El bolero
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Don Rafa, el bolero de siempre, me presentó a su hijo Bryan y me informó que él lo reemplazaría en el aseo del calzado en la Secretaría.
Su concesión era valiosa y logró transferirla a su hijo, el cual tenía unos 25 años, moreno, bajo, como de 1.
60 mts, de cara y sonrisa simpática y evidentemente pobre.
A pesar de sus esfuerzos por ser agradable, Bryan no tenía tantos clientes como su padre, ya que el calzado no quedaba tan bien como con su papá.
Un día no tuve más remedio que contratarlo y leía un expediente mientras él boleaba mis zapatos.
A pesar de estar sentado, volteé a ver cómo trabajaba y me percaté que ¡había manchado mis calcetines beige con grasa café!
-¡Chamaco, fíjate lo que haces! Lo reprendí.
Como tenía una reunión más tarde no tenía oportunidad de ir a mi casa a cambiarlos, estaba molesto por su impericia y, sin pensarlo, le dije "de verdad que eres pendejo".
Bryan se mostraba apenado y se disculpaba, pero se creó un ambiente muy sexual en el cual se mostraba sumiso ante mi regaño.
-Cállate de una chingada vez y deja de tratar de limpiar mis calcetines que me embarras más la grasa, le dije con autoridad.
Entonces ví que el bulto en su entrepierna había crecido notablemente y decidí jugarme todo, diciéndole que se pusiera de pie porque lo iba a castigar.
Él no quería, por lo cual yo me puse de pie para que viera mi erección.
Entonces sí reaccionó, se paró y alargó la mano para acariciar mi pene.
Aproveché y lo jalé para poder tocar esas nalguitas que tanto se me antojaban: las recorrí, les dí palmadas y metí mi mano entre sus cachetes, pero el tiempo pasaba y necesitaba penetrarlo cuanto antes.
Así que lo tomé del cabello, hincándolo y me saquè la verga del pantalón para que me hiciera sexo oral.
Él no se resistió, pero era evidente su inexperiencia.
Unas cachetadas y escupidas bastaron para que aprendiera a cubrirse los dientes y a tragarse todo el falo.
Cuando llegaba al orgasmo, dejè de coger su hocico y lo puse de pie.
-Te voy a coger zorra, bájate los pantalones, le ordené.
Bryan empezó a gemir y negarse, dicièndome que eso no, que él es casado y que por el culo no se deja "dar".
Le tuve que dar una cachetada fuerte para que se callara, lo tomé del cinturón y desabotoné su pantalón para bajárselo yo mismo.
Acerqué mi cara a su oído y le dije: "hijo de tu puta madre, vas a empinarte o te madreo hasta que te desmayes y después te cojo en el piso, putita".
Bryan recargó su tronco y cabeza en mi escritorio y sólo me pidió que no me "viniera" en su interior.
Lo rodeé para ver su ano.
Estaba limpio, pero con pelos y le dije que a la próxima debería estar rasurado.
Dejé caer abundante saliva en su ano y en mi verga y lo empecé a penetrar.
En cuanto entró el glande, gimió de dolor y quiso retirarse, por lo que le dije "cállate puta o quieres que se entere toda la oficina" y le dí dos fuertes golpes en su riñón derecho.
Eso me transformó y lo penetré cada vez con más y más fuerza.
Él estaba callado, empinado, dejándose coger y recibiendo castigo.
Castigo físico en su culo y en su espalda, nalgas y riñones que recibían golpes constantes.
Castigo en su hombría, ya que le decía que era mi puta, que ahora era mi mujer, que era un gran maricón, puto, etc.
Su ano sangraba un poco cuando decidí preñarlo, darle esa humillación que tanto temía.
Cuando estaba a punto de terminar, introduje la totalidad de mi verga en su culito antes virgen, lo tomé del cabello con fuerza y eyaculé, bañando su interior con mi espeso semen.
Bryan, sólo dijo, "ya me quemó, Jefe" y trató de safarse.
Yo no lo permití por unos momentos más, disfrutando sus anillos anales un poco más y diciéndole "calma puta, ya te hice mujer".
En cuanto me retiré de su interior, se subió rápidamente su ropa interior y pantalones, huyendo de mi oficina.
Yo sólo sonreí y le marqué a mi secretaria para que me llevara un café.
Mi secretaria sonrió y me dijo "¿te lo cogiste, verdad? Eres un cabrón".
muy bueno me encanto