Después de que me divorcié de mi infiel esposa, caí en una tremenda depresión, me alcoholicé, y…
Un hombre que cae en depresión y alcoholismo, para seguir bebiendo roba, y va preso, pero lo envían a un hogar para deambulantes, donde descubre el placer de ser sodomizado, por lo que eventualmente se convierte en trasvertí, .
Después de que me divorcié de mi infiel esposa, caí en una tremenda depresión, me alcoholicé, y…….
Después de un duro fracaso matrimonial, a pesar de haberme quemado las pestañas estudiando, y de haber logrado montar un buen negocio, de sobrevivir a un sinfín de problemas.
Un día llegué a casa, y al entrar en nuestra habitación, me encontré a mi mujer, teniendo relaciones con dos tipos a la vez.
Quedé en shock, ella había sido mi novia desde la secundaria, en mi mente no cabía que mi esposa me fuera infiel, y mucho menos con dos hombres a la vez.
Y no es que la hubieran estado violando contra su voluntad, todo lo contrario, después del fuerte golpe emocional que recibí, me enteré de que en el círculo de mis familiares y amistades el nombre de mi mujer era sinónimo de puta.
Emocionalmente no pude resistir todo lo sucedido, y cada vez que alguien se me acercaba y me contaba lo que sabía de ella, para mí era peor.
Al grado que después del divorcio, vendí la casa, cerré el negocio y sin más ni más me dediqué a la bebida con el fin de olvidarla.
Me encontraba en una tremenda depresión, además bebía como si fuera un barril sin fondo, al grado que al poco tiempo me quedé sin dinero.
Deambulando por las calles, tratando de ahogar mis penas, pero para poder seguir bebiendo me dediqué a robar.
Nada del otro mundo, cosas pequeñas, las que después de venderlas por lo que me quisieran dar, compraba algún aguardiente y solo me tragaba todo el contenido de la botella.
Debido a eso caí preso, pero al no tener historial delictivo, me ubicaron en un hogar para personas sintecho.
Al principio, el tener que bañarme, afeitarme, y hasta el comer era de lo más incómodo para mí.
Procuré no entablar amistad con nadie, me daba vergüenza, hasta que un día en las duchas, mientras me duchaba, llegaron unos residentes con mayor tiempo que yo.
Procuré mantenerme aparte, pero dos de ellos a pesar de los rechazos que yo firmemente les daba, se me fueron acercando, y poco a poco fuimos entablando una conversación.
Yo estaba completamente desnudo duchándome, cuando uno de ellos, se me acercó y en la misma condición mía se dedicó a bañarse a mi lado.
Sin vergüenza alguna, yo trataba de ignorarlo a él y a su compañero que posteriormente también se quitó toda la ropa y se colocó al otro lado mío.
Pero a medida que seguía cayéndome el agua de la ducha, uno de ellos me comentó que me faltaba enjabonarme en el centro de la espalda, y al tiempo que su compañero se dedicó a enjabonarlo a él.
Cuando se ofreció a enjabonar la mía, yo a pesar de tratar de mantenerme aislado de ellos, acepté.
Así comencé a dejar que estos dos tipos se me acercasen, por lo menos a la hora de ducharnos.
Ya como a la semana, me di cuenta de que sus manos se deslizaban un poco más debajo de mi cintura, pero al mismo tiempo, que yo enjabonaba la espalda de su compañero, los escuchaba decirme que tenía un lindo cuerpo.
Por lo que en cierto momento al tipo que le enjabonaba la espalda se dio rápidamente la vuelta, y para mi sorpresa me encontré que le estaba enjabonando su verga, al tiempo que el otro deslizó suavemente sus manos entre mis nalgas.
Yo la verdad es que no me esperaba nada de eso, y al principio me sentí mal, y estuve a punto de retirarme.
Pero al que yo enjabonaba me agarró las manos y sin dejar de mirarme fijamente a los ojos, de manera suave pero firme, mantuvo mis manos decididamente sobre su miembro y testículos.
Lo cierto es que no supe que hacer, aparte de continuar enjabonándolo, con sus ojos mirándome fijamente, era como si me dijera. “Continúa haciéndolo que lo haces muy bien.”
Su compañero al mismo tiempo continuó acariciando mis nalgas y pegando su enjabonado cuerpo más al mío, al grado en que no me quedó la menor duda de que su verga se encontraba completamente erecta y pegada a mis nalgas.
Yo estaba sumamente nervioso, en mi vida me había sucedido algo semejante, no sabía cómo actuar, en parte quería salir corriendo, pero por otro lado lo cierto es que me sentí también, que mi único temor era que alguna tercera persona, nos fuera a encontrar en tal situación.
Lentamente sin prisa, ellos dos continuaron acariciando mi cuerpo, y dejando que yo continuase prácticamente masturbando al que tenía frente a mí.
Sentía los dedos del que se encontraba tras de mí, penetrándome, sin que yo me atreviera a oponer resistencia alguna.
Cuando me vine a dar cuenta, comencé a sentir como todo el miembro enjabonado del que se encontraba tras de mí, comenzaba a penetrarme.
Al principio pensé en decir no sé qué, pero apenas y abrí mi boca, al que estaba masturbando, me soltó las manos y agarrando mi rostro entre sus manos, introdujo su lengua dentro de mi boca.
Obligándome a quedarme callado con un tremendo y salvaje beso de lengua, el cual no supe ni tuve la fuerza ni la voluntad de rechazar.
Entre los dos me convirtieron, como se dice vulgarmente, en el jamón del sándwich, sus caricias, besos, y a medida que el que se encontraba tras de mí, continuaba penetrándome.
Yo iba sintiendo como centímetro a centímetro su miembro se deslizaba dentro de mis nalgas, sus potentes penetraciones hicieron, que lejos de querer retirarme separase mis piernas, y me dejase hacer todo lo que ellos dos quisieran.
Al grado que cuando el que me estaba besando sacó su lengua de mi boca, no le costó mucho trabajo, el hacer que yo sumisamente me inclinase hacia adelante.
Así sin dejar de estar manoseando yo sus testículos, y miembro, cuando lo tuve frente a mi rostro, el que me dedicase a mamárselo fue algo prácticamente natural.
Al poco rato, mientras uno divinamente me daba por el culo, al otro yo disfrutaba de estar mamando su erecta verga.
No sé por cuanto rato estuvimos bajo la ducha, pero a medida que más verga me daban por el culo y boca, como que yo deseaba recibir mucho más.
Restregaba mis nalgas contra su cuerpo, y con mi boca procuraba darle la mayor satisfacción posible al otro, al tiempo que me masturbaba hasta que en cosa de segundos me vine.
Al rato, me encontré gustosamente tragándome todo el semen que depositó mi compañero dentro de mi boca.
Al ellos dos acabar, sin decirme nada se retiraron, mientras que yo agachándome bajo la ducha, expulsé lo que uno de ellos me había depositado dentro de mí.
Salí más que confundido de la ducha, me decía a mí mismo que no era gay, ni maricón, pero como me había dejado hacer todo eso, y que para colmo me hubiera gustado tanto.
Al siguiente día, no me fui a bañar, me quedé en mi litera solo, repitiéndome una y otra vez que eso no volvería a sucederme.
Hasta que de momento entraron en la habitación ellos dos, lo cierto es que lo único que uno de ellos me dijo fue preguntarme si no pensaba bañarme, y yo no pude decirles que no.
Tomé mi toalla y en silencio me dirigí a las duchas, en las que apenas me desnudé, ambos me volvieron hacer todo lo que quisieron, pero en lugar de sentirme mal al poco rato era yo quien les pedía que me dieran más y más duro.
De esa manera comencé, poco a poco se fue corriendo la voz entre todos los participantes varones, y así se pude decir que me convertí en el consolador del resto de los hombres del hogar.
No había noche en que alguno de los participantes, no aprovechase para descargar dentro de mi cuerpo, ya fuera en la boca o por el culo, un abundante depósito de semen.
Lo raro de todo eso era que yo mismo había aceptado sin romperme mucho la cabeza que todo lo que mis compañeros de hogar me hacían, y lo que yo a su vez les hacía a ellos me encantaba.
En todo el hogar lo mío se convirtió en un secreto a voces, hasta las mujeres participantes, sabían que era lo que yo hacía.
No porque me hubieran visto teniendo sexo con algún compañero, sino por los comentarios y chismes que corrían en el hogar en torno a mi persona.
Por lo que cuando una noche una de las chicas se me acercó, y sin vergüenza alguna me dijo que, si me arreglaba un poco, seguramente haría disfrutar más a mis variados amantes.
No lo dudé ni por un instante, y entrando a su dormitorio, me pidió que me quitase toda la ropa, lo que yo hice de la manera más natural.
Ella me observó detenidamente y tras quedarse pensando por un instante, me dijo. “Con razón los tienes locos a todos, si realmente pareces una chica bueno, aunque te faltan las tetas, pero por lo demás, tienes un cuerpo lindo.”
“Sin vellos, ni pelos fuera de lugar, tus nalguitas las tienes bien paraditas y firmes, y ese largo y abundante cabello castaño claro, tu rostro con esos enormes ojos marrones, y tus carnosos labios, pareces más una chica que un hombre.”
“Además quien te vea vestido de mujer seguramente se equivoca, además, lo que tienes entre las piernas ya veo que con una sola mano lo puedes ocultar sin mucho esfuerzo.”
Tras decirme eso, no le costó mucho trabajo el convencerme de que la dejase maquillarme, luego me peinó y arregló mi abundante cabello.
Para finalmente prestarme algunas de sus prendas de vestir, al terminar ni yo mismo podía reconocerme, realmente parecía una jovencita.
Esa noche mis compañeros al verme así vestido, y tratando de imitar la manera de hablar y de comportarme de una chica, digamos que se volvieron locos por mí.
Lo único que mi amiga me recomendó fue. “Trata de hablar normal, con tu propia voz y sin manierismos rebuscados, y veras que a cualquiera convences de que por lo menos por fuera eres una linda chica.”
Así continué haciéndole las noches a la gran mayoría de los participantes, hasta que uno de ellos, con quien yo no tenía sexo, porque era muy cochino, se lo fue a contar a la administradora.
La que nos agarró esa noche a dos de mis amantes, y a mí completamente vestido de mujer, teniendo sexo con ellos dos a la vez.”
Justo en el momento en que uno de ellos descargaba de manera lujuriosa su leche dentro de mi culo, y al otro yo le relamía su venoso pene, al tiempo que expulsaba un gran taco de leche, sobre mi cara.
Ya estando a solas con la administradora, cuando ella me reclamó lo que estaba sucediendo, le conté casi llorando, que era algo que yo no podía controlar, y que gracias a eso había comenzado a participar en las distintas actividades del hogar.
La administradora, se me quedó viendo, y en silencio me comentó. “Lo cierto es que desde hace algunas semanas he notado tus avances, y además el resto de los chicos, como que se están portando mejor.”
“Vamos a realizar un cambio, te voy a nombrar mi asistente, en el nuevo hogar que vamos a abrir, solo que te voy a pedir que mientras estés a cargo, procura ser discreta, te puedes vestir como te dé la gana, maquillarte si así lo quieres hacer.”
“Pero nunca obligues a ningún interno a mantener sexo contigo, si lo hacen que sea por muto acuerdo, y de forma que nadie se entere, por lo menos mientras los haces, de paso si sucediera algo, yo no sé nada, te quedó claro.”
Ante tal situación no me quedó más remedio que gustosamente aceptar, así que cuando llega algún participante nuevo lo recibo vestido de mujer.
Le doy las instrucciones, y luego le indicó que me siga hasta el baño, donde yo personalmente le demuestro como se usan las duchas.
Al ver que me comienzo a quitar la ropa y me quedo toda desnuda frente a ellos, se dan cuenta de que soy un hombre, para de inmediato darles la espalda, y discretamente ofrecerles mis nalgas.
Algunos no realizan ninguna acción ni comentario alguno, pero otros sin pensarlo dos veces, descaradamente me abrazan por la espalda y en menos de lo que canta un gallo ya me están dando sabrosa y salvajemente por el culo o por lo menos me ponen a mamar.
Por lo que ya se podrán dar una idea de cuánto me agrada mi trabajo.
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