DESDE EL COMIENZO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sé desde ya, que es un tema harto despreciado y aborrecido por ese mundo misógino que, afortunadamente, está en franco desbarranque más allá de sus coletazos furiosos que no son sinó sólo presagio de su muerte segura.
En mí, comenzó a muy temprana edad. En la escuela. En la escuela, primaria.
Fuí a una escuela mixta donde se enseñaba a ser competitivos desde muy chiquitos, y habiendo llegado a los diez años, comenzaron a desarrollarse competencias donde separaban a varones y mujeres, pero no para hacernos competir separadamente entre nosotros varones entre sí y mujeres entre sí, sinó…varones contra mujeres.
Y ahí, fue cuando comenzó a verse quiénes eran verdaderamente superiores.
Huelga decir que las chicas acaparaban practicamente todos los triunfos, y los varones íbamos desesperándonos en la angustia de tener que soportarlas venciéndonos una vez tras otra, en tiempos en los que nuestros cuerpos iban rápidamente creciendo hacia la pubertad.
Aquello comenzó a tornarse en una continua caravana de femeninas mofas hacia nosotros los varones por parte de las muchachas, y ya asomando nuestra edad adolescente, aquellas competencias fueron tornándose cada vez más intensas, y los varones quisimos resistirnos a ese destino que venía demostrándonos resultados tan adversos intentando revertir tal cosa y luchar con todas nuestras fuerzas por torcer esa realidad, pero ellas viendo éso en nosotros redoblaron aún más sus esfuerzos, y las diferencias tan abrumadoras a su favor que ya eran vergonzosas…comenzaron a mostrarse ahora…¡más atrozmente crueles en su favor!
Si: en aquel colegio que era un colegio nuevo que estaba haciendo esa experiencia piloto, los resultados estaban mostrando la avasallante superioridad de las mujeres, sumiéndonos a los chicos varoines que íbamos formándonos en la vida, con un hondo sentido de la sumisión hacia la Mujer, para caer estrepitosamente en esos sentires de gozar la aceptación de sentirnos por ellas vencidos.
Ahora ustedes se preguntarán "¿para cuándo el sexo que nos importa?"…Ahora viene: Ya:
Once años teníamos, y allá en un gimnasio, y luego de una competencia en la cual las muchachas nos habían dado una monstruosa paliza derrotándonos de una manera escandalosamente humillante, allá en un vestuario varios de nosotros los varones, shockeados por tal suerte y súbitamente excitados en eroticidad resultante de tal cuestión, fuimos invadidos por una eufórica turba de socarronas muchachas que en algarabía burlona y triunfal, nos capturaron en muy superior número comenzando allí la más ultrajante dominación desnudándonos completamente desnudos, y comenzando en nosotros, la más avasallante caravana lujuriosa de manoseos y cosquillas de todo tipo en un verdadero mar de haceres donde eran todas ellas, verdaderas máquinas de arrancar en nosotros orgasmos sintiéndolas hacernos cualquier cosa todas, a nosotros todos.
Sí: una verdadera orgía dominantemente lujuriosa en la cual numerosas chicas, nos ultrajaban jugando con nuestros desnudos cuerpos.
María, una hermosa niña que siempre solía acosarme, fue la encargada de marcarme para toda la vida como con un sello de ardiente fuego erótico, adentro de aquel vestuario en donde supo enloquecerme a cosquillas y todo tipo de manoseos y el haberme hecho lamer y chupar intensamente sus olorosos y sudados pies, haciéndome entrar en ese túnel del deseo pasional por sentirme deseoso de gozar a una mujer dominándome en humillante dominación enteramente absoluta.
Y si María todos los días me acosaba, a partir de ese día,todos los días me atrapaba para hacerme lo mismo.
Eramos dos niños, sí, pero María hacía lo que quería lujuriosamente con mi caliente cuerpo de chico pre-adolescente, y entregado completamente a sus malicias, gozaba sintiendo lo que me hacía sentir.
Donde podía y cada vez que podía, María me capturaba para hacerme cosas. Adentro del mismo colegio fuí por ella no se´cuántos cientos de veces desnudado y masturbado, felado y cumplir mi obligación de lamerle el culo por ejemplo,o los pies, o lo que ella quisiera.
María a la salida del colegio solía hacerme ir hasta un boscoso parque que había no muy lejos de allí, y ese taryecto lo hacíamos, debiendo yo llevarla montada sobre mis hombros. Una vez allí en el parque, yo debía desnudarme completamente desnudo, y María comenzaba a divertirse a sus anchas con mi cuerpo.
Ahí, adentro de ese parque y en medio de la más intensa orgía donde María me estaba enloqueciendo, sucedió mi primera eyaculación, la cual se dió cuando María estaba refregándome en la punta de la empinada verga,la punta de su larga y hermosa naríz. Se la llené de leche, me acuerdo, y María soltó la carcajada, y nos reíamos a dúo.
A partir de ese día…María también me ordeñaba.
María, era un verdadero azote erótico en mi. En el colegio continuaban los femeninos triunfos y eso motivaba aún más nuestras orgías siendo de ella su juguete acostumbrado, y aquello había tornádose ya, en una práctica acostumbradamente constante.
Otros chicos, habían caído en idéntica suerte; que no era yo el único en tal cuestión. Aquello así se había dado, y así comenzaba a rodar ese vivir donde íbamos creciendo y la adolescencia era ya realidad absoluta.
Ese mismo colegio inaugura el secundario cuando nuestra generación concluía el primario ciclo, y ahí mismo proseguimos nuestra estudiantil etapa secundaria. Seguimos, pues, en manos de nuestras dominantes amigas.
Ahora, el sexo y la lujuria, dábanse de manera mas fuerte, y aquéllas, eran a veces orgías de impresionante impronta adulta. Varias veces las chicas nos tuvieron a varios chicos juntos en lugares donde éramos por todas ellas intensamente ultrajados, en extensas sesiones donde nos soltaban ya completamente exaustos.
Lamerles los pies, el culo, y sus anatomías todas, eran prácticas de rutina que matizaban con palizas de latigazos, montas en nuestros cuerpos desnudos, y toda una verdadera pléyade de prácticas donde ya, la Dominación Femenina que ya habíamos descubierto desde la primaria en nuestras incursiones por el porno, les daban a ella más que suficientes pergaminos de sobrada aptitud oara en nosotros aplicarlo.
Jugaban a ver cuál de ellas, por ejemplo, nos hacía saltar más leche.
Cierta vez que nos hicieron ir con ellas hasta una abandonada granja allá a kilómetros de la ciudad y perdida entre bosques, fuimos por ellas sometidos a una despampanante dominación que encima, se vió súbitamente aderezada por el hallazgo que unas chicas hicieron en un galpón, mientas curioseaban cosas y descubren unas cajas donde habían unas drogas para excitar cerdos reproductores en el momento de juntarlos con las cerdas para lograr de ellos mejor performances copulativas, y mas semen en sus eyaculaciones. Comenzaron a los gritos y risas anunciando ese hallazgo, y en un minuto ya todas estaban interiorizándose de la cosa y leyendo los prospectos y largándose las carcajadas todas. Nosotros los varones ahí estábamos mirando y escuchándolas reír y hablar, y pronto…comenzaron a reír y mirarnos maliciosamente con morisquetas y socarronas sacadas de lengua.
¡Sí! HABÍAN DECIDIDO…INYECTARNOS CON ÉSO!!!
Los varones comenzamos a protestar temerosamente desesperados por tal abuso, y temíamos por nuestra integridad…¡No podíamos dejarlas que nos hicieran esa cosa tan…tan…tan gorda!
Sus caras rojas de vergüenza pero riéndose lujuriosas, eran un poema a la maliciocidad más perversa, y discutían con nosotros acusándonos de cobardes y maricones, y comenzó entre ellas y nosotros una calurosísima discusión en la cual fueron astutamente acorralándonos, hasta hacernos inteligentemente caer en contradicciones entre nosotros mismos los varones, riéndose burlonamente todas de nosotros y venciéndonos hasta conseguir que aceptáramos ser por ellas con aquella droga para cerdos…¡inyectados!
¡Otra vez, ellas nos vencían!
Desnudos, colocados en hilerita los varones todos ahí sobre unas pilas de bolsas de afrecho, con las piernas bien abiertas y prontos para ser inyectados por ellas, esperábamos mientras sonrientes y maliciosas, preparaban las inyecciones para ensartarnos. Se reían.
Verlas venir con las jeringas ya prontas para inyectarnos, con aquéllas sus caras dibujando las más puercas de las expresiones donde una risitas lujuriosamente cochinas las pintaban como verdaderas cerdad impúdicas, era algo que aderezaba todavía más aquel cuadro de femenina dominación extrema, con algo que nos colocaba a los varones ahí, en un raro estado de excitación alocada, miedo, y desesperación entreverado éso todo.
Gimiendo unos y medio llorando o riendo otros, fuimos todos por ellas…¡inyectados!
Sólo recuerdo aquel fuego como infernal comenzando a recorrerme las genitales entrañas, seguido por un inmediato estado de enloquecedora sobreexcitación erótica que me sumió en un verdadero mar de calenturas donde comencé a sentirla a la María revolcándose sobre mí en un comienzo de sexo como de bestia lujuriosamente infernal.
Los gritos y gemidos desesperados de mis compañeros varones acompañaban mis gritos y guturalismos como los de ellos también, y sólo recuerdo después de éso, un inconsciente estado donde sólo sentíamos orgasmos monstruosamente desesperantes, en una sucesión inaudita que nos tenía ahora, desmayados o en un raro estado de inconsciencia donde ellas hacían lo que querían con nosotros, sin nosotros tener conciencia de lo que nos estaban haciendo.
Despertamos, en un hospital, dos días después.
Jamás, las delatamos.
"Habíamos sido por ellas encontrados a la vera de un camino, y no sabían qué nos podía haber pasado".
Esa, había sido la versión por ellas dada, mientras un cuerpo de abogadas no permitieron absolutamente ninguna pregunta a nosotros. Además, nosotros estábamos dispuestos a no decir la verdad.
Todo quedó perfectamente tapado, y siguió aquello entre nosotros, como si tal cosa.
Mil historias prosiguierona aquel comienzo, y hoy…pues…aquí estoy: siendo un resultado, tal vez, de aquel plan piloto implementado por aquel colegio dirigido por unas docentes feministas a las que debo agradecerles los resultados en mí obtenidos.
Sé, que ésto, no encaja ni por ningún lado, en los moldes del sentir machista en los cuales lo erótico abrumadoramente muestra. Sobre todo, en sitios como éste, donde quienes relatan, encuadran sus argumentos por carriles absolutamente opuestos a lo que ya redacté aquí, y que, tal vez, ni publicado sea,y que si acaso así resultare, obvio que tendrá como respuesta el silencio absoluto, o la aniquilante crítica de algún comentario, seguramente lapidario.
Veremos qué resulta, "si es que resulta". Saludo a todos, y sed felices con lo que crean más grato.
¡Salute!
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