El bolero 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Toda la semana Bryan ofreció sus servicios a través de mi secretaria y esos días lo rechacé por el mismo medio; quería que mi puto deseara fervientemente ser humillado nuevamente.
Sin embargo el cuarto día le indiqué a mi secretaría que le informara a Bryan que lo necesitaría el día siguiente temprano: "dile que lo necesito a las 6 de la mañana, en punto".
El día siguiente llegué a la oficina a las 6:15 horas y él estaba en la sala de espera notablemente nervioso.
Lo ví, entré a mi oficina y, desde la puerta, aproveché que estábamos completamente solos para decirle en voz alta: "de verdad que eres pendeja, pasa maricón".
Bryan se roburizó e ingresó a mi oficina.
En un instante lo ví y me percaté que se esmeró por verse bien: traía gel en sus cabellos negros y lacios, olía a loción barata y su camisa estaba perfectamente planchada.
-Puta, ahí está la cafetera, ¡prepárame un café, solo, sin azúcar!, pero rápido zorrita.
Bryan trató de complacerme pero por su inexperiencia se equivocó una y otra vez.
Yo lo regañé constantemente para corregirlo: ¡pendeja, el agua se pone atrás, sí tonta, abre esa compuerta! ¡serás estúpido puto, las tazas están enfrente de tí!, etc.
Mientras más lo regañaba más evidente era su erección en el pantalón.
Había encontrado a un completo sumiso masoca y lo iba a gozar lo más que pudiera.
Cuando me llevó el café al escritorio, volteé mi silla y le indiqué que empezara a asear mi calzado, sorbí un trago de café, dejé que se entibiara en mi boca y lo escupí con fuerza en la cara de mi esclavo: ¡ni para preparar un buen café sirves joto!; su impulso fue limpiarse su cara morena, pero lo tomé de los cabellos y no lo dejé: "ni madres marica, vas a recibir con gusto todo lo que quiera darte! ¿o quieres otra madriza como la anterior? Él empezó a suplicar y pedirme perdón.
Una cachetada y un cállate, resolvieron la situación.
-He estado pensando en tí, putita, le dije.
Mi leche te hizo mi mujer y ahora vas a abrirte de piernas cuando te lo ordene nena, tu conchita me pertenece, prietita.
Bryan seguía sentado en su banco con café escurriendo aún en su cara y con la mirada hacia abajo.
Ya había transcurrido una hora y necesitaba cogerlo, pero primero quería madrearlo, lastimarlo, causarle ese dolor y humillación que tanto deseaba: "desnúdate en chinga puto".
Él se puso de pie rápidamente y se desnudó dejando su ropa en el piso.
– Ponte en 4 patas como la perra que eres y él lo hizo sin pensarlo.
– ¿para qué quiero verte la geta, puto? Enséñame la cola y ábrete las nalgas rápido, zorra.
Una patada ayudó al proceso y ¡oh sorpresa! Se había rasurado (aunque mal) el culo.
Vaya, puto, ¡muy bien! Te ganaste el derecho de mamar mi verga.
Me puse de pie, bajé mi pantalón y volví a sentarme.
"Voltéate y mama!
Brýan había aprendido mucho: chupaba y lamía mejor.
Seguía al pie de la letra mis instrucciones y recibía con evidente placer mis chacetadas y escupidas.
Lo separé y le ordené que volviera a empinarse enseñándome el culo, toqué y acaricié sus nalgas y su ano, le dí nalgadas fuertes y palmadas a su ano.
-¿quieres dolor puta? Pídemelo.
Bryan, sólo dijo pégame Jefe, necesito que me chingues.
Saqué el cinturón de mi pantalón y empecé a pegarle en su espalda.
Golpes no muy fuertes pero le estaban ardiendo en verdad.
No le dejarían marcas, pero sí un ardor que le harían recordarme toda la semana.
Era el momento de la verdad.
Me fui a la parte de atrás, le ordené que abriera las piernas y me puse atràs de él, cuando pensó que lo iba a penetrar, le dí un fuerte cinturonazo en los testículos.
Bryan de inmediato gimió y se revolcó en el piso sumido en dolor.
Casi instantáneamente me puse sobre él para dominarlo, encontrar su entrada anal con mi verga y penetrarlo.
Fue un gran esfuerzo físico, a pesar de su tamaño, la edad y el dolor lo hacían resistirse a mis intentos por dominarlo.
Él apretaba el ano, pero mi verga bien lubricada por la mamada por fin se abrió paso en su esfínter.
Mi peso y mejor condición física por fin me permitieron controlarlo y violarlo estando estampado en el piso.
Lamía sus lágrimas y en menos de 7 minutos lo preñaba nuevamente.
Sólo atiné a decirle que la iba a embarazar y que tendría mis hijos, pero Bryan sólo gemía y se agarraba sus pequeños huevos.
Cuando me separé mi verga tenía rastros de sangre y de semen.
En ese momento, una vez pasado el orgasmo y la enorme calentura que me provocaba esa puta, al verlo en el piso, sangrando y aún gimiendo me sentí culpable, abusador de ese muchachito tonto.
Cuando lo ayudé a levantarse ví que en el piso había un charco de semen, esperma de Bryan que había gozado el dolor, la humillación y la violación que le había provocado, lo que disipó mi culpa.
-¿te gustó zorra? "Mucho Jefe, eres mi macho", contestó.
-Puta me tienes que hablar de Usted y no puedes verme a los ojos sin mi permiso, le dije.
Vete a tu casa, ponte hielo sobre los huevos y mañana sábado te veo en el Sanborns que está en la Delegación Venustiano Carranza.
10 de la mañana en punto, ¿entendiste?
Tomé mi portafolios y saqué una hermosa tanga de encaje negro muy fino, ¡quiero que uses esto! Y se lo lancé a la cara.
Saqué de mi cartera dos billetes de quinientos pesos.
Los tiré en los restos de semen que había en el piso y le dije que eran suyos si los tomaba con la boca.
Bryan se hincó en el piso con evidente dolor y los tomó con la boca.
-Ya que estás ahí puta, limpia el tiradero que hiciste marica y me dirigí a mi baño privado para orinar y asearme.
Cuando salí el piso estaba perfectamente limpio y mi esclavo ya no estaba.
Entonces hablé a mi restaurante favorito para pedir el desayuno.
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