Dejé el vicio de apostar a los caballos, por el de que me den por el culo…
Un tipo que tenía el vicio de apostar a los caballos un día pierde y no tiene con que pagar, pero como empeño su palabra los otros apostadores le comen el culo, cosa que sigue haciendo cada vez que pierde que es muy a menudo…
Dejé el vicio de apostar a los caballos, por el de que me den por el culo…
Yo a pesar de que soy una persona relativamente joven, se puede decir que he sido apostador en las carreras de caballos. En otras palabras, era uno de los muchos fanáticos que tienen las carreras de caballo.
Una de las cosas que más me gustaba ver era como los caballo a los que les apostaba, en una carrera, vencía a los contrarios.
Se puede decir que es un deporte de Caballeros, y en una ocasión estando en una retirada sala de apuestas, por cosas del destino, tuve una muy mala racha, los caballos a los que les aposté, perdieron todas las carreras en las que participaron, por lo que me quedé sin un solo centavo encima.
Cosa que a mi realmente no me mortificaba mucho, ya que cuando uno apuesta uno va con dos sacos uno para dar, y otro para recibir, y a mi esa noche me tocó recibir, y de que manera.
Ya la sala de apuestas había cerrado operaciones, y casi todos se habían marchado, cuando uno de los jugadores iguales a mí, viendo que aún quedaba una carrera no valida, fácilmente me convenció de realizar una apuesta entre nosotros, habló con el encargado del negocio, y le pidió que nos permitiera ver esa última carrera.
Yo realmente pensaba que el potro al que yo le apostaba podía vencer, pero como ya no me quedaba dinero, estuve a punto de no aceptar la apuesta.
Fue cuando él, y sus otros dos acompañantes, junto con el dueño de la sala de apuestas me dijeron que bastaba que yo les diera mi palabra de Caballero, de que en caso de que perdiera, yo haría lo que ellos me ordenasen.
También debo decirles que, en esos momentos, aunque me encontraba algo tomado, pensé que sabía muy bien lo que estaba haciendo, y quizás por eso mismo supuse que el potro al que yo le apostaba resultaría vencedor.
Pero la realidad es que desde que se abrió la gatera, el condenado potro, parecía que su jinete lo llevaba frenado, hasta que finalmente llegó de último.
Resignado a mi mala suerte, y con toda la intención de pagar mi deuda, les dije a mis tres acreedores que tomasen mi número de teléfono para que nos pusiéramos de acuerdo en la manera en que yo les iba a pagar.
Fue cuando el otro apostador, me preguntó con una maliciosa sonrisa entre sus labios. “¿Tu eres un caballero, ¿verdad?” A lo que de inmediato le respondí que sí, y continuó diciéndome. “¿Nos distes tu palabra a nosotros, de qué harías lo que te pidiéramos, ¿verdad?”
De inmediato le volví a responder de manera afirmativa. Y él sonriéndose me dijo. “Te ordeno, que te quites toda la ropa, nos des el culo, y también nos mames la verga.”
Yo me quedé como petrificado al escuchar sus palabras, y si era cierto que yo me había comprometido mi palabra de hacer lo que ellos me ordenasen, pensé que se trataba de la manera de pagarles, jamás me pasó por la mente que se trataba de hacer otra cosa que no fuera pagar.
Yo comencé a protestar, pero apenas les dije que yo no pensé que se tratase de hacer una cosa como esa, el otro apostador me dijo. “Pues debiste haber pensado en todo, antes de comprometer tu palabra.”
Yo con la mirada busqué el apoyo del dueño de la sala de apuestas, y al ver en su rostro una maliciosa sonrisa, supe que no podía contar con él, para nada.
Pensé en hasta salir corriendo, pero las puertas estaban cerradas por dentro, y el dueño o administrador mantenía las llaves fuertemente agarrada entre sus dedos.
Además, ellos eran tres, y mucho más altos, y robustos que yo, aunque me pasó por la mente venderles muy cara mi honra, me llevé mi mano derecha a mi bolsillo del pantalón, y agarré mi navaja.
Pero al levantar la vista, me di cuenta de que uno de ellos se apoyaba en un bate de beisbol, otro tenía un cuchillo mucho más grande, largo y afilado que la mí navajita, y el que llegó al acuerdo conmigo, me volvió a preguntar que, si yo tenía palabra, al tiempo que me hizo notar que en su cintura tenía una pistola, y aunque no soy fanático de las armas, conozco una pistola, cuando la veo.
Por lo que, a regañadientes, no me quedó más remedio que comenzar a quitarme toda la ropa según, ellos me lo exigieron, y para colmo, ante la vista del administrador.
Yo estaba que me moría de la vergüenza, de la indignación, de rabia conmigo mismo, por haber caído como un verdadero pendejo en la trampa, que ellos me habían montado.
Una vez que me quedé completamente desnudo, noté que el administrador de la sala de apuestas, que no dejaba de verme el culo, le dijo algo al oído al apostador, que me había ganado esa estúpida apuesta.
De inmediato alcancé a escuchar que el que me gano la apuesta le respondió. “No te preocupes, que tú también le puedes dar por el culo a este.”
El tipo que me ganó la apuesta me ordenó que me arrodillase ante él, y sacando su verga del pantalón me dijo. “Ya sabes quiero que me la mames, pero cuidadito con morderme, porque te vuelo la cabeza, y al tiempo que decía eso agarró la cacha de su arma.” Yo sumisamente y resignado a mi mala suerte, le obedecí.
Comencé por agarrar su erecta verga entre mis dedos, y tímidamente fui abriendo mi boca al mismo tiempo que me la fui introduciendo.
El cabrón del administrador fue y hasta buscó una silla de metal, para que el tipo al que yo le estaba mamando la verga se pudiera sentar.
Así que, al inclinarme un poco hacia adelante, mis nalgas quedaron a la disposición de los otros dos tipos que lo acompañaban.
De reojo vi como uno de ellos dos se comenzaba a bajar los pantalones, cuando el administrador acercándose a mis nalgas les dijo a los otros dos. “Espérense, que le voy a dilatar el culo.”
Yo no entendía que quería decir con esas palabras, hasta que sentí sus gruesas manos acariciando mis desnudas nalgas, y con sus gruesos dedos, pasándolos llenos de algo grasoso insistentemente sobre mi esfínter.
Hasta que comenzó a ir enterrándomelos en el culo uno a uno. Y aunque me sentía el ser más desdichado del mundo, en esos momentos, cuando comencé a sentir un dedo que se abrían paso suavemente dentro de mi culo, toda la tensión en que mantenía mis nalgas fue desapareciendo como por arte de magia, al principio sentí ese grueso y largo dedo, luego dos, después tres, luego cuatro, y finalmente pienso que prácticamente tenía su mano completamente introducida dentro de mi culo.
Así que mientras yo me dedicaba a mamar, al mismo tiempo el administrador mantenía una de sus manos introducida parcialmente dentro de mi culo, sacándola, y reintroduciéndola nuevamente una y otra vez.
Al punto en que a mi lejos de dolerme, o hasta molestarme sentía algo placentero. Yo no me di cuenta, pero a medida que ese hombre me fue haciendo eso, al poco rato parece que comencé a mover mis nalgas, suavemente, y a apretar mi esfínter una y otra vez.
Hasta que lo escuché decirles a los otros dos tipos. “Ya está listo, así no le dolerá tanto a él, ni a ustedes.” Sus dedos salieron de mi culo, y casi de inmediato sentí algo caliente, y bien duro que presionaba mi esfínter.
En cosa de pocos segundos, ese tipo ya me tenía pero que bien clavado, y lujuriosamente cabalgaba sobre mis nalgas.
Yo por mi parte, me sorprendí al darme cuenta de lo mucho que me estaba gustando, y disfrutando lo que ese hombre me estaba haciendo, es más hasta el hecho de estar mamado la verga del que me ganó la apuesta dejo de ser algo vergonzoso para mí, y aunque no lo crean también comencé a disfrutarlo.
A medida que fue pasando la noche, seguí mamando vergas, y dejándome dar por el culo viciosamente, incluso al administrador, le mamé su verga y lo dejé que sabrosamente también me diera por el culo.
Había descubierto algo único, en cierto momento escuché a uno de los tipos que me daba por el culo decirles a los otros.
“Eso que al principio pensé que nos haría frente, pero ahora veo que es, de los que les gusta que le maten las lombrices a palo.”
Yo realmente estaba fuera de mí, en mi vida ni tan siquiera había pensado que algo así me pudiera suceder a mí, y lo mejor de todo era que me encantaba todo lo que me estaba sucediendo.
En nada me molestaba que entre ellos se refirieran a mí como maricón de closet, yo estaba tan, y tan excitado en cierto momento en que me tenían bien clavado al tiempo que le mamaba la verga a no sé quién de ellos, que de tan solo medio tocar mi propia verga, me vine de inmediato.
Disfrutando de una tremenda acabada, mis nalgas, muslos, cara, así como gran parte de mi cuerpo, estaba lleno de la leche de todos ellos.
Yo me quedé dormido, en medio de la sala de apuestas, ellos tres seguramente se marcharon, y al día siguiente, al despertarme, frente a mi estaba el administrador de la sala de apuestas, con mi ropa entre sus manos, apenas vio que me desperté me la entregó, y me indicó donde podía lavarme.
Tras hacerlo, y vestirme, me juré a mí mismo, que más nunca en la vida aceptaría ese tipo de apuesta, que, aunque internamente lo disfruté enormemente, me decía que yo no podía estar dejando que cualquiera que se antojase, me dieran por el culo, por puro gusto.
Desde luego que por esa sala de apuestas no volví a pasar, pero al mes más o menos, estando en otra sala de apuestas, fui yo quien le propuso a un par de apostadores que después de que terminasen las carreras validas, iba a ver una carrera no valida, es cierto que andaba un poco bebido, pero igualmente pensé que el potro al que yo le apostaba triunfaría.
No fue hasta el último segundo antes de realizar las apuestas que me di cuenta de que había extraviado mi cartera.
Por lo que así se lo hice saber a ellos dos, pero ofreciéndole la alternativa de que en caso de que yo perdiera, como caballero que soy estaba dispuesto hacer todo aquello que ellos quisieran que yo hiciera.
Como de seguro se lo han imaginado, perdí y de qué forma tan vergonzosa, ya que el potro al que le aposté se negó a salir de la gatera.
Esa noche en la parte trasera de esa sala de juegos esos dos hombres se cobraron la apuesta, dejándome el culo tan abierto como la boca de un túnel, y toda mi cara llena de su leche.
Así me siguió pasando las siguientes veces que fui apostar, hasta que una noche mientras disfrutaba tremendamente de pagar otra apuesta que había perdido, cuando el tipo que me estaba clavando me dijo. “Definitivamente, esto para ti no se trata de apostar a los caballos, sino de que te den por el culo.”
Era el primer tipo, que me comió el culo, yo estaba tan, y tan absorto en buscar una buena verga, que ni me fijé que uno con los que había perdido era él.
Bueno desde esa fecha, más o menos dejé de pensar que yo era todo un caballero, que cumplía con su palabra, y me di cuenta de que algo había despertado el maricón dentro de mí, dejé apostar a los caballos, ahora prefiero pasar mi tiempo buscando, o manteniendo un buen macho, que me haga ver las estrellas del placer.
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