Disfrutaba darme el gusto de usar ropa femenina, cuando el guardia de seguridad me descubrió, y……
Un técnico electrónico le da mantenimiento a una central repetidora en las montañas, cuando termina a solas le gusta vestirse y sentirse que es una mujer, hasta que un día es descubierto por un guardia de seguridad, que se aprovecha del y se lo coge……
Disfrutaba darme el gusto de usar ropa femenina, cuando el guardia de seguridad me descubrió, y……
Soy casado desde hace como ocho años, tengo una linda familia, además soy técnico de equipos electrónicos.
Por lo que ocasionalmente, debo ir a darle mantenimiento mensualmente, y en ocasiones hasta dos veces al mes, a una estación de radio teléfonos, la que se encuentra retirada, en la cima de una montaña.
En dicha estación, yo escondía mi gran secreto, en un falso piso mantenía oculto, todo un ajuar completo de ropa femenina, desde las más lindas pantis hechas de encaje, hasta atrevidos vestidos, incluyendo calzado, maquillaje, perfume, sarcillos y pulseras.
Cada vez que iba a darle mantenimiento a la estación, después de que terminaba, me dedicaba a satisfacer mi gusto por usar ropa femenina.
Como durante el proceso de mantenimiento de la estación, debía desconectar el sistema eléctrico, y dejarla funcionando a baterías por unas cuantas horas, y luego volver a conectarla, y ver que las baterías se volvieran a cargar, lo que me llevaba de un día para otro.
El resto del tiempo disfrutaba vistiéndome completamente de mujer, ya que, al estar solo en la retirada estación, estaba más que seguro que nadie nunca me descubría.
Así que lo primero que hacía era desnudarme completamente, y observar todo mi cuerpo desnudo.
Después de desnudarme, me doy un baño, ya que la estación tiene esa facilidad, aparte de una pequeña cama en la que acostumbro a dormir usando la ropa, que a mi tanto me gusta usar.
Ya me había vestido, con un lindo y atrevido conjunto de minifalda, y chaquetilla, me dediqué a seguir haciendo mis labores, hasta que llegó la hora en que me fuera a dormir, por lo que nuevamente me bañé, y me cambié de ropa, poniéndome un lindo set de pantis, liguero, medias, sostén, y una corta bata semitransparente, hechos en encaje de color negro.
Me sentía completamente realizado, casi bailando, mientras me quitaba los sarcillos de presión que acostumbro a usar cuando estoy trabajando en ese lugar, ya que me aterra abrirme los lóbulos de mis orejas.
Yo estaba de lo más inspirado, recién y había apagado las luces, cuando de momento se abrió la puerta de la estación completamente, y asustado vi la sombra de un hombre.
Se pueden imaginar como yo me sentí, estando vestido así, una gran vergüenza me envolvió de inmediato.
Esa persona de inmediato prendió las luces, y mi vergüenza fue mayor, no sabía dónde meterme, ni que hacer, me había quedado paralizado, a medio sentarme en la cama.
Era el guardia de seguridad, al que ocasionalmente veía en la entrada principal, y que no esperaba verlo jamás rondando por la caseta de transmisiones, ya que su puesto queda en la entrada, la que se encuentra a más de tres kilómetros de la estación.
“Así que eso es a lo que te dedicas cuando bienes para aquí.” fue lo que le escuché decir al guardia de seguridad, yo tartamudeando, y con la voz bien quebrada, y fina, traté de explicar lo inexplicable.
Las palabras no me salían, me desesperé tanto que por la gran frustración que sentía, hasta me puse a llorar, el tipo era de estatura baja, delgado como un fideo, y por su rostro seguramente era unos quince o veinte años mayor que yo.
Mientras yo seguía llorando sin poder articular palabra, él se me fue acercando, hasta que llegó a sentarse a mi lado en la pequeña cama.
Al verlo a mi lado tratando de ocultar mi cara, por la gran vergüenza que sentía, me tiré a seguir llorando sobre la almohada, dándole la espalda al él.
De momento le escuché preguntarme, con una calmada voz. “¿Por qué lloras?” Yo aun no salía del susto, cuando sentí una de sus manos sobre mis hombros, diciéndome. “No te preocupes, no le voy a contar a nadie lo que tú haces.”
Pero al mismo tiempo que me fue diciendo eso, su mano se fue deslizando por mi espalda, hasta llegar a mis nalgas.
Las dos cosas las fue repitiendo una y otra vez, hasta que sentí que su mano finalmente se detuvo sobre mis nalgas.
Yo en mi vida jamás ni nunca había dejado que otro hombre me tocase, y menos donde, y como él lo estaba haciendo, en mi vida nunca había mantenido relaciones sexuales con otro hombre, a pesar de mi gusto de vestirme de mujer, era algo que jamás había contemplado que me llegase a pasar.
Me sentía de lo más extraño con todo lo que estaba sucediéndome, el guardia no dejaba de decirme que no me preocupase, que él me entendía, mientras que yo, aunque había dejado de llorar, la vergüenza que sentía era tal que no me permitía sacar mi cara de entre la almohada.
Imagínense un hombre vestido con ropa íntima de mujer, dejando que ese pedazo de guardia me estuviera toqueteando mi culo, como lo estaba haciendo él en esos momentos.
Algo muy dentro de mí, me impedía que me parase, y le pusiera fin a todo eso, mientras que él continuaba acariciando ya casi todo mi cuerpo, me fue diciendo. “Yo te comprendo y te aseguro que te voy a hacer muy feliz, solo tienes que relajarte.”
Por unos momentos dejó de pasar sus callosas manos sobre mis nalgas y muslos, y sentí que se estaba quitando la ropa.
Luego sin que yo pudiera, o me atreviera a ofrecerle resistencia alguna, acomodó mis piernas sobre la cama, y de inmediato se dedicó a ir bajándome las pantaletas con calma.
Yo quería que se detuviera, pero cuando dejó de tratarme como si yo fuera un hombre, y me comenzó a decir lo linda que me veía con ese conjunto de encaje negro, me sentí muy raro, y así continuó el guardia, alabando mi cuerpo, como si fuera el de una mujer.
Él separó mis piernas, y sentí sus ensalivados dedos pasar sobre mi esfínter, mientras que yo le decía, con fina voz que no continuara, pero sin ofrecer resistencia alguna.
Quedándome tendido bocabajo sobre la cama con mis piernas abiertas, al tiempo que me preguntaba, cuando había sido la última vez que había tenido sexo.
Cuando apenas con un fino hilo de voz, le respondí que nunca, de inmediato me dijo así que eres virgen, y seguidamente yo le respondí que sí, pero continuaba pidiéndole que no me hiciera eso.
Sus dedos con mucha más saliva los fue enterrando uno a uno dentro de mi culo, hasta el punto de que quizás ya me había introducido por lo menos cuatro de sus cinco dedos.
Los que empujaba con suavidad entre mis nalgas, sin dejar de decirme lo lindo que me quedaba el color negro de la ropa íntima que llevaba puesta.
Yo a pesar de estar diciéndole constantemente que no continuara, me fui soltando poco a poco, y para ser la primera vez que otro hombre me tocaba así, la manera en que sus dedos entraban, y salían de entre mis nalgas, fue algo que comencé a disfrutar.
De momento retiró sus dedos de mi culo diciéndome. “Linda si te mantienes relajada, no te dolerá.” y lentamente comencé a sentir su cuerpo sobre el mío, al mismo tiempo que yo le pedía, y le rogaba que no me hiciera eso.
Poco a poco su duro y caliente miembro se fue abriendo paso dentro de mis nalgas, lo cierto es que, si me dolió un poco, pero fue un raro dolor, un dolor satisfactorio, algo que comencé a disfrutar a pesar del dolor, desde el mismo instante en que la cabeza de su verga comenzó a penetrarme.
A medida que su verga me fue penetrando, yo le pedía que se detuviese, pero también comencé a gemir de placer, a pesar de que hasta un par de lágrimas se me salieron por el dolor.
Una vez que sentí todo su cuerpo sobre el mío, y él comenzó salvajemente a meter, y sacar su verga de mi recién desvirgado culo, yo de manera involuntaria, comencé a mover mis caderas.
Al mismo tiempo que me decía a mí mismo como era posible que eso me estuviera sucediendo, pero el placer que el guardia de seguridad me estaba proporcionando, era algo único e inigualable.
En mi vida me había sentido más mujer que en esos instantes, por un largo, y delicioso rato él me estuvo enterrando su verga como le dio gusto, y gana.
Mientras que yo me satisfacía nada más de escucharlo, así estuvimos hasta que él finalmente se vino completamente dentro de mí.
Cuando extrajo su verga de mi culo, sentí que todo había terminado, me quedé recostado sobre la cama, con mi culo bien abierto, y él se mantuvo abrazándome, hasta que se levantó a orinar.
Fue cuando vi el pedazo de verga que me había enterrado tan divinamente dentro de mi culo, aun ya en reposo era un poco más grande y gruesa que la mía propia.
Después que orinó escuché como se lavaba su miembro, y después regresó a la pequeña cama, al tiempo que me daba una suave nalgada me dijo vete a lavar.
Yo sumisa y obedientemente me levanté para asearme, y después que, en el pequeño baño, expulsé de mi cuerpo todo el semen que me había dejado dentro de mi culo, terminé de lavarme, y retorné a la cama, donde lo encontré manoseando su verga.
Muerto de vergüenza, y sin saber qué hacer, me preguntaba a mí mismo como era posible que hubiera dejado que ese tipo me hiciera todo eso sin que yo le ofreciera resistencia alguna.
Cuando él viéndome fijamente a los ojos, me hizo una seña con su boca, al tiempo que su mirada se fijaba en su miembro, era como si me hubiera dicho, que me pusiera a mamar su verga prácticamente.
Yo me arrodillé frente a él, y cerrando mis ojos, comencé a lamer su glande, a los pocos segundos, ya su aun semidormido miembro se encontraba dentro de mi boca, y en un abrir y cerrar de ojos, ya se le había vuelto a poner duro.
Mientras que yo seguía mama que mama, y él diciéndome lo linda que me veía mamando su verga así vestida.
De momento me agarró por mis orejas, y así me mantuvo mamando por un buen rato hasta que eventualmente se vino dentro de mi boca, prácticamente obligándome a tragar todo el semen que había expulsado de su tiesa verga.
Yo me quedé tirado en el suelo, hasta que él en un tono bastante autoritario, me ordenó que me pusiera nuevamente los pantis y me acostase en la cama, cosa que yo hice al pie de la letra.
Después de eso, me abrazó por la espalda, y sentí que me pasó una de sus piernas sobre mí, por lo que me quedé sin moverme, mientras que él al poco rato, comenzó nuevamente a tocar mis nalgas, y decirme un sinfín de cosas, sobre mi cuerpo, y lo bonito que me quedaba todo lo que me había puesto.
En la mañana al despertarme, sentí su caliente miembro contra mis nalgas, y al levantarse me ordenó que me quitase el panti, que abriese las piernas, mientras que él me sujetaba por los tobillos.
En cosa de segundos lo vi, y sentí como me enterraba nuevamente toda su verga entre mis nalgas.
Yo ya no le decía que no, es más hasta disfrutaba que me dijese que yo era su mujer en esos momentos, fue tanta mi excitación, que al tiempo que él me continuaba penetrando salvajemente, yo comencé a masturbarme.
Después de todo eso, me di un buen baño y regresé a la ciudad, no sin antes quedar con el guardia en que nos veríamos dentro de un mes más o menos.
La realidad es que no pude aguantar tanto, ya que a las dos semanas me encontraba de regreso a la estación con la excusa de que le hacía falta unos ajustes.
Y desde esa fecha, cada vez que puedo o tengo oportunidad voy a darle el mantenimiento adecuado a la estación, y a recibir el mantenimiento que él me da.
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