en la cera de enfrente, angustiado por si el objeto de sus sueños ya se había marchado.
Entonces Melissa bajaba la larga escalinata del que daba al jardín del campus con aire altivo, mirando al frente pero sin dejar de controlar los movimientos del joven por el rabillo del ojo.
Melissa escondía una sonrisa de satisfacción cuando veía que el apocado pero guapo muchacho avanzaba hacia ella con la angustia reflejada en su rostro dispuesto de nuevo a pedirle permiso para acompañarla.
Cuando Gamaliel se hallaba al borde de la desesperación, al cabo de un mes de intentarlo, Melissa accedió.
En un principio la relación se limitó a que él la acompañara, a su lado, sin dirigirse una sola palabra.
Después Melissa le dedicó una sonrisa en el momento de despedirse lo que produjo en Sam el efecto de una victoria extraordinaria.
Con el recuerdo de esa deliciosa sonrisa y de alguna palabra que Melissa iba añadiendo a medida que pasaban los días, Gama se marchaba cada día a la cama con el corazón henchido de felicidad y cada día veía más cerca el momento en que podría decirle cuánto la amaba.
Y ese día llegó.
No fue fruto de un día sino la consecuencia de la suma de un día tras otro en que cada vez Samuel fue ganando confianza en sí mismo, porque Melissa se lo permitía pues todo hay que decirlo, pero al final Gamaliel logró expresar sus sentimientos con todas sus letras: amaba a Melissa con toda la fuerza de su ser.
Se lo dijo después de reunir valor suficiente, con una buena dosis de brandy, al amparo de las primeras flores que la recien estrenada primavera había traído a los elegantes jardines que rodeaban la residencia para señoritas donde se alojaba Melissa y donde, desde hacía ya una semana, demoraban su despedida con torpes frases él y con risitas coquetas ella.
Melissa se alegró de que por fin el tímido muchacho diera el paso y ella le obsequió de la mejor manera posible: con un beso largo, intenso, lleno de pasión y ternura a la vez.
A partir de ese día Gama la acompañó cada día.
Iba a su lado, le llevaba galantemente los libros y hasta se permitía cogerla de la mano disimuladamente.
Se besaban al despedirse y comenzaron a besarse al encontrarse.
Melissa fue abriendo poco a poco su corazón a aquel muchacho tierno y tímido que le profesaba verdadera devoción.
Melissa se sorprendió al comprobar que si algún día Gamaliel no podía ir a buscarla sentía un enorme vacío en su corazón y una fuerte presión en su pecho que la entristecía.
Cuando volvía a verlo su corazón se hinchaba de emoción y alegría y no quería separarse de él.
Melissa se dio cuenta de que estaba perdidamente enamorada del bueno de Gama
El último curso llegó a su fin.
Melissa iba a emprender el regreso a su casa, a la plantación «Los Tilos».
Ya tenía ganas, era cierto, pero pensar en tener que separarse de Gama, tal vez para siempre, le llenó el corazón de congoja.
Entonces Gamaliel le propuso que le acompañara a su casa, así la podría presentar a su familia.
Melissa aceptó.
Su intuición le dijo que aquel viaje imprevisto podía tener resultados imprevistos.
Hasta el momento no habían hablado de prometerse y esa cuestión tenía a Melissa al borde de la desesperación.
Confió que en ese viaje tuviera lugar su máximo deseo.
Gama pasó a recoger a Melissa con un lujoso carro a la puerta de la residencia para señoritas en la que vivía la joven Melissa dio una orden seca a la jovencita que la servía desde que llegó a carolina y ésta se dispuso a guardar el maletín de viaje de su ama en la parte trasera del landó.
—Hola señorita Melissa … está usted preciosa, radiante – le dijo el joven Gamaliel tratándola de usted como hacía siempre que se ponía solemne, bajando de un ágil salto del coche y depositando un fervoroso beso en la mano que coquetamente le tendía la beldad sureña.
Hasta aquel momento la relación entre Melissa y Gama se había basado en declaraciones de amor eterno, en contemplar la belleza de las flores o en quedarse mirando a los ojos largo rato sin hablar.
Melissa conocía todo de Gamaliel y de su familia pues había investigado por su cuenta pero éste desconocía todo de la muchacha de la que estaba perdidamente enamorado, lo único que sabía de ella era que procedía de Bayamón,
Éste era el único punto que le producía cierta zozobra.
Sus padres eran fervientes Narcos .
Gama desconocía que los padres de Melissa, Melly como él la llamaba en un signo inequívoco de confianza, eran potentados terratenientes propietarios de cientos de esclavos.
No lo sabía pero temía que así fuera, más por sus padres que por él mismo.
Sentado en el carro junto a la más hermosa entre las hermosas Gamaliel se tocaba disimuladamente el pequeño bolsillo interior de su chaqueta de cuero .
En él llevaba una carísima alianza de petición de mano y esperaba que todo fuese bien tras el breve viaje para que aquel brillante engarzado en un anillo de oro luciera en un dedo de la maravillosa mano de su amada Melissa.
Pero Gama no tenía claro que el final de aquel viaje se saldara con el objeto de su deseo conquistado.
Habían parado para comer en un autoservicio para continuar camino sin detenerse en exceso.
Melissa se había percatado del nerviosismo que parecía afectar al joven Gamaliel .
Ajena a los encontrados sentimientos y sospechas que agitaban al guapo
—Qué te ocurre Gama? Pareces nervioso.
Temes que no les guste a tus padres? – le preguntó Melissa con su habitual dulzura no exenta de un punto de coquetería.
?¡Oh, no, no es eso… es imposible que no le gustes a alguien! ¡Quien quiera que se diga amante de la belleza por fuerza tiene que enamorarse de ti, amor mío! –Gama carraspeó y se frotó las manos
Melissa lo miró con cara de sorpresa.
Incluso esa cara que reflejaba estupor consistía para Gamaliel un ejemplo de belleza inmortal.
Era una diosa, era su Diosa.
Volvió a carraspear.
—Melissa, tienes esclavos allá en bayamon? – le preguntó de sopetón enrojeciendo nada más terminar la frase.
Melissa esbozó una sonrisa.
Sus ojos parecieron sentir lástima de la angustia por la que estaba pasando Sam.
Le acarició la mejilla con su mano blanca, de dedos largos y bien formados.
?Claro mi amor, Papá posee una plantación con unos…, no estoy segura pero calculo que entre braceros y domésticos, machos y hembras, crías, niños y adultos debemos tener unos cuatrocientos.
El rostro de Gama reflejó la desolación que sentía en aquellos momentos.
¡Cuatrocientos esclavos! Madre mía, pensó, si me hubiera dicho dos o tres… ¡pero cuatrocientos!
—Verás, amor mío… mis padres son Narcos… – y bajando la voz y la mirada añadió en voz más baja –: y yo también.
Melissa seguía mirándolo con la misma sonrisa que había dibujado cuando Gama había comenzado a preguntar lleno de zozobra.
Amplió aún más la sonrisa, mostrando una perfecta hilera de dientes blancos rodeados por sus rojos y sensuales labios y se encogió de hombros ladeando graciosamente la cabeza, como queriendo decir, y qué?
El carro seguía su paso por los caminos rodeados de la exhuberante explosión de la naturaleza que ofrecía la primavera.
El cochero, un hombre estirado, de unos cincuenta años, se sonreía por lo bajo.
Se divertía escuchando la conversación de los dos tortolitos.
? Explícate – le dijo Melissa que vio la oportunidad de presionar a Gamaliel y de hacerle decir ahora y aquí lo que ella quería oír, máxime si iba a enfrentarse a un tribunal constituído por los padres y la hermana de Gama , si es que el mismísimo Gama no formaba parte también de ese tribunal.
—Esto… no sé cómo decirlo… yo… yo… es que… – Gama estaba cada vez más nervioso y desconcertado.
Había hecho una pregunta que lo atormentaba desde hacía días y ahora resultaba que no solo no parecía afectada en lo más mínimo sino que era ella la que lo ponía a él en una situación de la que no sabía como salir.
?¡Gamaliel viruet! – la voz de Melissa sonó un poco aguda, es más, a decir verdad bastante aguda.
Era el mismo tono de voz que utilizaba cuando se enfadaba con alguna esclava.
Ese tono de voz que hacía que la esclava a la que se dirigía pudiera acabar orinándose encima de pura angustia y de puro miedo – ¿Puedes decirme cuales son tus intenciones? ¡Te ruego que seas sincero conmigo! ¡Soy una mujer, y por tanto débil ante un ataque frontal contra mi corazón, contra mis sentimientos! ¡No voy a permitir que nadie se burle de mí ni que juegue con mi pobre corazón! ¡Si mis padres, o yo, o mi familia, o mi posición son un inconveniente para ti quiero saberlo ahora!
Melissa terminó su pequeña escena medio improvisada tapándose la cara con ambas manos y emitiendo un sollozo que colocó a Gama al borde del infarto.
Pero qué había hecho él? De repente vio que la perdía.
No.
Eso no.
No sabía aún cómo iba a resultar pero le daba igual.
Por ella sería capaz de todo,
—Toma Melissa Mundo Mata … aquí están mis intenciones.
Te aseguro que son de la mejor calidad – le dijo alargándole el paquetito primorosamente envuelto.
Los ojitos de Melissa pasaron de las lágrimas a la vida.
La sonrisa más grande se formó en sus pupilas al reconocer el
?¡Oh, Gama Gama …! qué es?
—Ábrelo mi amor… dentro están mis intenciones.
Melissa no tuvo paciencia para desenvolver el cuidado y perfectamente presentado envoltorio,
?¡Ooooohhhhhh! – a Melissa le salió un gritito de alegría, emoción y placer a la vez cuando, tras tirar por la borda el papel de plata del envoltorio, abrió la cajita y sus ojos destellaron al reflejo del diamante y el oro puro del anillo – ¡Oooohhh, Gama , Gama , no me lo puedo creer… dime qué significa, no quiero creer algo que luego resulte no ser cierto… por favor, dime, dime…
—Melissa Mundo , quiere usted casarse conmigo, Gamaliel viruet , su esclavo más fiel y devoto?
Melissa abrió la boca de par en par y su respuesta fue echarse al cuello de Gama y besarlo en la boca, besarlo largamente, felizmente.
***
Bryant estaba en un rincón de la enorme alcoba de la señorita Nitza .
La joven, de dieciséis años, estaba medio desnuda sobre su amplia cama adoselada.
Tan sólo cubría su cuerpo con una cortísima falda.
Sus pechos eran redondos y de un tamaño adecuado, con los pezones sonrosados, unos pezones más bien pequeños.
El cabello largo, café ceniza, le caía sobre los hombros, delicados pero firmes y fuertes y contrastaba con su piel ligerísimamente blanca
La joven repetía como cada día el ritual delante de Bryant uno de sus esclavos, el último regalo de su padre, Hesed Como casi cada día se dejaba admirar furtivamente por el pobre Bryant
Lo hace expresamente, seguro, me tiene aquí para mortificarme enseñándome su maravilloso cuerpo.
Bryant rezaba, mientras lanzaba furtivas miradas a las piernas y los pechos de su ama, para que bajo su calzón de algodón raído no se notara el evidente endurecimiento de su miembro.
Una manifestación lasciva como aquella podía acarrearle un castigo doloroso en extremo.
— Bryant , bonito, ya puedes sacarme las botas – le ordenó Nitza con esa calidez en la voz que aún enervaba todavía más al pobre esclavo.
Bryant se acercó a un lado de la alta cama y se arrodilló.
Nitza estiró una pierna y le acercó la lustrosa bota a la cara.
Bryant , con dedos trémulos, procedió a descalzarla mediante movimientos sinuosos de la bota, talón y punta, hacia arriba y hacia abajo con suavidad, hasta que logró desencajar la bota del pie para luego hacer deslizar la larga pernera.
?Bien limpias, Bryant déjame las botas bien limpias, las quiero relucientes, ya sabes lo que tienes que hacer.
Me sabría muy mal tener que castigarte si no quedo satisfecha de su brillo – le dijo con su voz dulce, estirada de lado en la cama, la cabecita rubia apoyada en su brazo doblado por el codo mientras alargaba una pierna y rozaba los labios sensuales de Bryant con los dedos de su pie.
Bryant salió de la habitación de la señorita nitza llevándose sus altas botas para lustrarlas.
Entró al cuartito anexo a la cocina y se encerró en él para que no entrara nadie .
Dejó las botas sobre la mesa, de pie, se bajó el calzón, dejó salir su erecto y poderoso pene, se inclinó lo justo para meter la nariz en la abertura de las botas y mientras olía su interior se masturbó.
No tardó ni un minuto en vomitar una espesa catarata de blanquecino semen que se desparramó por encima de las altas botas de montar de su joven ama.
Bryant jadeó.
Se apoyó con las manos sobre la mesa en la que las botas se erigían altivas y esperó a que su respiración se acompasara.
Después se sentó, tomó betún y lo desparramó sobre el carísimo cuero de aquellas impresionantes botas, que representaban el poder de su dueña, y comenzó a frotarlas con un paño, mezclando el betún con el semen hasta que poco a poco se fue formando una crema untuosa que diseminó lenta y concienzudamente .
Él, Bryant Mundo , por ser hijo del amo, por haber nacido de piel tan blanca, por haber heredado el cabello rojo del amo y los penetrantes ojos azules de su madre, por ser un especimen distinto a los esclavos comunes, por tratarse de una rareza
Bryant llamó con suavidad a la puerta de la habitación de su idolatrada ama.
Llevaba en las manos sus botas recién lustradas con betún y su propio semen.
Cuando entró una vez recibida autorización de aquella, se arrodilló junto a la silla en la que se hallaba sentada, frente al tocador.
Nitza se ladeó ligeramente en su silla e hizo una indicación con la mano a Bryant que estaba arrodillado ya a su lado y que éste supo interpretar.
Bryant levantó los brazos para enseñarle las botas.
Nitza las examinó atentamente.
Después inclinó la cabeza y olió el cuero de sus botas.
Una sonrisa la hizo aún más bella.
—Me gusta que me limpies las botas con tu semen, Bryant –
?Gracias señorita ama, gracias.
—Metes la cabeza dentro de las botas como te digo que hagas? – le preguntó nitza con una mezcla de candidez y de picardía a partes iguales.
?Sí señorita seguro que sí nitza le acarició el curioso cabello de color rojizo heredado de su padre, suave y sedoso que caracterizaba a Bryant
—Muy bien Bryant , eres obediente –
Nitza se sintió satisfecha mientras veía a su esclavo Bryant arrodillado a sus pies y metiéndose en la boca sus hermosos deditos para sorberlos con devoción.
?Ahora vete, lárgate.
Vete a la cuadra y lava mi carro Después vienes a servir la mesa y hoy, como has sido bueno, te dejaré que vayas a dormir con tu madre.
—Gracias señorita
Bryant volvió a besar los pies de su dueña para manifestarle el agradecimiento que sentía.
Se fue con una nueva erección entre las piernas que intentó disimular.
Estaba enamorado, perdidamente enamorado de su joven y caprichosa ama, prácticamente desde que la vio por primera vez cuando a los cuatro años tuvo que empezar a servir en la Casa Grande.
Los viruet recibieron a su hijo y a Melissa con alegría.
A pesar de la distancia su hijo no prodigaba en exceso sus visitas ya que el viaje no dejaba de ser largo y duro, unas seis o siete horas
La señora viruet y la hermana de Gamaliel , una bonita joven de diecisiete años, se ocuparon de acoger a la joven sureña que se mostró más encantadora que de costumbre, lo que no era poco.
La llevaron a la habitación de huéspedes y la ayudaron a instalarse.
Margarita, la madre de Gama y rebeca , la hermana de éste, se mostraron muy afectivas con la joven que se sintió muy a gusto entre ellas
?¡Purita! – llamó la señora viruet – acércate niña, no tengas miedo – le ordenó con suavidad a una muchacha– ésta es Purita,
El rostro de Melissa se descompuso por varias razones.
La primera era que no soportaba y la irritaba profundamente el simple hecho de pensar en los esclavos que se fugaban.
El goteo de fugas que se producían en las plantaciones rumbo hacia el Norte era un tema que a cualquier sureño propietario de esclavos lo enfurecía con su sola mención.
La segunda era que aquella esclava no le resultaba desconocida, estaba segura de haberla visto anteriormente.
A pesar del odio que sentía en sus tripas, Melissa se comportó como si no le afectara nada.
Rebeca escrutó divertida las posibles reacciones de la amiga de su hermano ante el hecho de enfrentarla con una antigua esclava.
Tanto rebeca como su madre albergaban pocas dudas respecto a que Melissa fuese propietaria de esclavos, y si no ella sí sus padres.
Melissa tuvo que poner de su parte toda su capacidad de aguante y de adaptación a las circunstancias adversas.
¡Pero qué se han creído este par de monjas mal folladas, esto es una humillación.
—Gracias señora viruet
Rebeca y su madre encajaron la respuesta con una sonrisa de suficiencia y abandonaron la habitación.
—Ahora te dejamos para que te des un baño y que te vistas para la cena.
Cuando estés lista te esperamos en el salón – le dijo margarita viruet
Ninguna de las dos viruet se había fijado en el rostro de Purita al ver a Melissa.
La señora y la señorita sólo habían estado pendientes de la reacción de la beldad sureña y habían ignorado los sentimientos de la antigua esclava.
La pobrecilla estaba descompuesta.
Le temblaba el cuerpo entero.
Recordaba perfectamente a la muchacha a la que tendría que servir durante aquel fin de semana.
No había duda, se trataba de la hija mayor de la plantación mundo .
Melissa se quedó a solas con la antigua esclava en la habitación.
Purita temblaba.
Volver a estar frente a una ama blanca suponía para la negra un auténtico suplicio.
Temía que todo aquello fuese una encerrona
?¡No te quedes de pie como una estúpida! ¡Descálzame y prepárame el baño! – le ordenó en tono seco a la sirvienta
—Sí señorita – respondió a punto de derrumbarse.
La criada se arrodilló a los pies de Melissa que se había sentado en el borde de su cama y le sacó los zapatos.
Purita se ruborizó al ver los hermosos pies de la señorita Melissa que en otras ocasiones había tenido que besar pero se levantó y se dirigió al baño para llenar la tina con los cubos de agua que previamente había preparado y subido a la habitación.
Purita salió del cuarto de baño cuando hubo preparado la tina y ayudó a Melissa Anne a desnudarse.
La joven, desnuda, se encaminó al cuartito anexo.
Probó el agua con un pie y luego se metió por entero en la bañera.
Se sentó dejando que el agua tibia cubriera la mitad de su cuerpo y se recogió el pelo en un moño tras la nuca hecho con gran facilidad y habilidad.
?A qué esperas? ¡Enjabóname! – le ordenó con sequedad.
—Sí señorita
Purita se arrodilló junto a la tina de bronce.
Melissa había sacado los brazos y los apoyaba en los lados.
La criada comenzó a enjabonar el cuello, la espalda, los pechos y el vientre de la joven.
El silencio era denso y tenso.
Melissa levantó las piernas y apoyó los pies en el otro extremo de la tina de bronce, en su parte superior.
Purita comenzó a enjabonar las tersas piernas.
Se desplazó al otro extremo para enjabonarle los pies.
Purita sintió un temblor en todo su cuerpo.
Sus raíces esclavas la llevaban a comportarse como debía hacerlo una esclava.
Ahora debería besar las plantas de los pies del ama pero su razón le decía que no tenía por qué hacerlo.
Melissa la observaba en silencio.
Desconocía que hacía seis meses que Purita se había fugado, y lo que era peor, que su fuga se había coronado con éxito.
La furia le invadió el pecho.
Una fugitiva, y ella no podía hacer nada para devolverla a su legítima dueña.
Cómo odiaba a los negros que se escapaban y más aún a los que los ayudaban en sus propósitos.
De buena gana azotaría allí mismo aquel rostro negro que temblaba mientras le enjabonaba los pies.
Entonces Melissa le hizo una pregunta.
?Cuanto hace que te fugaste?
—Seis meses, señorita
?Quien te ayudó? Fueron gente de la propia plantación? Fueron esos malditos Narcos ?
Purita no contestó, obviamente, a esas preguntas.
No iba a poner en peligro a las personas que la habían ayudado.
Melissa se levantó y salió de la bañera.
Purita la rodeó con una toalla y la secó.
Melissa fue a la habitación y se dejó caer en la cama.
—¡Sécame los pies! – le ordenó y luego añadió en un tono pretendidamente amigable destinado a confundir a la antigua esclava – Tenías una hijita, no es cierto? Te la llevaste contigo en tu fuga?
Purita sintió una fuerte opresión en el pecho.
Todo había salido bien, todo menos una cosa: había tenido que dejar a su pequeña en la plantación.
Los que habían organizado su fuga le habían dicho que la niña, de un año de edad, no soportaría las vicisitudes de la fuga, pero que no se preocupara, en el Norte trabajaría, ganaría dinero y en poco tiempo podría hacer que compraran a su pequeña por mediación de apoderados que ocultarían la verdadera identidad del comprador, por lo que si la suma era tentadora seguro que no se negarían sus antiguos amos a vender a la pequeña Sily.
?No señorita , no pude llevármela.
, pero tengo ya un dinero ahorrado y compraré su libertad tan pronto tenga el que preciso – respondió Purita excitada.
Hablar con aquella joven de su pequeña la hizo enfurecer.
Al instante se dio cuenta de que había hablado demasiado.
Lo supo por la carcajada cruel que oyó a la señorita Melissa.
—Ingénua… crees que Valerie o Carolinne venderán jamás a tu hija? Estás loca si lo piensas.
Purita sintió un desgarro en su corazón.
Se ofuscó y siguió hablando más de la cuenta.
Sus palabras las dictaba la desesperación y la angustia.
?Ellas no sabrán que soy yo quien la compra, me prometieron que la gente de las dalias haría los tapados necesarios para ocultar mi verdadera identidad – le contestó con indignación producida por la angustia.
—Olvidas que ahora lo sé yo, y que Valerie y Carolinne son mis amigas.
Lo primero que haré cuando regrese a Bayamón será ponerlas sobre aviso, y eso si es que tu hijita aún vive – añadió para meter más angustia a la morenita.
Purita no soportó más la tensión y las últimas palabras de Melissa, dichas con toda la intención de herirla, provocaron que estallara en un mar de lágrimas.
Sin pensarlo enterró su rostro lloroso en las plantas de los pies de Melissa que debía secar.
Le besó los pies y le suplicó por su niña.
El odio que había sentido dejó paso a cierta conmiseración, a cierta compasión
?No lo haga señorita ama, no lo haga, no revele mi secreto a mis amas, no lo haga por lo que más quiera, señorita ama – le dijo mientras lloraba intensamente y no dejaba de besar las plantas de los pies de Melissa Anne.
—Sabes lo que hacemos a los fugitivos que atrapamos, verdad? Y seguro que también sabes qué hacemos con los familiares de los fugitivos a los que no conseguimos atrapar, lo sabes, verdad?
Purita asintió sollozando, sin despegar su negro rostro de las suaves plantas de los pies de Melissa
?Sabes que no volverás a ver a tu hija en tu vida si sigues fugada, sabes que la única manera de evitarle espantosos sufrimientos y de estar a su lado es regresando conmigo.
Yo podría interceder por ti ante tus amas y pedir que no fueran excesivamente severas en tu castigo, es más podría apelar a su clemente y bondadoso corazón para que tu castigo fuese el menos severo posible.
Podría decirles que me contaste que los malditos abolicionistas te habían envaucado y engañado, que tú no querías huir pero te viste obligada a hacerlo, que cuando me viste me suplicaste que te llevara de regreso con tus verdaderas amas, que querías ser su esclava toda la vida pero que con argucias y engaños te habían obligado a escapar y ahora eras prisionera de los abolicionistas que lo único que les interesa es sacar réditos de tu historia y de tus miserias.
Melissa hizo un alto para ver la reacción de Purita.
La muchacha había dejado de sollozar y ahora la miraba con ojos asombrados por encima de los dedos de los pies que estaba besando.
—Sí ama, lléveme con usted.
Gracias señorita gracias por ser tan buena conmigo, gracias señorita ama.
Durante la cena y después de su victoria sobre la antigua esclava que pronto volvería a ser esclava, extremo este que desconocían los viruet , Melissa se comportó con alegre naturalidad, como si hubiera olvidado la encerrona y las groserías cometidas por la señora viruet y su hija.
Melissa disfrutaba porque sabía que cuando marchara lo haría llevándose en sus narices a Purita y aquella victoria era en extremo dulce.
Gamaliel corrió a acercarse a su amada cuando la vio aparecer en el salón.
Durante la cena la señora viruet y su hija continuaron lanzando odiosas indirectas para ver cómo reaccionaba Melissa a sus invectivas.
?Tiene usted esclavos, señorita Melissa? – preguntó rebeca
—Unos cuatrocientos, aproximadamente – respondió con naturalidad.
Melissa disimuló una sonrisa cuando vio que por poco se atragantan todos, salvo –Gama que conocía el pequeño detalle pero que asistía a la conversación con el corazón en un puño.
?Se ha fijado en la espalda de Purita? ¡Purita, acércate! – ordenó la señorita rebeca con voz autoritaria.
Purita, que junto con la otra criada, Tonia, también antigua esclava fugitiva y con otras tres criadas, permanecía con la espalda pegada a la pared a la espera de servir a los comensales, se dirigió hacia la joven.
—¡Bájate el vestido para que te veamos la espalda! – ordenó rebeca.
Purita enrojeció de vergüenza pero obedeció.
Se desabrochó el botón del cuello y se bajó la blusa lo suficiente para mostrar una espalda llena de antiguas cicatrices de feroces latigazos que se habían cerrado formando elevaciones y protuberancias en la carne de su espalda.
?Usted también somete a sus esclavos a semejantes y atroces carnicerías, señorita Melissa?
—Por supuesto que sí.
Además creo recordar que alguna de las de Purita se las he hecho yo misma, verdad Purita? – la negra, de espaldas a los comensales, asintió con la cabeza – y antes de que me pregunten nada, el día que Valerie le cortó la oreja yo estaba presente.
Cual fue el motivo, Purita? Lo recuerdas cielo? Porqué no nos lo cuentas?
?A la señorita Valerie le molestó que tardara en arrodillarme y besarle los pies – la voz de Purita salió mezclada con sollozos al recordar aquella aberración.
Melissa se sonrió.
Había venido en son de paz, dispuesta a no enfadarse pero siempre que no la atacaran como estaba haciendo rebeca desde que había llegado, pero ella tenía su orgullo y sus convicciones y les iba a demostrar a aquellos abolicionistas que los negritos eran suyos, eran su propiedad y por tanto podían hacer con ellos lo que mejor les pareciera.
Gamaliel no probaba bocado.
Estaba angustiado.
Las cosas iban peor de lo que esperaba.
Su padre contemplaba atónito el cruce de reproches entre su hija, su esposa y Melissa, sin decir nada.
Entonces la señora viruet levantó la mano.
Tonia, se acercó con la botella de vino para llenarle la copa.
La pobre Tonia estaba casi tan afectada como Purita por la presencia de la joven e insolente muchacha .
Le tembló el pulso y derramó el agua sobre el mantel.
La señora Viruet se enfureció y abofeteó el rostro de la pobre negrita con violencia, por dos veces.
?¡Largo de aquí, estúpida.
Esta noche te quedas sin cenar, para que aprendas modales!
Se hizo un silencio espeso en la mesa.
Melissa se sonrió.
Se encontraba a gusto.
—La única diferencia entre usted y mi madre es que mi madre además de dejarla sin cena la haría azotar.
No es tanta la diferencia – dijo Melissa
No hubo respuesta.
Todos comían en silencio.
Gamaliel se levantó y golpeó con el cuchillo la copa de vino, con cuidado, produciendo un musical tintineo.
?Atención, papá, mamá, rebeca, quiero anunciaros mi compromiso con la señorita Melissa mundo mata Mañana partiremos hacia su casa.
Pienso acompañarla para pedir su mano como es preceptivo.
Espero que bendigan nuestra unión.
Margarita y rebeca viruet no dijeron nada.
La primera enrojeció, probablemente de contrariedad pero no dijo nada.
El señor viruet, jose Emmanuel viruet , se levantó y abrazó a su hijo y luego besó la mano de Melissa, a quien llamó hija.
—No comparto sus ideas, su forma de vida y la manera de entenderla, pero espero de todo corazón que haga feliz a Gamaliel, es un buen chico.
Melissa hizo ostentación de la alianza que hasta ahora había llevado escondida con la sortija vuelta hacia abajo.
Sonrió triunfal y lanzó por el aire un cariñoso beso a su amado que la miraba desde el otro lado de la mesa con orgullo y con amor.
A la mañana siguiente, cuando Purita apareció vestida con sus pobres ropas de calle y le dijo a la señora viruet que se marchaba con la señorita ama Melissa se produjo un revuelo considerable.
Le dijeron que no lo hiciera, que ella, en referencia a Melissa sin nombrarla, no podía hacer nada y menos aún obligarla a que regresara con ella.
Purita agradeció las palabras de la señora viruet pero se reafirmó en que regresaba voluntariamente.
?Es mi vida.
Siempre he sido una esclava y siempre seré una esclava.
Nadie entendió cómo la antigua esclava quiso recuperar su condición de esclava, pero no podían obligarla.
Gamaliel también quedó sorprendido pero no dijo nada.
Los tres subieron al landó, Purita lo hizo en la parte de atrás con los equipajes y Melissa y Gamaliel en los cómodos y elegantes asientos de cuero.
Tomaron el tren que los llevaría hacia el Sur, el profundo Sur.
***
Sarah y su hermano kendo manejaban sus nuevos carros orgullosos al lado de su padre.
Entre la media docena de harapientos niños se distinguía la lerda figura de Noriel el esclavo propiedad personal de Camila pero que de vez en cuando prestaba a su esposo Hesed, como en aquella ocasión en que el esclavo personal de Hesed se encontraba imposibilitado para servir a su amo porque acababa de ser brutalmente baleado.
Noriel cojeaba torpemente y jadeaba para no perder el paso.
Cerrando la reata de negros esclavos iban alexio y alexia , la pareja de gemelos que nada más nacer fueron adscritos al servicio de la señorita Sarah y del señorito kendo
—Vamos Noriel, maldito holgazán.
date prisa, que ya hemos llegado – bramó el amo Hesed – o quieres que le diga a tu dueña que te has portado como un negro perezoso?
Noriel echó a correr con su cojera que lo obligaba a arrastrar una pierna y llegó jadeando hasta la montura de su amo.
—Sí señor, ya llegue señor, ya estoy aquí señor no me pegue señor por favor, no le diga nada a la señora , amo Hesed.
– suplicó Noriel
—.
al suelo, a cuatro patas,
Noriel arrodilló su cuerpo y tensó sus músculos para recibir las botas del amo sobre su espalda.
—¡Pégale un poco, papi, es muy divertido oírle gritar! – dijo sin poder contener la risa la pequeña Sarah – mami le pega siempre para divertirnos.
Hesed bajó del cuerpo de Noriel de un pequeño salto y se encaró al negro que seguía a cuatro patas.
Inmediatamente el esclavo agachó la cabezota y se puso a lamer las botas del amo.
– Les gusta oír chillar a Noriel , verdad? – les dijo a sus hijos Hesed – apoya la mano en esta piedra.
los amitos quieren divertirse un poco.
Los gemelos se tronchaban de risa.
Hesed también rió.
Que Sarah y Kendo rieran era lo que más feliz le hacía y si para ello tenía que triturar las manos de Noriel no dudaría en hacerlo.
—Cuanto más tardes en obedecer más rato estaré pisándote, o sea que obedece – le dijo sin tener en cuenta los llantos de súplica del esclavo.
Noriel sabía que no tenía alternativa.
Apoyó la mano sobre la puntiaguda piedra que el amo le había indicado y apretó los dientes.
Los berridos de Noriel provocaron nuevas carcajadas en los gemelos Hesed estuvo un ratito pulverizando los nudillos deformados de Noriel hasta que finalmente retiró su pie.
Noriel se dejó caer al suelo, sudando, sollozando, y volvió a lamer y besar las botas del amo.
Los niños desmontaron imitando a su padre, sobre el lomo de sus propios esclavos, alexio y alexia .
Sarah y Kendo utilizaban indistintamente a cualquiera de los dos.
Lo compartían todo, incluidos sus esclavos.
—Te duele mucho la mano, Noriel? Ya verás si luego no puedes cepillar las botas de tu ama – se rió Hesed restregándole los rizos – te saltará la piel de tu gordo culo negro a latigazos.
Noriel se arrodilló y besó la mano del amo Hesed mientras sollozaba.
Noriel era el esclavo más sumiso que ningún mundo hubiera conocido nunca
Aquella mañana su ama le había dicho que debería servir al amo hesed porque Darkiel el esclavo de éste, había sido baleado por unos narcos que intentaron robarles
Llegaron Hesed y sus hijos seguidos de Noriel, alexio y alexia y el resto de esclavos que iban a ser el elemento principal del juego y de la diversión de los amitos, a un prado atravesado por un río y bordeado por un bosquecillo de altos abedules.
Se llegaron hasta las inmediaciones del río, hasta un embarcadero de madera elevado varios metros sobre la superficie de las calmas aguas.
Los esclavos miraban asustados al amo y sus hijos.
Ninguno de los seis superaba los trece años y la mayoría tenían sólo doce.
Eran chiquillos en el inicio de la adolescencia.
Se mantenían juntos, apretados unos a otros como si esa cercanía los mantuviera protegidos en su absoluta desnudez.
Tenían referencias de lo que iba a suceder.
Otros muchachos habían pasado antes por esto y entre temerosos cuchicheos nocturnos, a la luz de una hoguera en el poblado de esclavos habían contado de qué iban los juegos del amo Hesed y por eso tenían miedo.
Sarah y Kendo los miraban con curiosidad.
No conocían a ninguno.
Aquellos esclavos eran todos negros del campo, como se conocía a los que trabajaban las tierras de la plantación.
Sarah y Kendo sólo conocían a los negros domésticos pues a esos sí los veían a diario en la casa grande o en sus aledaños.
Sabían sus nombres porque tenían relación con ellos, porque los niños domésticos les servían
Los dos niños tampoco sabían muy bien qué iban a presenciar, sólo sabían que se trataba de los juegos de papá.
Lo único que sabían era lo que Nitza les había dicho
Los chiquillos estaban totalmente desnudos.
Sarah y Kendo miraban con avidez aquellos cuerpos delgados pero fibrosos, moldeados en el duro trabajo en el campo, de sol a sol, pero sobre todo miraban sus atributos que colgaban impúdicos a la vista.
A pesar de que Sarah y Kendo sabían que aquellos niños eran animales no dejaban de experimentar cierta zozobra al presenciar su insolente desnudez.
De hecho sabían que parte del juego consistía en descubrir a aquellos que de entre esos negritos manifestaran su innata perversión, su lascivia impúdica y había que castigarla.
Charles dio las instrucciones.
Los muchachos se acercaron temerosos a la maroma que pendía de un soporte de hierro de tres metros de altura sobre el agua y fijada sobre un extremo del embarcadero.
Uno por uno tenían que agarrarse a la cuerda en grupos de tres lo que obligaba a dos de los niños a cogerse entre ellos, a entrelazar sus cuerpos para sujetarse.
Los otros tres serían utilizados en la siguiente tanda y de momento se encargarían de empujar a los tres que estaban aferrados entre sí y a la maroma.
Los empujaron y empezaron a balancearse.
Los tres chiquillos a pesar del miedo comenzaron a reírse, el amo los hacía columpiar.
Sabían que tendrían que soltarse cuando la cuerda describiera el mayor arco orbital para caer a plomo sobre las frescas y apacibles aguas
Las risas fueron en aumento.
Ya no se acordaban de lo que los mayores les habían contado en su día.
Se lo estaban pasando bien.
Hacía un calor horrible y sus cuerpos, aferrados unos a otros sudaban como caballos agotados.
Sarah y Kendo contemplaban el balanceo de los negros con una sonrisa.
Ellos tenían una ligera noción de qué consistía el «juego de papá».
Hesed se había sentado sobre la espalda de noriel para contemplar el espectáculo de la infantil carne negra reluciente de sudor apretujada, brillante, fibrosa y tensa.
Hesed se bajó la bragueta y sacándose el enorme miembro del calzón comenzó a tocarse.
Sarah se giró de repente.
El sol la molestaba.
Su manita se movió como un rayo y abofeteó a la distraída Alexia que no mantenía la sombrilla en la posición adecuada.
La esclavita , de la misma edad que su amita reaccionó rectificando.
—¡Estate atenta, Alexia! – dijo con su voz chillona la señorita Sarah.
—Perdón, señorita Sarah – contestó Alexia agachando la mirada y con la mejilla ardiente por la bofetada.
Los tres niños que se balanceaban al extremo de la cuerda se soltaron cuando ésta alcanzó la máxima altura y sus cuerpos se fueron desenlazando mientras bajaban a gran velocidad y caían sobre el agua.
Un chapoteo inmenso.
El frescor de las frías aguas en sus carnes calientes.
Bracearon y salieron del agua jadeando.
Hesed se levantó para recibir a los tres niños mojados.
Sus pieles brillaban con el agua.
La mirada de Hesed buscaba su víctima.
Sabía que el roce de los cuerpos entre sí, la excitación, el sudor, el contacto y la edad iban a proporcionarle la satisfacción que buscaba.
—¡Sarah.
inspeccionalos! – gritó Hesed excitado sin esconder el pene que ahora colgaba fuera de su bragueta – Sabes qué tienes que hacer, verdad?
—Sí papá – respondió acongojada la niña.
Sarah se acercó a los tres adolescentes que ya estaban formados uno junto al otro sobre la tarima del embarcadero.
La niña se agachó para ver mejor los genitales de los tres niños.
Ellos sabían que no podían tener una erección.
Ese era el juego, encontrar a aquel que tras el rozamiento con los cuerpos desnudos de sus compañeros tuviese una natural reacción erógena.
Llenos de incertidumbre y como sintiendo por primera vez su desnudez ante la cercana y escrutadora mirada de la amita, los tres negros se cubrieron las partes con las manos y cruzando las piernas.
Sarah apartó las manos de uno de los niños con el extremo de su «nervio de buey» y.
¡Oh, sorpresa! ¡Ahí había un pervertido! Sarah gritó excitada, emocionada.
Había dado con el premio del juego de papá.
—¡Aquí papá, aquí.
a éste se le ha puesto gorda!
—¡Muy bien Sarah, muy bien.
! ¡Ahora tócasela con la mano, acaríciasela y dime si se le pone más dura!
Sarah, a la que temblaban las manos de excitación, tocó con sus suaves deditos el miembro del joven negro que reaccionó al instante alargándose aún más y endureciéndose más.
—¡Sí papá, es un pervertido, un pervertido! – chilló extasiada la joven Sarah.
—¡Esa es la señal, Oh Señor, de la lascivia que corroe estos cuerpos negros, embrutecidos por la lubricidad y la concupiscencia! ¡Oh Señor, te damos gracias por permitirnos ser tus manos, tus divinas manos que arrancarán el pecado de esas bestias lascivas! – Hesed parecía en trance, alzando las manos al cielo, con el miembro morcillón bamboleándose fuera del calzón – ¡Tú, , ven aquí.
arrodíllate.
de rodillas! – bramó Hesed
El esclavo estaba aterrorizado.
¡Cómo pretendían que no se le endureciera el miembro después de haber estado frotando su cuerpo contra la tibia carne de sus compañeros y si aquella encantadora niña blanca acababa de acariciárselo con su dulce mano!
Además, la sola presencia del amo y de los amitos ya eran motivo suficiente para sentirse excitado.
El pobre muchacho veía a los amos, con sus bonitas ropas, con sus brillantes zapatos
El esclavo se arrodilló ante el amo HESED.
Su rostro quedó a la altura del cada vez más inflamado pene del amo.
Sarah miró triunfante a su padre y a su hermano.
Había descubierto a un pecador.
Su hermano, Kendo seguía aquella excitante ceremonia con fruición y expectación.
La visión de su padre como un profeta justiciero, con el miembro erecto y babeante cual flamígera espada vengadora del pecado irredento, a punto de introducirse en la boca del esclavo, y de su hermana, a la que idolatraba, como una sacerdotisa,
Hesed se percató de que su único hijo varón estaba ya a punto.
El niño debía iniciarse junto al padre en aquel exorcismo del pecado.
—¡ Kendo hijo mío, ven aquí, junto a tu padre.
! ¡Sarah, hija, busca entre los dos que quedan un nuevo pecador.
búscalo y tráelo aquí, para que se arrodille a los pies de tu hermano!
Sarah, con los ojos exultantes de excitación, sabedora de encontrarse en medio de una ceremonia mística en la que tenía que obrar como sacerdotisa giró en redondo sobre sus talones y se encaminó hacia la atemorizada recua que temblaba de pie sobre el entarimado del embarcadero.
A grandes y seguras zancadas, haciendo resonar los tacones de sus botas sobre la madera del entablado, sonido que la hacía sentirse aún más segura de sí misma, se acercó a los temblorosos niños que escondían sus miembros aterrorizados.
Sabían que si su miembro presentaba una mínima erección serían seleccionados y azotados y precisamente por ese motivo, por los nervios, el miedo, la emoción y el ambiente ceremonial no podían evitarlo.
Sarah apartó las manos de uno de ellos con la punta de su látigo.
¡Ajá, éste también es un depravado, un vicioso, un pervertido!, se dijo antes de tocar con sus dedos la apetitosa morcilla que al instante creció hasta su máxima intensidad.
Agarrándolo de una oreja Sarah tiró del infeliz y lo arrastró hasta donde ahora se hallaba su hermano, que como su padre, esperaba al esclavo con el miembro, nada desdeñable de tamaño para su edad, fuera del calzón.
—¡Y ahora hijos míos purifiquemos los cuerpos de estas bestias ignorantes y llenas de lascivia.
Arranquémosle el vicio y el pecado de esos cuerpos negros y lujuriosos! ¡Chupen , chupen malditos, chupen para que la savia purificadora de vuestros amos alimente sus bocas y sus gargantas! – gritó Hesed extasiado, transmitiendo a sus hijos esa embriaguez ritual – ¡Sarah, hija, ayuda a esos pobres infelices.
Gamaliel y Melissa no fueron directamente a carolina , antes hicieron una visita sugerida y deseada por Gamaliel .
Fueron a la perla, en san juan , donde vivía su abuela Dorotea
Gamaliel adoraba a su abuela Dorotea.
Cuando ésta abandonó a su hija, a su yerno y a sus nietos, Gama contaba con doce años.
Para él fue un trauma separarse de su abuela.
El carro estaba ya llegando a la perla .
Gamaliel y Melissa viajaban en un departamento para ellos solos.
Purita, la antigua esclava que volvía con Melissa a su antigua condición servil permanecía sentada atrás, a los pies de la joven sureña, callada, triste, silenciosa y sobre todo temerosa.
Sabía que su fuga le traería terribles consecuencias pero confiaba en la palabra del ama Melissa de que intercedería por ella ante sus irascibles amas.
—Tengo que contarte una cosa, Melissa – le dijo un nervioso Gamaliel.
Melissa se retiró el cabello hacia atrás con un gesto coqueto y miró sonriente a su amado.
—El secreto de los viruet?
Gamaliel sonrió y la besó con gran ternura en la comisura de los labios.
Después le explicó que su familia había tenido esclavos hasta que él cumplió los doce años.
.
—¡Vaya, eso sí que no me lo esperaba! ¡Desde luego tu madre y tu hermana son unas hipócritas redomadas, acusándome a mí de poseer esclavos cuando ellas habían sido tan esclavistas como yo!
—No digas eso, Melly.
Rebeca tenía solo ocho años cuando papá dio libertad a nuestros esclavos.
»Papá incluso me hizo pedir perdón a mi esclavo .
Yo tenía un esclavo, un niño de mi edad, así como mi hermana tenía una niña de su misma edad que era su esclava.
A los dos, a rebeca y a mí, nos hizo pedir perdón a nuestros esclavos el día que les tuvimos que dar la libertad.
—¡Por Dios, qué humillación! – exclamó Melissa
—Sí fue humillante pero papá me hizo reflexionar,
A Melissa le hizo gracia conocer aquella parte de la historia de los Travis y sintió deseos de conocer a aquella mujer que su futuro esposo parecía idolatrar.
—Cuanto falta para La Perla, querido?
—Una hora, más o menos.
Melissa tocó con el pie la cara de Purita.
No le dijo nada.
Se limitó a dejarle el pie cerca de la cara.
La niña supo lo que quería la señorita.
Descalzó sus zapatos y se puso a acariciarle los pies.
?¡Bryant, corre, corre, ha llegado la amita Melissa, corre! – le dijo más que le ordenó a su esclavo al tiempo que clavaba espuelas en los ijares de su montura.
Bryant no podía seguir.
Le había cogido flato.
Un dolor agudo en el costado le impedía respirar.
Además se dio cuenta de que sus pies sangraban.
A la ida se había hecho un montón de cortes en los afilados guijarros que había en los campos y a la vuelta, al echar a correr sobre el rocoso terreno de la avenida de los tilos se le habían abierto las heridas.
No podía retrasarse.
Su ama le había ordenado que corriese y eso era lo que debía hacer.
Se pasó el dorso de la mano sobre la frente para sacarse el sudor y emprendió de nuevo la carrera.
El dolor en el costado y en sus pies se hizo ligero cuando mientras corría dejando huellas de sangre en la tierra se puso a rezar.
¡Oh Dios, oh señor, ilumina a mi ama para que decida no castrarme, te lo ruego buen Dios, inspírala para que se apiade de este pobre esclavo!
Nitza se lanzó literalmente sobre su hermana.
Parecía enloquecida de alegría.
Se abrazaron y besaron con la intensidad que da la emoción.
Se separaron para mirarse y se volvieron a abrazar.
Melissa se maravilló de lo mucho que había crecido su hermana y ésta de lo hermosa que se veía a aquélla.
Rieron y lloraron de felicidad y emoción.
Sarah y Kendo los pequeños gemelos, también participaban de la alegría del mismo modo que Camila y Hesed , los padres que contemplaban a sus hijos de nuevo reunidos todos en casa.
Melissa presentó a Gamaliel a todos.
El joven se mostró amable, gentil, cordial y simpático.
Después de comer, cuando los hombres quedaran a solas tomando el oporto y fumando un cigarro puro solicitaría la mano de Melissa a su padre.
Finalmente toda la familia se había acomodado en los sillones de mimbre del amplísimo porche.
Una legión de sirvientas se ocupaban de pasar las bandejas con comida y bebida entre los señores.
?Y ésta? – preguntó Nitza señalando con un gesto de cabeza a la negra que se hallaba arrodillada a los pies de su hermana en silencio.
Melissa dejó escapar una risita tonta.
Miró a su hermana con una cierta malicia.
?Está lleno de esclavos fugados.
Es horroroso – Melissa se dirigía a todos los presentes – hay cientos, quizá miles.
Nitza chasqueó los dedos en dirección a la negra que estaba a los pies de su hermana.
La esclava levantó tímidamente la cara y la miró brevemente, con temor, justo antes de humillar la mirada.
?Su cara no me es indiferente.
?Se trata de Purita, una de las esclavas de Valerie y Carolinne McDonald que se fugó hace cosa de seis o siete meses – anunció con satisfacción Melissa a todo su intrigado auditorio.
Una exclamación de sorpresa recorrió el porche.
Todos concentraron sus miradas en la pobre Purita.
?Y qué hace aquí? – preguntó Nitza
Melissa les contó la historia.
Que estaba sirviendo como criada en casa de los padres de Gamaliel .
Que se la habían puesto a ella para que la sirviera.
La charla que habían tenido.
Las amenazas que había proferido respecto a su hijito que había quedado en la plantación.
?Valerie estará muy contenta.
No me gustaría estar en la piel de esta negra – comentó Nitza y todos se echaron a reír.
Lo primero que hizo Camila fue buscar una negra para que sirviera a Gamaliel
?Oh, no, no es necesario señora, no se moleste – dijo avergonzado Gama.
Camila no hizo caso de Gama ¿Cómo iba a rechazar una esclava? ¿Tal vez preferiría un machito? Su sexto sentido de madre le decía que aquel apuesto pero tímido muchacho estaba allí para pedir la mano de Melly.
Tal vez sería mejor no ponerle una hembra.
Decidió consultarlo con su hija.
Con un gesto se llevó a Melissa aparte y le manifestó sus dudas.
?No sé que es mejor, mamá, lo único que sé es que Gamaliel es Narco.
Camila no pudo evitar estallar en una increíble carcajada.
¡Narco!
?Hija mía, es lo más gracioso que he oído en mi vida.
Si tu padre se entera le pegará dos tiros.
?No hay problema mamá.
Hemos hablado mucho durante el largo viaje.
Me ha prometido que intentará por todos los medios adaptarse a nuestro mundo.
Yo le quiero y por tanto deseo darle una oportunidad pero necesitaré de todo vuestro apoyo y comprensión.
El apoyo de toda la familia.
De pequeño tuvo esclavos, luego no le viene de nuevo pero eso fue hace mucho tiempo y además a vivido constantemente rodeado de ideas abolicionistas que le han marcado mucho.
Pero él me quiere, madre, y sé que hará un gran esfuerzo, por eso les pido que ustedes también le den una oportunidad y si al principio se le escapa algún comentario extemporáneo por el hecho de verse sorprendido por nuestro peculiar modo de vida y de relacionarnos con los esclavos, no se lo tengan en cuenta.
Su madre, Camila, miró a su hija con ternura.
Le acarició el bello rostro con ambas manos y la besó en la nariz.
Luego se abrazaron.
Melissa respiró aliviada, su madre estaba con ella en ese proceso de convertir a su amado de Narco en acérrimo defensor de la peculiar institución.
Tras la copiosa comida en la que Bryant disfrutó por primera vez en su vida de abundantes sobras que le permitió comer su ama Nitza, los hombres, Hesed y Gamaliel se retiraron a tomar el oporto y a fumarse un philie
Los gemelos Sarah y Kendo se retiraron con sus esclavos a sus aposentos para hacer la siesta.
, Melissa había preguntado por su Hattie.
La esclava que no había parado de llorar desde que había visto a su ama por la ventana de su habitación que cada día limpiaba, aireaba, cambiaba las sábanas, arreglaba los vestidos, limpiaba los zapatos como si nunca hubiera marchado, no se había despegado de los pies de Melissa en todo el rato.
Durante la comida la esclava ni siquiera había hecho caso a los pocos trozos de patata masticada que le había escupido al suelo, ni a los tendones, grasa y huesos del asado que le había dejado caer para que se alimentase.
Todo su interés se centraba en venerar a su idolatrada y añorada ama.
Y ahora, mientras las señoras tomaban una copita digestiva de alcohólicas hierbas la buena de Hattie parecía seguir igual de subyugada a los pies de su dueña.
Las risas de Camila y de Melissa resonaban en el salón cuando se abrió la puerta y aparecieron Hesed y Gamaliel .
Ambos sonreían abiertamente.
Melissa se levantó de un salto sin percatarse que sus pies descansaban sobre los pechos de Hattie.
Se los aplastó sin ningún tipo de preocupación, caminó sobre su cuerpo y se dirigió hacia su amado sin dejar de mirar a su padre que la sonreía.
?Todo arreglado, mi tesoro.
Sólo es cuestión de que decidas fecha para la boda.
Melissa y Gamaliel se fundieron en un profundo beso.
El nuevo estado de casada le sentaba bien a Melissa, tanto como el de futura mamá.
Hacía tres meses de la sonada boda y ya esperaba descendencia, lo cual colmó de dicha a los futuros abuelos.
Gamaliel hizo un gran esfuerzo para adaptarse al estilo de vida.
Hesed su suegro, se lo llevó una mañana a los barracones de esclavos donde le seleccionó un chiquillo de facciones aniñadas para que fuese su criado personal.
?Mejor no tener una hembra de criada.
Piensa que tu criado estará a todas horas contigo.
Si escoges una hembra acabarás preñándola y eso hara que tu esposa se sienta en extremo celosa.
Mejor un machito de finas facciones.
Podrás darle por el culo y cuando te apetezca una buena moza te das una vuelta por los barracones, eliges a la que te la ponga dura y luego, si la preñas, no pasa nada, porque hasta que no nazca un mulatillo ellas no sabrán que has sido tú.
Además, ahora, seremos dos a preñar y les resultará más difícil a nuestras mujeres saber de quien es el mamón – se rió a carcajadas Hesed ante un tímido Gamaliel
Argenis resultó el chiquillo seleccionado para que fuese el esclavo de Gamaliel .
Un muchachito servicial que ayudó a Gama a ejercer de amo.
?Debería castigarme, amo Gamaliel – le dijo un día mientras le calzaba las botas por la mañana.
?Y porqué?
?Seguro que ha hecho algo mal, querido, debes ser un poco más duro con los negros – intervino Melissa que estaba sentada frente al espejo del tocador mientras Hattie la peinaba.
?No tenía las zapatillas debidamente alineadas, amo, ha sido fallo mío, debería castigarme.
?Y cómo se supone que debo castigar esa «ter
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