Desflorando a Rodo
Relato 100% real. Me dedica a desflorarle el culo a hombres heterosexuales.
Desflorando a Rodo
Rodolfo había terminado su trabajo, estaba cansado y deseaba unas «frías». Era mi encargado de mantenimiento en la empresa, 28 años, moreno, musculoso, muy tosco y masculino. Realmente no era muy guapo, pero su rostro tenía algo que me excitaba. Algo que quiero destacar es que tiene novia y ya anda pensando en casarse.
Era verano, y le pedí reparar todos los desperfectos de una casa que tengo en otra ciudad, le dije que se tendría que quedar a dormir los días que fueran necesarios hasta terminar y que por eso le daría un extra por sus servicios. En el segundo día de trabajo, llegué al lugar a revisar: todo bien, estaba haciendo todo lo que le pedí.
Por la noche, preparé una pasta italiana, compré vino y unas chelas. Todo esto mientras Rodo seguía trabajando. Lo llamé y se sorprendió al ver todo lo que estaba en la mesa. Obviamente tenía hambre y la bebida se le antojaba después de tanta chamba.
– Yo creo que mañana terminamos, don Pepe – Me comentó.
Le agradecí y lo invité a sentarse. Le serví pasta y vino y comenzamos a convivir. Eran casi las 8 de la noche.
La casa es una casa grande, no muy lujosa pero bastante acogedora. Tiene tres habitaciones, sala, cocina, alberca… digamos que digna. Rodo dormía en la primera habitación de forma temporal.
Después de un buen rato, nos terminamos la segunda botella de vino y repetimos la pasta.
– ¿Quieres más vino o una chela? – le pregunté.
Me dijo que prefería las cervezas, así que empezó abriendo la primera. Yo preferí seguir con el vino. Lo que él no sabía era que pronto haría efecto unas pastillas de clonazepan que había puesto molidas en su plato de pasta sin que lo notara.
Seguimos tomando y platicando, conforme le daba «baje» a las cervezas notaba como se volvía más desinhibido y platicador, pero también notaba que ya no coordinaba igual las palabras. Eran casi las 11 de la noche.
Hablamos de cosas sin importancia, chistes, gustos. Le pregunté que le gustaba más de las mujeres, que posición, que si se la chupaba su novia etc.
– Oye, ¿y si nos metemos a la alberca? – le dije.
El aceptó. Seguía vestido con su ropa de trabajo, un pantalón de mezclilla y una playera blanca y tenis. Así que le sugerí que se fuera a cambiar.
Con dificultad intentó ponerse de pie del sillón donde estaba sentado. Le ayudé a pararse y sonriendo me dijo que ya estaba pedo. Ciertamente ya llevaba 7 latones de modelo más el vino.
Logró caminar solo a su cuarto. Yo ya estaba listo, pero no precisamente para nadar, lo que quería era desflorar ese culito de macho virgen esta noche.
Esperé un rato y Rodo no salía del cuarto. Supuse que el sueño lo había vencido. Abrí la puerta con cuidado y efectivamente se había quedado dormido en una silla con el pantalón a la rodilla y sin playera. Su bóxer era rojo y muy desgastado. Le hablé y no me respondió.
Con cuidado lo lleve a la cama, entre dormido y despierto, logré que se acostara. Le quité el pantalón y quedó en puro calzón. Sus nalgas estaban duras.
Le bajé el bóxer y me encontré con un pene prieto, flácido, rasurado y circuncidado. Lo olí y su olor a macho me excitó. Me quité la ropa, me subí a la cama, levanté sus piernas y pude ver ese culito sin usar, totalmente lampiño.
Mi lengua empezó a probar su ranura. Intentaba entrar, pero estaba muy cerrado. Luego me fui con su verga, en cuanto empecé a succionar comenzó a reaccionar, se fue poniendo dura y creció y creció y creció… ¡La tomé con mis dos manos y no cabía! La curiosidad me hizo buscar un metro para medir ese animal, eran casi 25 cm de largo y 6 de ancho. Nunca había visto una de ese vuelo. ¡No me cabía en la boca!
Me dije que era un premio que no podía rechazar. Le puse lubricante y me senté como pude. Pero apenas entró la cabeza y ni si quiera llegó a la mitad y no pude aguantar, era demasiado grande.
Me rendí, pero mi plan original seguía en pie: desvirgar su culito virgen. Quería ser el primer macho de ese pocito. Así que empecé a lubricar su agujerito con mis dedos, primero uno, después dos entraban con facilidad. Sin duda el lubricante hacia lo suyo. Lo puse «patitas al hombro» y me dispuse a hacer mío a ese macho heterosexual.
Puse mi glande bien lubricado en su orificio y empecé a entrar con cuidado. Conforme avanzaba notaba entre los ronquidos de Rodo algunos quejidos, seguramente le estaba doliendo. Mi pene no llega a los 17 cm, aunque si está grueso. Lo saqué y volví a lubricar, está vez avancé y entré más. Después de un rato, lo metí hasta el fondo. Lo tuve así ensartado unos 10 minutos para que su ano se acoplara a mi verga y después empecé a bombear lentamente.
La sacaba y la metía, lubricaba más, y repetía hasta estuviera bien amoldado a mi fierro. El culo de Rodo ya estaba domado y yo era su primer marido. Conforme metía y sacaba, los quejidos se hicieron más intensos, pero lejos de asustarme me excitaba que se quejara. Ya tenía tiempo que le tenía ganas a sus nalgas.
Estuve un buen rato cogiéndolo y llegó el momento en mis huevos y sus nalgas hacían un sonido de cloc, cloc, cloc, como si fuera un destapa caños. Mientras lo cogía intente besarlo, pero tenía mal aliento y me desanimó. Mi verga se apoderaba de los más profundo de su hombría.
Saqué mi verga y se la arrimé a la cara, quería venirme y que se tragara mis mocos, por lo que me bajé de la cama, jalé su cabeza hacia fuera de la cama, con su rostro hacia arriba. En esa posición su boca y mandíbula permanecer abiertas. Lo empecé a follar como si su boca fuera su culo. Noté que su pene se había puesto flácido, por lo que empecé a masturbarlo y de inmediato se puso recto. Mientras agarraba con una mano aquel animalote me cogía su garganta dejándole un respiro para que no se ahogara.
No quería venirme tan rápido así que dejaba un rato mi pene en su boca sin moverme, pero seguí masturbándolo. Se la empecé a chupar mientras lo fallaba y se me ocurre meter mi dedo en culito y un chorro de semen caliente inundó mi garganta, parece que ya le gustó por detrás.
Eso me calentó y casi al mismo tiempo dejé un abundante esperma en su garganta. Me aseguré de que solo tomara todo como yo me tomé el suyo.
Ya cansado y satisfecho, acomodé a Rodo, lo limpié y lo vestí para que todo se viera como si nada pasara. Había logrado mi objetivo.
Al otro día, Rodo se levantó tarde y se disculpó le dije que no se preocupara que era por la chelas.
– Estuvo buena la peda, ¿verdad? Me siento adolorido de todo el cuerpo… dijo apenado y sonriendo. Luego se metió a bañar y todo siguió como si nada.
Nada más rico que echarse un machote