Desvirgando al Pony
Relato 100% real. Me dedico a desflorar hombres heterosexuales.
Desvirgando al Pony
Lo invité a ver una película en mi cuarto con Netflix, pizza y whisky, nada fuera de lo normal. Jaime es uno de mis alumnos, varonil, atlético, sencillo, extrovertido en algunas situaciones y reservado en otras. Es muy noble e ingenuo. Pasamos de la película a platicar larga y tendidamente, y debo mencionar que él habla rápido y con mucho sentido del humor, lo cual me agrada. Me encanta su cara, especialmente sus ojos pícaros. Por lo que conozco de él y lo que me confiesa, sé que es un macho en toda la extensión de la palabra. Es muy expresivo, y me tiene mucha confianza, así que me cuenta sus intimidades amorosas sin tapujos, algo que agradezco.
Alrededor de la 1 am, la plática seguía y la botella de whisky ya iba a menos de la mitad. Jaime, o «Pony» como le decimos debido a su baja estatura, y pues a sus 21 años no había esperanzas de que siguiera creciendo. A Pony ya se le notaba la alegría del alcohol y era cada vez más chicharachero y no se negaba a responder todas mis preguntas por más íntimas qué fueran: ¿a poco no has cogido con ninguna vieja? ¿Qué te gusta de ellas? ¿Cuál es la experiencia más cachonda qué has tenido?… Llega el momento en que la vejiga pide a gritos vaciarse y Jaime me pide el baño, pero como no tenía agua, le explico que si era del uno lo podría hacer afuera. Al parecer solo necesitaba hacer eso, lo curioso era que con trabajo se podía levantar, pero logró salir a orinar. Lo que él no sabía era que yo fingía tomar para dejar que se empedara solo y aprovechando que salió le he puesto algunas gotas de clonazepan en su vaso…
Pony regresó y continuamos charlando, mientras yo lo escuchaba con atención. Noté que el whisky ya no le causaba problemas y, de hecho, le ofrecí servirle más, a lo que él accedió. Sin embargo, poco después su ritmo de habla comenzó a disminuir, evidencia de que las gotas de clonazepam estaban haciendo efecto. Al mirar el reloj, me di cuenta de que eran las 2:30 am y sugerí que era prudente ir a dormir pronto, a pesar de que no teníamos compromisos al día siguiente. Él estuvo de acuerdo. Trató de levantarse, pero no pudo hacerlo, intentándolo al menos dos veces sin éxito. Me miró sonriente, con sus preciosos ojos, como diciendo «ya ando pedo». Por supuesto, ofrecí ayudarlo y lo llevé a su habitación en el edificio contiguo. Sonreí para mis adentros, ya que había deseado a este joven guapo y varonil durante mucho tiempo. Lo que más me excitaba era su ingenuidad y esa sonrisa coqueta que debía enloquecer a muchas chicas. Me preparé para llevar todo lo necesario para cumplir mis fantasías.
Una vez llegados a la puerta de su cuarto, no podía sacar las llaves de su pantalón de lo pedo que estaba, por lo que lo ayude metiendo mi mano y «sin querer» toque su bulto flácido. Por lo chaparro no me hago grandes esperanzas en el tamaño, pero lo que yo quería era otra cosa, que esa, entre más chiquita mejor… ja ja. En fin, no pareció incomodarse, el efecto de la droga y el alcohol hace que esto no quede registrado en su memoria. Una vez dentro de cuarto lo llevé a su cama, él casi dormido, lo acosté y le pregunté si quería ponerse sport pero ya no respondía, se había quedado profundamente dormido. Al ver eso, me elevó el ritmo cardíaco al 100, sin embargo, sabiendo el tiempo de efecto del clonazepam decidí esperar 20 minutos más antes de tocarlo. Empecé desabrochando su camisa, se la quité con cuidado, luego sus zapatos, y llegando a su bragueta me detuve a contemplar y preguntarme si lo que había abajo correspondía a lo que me había imaginado en mis fantasías.
Decidí bajar lentamente y con cuidado su pantalón negro de tela, y me sorprendió ver que llevaba puesta una trusa del mismo color. No era muy común ver a chicos de su edad usando trusas, ya que generalmente preferían los bóxer. En ese momento sabía que había llegado el momento de la verdad, pero antes, decidí tomarle algunas fotos solo con la trusa. Su musculatura y su aroma a hombre se notaban a kilómetros de distancia. Con precaución, bajé suavemente su ropa interior y encontré un pequeño pene dormido. Me pregunté cómo de grande sería cuando estuviera despierto. Comencé a hacerle sexo oral lentamente, y después de unos minutos, su pene empezó a reaccionar. No estaba mal, calculé que mediría alrededor de 12 centímetros, lo que se considera normal. Continué besando su cuerpo juvenil y finalmente llegué a su boca, donde sentí su aliento y su saliva por primera vez. Fue una sensación hermosa y excitante. Escuchaba su sueño profundo y suaves ronquidos mientras seguía disfrutando de su pene. Me subí hasta la altura de su cara y puse mi miembro en su cara, una hermosa foto para mis futuras chaquetas. Abrí su boca e introduje mi pene y empecé a bombear. El calor de su boca en mi pija, era excitante, pero me detuve pues no quería venirme en su boca.
Después de un rato, lo logré, su verga estaba dura como un mástil y decidí montarlo, utilizando un condón y lubricante. Despacito empecé a sentarme, disfrutando cada centímetro logrado. En un abrir y cerrar de ojos, ya me tenía atravesado hasta el fondo. Me movía encima suyo con fuerza, simulando ser un jinete desbocado. Sentía cómo empezaba a gemir de placer, lo que me excitaba más. Después de un rato, decidí sacar su néctar con mi boca pero me cansé de chupar y morder su miembro sin obtener el resultado que quería. Así que decidí pasar al plan B, necesitaba algo más. Quería marcarlo para siempre, de modo que su virgen culito debía ser mío.
Lo agarré con firmeza y lo puse de lado, como si no pesara nada. Me coloqué detrás, y puse la punta de mi verga en su hueco anal. Intenté la penetración, pero fue difícil: lo punteé varias veces, pero no podía entrar, y sus gemidos indicaban que quizás le dolía. Su trasero estaba precioso; duro y paradito, señal de que hace ejercicio. ¿Quién lo diría? Nunca pensé que me lo comería. Me agaché otra vez y decidí explorar el territorio por mi cuenta. Efectivamente, su ano era estrecho y virgen. Empecé a abrir paso con mi lengua, y sus gemidos me dejaron en claro que estaba disfrutando. Saqué el lubricante y empecé con un dedo, luego dos… poco a poco la crema iba abriendo paso en su hoyito. Me acerqué a su oído y le dije: «Estas cerradito, pero así es más rico. Qué pena que no lo vayas a recordar».
Ahora sí, con el lubricante a tope, me preparé y me puse otra vez detrás de Pony, verga en mano y listo para la acción. Lo agarré bien de las ingles y empecé a empujar. Poco a poco, mi enorme miembro empezó a abrirse paso en su tubo rectal, entrando lentamente, pero sin pausa. La resistencia del esfínter cedía ante la fuerza de mi herramienta, dilatándose como un tubo a medida que la verga se abría camino.
Pony comenzó a gemir y a quejarse, apretando los dientes y los ojos con fuerza e intentando mover la cabeza, pero el dolor del desvirgue era demasiado grande. No despertaba, gracias al alcohol y al somnífero que le había dado. Y eso solo me excitaba más. Estaba viendo cómo un heterosexual perdía su virginidad anal sin saberlo.
Seguí empujando, primero lento pero luego cada vez más rápido. Me excedí un poco, lo reconozco. Estaba imparable, y poco a poco la mitad de mi pene había entrado en su culo. Di un último empujón y toda mi verga se deslizó adentro.
¡Ahhhh ya entró toda! ¡Ahhhh Ahhhh!!!!!!!! – decía como un triunfo… Había logrado mi objetivo. Lo mantuve quieto un buen rato mientras escuchaba sus gemidos e intentos de moverse, pero lo tenía bien sujeto. Se la había clavado completa, y le dije en mis pensamientos: «Ya la tienes toda adentro, cabrón».
¡Aguántate cabrón! Empecé con un mete y saca, primero lento pero después fui subiendo la intensidad hasta hacerlo rápido. Me movía frenéticamente, sacudiendo a Pony como si fuera un muñeco, y luego me detenía para darle a su culito un respiro antes de volver a bombear como loco. A pesar de mis excesos, este amigo no reaccionaba, así que saqué mi verga y lo volteé, poniéndolo patitas al hombro, mientras veía su hermosa cara que tanta baba me había sacado. Le metí otra vez toda mi verga, mientras lo besaba en la boca, haciéndola entrar y salir con un rico sonido erótico mientras mis huevos golpeaban sus nalgas. La penetración era profunda, y aunque no daba señales de estar consciente de lo que pasaba, yo estaba disfrutando a lo grande.
Lo cogí un largo rato, y de pronto exclamé: “¡Me vengo, me vengo, Ahhhhhhhhh!!” Me detuve y dejé que mi verga, en violentos espasmos, eyaculara mucho semen en su intestino. La violación había sido consumada, mantuve mi verga dentro de él un rato más y luego la saqué, baboseante y palpitante, contemplando el agujero que había abierto. Había logrado satisfacer mi deseo, y la violación de Pony se consumó.
Me quedé un rato contemplando la escena, tomé muchas fotos y me retiré, dejándolo vestido como si nada hubiera pasado, tratando de que todo se viera normal.
Al otro día, en el desayuno, Pony bajó tarde, me saludó y le pregunté si no le había dado la cruda, a lo que contestó que un poco pero que nada del otro mundo. Seguimos platicando como si nada hubiera pasado…
¡Guau!, qué excitante. La verdad es que me imaginé ser Jaime y hasta tuve que terminar masturbándome.
Muy caliente y cachonda tu experiencia.