Después de la jornada
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sucedió en Guadalajara, hace un tiempo.
No quiero dar nombre de persona y lugares porque es una experiencia real y sabrosa.
Estaba realizando un trabajo en una de las tantas empresas de la Ciudad.
Me había trasladado desde Manzanillo y me quede en un hotel cerca de la Plaza del Sol.
Después de un día abrazador y fuerte llegue como a eso de las 8:00 de la noche e inmediatamente pase al restaurante.
Estaba esperando para que me asignaran una mesa y llegó un mesero joven, de unos 22 ó 23 años, no era muy guapo, ¿pero a esa edad quien es feo? Amablemente me pidió que lo siguiera y desvie la mirada a su trasero y entonces vi unas nalgas paraditas y voluptuosas.
En el poco tiempo antes de llegar a mi mesa también vi una cintura pequeña que armonizaba con ese trasero encantador.
Ya en la mesa me dedique a mirar esas nalguitas varias veces.
En una de esa me sorprendió mirándolo y se sonrió.
Yo la verdad me apene mucho y ya no lo volví a mirar.
Pedí una cerveza y cuando me la llevaron me di cuenta que el tarro estaba sucio.
Molesto llame al capitán y le mostré el tarro.
Se disculpó y de forma inmediata me lo cambiaron.
Olvide el problema y disfrute de la cena, aunque de vez en cuando busca con la mirada esas ricas nalguitas, pero ya no las vi.
Termine mi cena y me fui a la habitación.
Como unos 10 minutos después de haber llegado tocaron a la puerta.
No esperaba a nadie así que, intrigado verifique por la mirilla de la puerta quien era.
¡El corazón me dio un vuelco!, pues era el mesero de las ricas nalgas que tanto me atrajeron.
Abrí de inmediato y estaba con su uniforme y un par de cervezas.
Me dijo que, en tono de disculpa el capitán me enviaba ese presente.
Le pedí que pasara y cerré la puerta.
Ya dentro de la habitación le pedí que me acompañara y acepto gustoso.
Platicamos de cualquier cosa, de una forma agradable y relajada, hasta que se acabaron las cervezas y me dijo en un tono que yo entendí suplicante, que si deseaba algo más.
Yo sonreí forzadamente y me repitió la pregunta; ¿desea algo más? Tome valor y le dije que posiblemente se molestaría por lo que le pediría.
Se sonrojó un poco, pero me dijo que no me preocupara.
No sabía cómo reaccionaría, así que trague saliva y le dije que quería penetrar esas nalguitas.
Para mi tranquilidad y placer sonrío ampliamente.
Suavemnte le di una vuelta y quedo ofreciéndome ese trasero espectacular.
Casi grito del gusto, así que me acerque y empecé a tallar mi pene con esas nalguitas duras y llenitas, que me estaban volviendo loco.
En dos segundos estaba excitadísimo y con el pene bien duro y me dijo, el muy coqueto, que si me podía atender.
Le empecé a tocar sus tetillas y él paraba más sus nalgas, ofreciendo su tesoro.
Le fui quitando su pantalón y tenía un bóxer muy ajustadito que resaltaba su buena figura.
Yo en cambio traía unos calzones cómodos, pero bien grandes.
Cuando estábamos desnudos le dije que no traía condón, pero me sorprendió cuando dijo que el traía unos y una crema lubricadora, ¡goloso!, ya venía preparado.
Le pedí que me pusiera el condón y cuando me lo puso me empezó a dar una mamada, ¡pero que mamada!.
Me excito nada más de recordarlo.
Me chupaba solo la cabecita del pene.
Yo sentía que me venía con cada mamada, hasta que me acorde de sus nalgas y le pregunte si tenía algún agujerito más apretado.
Se levantó, el mismo me puso el lubricante y así, de pie intenté penetrarlo, pero me estaba costando trabajo porque era muy estrecho.
Pero en un esfuerzo coordinado yo empuje y él se abrió un poco más y pude metérselo poco a poco.
Y estuvo de verdad delicioso.
Sus nalgotas parecía que me abrazaba toda la zona pélvica y se movía como dando círculos y en su centro tenía mi pene clavado, que gozaba un cuerpo joven, un culo exquisito y un movimiento maestro.
Después de unos momento se empezó a quejar que le estaba doliendo, yo estaba en las nubes.
No tengo el pene tan grande, por lo que pensé es que estaba estrecho.
Le dije que me diera apretoncitos y así me vine dentro del sus nalguitas que tanto me apasionaron.
Me seguía dando apretoncitos hasta que me saco la última gota de semen.
Quede exhausto y feliz, y creo que él también, pues se quedó inmóvil unos momentos.
Nos recostamos y nuevamente platicábamos de cualquier cosa.
Yo me había quitado el condón y estábamos relajados y desnudos.
Le pedí que diera otra mamada como la que me había dado y nuevamente repitió su receta de chuparme solo la cabecita.
Nuevamente se me puso bien duro, pero me dijo que ya no traía condones o me lo oculto.
Me dijo que si confiaba en él, que era un chavo sano.
Al mismo tiempo yo le dije que también era sano y confiamos mutuamente.
Yo creo que esto fue lo mejor del momento.
Se puso boca abajo y pude ver el tamaño y bellezas de sus nalgas, muy redonditas y duras.
Se las estuve acariciando hasta que me dijo; ¿ya me la puedes meter?, obviamente que sí y me acomode tiernamente encima de él, abrió un poco las piernas y empecé lentamente a penetrarlo.
En cada empuje el me apretaba y estaba gozando realmente.
Ahora no se quejó y tuve tiempo de llenarme de su sensualidad.
Cuando empecé a moverme más rápido, me apretaba más hasta que eyaculé y todo mi semen ahora si quedo dentro de su cuerpo, pues me seguía dando apretoncitos hasta que me saco la última gota.
Ahora si los dos estábamos exhaustos.
Le propuse ir a tomar algo y amablemente lo rechazo porque tenía que ir a su casa.
Le pedí sus datos pero me dijo que lo podía localizar siempre en ese hotel.
Regrese en varias ocasiones y siempre repetíamos las tremendas cogidas pues sus nalgas me seguian fasinando, ensayábamos varias posturas y siempre estuvimos relajados.
Hasta que me dijo que había conocido un joven con el que quería vivir juntos.
Yo no le podía ofrecer eso, no por que no la valiera, sino porque tengo una situación más compleja.
Le respeté su decisión y le agradecí por tantos y tan buenos momentos.
No lo he vuelto a ver.
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